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Capítulo 5 El gran robo.

La cara de Kimberly estaba roja, y la de Liam completamente blanca, pálida como un muerto que no sabe que lo está.

— ¿Qué mierda hiciste? — Dijo ella mientras se metía en la cama, como una niña enojada y caprichosa, tapándose la cabeza con la manta.

— No lo sé, siempre me pasa cuando me menosprecian, digo cosas que me meten en problemas. — Liam estaba tomando conciencia de lo que su temperamento provoco.

— ¿Ha sí? Hola ¡te acabas de meter en uno gigante!, mejor dicho, NOS acabas de meter en uno gigante. — Kim saltó de la cama y fue al vestidor, donde se veía prendas de diseñador en todas partes, aunque ella solo tomó unos pantalones de mezclilla rotos y una remera de franela.

— Qué crees que piense tu abuelo con lo de responder.

— No creo que se refiera a una indemnización económica, de eso estoy segura. — Cerró la puerta del vestidor y comenzó a cambiarse.

— ¿Crees que, querrá que seamos novios? — la ansiedad comenzaba a crecer en este gigante de corazón blando.

— Dios, escucharon diciendo eso... ¡NO! Me van a querer casar, Dios mío no, vete, ¿no que vives en otro país? Toma el primer vuelo y... — Kimberly temblaba de los nervios del momento.

Cuando la joven abrió de golpe la puerta se encontró con los ojos azules de Liam clavados en ella.

— No quedaré como un poco hombre delante de Sam.

— ¡¿Qué importa lo que piensa Sam?! — la castaña podía jurar que en cualquier momento lo golpearía.

— A ti te importa.

— Porque me manda como que soy una niña, y no lo soy, tengo sueños, no quiero ir a la universidad, por lo menos no este año, no quiero estudiar algo que no me guste... quiero vivir, solo eso. — una lágrima traicionera salió sin permiso de sus ojos y ella la quito de un manotazo.

— ¿Acaso no vives bien aquí? — consulto el hombre mientras comenzaba a ver las dimensiones de ese cuarto, decorado con piezas egipcias, que él estaba seguro de que eran importadas, al igual que la ropa que se veía en el vestidor de la joven, si bien ellos tenían dinero, los Bach eran multimillonarios, jamás podrían ostentar tanto dinero como ellos.

— Nunca me ha faltado nada, tengo más de lo que quiero. — respondió la joven en automático.

— ¿Entonces?

— No tengo padres, ¿entiendes? quiero un hermano, no un guardaespaldas, o un maestro, quiero equivocarme y volver a intentarlo, sin que me traten como una pobre huérfana, no quiero que ellos lo solucionen todo por mí, quiero ser útil, no un adorno o una joya intocable. — Kimberly tenía sus manos en puño, y Liam recordó lo que su hermana le había contado y entendió a qué se refería. La joya de la familia Bach, alguien intocable e inalcanzable.

— Entonces, cásate conmigo.

— ¡¿Que?! ¿Acaso estás loco? — Kim lo miraba de arriba abajo, buscando donde radicaba el defecto de este hombre.

Quizás sufre de algún problema mental, si debe ser eso.

— No soy un cobarde, mi reputación es lo más importante para mí, y tú quieres ser libre, yo no te vigilare ni nada, y al cabo de un año, nos divorciamos, a ti no te podrán volver a tratar como una niña y yo seguiré mi camino, así podré reparar un poco lo que hizo Jared, puedo estudiar Psicología y ayudarte si así lo deseas.

— Eres raro.... ¿mejor dime cual es tú camino?

— Europa, tengo mi vida allí, solo estoy aquí para ayudar a mi padre y tratar de que mis hermanos sean personas de bien.

— Creo que con eso te deberías dar por vencido, uno es un perro que no vale nada y la otra una loca que prefiere golpear a las personas que le dicen la verdad.

— Tú sabías que Zack la engañaba. — recordó el hombre.

— Sí y cuando le dije me abofeteó.

— Te pido disculpas en nombre de ella. — Kimberly comenzó a reír con sarcasmo. — ¿Qué te resulta gracioso?

— Así no ayudas a tus hermanos, ¿sabes por qué no le conté a nadie que Riny me golpeó?

— No.

— Porque mis tías la hubieran golpeado, en especial Denise. — si, las damas que tenían de esposas sus tíos eran muy peculiares, y llegado el caso se les quitaba lo de ser damas y sacaban las garras.

— ¿Y eso no te hubiera gustado?

— Me habría encantado, pero con esa bofetada aprendí a lo que se refiere el dicho no hay peor ciego que el que no quiere ver, ¿ella vive en una gran depresión verdad? ¿Hace cuánto? ¿Medio año? a mí su bofetada me molestó un segundo y al otro día no la recordaba.

— Eres muy tenaz, no entiendo porque te sobre protegen.

— Eres el primero que lo dice, incluso mis amigas creen que ellos lo hacen por mi bien.

— Bien, entonces que dices, ¿te ayudo a ser libre?

— Y ¿tú que ganas?

— Dormir tranquilo, ya que no quieres denunciar a mi hermano.

— No sabes dónde te estás metiendo. — ella le estaba advirtiendo, pero Liam no daría ni un paso atrás.

La puerta sonó y su tía Alissa entró mirando con recelo.

— Los estamos esperando en el salón, pronto estará la cena.

— Gracias tía, ahora vamos. — La mujer le dedico una última mirada hostil a Liam y salió.

— Eso no es nada, ella es la más buena. Son todos locos. — Le dijo en voz baja la joven mientras le hacía señas con las manos y Liam rio ante esos gestos. — ¡Dios, sabes reír!

— Vamos Kimberly, esto será interesante.

— Kim, si somos novios debes llamarme Kim.

— Bien Kim, vamos.

Liam era muy valiente, de eso no le quedaba dudas, la tomo de la mano y fueron al salón, donde cada uno de sus tíos estaba con su familia al lado, todos mirándolos cuando aparecieron en la cima de las escaleras. La única cara amigable era la de su abuelo.

— Parecen una secta o asesinos en serie. — Le dijo en voz baja la joven y Liam no pudo evitar sonreír, ante las ocurrencias de su supuesta novia.

— No esperaría menos, teniendo en cuenta que estoy a punto de realizar el robo del siglo. — contesto con toda seriedad entre susurros.

— ¿He?

— Me robare a la joya de esta familia.

— Si sales vivo.

— Que tanto cuchichean ustedes dos.

— Nada abuelo, solo le decía a Liam que no importa lo que digan esta noche, no me arrepiento de nada. — Kimberly bajo con ganas de dar pelea y es que mientras estuvo hablando con Liam, ella pudo ver como sus primos intercambiaron miradas, esto no iba a ser fácil, los conocía.

— Bien Kimberly, ya que estás tan segura de todo, presenta a tu novio con tu familia. — dijo el mayor.

— Él....ya los conoce.

— No a todos Kim, por favor, hazme sentir orgulloso. — Eso era todo lo que necesitaba escuchar, sabía que esa era la forma en la que su abuelo le hacía sentir confianza en ella misma.

— Bien, Liam Simons, te presento a mi querida familia, mi tío Cameron es el mayor, su esposa Alissa, sus hijos Conall, Archie y Bastián. — Cameron lo saludó cordialmente y es que hacía una semana tuvieron una reunión y le pareció un hombre culto e inteligente, Alissa lo siguió examinando con la mirada, mientras que Bastián lo miraba con aprobación, no así sus hermanos mayores.

— Después sigue el tío Edmond su esposa Denise, sus hijos Derek y Dylan. — Edmond mantenía su cara de jugador de póker profesional, su esposa se sonrojo al recordar lo que había escuchado detrás de la puerta de la habitación, y es que ella creía que la joven había sido interrumpida esa noche por sus primos.

Una noche tan mágica y no la pudo disfrutar, con razón estaba tan enojada.

Mientras que sus primos lo miraban de mal modo y es que Derek le tenía rencor por una chica del colegio igual que Sam y Dylan conocía a Jared, por lo que pensó que su hermano sería igual.

— Después está el tío Steven, su esposa Rebecca y sus hijos Thomas y Vincent. — A Kim le llamó la atención de que Thomas le sonriera a Liam y le diera un guiño de ojo, pero entendió de inmediato cuando sus tíos lo saludaron, y es que lo conocían desde chico.

— Mira cómo has crecido. — dijo Rebecca.

— Las vueltas que da la vida son sorprendentes. — secundo su tío Steven.

Liam reparó que había un espacio vacío, era como un hueco en el espacio y luego estaba Sam y a su lado Marcus. Gracias a que estaba atento a Kimberly se dio cuenta del cuadro en la pared.

— Ellos... — La joven se aclaró la voz que por un minuto se le quebró y en el cual todos hicieron el amague de ir con ella, pero Marcus levantó su mano y les indicó que se quedaran en su lugar.

— Ellos son mis padres, él... era el menor, Dexter y mi madre Amelia. — Kim se giró para seguir con la presentación de etiqueta, y Liam vio una lágrima en su rostro, como algo completamente natural él la recogió con su pulgar y coloco un beso en la coronilla de Kim, quien lo miro y se sonrojo ya que toda su familia estaba observando en silencio, pero Liam solo le sonrió y apretó el agarre de su mano, para que prosiguiera.

— A mi hermano Sam ya lo conoces, y él es mi abuelo, el señor Marcus Bach el dueño de mi corazón.

— Hasta hoy pequeña princesa, creo que ya hay alguien más en tu corazón.

— Por favor abuelo, de su corazón a su cama hay mucha diferencia.

Antes que su abuelo pudiera decir algo, Liam le dio un golpe de puño, no era una persona violenta, y en el colegio era común que lo golpearan, ya que por su apariencia tenía a un gran grupo de mujeres de tras de él, sin embargo, nunca se defendía, solo con Sam lo hacía, ya que los dos peleaban por una chica que al final no se quedó con ninguno de los dos, pero cuando escucho tal cosa, su mano simplemente se levantó y lo golpeó.

Idiota, si supieras realmente lo que pasó con ella.

Kimberly lo miraba con los ojos como platos, mientras que Edmond dio un paso adelante, con una cara llena de ira.

— ¡No te atrevas a faltarle el respeto a tu hermana jamás! — Edmond de todos era el que más se desvivía por Kimberly, su hermano le dio el honor de ser su padrino, y la defendería de quien sea, incluso de su propia sangre.

— Perdón Kim, no sé porque dije eso. — Lo que Sam no podía admitir era lo mucho que le molestaba ver como su abuelo la estaba entregando a ese hombre 10 años mayor que ella. Ella era su pequeña hermana, su única familia, su todo.

Kim sabía que él decía la verdad, Sam la quería por sobre cualquier cosa. Pero aun así se sentía mal.

— Creo... que mejor me voy a mi cuarto. — quiso volver a su refugio donde era libre de cualquier acusación o presión. Pero Liam la tomo de la mano, obligándola a quedarse.

— Me casare con Kimberly, y no les estoy pidiendo permiso, solo les estoy avisando.

Y eso fue lo que bastó para que la mansión de los Bach se convirtiera en un campo de guerra, que en menos de un segundo se dividió en dos bandos.

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