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Capítulo 4

Nosotros...

Hizo hincapié en la palabra "nosotros" de una manera muy extraña y amenazante, pero yo aún no lo entendía. Enganchando la fina tela de mis bragas, el millonario tiró de ellas hacia abajo, despojándome de mi ropa por completo.

- No hay tierra. Una chica muy, muy hermosa. Un raro y excepcional hallazgo para nosotros... - se aclaró la garganta rápidamente. - Para mí.

El primer beso cubrió primero un hombro y luego el otro. Sentía la cabeza demasiado pesada, el mundo que me rodeaba, aunque era un mundo oscuro debido a la apretada venda sobre mis ojos, pero giraba, se arremolinaba como si me hubieran subido a una montaña rusa.

Un beso en el cuello, un segundo. Unos labios suaves, jugosos y muy calientes empezaron a bañar de besos todo mi cuerpo. Gemí, echando la cabeza hacia atrás, empezando a tambalearme aún más, hasta que me cogieron en brazos y me llevaron a algún sitio.

- Muñeca de azúcar, derritiéndose como mermelada en el calor.

Se sentía bien acurrucarse contra el cuerpo de un hombre. Tuve tiempo de pasar la mano por encima y me di cuenta de que tenía una forma bastante bonita. Bajo la fina y agradable tela, podía sentir las apretadas cuerdas de los músculos. Respiré profundamente. Todo empapado del delicioso olor de la colonia preferida por la gente de éxito. Gente rica.

Me acostaron suavemente en la sábana de seda. Ya estaba embriagado... Empecé a hundirme, a disolverme en la voluptuosa ternura, como en un océano de placer, perdiendo finalmente la cabeza.

Me siento tan bien...

Vislumbré el crujido de mi ropa, la apertura de la cremallera de mis pantalones. Un cuerpo macizo se tumba encima de mí, continuando una sucesión de besos increíblemente hermosos.

Cuello.

Hombros.

Pechos.

No me toca los labios, como si se burlara o estirara el momento. El hombre baja con confianza. Cubre un pezón, el otro. Mete la dura areola en su boca, juega con ella con la lengua. Lo chupa, lo lame. Golpea suavemente, convirtiendo mi vida en un baile al filo de la navaja.

- Ah...

Hago todo tipo de sonidos y gemidos. Mi amante secreto baja con confianza, besando mi vientre, mis muslos. Se detiene en un punto muy, muy caliente que ya rezuma humedad en un río.

Espero que me bese allí ahora, pero el hombre se detiene. Sopla una vez en el capullo hinchado de la rosa y luego vuelve a mi cara.

Se volvieron a escuchar ruidos extraños en el fondo. Ya no me importaba. Dejé de prestarles atención porque estaba embriagado por el champán.

- Abre tu hermosa boca. ¡Quiero follar con él!

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