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Capítulo 3

No es improbable que encuentres parejas o personas solteras más que dispuestas a pasar un buen rato con ustedes sin que las "llantitas" ajenas les estorben, aunque sí debemos decirte que los matrimonios delgados y bien proporcionados son los más solicitados.

¿Qué otras opciones existen aparte del contacto por Internet?

Hay muchos clubes para swingers, así como anuncios de personas que han encontrado un modo de vida en organizar fiestas o reuniones swingers, lo cual estaría muy bien si no fuera porque dejan sin atender muchas cosas importantes.

¿Cuál es el secreto para llevar una vida swinger exitosa?

¡Comunícate! Plática con tu pareja, platica con otros swingers y sé tan atento y cortés con tu esposa como lo debes ser con la otra pareja.

Según estudios recientes llevados a cabo en la Universidad de California (USC), el 85% de las parejas swingers entrevistadas refirieron haber mejorado de una forma notable su relación de pareja después de iniciarse en este estilo de vida.

Tanto en lo sexual como en lo afectivo; sus relaciones sexuales de pareja, aun después de años de casados, tienen una frecuencia de cuatro veces por semana, muy superior al promedio en los Estados Unidos y muchos describen su relación personal como más cálida e íntima, al haberse convertido en "cómplices" además de esposos.

Y es natural, porque si una pareja puede discutir abiertamente su vida sexual, es lógico que puedan discutir -y solucionar- cualquier otro problema de la vida cotidiana en común. Pero es importante poner énfasis en lo siguiente: Si una pareja tiene ya problemas graves, el swingear no es la solución. El estilo de vida swinger es para parejas que se aman, que se aceptan como son y que tienen consideración del uno por la otra.

¡Divierte y haz que los demás se diviertan!

Intercambio de esposas.

Pablo amaba a su mujer con locura, Mara era virgen cuando le abrió las piernas al que ahora era su esposo, hasta que un día, los jóvenes deposados decidieron explorar detrás de la barrera que separa la rutina del mundo misterioso de los "Cambios de Pareja".

Mara le correspondía amándolo intensamente, a pesar de que antes de casarse él le había advertido algo que le causó una gran desilusión.

—Deseo que sepas que te quiero mucho, que me gustas a rabiar, y que soy muy feliz a tu lado; aunque no puedes tenerme en exclusividad. Me encanta la variedad en las mujeres.

Tengo un corazón muy amplio y un poder sexual extraordinario, así que no puedo contentarme con una sola mujer, si no tengo varias, no me siento feliz ni satisfecho.

La seducción de una hembra, es para mí un incentivo constante, es una motivación que me empuja a ser como soy, no hay nada que me excite más que ir tras la conquista de una mujer.

El deseo de obtener una más, me excita y me atrae hasta consumar el acto erótico; ese hechizo de la mujer dominada nunca muere en mí, sino todo lo contrario, persiste indefinidamente, porque las sutilezas de la pasión son infinitas, y yo soy un hedonista incansable.

Sus palabras la habían herido en lo profundo, no entendía su actitud si él aseguraba que la amaba. ¿Por qué entonces, ella, que también lo quería; únicamente deseaba estar con él y con nadie más? No concebía que el corazón pudiera fraccionarse en pedazos para que cada uno de ellos amara por separado a otras personas.

Le dolía su cinismo, al restregarle con toda crudeza su donjuanismo, aunque esa era su realidad y tenía que escoger entre tomarlo o dejarlo, no había otra alternativa, y como ella estaba enamorada, acabó por someterse a sus condiciones. ¡Cerraría los ojos aplastando su orgullo! Y dejando que él tuviera las mujeres que consiguiera conquistar.

El tiempo pasó, Pablo, continuaba en la querencia de ligador, y su esposa mantenía la ilusión de que ella era la única en su vida, la única que podía llenar todas sus expectativas.

Pablo, siempre cariñoso la trataba con suma delicadeza, eso le bastaba a ella: era su esposa y a la vez su amante preferida, la mujer con la que él permanecía más tiempo; aunque de pronto, todo empezó a cambiar para desgracia y desilusión de ella.

Una noche surgió una invitación, por lo que asistieron a una cena en la lujosa casa de su jefe: era éste, un sujeto de unos cuarenta años, estatura mediana, muy pulcro en el vestir. y su atractiva esposa una sensual rubia de aspecto muy liberal, con un cuerpo, que al hombre más templado haría vibrar de excitación con el simple hecho de conocerla.

La charla viva y audaz de ese hombre simpático, el jefe de su marido, aflojó la tensión y pronto circulo entre ellos una gran confianza, la bebida por su parte hizo lo suyo soltando mentes y lenguas, y aparecieron los cuentos colorados y bastantes subidos de tono.

Siguió el licor, y no tardó mucho en que la hermosa Brenda, comenzara a besuquearse con el accesible Pablo, molestando notoriamente a la tierna Mara, que se sentía deshecha.

Celosa, y decidida a ponerle un alto a todo aquello, se acercó a Braulio, intentando llamar la atención para cortar el lance de sus parejas, aunque éste, lejos de mostrar enojo, se puso en pie y la atrajo hacia él, acoplándola a su cuerpo.

—¡Eres una estupenda muñeca!

Mara, asustada volteó hacia la pareja, aunque ni Pablo ni Brenda se dieron por ofendidos, La fiesta continuó como si nada hubiera ocurrido, las copas pasaban de manos a bocas mientras las parejas iban cayendo en una promiscuidad tal, que nadie sabía quién estaba al lado de quien, ni qué le hacía quién a cuál.

Fue entonces cuando Braulio, el anfitrión de la casa dijo:

—¡Pablo todos los vínculos de posesión quedan abolidos, en este momento ya nadie tiene derecho a decir esta mujer es mía, porque mi mujer te pertenece, y la tuya es para mí!

Mara, se quedó estupefacta al oír aquellas palabras que le exigían un comportamiento escandaloso, algo que no iba en nada, con su forma recta y honesta de pensar y de actuar.

Quiso protestar airadamente, aunque Pablo le susurró unas frases que la dejaron helada:

—¡Aprovechate linda, tienes mi permiso!

Eso la sublevó más e hizo el intento de salir, de aquel lugar, de marcharse para siempre de ese sitio que le asqueaba, cuando de pronto, la fuerte mano de su marido la dejó clavada en el lugar en el que se encontraba lista para marcharse.

—De lo que pase aquí esta noche, depende mi ascenso en la empresa. ¡Si me fallas, hemos terminado tú y yo! Te lo aseguro, aquí se acaba todo y para siempre.

Fue entonces cuando la guapa trigueña supo del malvado corazón de su hombre, quien con toda frialdad y sin ninguna consideración, la arrojaba en brazos de cualquier desconocido.

La juerga continuó, y la reunión se convirtió en una verdadera orgía.

Las manos del jefe le palpan los senos mientras la besaba metiéndole la lengua en su boca.

De reojo miró a Pablo, que se mostraba muy complaciente con Brenda, besándola en el cuello y los hombros, la mujer estaba eufórica y quería más, lo incitaba a seguir adelante.

Braulio, ya excitado, se desabrochó la bragueta torpemente, levantándose como un emperador romano que expidiera una ordenes dictatoriales:

—¡Pablo es momento de dirigirnos cada quién con nuestras hembras hacia las habitaciones, para satisfacer sus delicados cuerpos con nuestras potentes vergas!

Sin objeción Pablo obedeció, cuando ya Brenda le había sacado el pene y lo sobaba golosamente entre sus manos de manera obscena y morbosa.

Mara, vio expectante, como su marido cerraba la puerta de la habitación abandonándola a su suerte. Ya sin voluntad, se dejó conducir como borrego al matadero a la otra recámara.

La rubia, en cuanto se vio fuera de la mirada de su esposo, se hincó ante Pablo saboreando con su lengua el pene rígido como una barra de acero, por fin lo tenía para ella solita.

El hombre la tomó por las orejas, y fue hundiéndolo dentro de los rollizos labios y la lengua que jugueteaba inquieta con el poderoso pene que invadía su cavidad bucal.

Moviéndose, la rubia sin soltar el hirviente falo, se fue despojando de todas sus ropas.

Al verla desnuda por completo, Pablo le dijo con voz entrecortada por la pasión:

—Ponte de a perrito que te la voy a meter por detrás.

Como estaba de rodillas, giró recargándose en la cama y con el culo levantado ante aquel falo amenazador que prometía hacerla vivir los momentos más calientes de su vida.

Pablo, le abrió las nalgas y la penetró por el hueco no profanado, el hoyo virgen de su ano.

El choque fue tremendo, el ariete entró con un ímpetu que sorprendió mucho a la caliente señora, pues lo recibió en el lugar que no esperaba, y cuando quiso protestar ya lo tenía metido hasta la mitad y aunque le causaba un poco de incomodidad, le estaba gustando.

Sin darle tiempo a reaccionar, Pablo, se sujetó de sus sabrosas caderas y tomó un mayor impulso y logró alojarlo todo dentro de aquella caverna recién descubierta.

Las manos de Pablo, abrían y cerraban las nalgas de la güera para presionarse más, su respiración jadeante se confundía con los quejidos de Brenda, que trataba de zafarse de ese duro cuerpo que le hondaba los intestinos, lastimándole el estrecho reducto ya que tenía que expandirse lo máximo al invadirlo el grueso enemigo que lo gozaba a todo placer.

El falo se había perdido entre las nalgas colosales, y los senos permanecían suspendidos como suculentas sandías, balanceándose por el empuje rítmico de su amante.

Cayó vencida con un orgasmo agónico, bufando como burra penetrada por su semental.

Pablo, retiró el estoque en completa erección. ¡No se había venido! Guardaba su fuerza para emplearla por el otro conducto que también se le antojaba delicioso y listo.

Se sentó en el borde de la cama luciendo el miembro enhiesto, levantó con sus poderosos brazos a la mujer para dejarla caer sobre su báculo reproductor, y que ella se fuera hundiendo poco a poco en el cetro improvisado.

Brenda, se abrazó a Pablo, con la cara pegada a él mientras se iba sumiendo deliciosamente.

—¡Papacito lindo!

Cuando las pelambreras se hubieron unido, la mujer volvió a gemir llena de placer, Pablo chupaba con fruición los hinchados pezones. Los quejidos aumentaron cuando la rubia se venía una y otra vez sin que su amante dejara de poseerla con vigor, hasta que él también se vació en aquella cueva recién vulnerada.

El verdugo sacó su miembro flácido, dejando a la señora tendida sobre las revueltas sábanas, quejándose por aquella posesión deliciosa y pasional que tanto placer les proporcionó.

El pene de Pablo aún seguía lanzando chorros de leche sobre su pecho.

Braulio y Mara estaban sentados en la cama, cada uno con un vaso de jaibol en la mano.

Miró disimuladamente la puerta contigua. Ahí, al lado, estaban su esposo... y la otra.

Se escuchaban una serie de sonidos que sólo podían significar una cosa: Pablo, estaba besando y acariciando a esa mujer, se había olvidado por completo de ella.

—"Esa mujer"...las palabras le rebotaron en el cerebro varias veces como si fuera un eco lejano..."Esa mujer"..."Esa mujer".

Braulio apuró su bebida.

—¿Vas a necesitar toda la bendita noche para desnudarte? Si lo deseas, yo te ayudo.

Mara volvió a la realidad un tanto sorprendida.

—¿Eh...? No... lo haré yo sola.

No valía la pena retardar aquello por más tiempo, los dos estaban envueltos en aquella aventura propiciada por su esposo... ya no había forma de echarse atrás, debería continuar hasta tocar el fin sin analizar los sentimientos opuestos que se agitaban en su alma, si no, perdería a Pablo y no quería eso.

Mara, percibió sobre su cuerpo los codiciosos ojos de Braulio que la devoraban palmo a palmo, mientras ella iba despojándose del sostén.

La prenda cayó en la cama destacando su color azul en contra el blanco satinado de la ropa de cama, los ojos del hombre estaban clavados en sus grandes senos, en sus pechos que se proyectaban pendulares, que se abrían en las puntas, coronados con dos gruesos pezones como uvas cajetas color marrón, que incitaban a ser besados.

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