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CAPÍTULO 4

Samantha se levantó temprano, preparó el desayuno antes de irse a bañar y bajar sus maletas, Micah llegaría en cualquier momento, sus padres sabían que ella se marchaba a Seattle, por lo que había almorzado con ellos el día anterior.

El timbre sonó, y ella supo de inmediato que era él, cuando fue a abrir la puerta, Micah la esperaba con una gran sonrisa, por lo que ella se la devolvió.

— Buenos días preciosa, ¿cómo has amanecido?

—Bien, estaba esperando ya por ti.

—Perfecto, es hora de irnos.

—¿Has desayunado ya?

—Sí, ya he desayunado. Ven vamos que mi madre está desesperada por vernos.

Samantha fue por sus maletas, las cuales Micah le ayudó a sacar, para luego meterlas al auto.

—¿Alquilamos algún hotel? ¿O nos quedaremos en casa de tu familia?

—Esa casa también es mía, mi padre la dejó para mi madre y sus hijos, y nos quedaremos en mi casa con mi familia, además es muy grande.

—De acuerdo. — Samantha por alguna razón se encontraba demasiado nerviosa, tal vez era porque por primera vez en un año de andar con Micah hasta ahora iba a conocer a su familia.

—Descuida, se que te tratarán de maravilla, a pesar de que yo no me lleve con mis hermanos, ellos son muy hospitalarios, y mi mamá es la mujer más buena del mundo. — Samantha lo miró y asintió.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

— Por supuesto cariño.

—¿Por qué no te llevas con tus hermanos?

—No quiero hablar de eso, cuando esté listo, lo haré. — después de eso Samantha no dijo nada más, se dedicó todo el camino a leer, mientras que Micah iba algo serio.

Al llegar a Seattle un lujoso auto los esperaba. Micah reconoció a Alonso el chófer de la familia que los esperaba.

—Señor Davis, bienvenido.

—Alonso, — dijo en modo de saludo — gracias por recibirnos. ¿Te envío mamá?

—No, me envió el señor Matthew, no quería que su prometía recibiera una mala impresión de la familia.

—Ya veo — dijo algo irritado — ella es Samantha Rivera mi prometida.

—Mucho gusto, señorita Rivera.

—El gusto es mío, y por favor, dígame Samantha o Sam, nada de señorita.

—No creo que sea correcto.

—Sí lo es, por favor — Samantha le sonrió tan dulce que terminó aceptando.

En el camino Sam no podía evitar sentirse cada vez, más nerviosa, y Micah que no ayudaba con ese comportamiento era aún peor.

—¿Me puedes decir que te pasa?

—Nada — dijo algo borde y cortante.

—Bien, no te voy a estar rogando Micah, si así vas a estar estos 3 meses, te juro que doy media vuelta y regreso a mi hogar, no tengo porqué estar aguantando tus hormonas, pareces una vieja panzona. — Samantha se cruzó de brazos realmente molesta y se giró a ver por la ventana, Alonso quién había presenciado todo, por algún motivo se sintió alegre al ver que la señorita Rivera no se dejaba.

Micah se maldijo internarme, sabía que Samantha no era de rogar, ya lo había comprobado, ella no era como las otras, por lo que trató de calmarse, antes de que todo se fuera a la mierda, pero cuando se giró hacía ella sabía que no sería buen momento, dejaría que se le pasara el enojo y luego hablarían, ella no debía saber el porqué odiaba estar ahí, no podía delatarse solo, debía comportarse, sino su mina de oro se iría y eso no le convenía.

En cuanto llegaron, Samantha vio una increíble mansión, hermosa, con un increíble jardín lleno de rosas y una fuente en medio, todo se veía realmente único.

Se bajó del auto impresionada y respiró profundamente y le gustó el olor que había por las rosas, sólo ese hecho hizo que se alegrará y que por un instante los nervios se fueran.

—La señora y los señores lo esperan en la sala — avisó Alonso, quien había recibido un mensaje de Matthew.

Samantha volvió a sentirse nerviosa, era hora de conocer a sus cuñados y su suegra.

—Ven amor es hora. — dijo Micah agarrandola de la mano, Sam lo miró y se lo agradeció con una sonrisa.

—Sí es hora. — Samantha respiró profundamente, antes de empezar a caminar junto con Micah, solo esperaba agradarle a la familia de su futuro esposo.

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