5. Alessandra
—Ya voy —grita Andrea quien se dirige a la puerta.
—Esto es una invasión o qué —se queja Andrea. Automáticamente nosotras vamos a la puerta.
¡No puede ser!
¿Por qué demonios ahora me lo tengo que encontrar en todas partes?
Afuera estaban, Dylan, Aiden, Liam y un chico que no había visto.
—Creen que puede haber fiesta sin nosotros —comenta Liam.
—Esto era "solo de chicas" —dice Andrea—, para la próxima me las llevo a un bar, dónde ustedes no sabrán.
— ¿Cómo que no has dejado de ir a fiestas? —dice el chico que no conozco—, después vamos a hablar sobre eso.
Andrea lo fulmina con la mirada.
—Perdón cariño —expresa divertida—, ni aunque lo desees con todas tus fuerzas.
—Nos van a dejar pasar o qué —se queja Aiden—. Dejen sus peleas matrimoniales para otro momento.
—Solo los dejo pasar si ellas lo desean. —No pienso responder, por mi si se van.
¿A quién engañas?
—Nos lo estás poniendo muy fácil —se ríe Liam—. A ver mi pelirroja bella, di cuánto deseas tenerme ahí contigo.
Eileen lo mira y sonríe.
Todos esperan su respuesta, Liam la apremia. Después de unos segundos le estira la mano.
—Ven sexy esposo —expresa Keira—, donde sea pero contigo.
Dylan se quedará afuera, no pienso decir nada. Aunque no es necesario, entra sin más. Besa mi mejilla y me susurra al oído:
—Desde que te vi he luchado con todas mis fuerzas para quedarme y no llevarte a mi casa.
Dios es un complot.
—No pudieras aunque quisieras —le digo tan bajito que solo él escucha.
Volvemos a la sala y ocupamos nuevamente el piso. Somos ocho. La mesita de nos queda pequeña. Andrea busca más vasos.
—¿Qué están haciendo? —pregunta Aiden.
—Un juego —comenta su esposa.
—Verdad o reto —dice Aiden. Vaya, este juego sí es típico de ellos.
—No —contesta Andrea—. Les explico. Voy a modificarlo para que juguemos todos. Se trata ahora, de que nosotras hacemos un equipo, ustedes otro. —Señala a los hombres—. Nosotras le haremos una pregunta a "nuestra pareja". —Utiliza las comillas en lo que dijo—. Keira por supuesto a Aiden, Eileen a Liam, Alessandra a Dylan y yo, que remedio, a Enzo.
Enzo es el otro hombre que no conozco. Este le dedica una sonrisa.
—Eso lo hablamos en privado —le dice.
Estos dos tienen o tuvieron algo.
—Empezamos nosotras a preguntar —continúa Andrea—, después nos preguntan ustedes. Son preguntas nuestras por ejemplo ¿Qué día es mi cumpleaños?, es un ejemplo —dice al ver que protestan—, quien no contesta correctamente tiene que tomarse un trago. ¿Entienden?
Afirmamos.
—Aunque ya iríamos tú y yo en desventaja —le comenta Andrea a Enzo—, él la mira con una sonrisa.
—Espera —interviene Dylan—, el grupo que gane merece recompensa.
—Explícate —le digo
—Sí nosotros ganamos cada tienen que concedernos algo, como reconocimiento de nuestro esfuerzo. Si ustedes ganan pues —Se queda pensando—, nos toca complacerlas en algo.
—Me parece buena idea —habla Eileen—. Está claro que ganaremos.
—Pero hay que decirlo ¿No? —interviene está vez Andrea—. La recompensa de cada uno, o sea lo que cada uno quiere si gana, así sabemos que nos estamos jugando.
—Empieza Dylan —digo—. Al final tú fuiste el de la idea.
—Quiero que cuando terminemos aquí te vayas conmigo —dice de pronto.
Siempre ha sido muy directo, lo sé. Algunas cosas no han cambiado.
—Desde ya te digo que haré lo posible por ganar. ¿Sabes que quiero yo? —le respondo—. Que dejes de ponerme las cosas difíciles, tenerte lejos.
Todos miran atentos lo que conversamos.
—Si ganas —contesta él—, no me volverás a tener cerca, dejaré que sigas tranquila con la vida que elegiste. Pero, si pierdes —Muestra una sonrisa prepotente—, debes concederme lo que pedí, pero además, te puedes ir olvidando de lo que quieres.
—No vas a ganar —zanjo.
—Lo veremos —contesta con mucha seguridad.
—Yo quiero una mascota —dice Eileen feliz, Liam bufa.
Todos reímos.
—Si gano —comenta Liam—. Tendrás que hacerte el tatuaje. Y por supuesto olvidas la mascota.
—No sé cómo han llegado a este punto —dice Andrea entre risas.
—Yo quiero que me dejes postear en Instagram esa foto que tanto te enseñé —le dice Keira a Aiden.
—Ni hablar —contesta Aiden.
—Son fotos artísticas —contraataca ella—. No tienen absolutamente nada de malo.
—Que no —dice Aiden serio.
—Pues no es cuestión de que quieras cariño. Si gano, es lo que hay. Así que esfuérzate por ganar.
—Definitivamente voy a ganar —le responde Aiden—, y si gano, no te dejaré salir de cama dentro de una semana.
Reímos.
— ¿Qué quieres tú Andrea? —interviene Keira.
—Quiero que Enzo vuelva a su estado —expresa.
—Si gano, tus próximos tres días serán completamente míos, para lo que yo quiera.
—Imposible —responde Andrea—, necesito trabajar.
—Técnica vieja —responde Liam—, pagarle a Hugo.
—Ese viejo se hará millonario a cuenta de ustedes —replica Eileen.
Empieza el juego, todos queremos ganar. Les toca a Andrea y Enzo. Vamos las chicas primero.
—Enzo —lo llama ella—. Dime la hora exacta que nos encontramos en Pierd 39.
Sé que ha intentando ponérsela difícil. Necesita ganar, mejor dicho, necesitamos ganar.
—Keira me informó a las diez de la noche y contando los minutos de camino, a las diez y veinticinco minutos. —Por la cara de ella ha acertado.
—Vamos bebe —le alcanza el trago de tequila—. Ya vamos por uno.
—Liam.—Va Eileen—. Para mi cuál sería la combinación perfecta.
Liam sonríe. No puede ser que anoten otro punto.
–Un pote de helado de chocolate y Netflix —contesta él—. Aunque yo diría que eso era antes, ahora, mi cama, tu y yo.
—Cómo qué las están poniendo muy fácil —se queja Keira—. Aiden, cuál es mi dulce favorito.
—Mira quién habla de ponerlo fácil —comenta Andrea—. Vamos que eso lo sabemos casi todos.
—Flourles Chocolate Cake —responde él y por su cara aceptó.
Me toca a mí. Quiero ponérselo difícil. Pienso y pienso.
—Dylan —lo llamo. Él espera expectante mi pregunta—. Dime fecha, hora exactos de mi primera vez.
Sé que es una estupidez pero algo dentro de mí quiere saber que no ha olvidado nada de ese día.
Él me mira, su mirada es diferente. Tarda unos segundos sin hablar, solo me mira.
—Sí en dos segundos no contestas...
Para ellos no es igual que nosotras, que detallamos esa fecha exacta. Ha pasado mucho y él no lo recordará.
—1 de agosto de 2009, a las 11:00 pm.
Juro que no sé lo que siento, pero lo siento. Estoy tan feliz de que al menos recuerda eso tan claro.
Todos lo miran sorprendidos. Y continúan la vista hacia mí a ver si acertó.
—Bien —contesto haciéndome la perdida.
—Tenemos cinco —comenta Dylan.
—Andrea —le toca a Enzo—. ¿De qué color llevaba el bóxer ese día?
Reímos, Andrea lo fulmina con la mirada.
— ¿Cómo coño quieres que sepa? —se queja ella en voz alta.
—Uno, dos.... —empieza a contar él.
—Blanco —suelta ella interrumpiéndolo.
Enzo hace un sonido, así como en los programas cuando dices la respuesta incorrecta.
—Fallaste —le dice.
Andrea lo fulmina con la mirada
—Eileen —le toca a Liam—. ¿Qué chico has tenido cerca, que me ha puesto más de los nervios?
Eileen lo piensa.
—Harry —contesta al final.
Otra vez se equivocan por dios. Cómo puede ser esto.
—Jack —comenta él—. Sabía que no serías capaz de responderme eso. Te fuiste por lo del desfile y no. No soportaba ver cómo te miraba o te tocaba Jack —dice con una sonrisa—, ya puedes olvidarte de la mascota.
Eileen bebe su vaso de tequila.
—Serio ¿Esto es planeado o qué? —me quejo—. Cómo puede ser que no tengamos ni un puto punto.
—Keira —la llama Aiden—. ¿Qué me hizo fijarme en ti?
Keira lo mira y sonríe.
—Punto nuestro —expresa—. Como me veía. Esa niña buena que se puso nerviosa al situarse a tu lado.
Aiden sonríe.
—Alessandra —interviene Dylan. Se me queda mirando tratando de encontrar la pregunta—. ¿Cuál fue mi sueño alguna vez?
Lo miro. Esos recuerdos llegan a mi mente y no puedo evitar que me invada tristeza y nostalgia. Una lágrima cae de mi mejilla. Rápidamente me levanto y salgo al balcón.
No puede ser que la vida haya cambiado en minutos, teníamos todo tan planeado, tan perfecto. Era feliz, muy feliz.
Dylan quería que al cumplir los diecinueve años, nos fuéramos juntos a Hawái, tenía todo planeado. Nos casaríamos de una vez por todas, después de cuatro años, o sea solo llevábamos tres, pero cuando cumpliera 19, hubiésemos llevado cuatro años. Y de ahí en adelante teníamos muchos planes juntos para nuestras vidas.
Vuelvo a la sala, observo la cara de preocupación de todos. Les sonrío.
—Sabes que no olvidaría eso, por muchos años que hayan pasado —le contesto mirándolo a los ojos.
—Igual hemos ganado —contesta Aiden.
—Vamos —me dice serio Dylan levantándose del piso.
—Hablamos después —le digo a las chicas.
Cuando llegamos al carro, Dylan me pasa la mano por la cara.
—No me gusta que llores —expresa—, nunca me ha gustado.
Lo beso. Fue un impulso, es que no sé ni que me pasa, pero estoy volviendo a sentir todo.
Hemos llegado a un hotel.
—Dylan no puedo bajarme contigo a un hotel —le explico—. Sabes lo que pasaría si cualquiera se le ocurre tirar alguna foto.
—Tranquila —me dice—. Nadie te verá. Es mi hotel y he mandado a todo el piso de arriba fuera.
Entramos contando con toda la precaución posible.
Llegamos a una sala bastante espaciosa. Había muebles y un ambiente tranquilo. Era un lugar un poco oscuro, debido a los colores que profundizaban en la habitación. En el medio y justo delante de un sofá hay una enorme cama.
Me sienta en el sofá y se coloca a mi lado. Sus manos se apoderan posesivas de mi cuello y me besa, haciendo que su lengua invada mi boca.
Estoy tan a gusto aquí, que no he pensado en más nada.
De pronto alguien tose. Dylan se separa y observamos quien llegó. Es una mujer, con una diminuta lencería de encaje y unos zapatos de infarto.
—Podrás ver con tus propios ojos en qué me he convertido pequeña —dice.
De pronto se levanta y comienza a besar a la chica. No puedo evitar sentir un dolor inmenso. No me agrada para nada verlo besar a otra chica.
Y si pensaron que ahí acabaría todo, pues no. Poco a poco se deshace de su ropa. Tumbando a la chica en la cama.
No puedo con esto, esta situación me supera. Intento que no se note cuanto me duele y no puedo. Acaba de entrar en ella. Una lágrima cae por mi mejilla. Ella gime y yo solo quiero matarla.
Salgo de ahí, no puedo seguir viendo esto. ¡No puedo! Me voy por dónde mismo entré, teniendo el cuidado del mundo.
Camino por la calle intentando que el viento me haga sentirme más tranquila. Pero por mucho que invada mi cuerpo, no logro sentirme mejor.
He vuelto a sentir mucho por él. Pensé que sería un momento bonito. Jamás imaginé que me haría esto.
Voy por la cuarta cuadra cuando llego a un parque. Me siento, es tarde, aún así me duelen mucho los pies.
Una señora que debe rondar los cincuenta pasa sin ánimos por delante de mí. Iba a caer pero la ayudo a sentarse.
—Gracias señorita —me dice—. ¿ Qué hace tan sola aquí?
—Tomando un poco de aire —respondo—. ¿Y a usted que le sucede? ¿Se encuentra mejor?
—Me paso todo el día trabajando para mantener mi casa, a veces ni como —responde—, pero ya estoy bien.
Llamo a Josh y le doy la dirección del parque. Llevo a la mujer a casa, le doy de comer y le entrego bolsas para que se lleve a casa.
—Muchas gracias... —Espera a que le diga su nombre.
—Alessandra —le digo—. ¿Cómo te llamas tú? Disculpa no haberte preguntado antes.
—Brisa —responde—. Esta es la dirección de mi casa. No es un barrio, ni una casa elegante como en el que vives tú, pero no es tan malo tampoco.
—Brisa, Josh te llevará a casa —le digo
—No señorita —responde—, ya ha hecho bastante por mí.
—No está en discusión Brisa —le digo—. Josh te llevará. Te visitaré pronto.
Ella después de agradecer muchas veces se marcha con Josh.
Yo subo a mi habitación y me ducho. Vuelvo a sentir tristeza, vuelvo a pensar en ese momento, hasta que logro dormirme.
***
Ya en la oficina dedico la mañana en terminar el trabajo que tenía pendiente. Así que después de almuerzo y volver a pasar por el cuestionario de mi mejor amiga me encierro en mi oficina.
Estoy en ese momento en el que me siento inspirada. Tengo ganas de escribir. Así que aprovechando el momento, abro el portátil y comienzo.
Esta historia de amor no comenzó con nada irrelevante, o bueno sí, esa mirada tan intensa que me hizo perder el norte.
La palabra amor puede tener varios significados, según la persona. Están los que ven el amor como una debilidad, los que lo ven con miedo, los que lo tachan de malo; están aquellos que creen en el ciegamente, los que han sufrido y aún así siguen pensando que es algo bueno en la vida y estoy yo que creo que es complicado, pero tampoco podemos hacer nada para evitarlo, es difícil muchas veces, pero la vida no sería la misma sin él.
Cómo cada día pasaba por Nieve Cinco de Mayo a comprar un cono enconfitado de chocolate y banana Split. Esto era una rutina diaria, pasar por un helado.
Llevaba alrededor de tres días chocando con el mismo hombre. La primera vez, justo cuando acababa de pagar mi helado y me volteo para marcharme, no sé de qué forma acabo tropezando. Algo firme me detuvo.
Juro que ese algo firme, tenía los ojos más encantadores que he visto nunca. No suelo encantarme tan fácil por un hombre, puesto que leo demasiado, y debo confesar que el tipo de libro que me gusta hace que uno se cree expectativas un poco altas. Pero, aquella mirada, me estremeció por dentro.
Estaba tan torpemente perdida en sus ojos que no me di cuenta de que el helado se me estaba derritiendo sobre su ropa.
—Disculpa —expreso con una pena enorme.
—Eres muy torpe pequeña —dice él. Lo observo incrédula por cómo me dice pequeña.
No puedo mentirme, me encantó la forma en la que habló.
—A veces —comento elevando los hombros, restándole importancia a su comentario.
Todo quedó ahí, eso creí yo. Sin embargo, al día siguiente el mismo encuentro. En ese momento pensé que era casualidad. Sí, la vida está repleta de casualidades.
El tercer día, volví a encontrármelo.
—No pienso dejarte escapar hoy —me dice mientras me da un beso muy cerca de mis labios.
¡Sí existe! ¡Sí sucede! Esa corriente eléctrica que te sucede al sentir ese roce. He acabado de sentirla.
Sí, el mundo está repleto de casualidades, pero esta, fue la más bonita de mi vida.
—Ale ¿piensas dormir aquí? —me saca de mis pensamientos Emily.
Miro el reloj, ya es hora de marcharme, Bruno pronto irá a recogerme a casa.
—Ya me marcho —digo recogiendo todo.
—Salgamos —dice Emily—. Escuché de una fiesta en la playa China Beach.
—Estás loca —le digo—. ¿Qué escribirían en las noticias si me ven en de fiesta sola, cuando apenas me comprometí?
—Nena tu vida era mejor cuando no te preocupaban los reportajes y la gente —dice mi amiga—. Llama a Bruno, tal vez quiera venir.
—No te prometo nada —le digo—, hablaremos dentro de una hora.
Me despido de Emily y al llegar a casa ya Bruno me está esperando.
—Amor —dice él antes de besarme—. Lamento haberme marchado tan pronto en la mañana, pero el trabajo está en auge.
—Cariño —le devuelvo el saludo—. Tengo un plan para hoy. Vamos a la playa China Beach, Emily nos espera...
—Preciosa tengo asuntos pendientes ahora —comenta—, pero prometo alcanzarte ahí.
Yo creo que estábamos mejor antes de comprometernos.
—Ok —solo digo eso—. No vemos más tarde entonces.