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Capítulo 1.- Prólogo

—Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta.

— ¿Juntos?

— ¡No! Muertos.

—Tú siempre tan romántica.

—Y tú, tan estúpido.

—Ya hablo doña perfecta.

—Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz.

—Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes.

—Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto —grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba.

Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia.

— ¿Podrás algún día dejar tranquila a “Mi Vale”? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica.

— ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces.

—Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella.

— ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo.

— ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO.

¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera?

¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.

Desde que se conocieron, Valentina decidió ignorarlo por salud física, mental, emocional, territorial y todas las razones habidas y por haber en este planeta tierra, y sus alrededores «un poquito exagerada la niña, pero bien por ella».

Los chicos lindos como Adolfo solo traen problemas, problemas y más problemas; sin dejar de lado a sus clubes de fans que lo persiguen como abejas a la miel «ni la abeja Reina tiene tantos sirvientes como él»

Adolfo Sanz Borbón es un chico muy popular y querido por sus amigos, tenía muchas admiradoras en la universidad y en toda la Ciudad, dado que también era la cara de unas cuantas marcas de ropa. Desde pequeño le ha gustado vestir siempre al último grito de la moda, decidir sus atuendos era siempre todo una aventura; le encantaba imponer moda para ser el centro de atención de donde se presentara.

Sus padres apoyaban cada una de sus decisiones, aunque en algunas ocasiones quisieran que fuera un poquito más responsable, humilde, cariñoso y menos arrogante.

« ¿Un poquito?, porque no dices que mucho y dejas de estarlo alabando tanto que hasta pena da»

Con su metro noventa de estatura, formaba parte de la selección de básquetbol, además de ser el capitán del equipo, era el chico encargado de seleccionar a los próximos integrantes. Rodeado en su mayoría de las veces de chicas hermosas que se desvivían por complacerlo en todos los sentidos, « ¿Todos? Hay que cosas, de lo que se entera uno» Cambiaba de novia como si cambiara de ropa interior, a ninguna tomaba en serio, pero eso sí, todas morían por estar con él.

Si lo pudiéramos describir en una frase sería: “UN GENIO MILLONARIO PLAYBOY FILÁNTROPO”

Valentina Ortega Zamora, mejor conocida como la “Nerd de la Universidad de Barcelona” o “La rata de biblioteca”, solo existía cuando los chicos tenían problemas con sus materias y necesitaban pasar un examen, el resto del tiempo era invisible hasta para los profesores, que se sentían amenazados por sus puestos.

Le encantaba hacer las cosas por sí misma, vivía en una constante lucha con su madre por no aceptar que dominara su vida, además de tener pocos amigos, pensando que cantidad no es lo mismo que calidad.

Con tan solo veinte años se ha marchado de casa para luchar por sus sueños y no creía volver por nada del mundo. Sus prioridades no eran formar parte de las filas de trabajadores de la empresa de la familia, ella prefería abrirse camino por si sola. Su metro sesenta y cinco no la ayudaban mucho, sumado al modo de vestir tan anticuado que la hacía ver como una persona de por lo menos treinta y ocho años.

Portadora de unos ojos color miel y una cabellera negra que llegaba hasta la cintura, la cual peinaba siempre de dos trenzas o cubría con un gorro color mostaza que por su uso ya presentaba algunas roturas que ella misma repara agregando pegatinas de caricaturas, haciéndola lucir más descuidada.

Quienes la miraban pasar a su lado, opinaban que era una chica becada, llegada de otra ciudad y proveniente de una familia de escasos recursos «ya van a empezar a juzgar de nuevo» que tuvo la fortuna de ser aceptada por sus buenas notas, de lo contrario no tendría oportunidad de estudiar en la escuela más prestigiosa de todo Barcelona.

Si la pudiéramos describir en una frase sería: mmm, déjenme pensar, mmm, sigo pensando, mmm… No, creo que no podríamos encontrar ninguna frase que nos sirva como punto de referencia para poderla describir. Por lo menos era lo que todos pensaban de la friki, «un sobre nombre más y me da el mimisqui, ya agarren a otra para su puerquito»

Hasta que se convirtió en la apuesta de Adolfo Sanz y sus amigos, quien la puso en el radar de toda una universidad llena de mujeres arrogantes y de hombres crueles, despiadados y sin sentimientos que solo les interesaba quedar bien con uno de los chicos más ricos, sin importarles sobre quien pasaran.

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