3- Algo me llama
Darren
Estoy agotado, llevamos cerca de un mes creo en la búsqueda de la hija del Laird del clan McCarty. Por lo que se de ella, mediante lo que mi amigo Erik me ha contado, es una muchacha muy bonita, siempre animando a los demás, no le gusta la violencia, soñadora, con una sonrisa dispuesta para todos. Siempre anda en vestidos y con flores en el pelo, como coronas. Una inocente de diecinueve años.
Nadie sabía lo que le pasó, el porqué de su desaparición, Erik en su desesperación me pidió ayuda y bueno la verdad es que no me causa ningún problema en apoyarlo. Solo pido a Dios que esa niña no haya sido raptada por una banda de bandidos que se dedican a raptar a jóvenes, la torturan, las violan y después las matan. De ser así, esa niña no tiene futuro alguno...
Mis temores se ven aliviados cuando llegó un mensajero dando la noticia que muchacha había aparecido. Cuando Erik le preguntó quién la había encontrado, el mensajero solo dijo que ella sola había aparecido, a decir verdad eso me sorprendió enormemente pero me mantuve callado.
Como todo ya estaba resuelto decidimos descansar durante un día y después partir hacia las tierras McCarty. Erik está feliz, creo que esa niña significa mucho más que una amiga para mi compañero aunque intente negarlo.
Los planes de descansar un día entero se ven frustrados, al parecer la temporada de lluvias empezó así que para evitar mojarnos más de lo necesario con estas, decidimos marcharnos. Por lo que veo en unos tres días llegaremos...
......
Gracias a Dios ya estamos en las tierras McCarty, no tan mojados, las lluvias no han sido fuertes ni constantes. Entramos al pueblo y vemos un tumulto de personas, cuando nos acercamos que atravesamos en el grupo lo que ven mis ojos no es para nada lo que me esperaba.
Una bella mujer, de cabellos largos por debajo de la cintura, no está vestida como lo hacen las demás, esta tiene una camisa y un pantalón, que aunque anchos no ocultan por completo su hermosura. Miro su cara y esta se encuentra colorada por la ira y en su mano una flecha. Ella estaba encima de un hombre que se encontraba tendido en el piso medio inconsciente, le sangra en la cabeza.
—Storm, no —grita el Laird y trata de llegar a ella pero le es imposible, antes que logre detenerla, la flecha es clavada en la garganta del hombre, la sangre no se hizo esperar.
La mujer se para con ojos llenos de rabia, cuando estos se fijan en mí, ella contrae su entrecejo, mira a mi derecha y fija su mirada en mi amigo, este intenta acercarse pero ella da la espalda y arranca la flecha de donde estaba enterrada.
Nadie dice nada, no hay un solo ruido... Todo está en total silencio.
Storm.
Hace tres días que le advertí a ese tipejo sobre las consecuencias de herir a su hija, hoy regresé con la esperanza de ver a la muchacha ya que estos días anteriores no pude hacerlo, no sé por qué pero tengo un mal presentimiento. Al llegar al pueblo todos tratan de esquivar mi mirada, a diferencia de los días anteriores. Sigo mi camino y llego a un tumulto de personas, al llegar al centro, mi sangre se congela, el cuerpo de la muchacha tendido en unos trapos.
Alzo mi mirada y solo veo a ese canalla, cuando me ve, veo una ligera sonrisa en su asquerosa cara, lo suficiente repugnante para hacer que mi vista se vuelva roja. Ya no veía el padre de esa muchacha, a quién veía era al causante del dolor y de muchas jóvenes, al causante de tantas de mis lágrimas y gritos, mi mente me traicionó.
—Storm, no —escucho a mi padre gritarme, pero es demasiado tarde. Ya la flecha, que no se de donde salió, está en su garganta. Me pongo de pie y algo me llama, busco con la mirada ese llamado y la fijo en unos ojos extraños, son comparados al atardecer, en ellos mi furia se fue, mi mente se aclara y estoy de regreso a la realidad. Me fijo en el portador de esa mirada y es un hombre bastante grande, ha de ser una cabeza y un poco más alto que yo, tiene el pelo de color castaño oscuro, su cuerpo es musculoso, su cara es bastante atractiva y sus ojos son carmelita. Cambio la mirada y veo a ese hombre que durante mucho tiempo ocupó mi corazón, lo veo dar un paso hacia mí pero yo me giro y saco la flecha. Manchándome las manos y la ropa de sangre.
—Storm —llama mi padre con algo de prudencia. Alzo la mirada, sé que quiere hallar una explicación a lo que acaba de presenciar.
—Se lo dije, te lo dije, si volvía a ponerle un dedo encima, se iba a arrepentir —digo mientras me encamino a donde está la muchacha y me arrodillo a su lado. Lo que dije era mentira, yo no quería que eso pasara, yo no quería ensuciarme las manos de sangre, no otra vez.
—Se que no puedes oírme, aun así te pido perdón por llegar tan tarde. Perdón por fallarte, como los demás me fallaron —le doy un beso en su piel fría y me dirijo a mi caballo.
—No me esperes durante un buen rato, no te preocupes —me monto y con la flecha que tenía en la mano, golpee a mi animal no sin antes mirar una vez más esos ojos que de alguna forma me hacen calmar mi tormento, no todo pero algo es algo...
Llegue a mi lugar favorito, ese que nadie sabe de su existencia, ese que fue el último en ver a esa niña que había en mí. Me bajo del caballo y me acerco a la orilla, miro el agua cristalina que me devuelve mi reflejo, dejo caer la flecha manchada de sangre, me quito la ropa y me dejo solo la camisa, me tiro al agua y puedo sentir como moja cada parte de cuerpo..
Llevo un rato nadando, sin pensar en nada, me decido salir y una vez vestida me siento en mi piedra con la flecha en la mano, al mirarla tan profundamente me viene el recuerdo a la mente...
Flash Back
—Por favor, déjame ir —lloro.
—Hay ya cállate —me da una cachetada—. De aquí para salir sales muerta —me dice Él, yo solo puedo llorar.
—Jefe —lo llaman cuando está a punto de darme otro golpe, lo que esta vez con su látigo, no sería la primera vez. Abro mis ojos a duras penas y veo a otro hombre arrastrando por el pelo a otra joven—. Esta intentó escaparse.
Él se le acerca a niña y le toma la cara con fuerza, la joven llora.
—Ya saben que hacer —le suelta sin cuidado y viene a donde estoy yo y se pone detrás de mí, me hace sentarme entre sus piernas—. Mira lo que pasa cuando no hacen caso —y me besa la mejilla haciéndome sentir asco...
Fin del Flash Back
Salgo de mis pensamientos y me toco mi cara pensando que puede que está llorando, pero es en vano, no tengo ni una lágrima. Después de que abusaran de ella, Él fue a donde estaba ella y con un puñal le cortó el cuello.
De tanto apretar la flecha esta se parte y una de sus partes se clavan en mi palma. De mis labios sale una sonrisa irónica, cuando antes lloraba por un pinchazo de una espina de alguna roza que cogía entre mis manos, hoy ni porque me corten me sale un solo quejido...
Miro al cielo y veo que unas nubes ocultaron al sol, seña de que va a llover, así que me levanto y me decido emprender mi camino hacia casa.
Sigo pensando en lo que pasó allí y aunque quiera justificarme, no hay excusa que pueda decir, yo sé que no estoy bien de mi cabeza, defendí aquella joven pero en vez de ver a su padre a quién yo veía era a esa canalla que hizo de mi cuerpo un altar al dolor, diciendo que solo en mi veía la fortaleza de ser su mujer y que lo sería, solo necesitaba entrenamiento.
Él estaba totalmente seguro de que podía doblegarme y entrenarme para ser una mujer totalmente dulce o mejor dicho, completamente sumisa, quién diría que cada golpe y latigazo que recibía de él solo servía para desprenderme de esa parte dulce que había en mí y que lograría todo lo contrario a lo que él quería.
Llego a la casa y cuando bajo uno de los ayudantes del establo se me queda mirando asustado, miro donde está fija su mirada y veo que mi camisa está manchada de sangre, una de mis heridas se abrió seguro. No digo nada y dejo a mi caballo a su cuidado.
Entrando a la casa veo a todos reunidos con la cabeza baja menos a ese hombre que es capaz de calmar a mis recuerdos y torturas.
—Ahhhh, mi Dios —grita Edda llamando la atención de todos—. Estás herida —y viene directo a mí a tocarme, cuando veo cuál es su intención doy dos paso atrás para no dejar que sus manos me alcancen.
Ella se queda sorprendida por mi actitud, todos están de pie mirándome.
—No se preocupen, no es nada —digo
—Pero como que no es nada, hija estás sangrando —me dice mi padre—. Manden a llamar al médico. —y me pongo tensa al momento.
—No.
—Pero, hija…
—He dicho que no —digo alto, interrumpiéndolo— No hay necesidad de llamar a nadie, yo misma me curo en cuanto suba y no tienen que traer agua, ya me bañé en el río —les aviso y paso con cuidado para que si a alguien se le ocurre extender su mano me dé tiempo alejarme de su contacto pero no sin antes hacer coincidir una vez más mi mirada con la de ese hombre.