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Capítulo 4

Despierto una hora después, me preparo algo sencillo de almorzar al mismo tiempo que me visto para asistir a una reunión de trabajo.

Ya mañana es la apertura del museo de arte y también mi exposición. Hay ciertos detalles que aún deben ser discutidos y por los cuales estoy muy emocionada de comenzar a concretar.

Me siento a comer en la isla de mi pequeña cocina y al terminar minutos después, dejo mi plato y vaso en el lavaplatos y corro al baño para cepillarme los dientes.

Cuando estoy de regreso en mi habitación, me siento en el tocador y me hago un maquillaje sencillo, pero lindo y glamuroso.

Un maquillaje y peinado perfecto, que combinan junto a mi hermoso vestido gris ceñido al cuerpo.

Antes de salir de mi departamento, me miró al espejo y sonrío ante lo bien que me veo.

¡La buena impresión ante todo es necesaria! Mucho más si es para concretar negocios.

Me gusta mucho callar bocas, porque en este mundo del arte, mayormente los patrocinadores o las agencias creen que los pintores somos unos locos desganados.

Y cuando me ven, se sorprenden al ver que soy la excepción. No digo que todos mis colegas sean así, pero tristemente los artistas del pasado dejaron muy afianzada esa imágen para las generaciones futuras.

Tomo la llave de mi casa del neceser, el cual está a un costado de la puerta y salgo al instante después de activar la alarma de seguridad.

Sí, señores. Tengo una alarma de seguridad en mi apartamento, a pesar de vivir en un edificio con extrema seguridad.

Pero mis obras son valiosas, más allá del costo económico, me refiero al valor emocional.

¡Son mis bebés! Y debo proteger varias de ellas a toda costa por su alto valor.

Cuando cierro la puerta de mi casa, guardo la llave magnética en mi cartera y me encamino hacia el ascensor. Pulso el botón y mientras espero a que llegue, me entretengo en el teléfono respondiendo un correo.

Escucho unos pasos y susurros pero no presto atención al estar inmersa respondiendo el email.

Cuando las puertas del ascensor se abren después de que este hace su típico sonido el cual anuncia su llegada a mi piso, me adentro en el y luego cuando las puertas están por cerrarse, la mano de Thomas hace que los sensores se activen y las puertas se abran nuevamente.

Sé que es su mano por los anillos particulares que usa. Y sé que es su mano porque la conozco muy bien, sé que es suya porque he soñado mucho con ella últimamente.

Mi cuerpo, mente y alma.... Se han encargado de que tenga su recuerdo muy guardado en mí memoria.

Cuando él se percata de mi presencia, su mirada se endurece y su manzana de Adán sube y baja.

Quizás él no quiera verme, después de todo.

Lo cual es contradictorio, si recordamos su regalo.

Thomas se echa a un lado y tras él aparece la señora Blanch, su abuela. Quién se adentra en el ascensor después de agradecerle a su nieto, pero al verme, su rostro cambia y me sonríe entusiasta, sonrisa que le correspondo.

— ¡Mi querida Lucey! —Su abrazo me sorprende un poco— ¿Cómo has estado? ¡Cuánto tiempo sin verte!

Su alegría al verme me deja un tanto retraída pues a estas alturas, pensé que estaría molesta conmigo, la última vez que la vi hace unas semanas, le prometí que la visitaría. Pero al estar tan ocupada en el museo, nunca pude ir.

— Hola, sra Blanch. Es un gusto verla, estoy muy bien aunque un tanto ocupada. Es por ello que no he podido ir a visitarla.

— Oh, sí. No te preocupes... Aquí mi nieto me comentó lo de tu exposición y luego lo ví en el periódico muy temprano esta mañana, felicidades.

Ante lo escuchado, desvío la mirada hacia Thomas, quién suspira sin disimular mientras me corresponde la mirada. Dejo de mirarlo segundos después, al sentir como mi corazón late con desenfreno y vuelvo la mirada hacia la señora Blanch.

— Muchas gracias, sí, estoy muy emocionada ante ello. Es un gran salto en mi carrera.

— ¡Que felicidad! Te lo mereces, eres una joven muy dedicada y sé cuánto amas lo que haces. ¿Vendrá tu familia?

Le escucho decir mientras las puertas del ascensor se abren en planta baja.

— Mi madre hará todo lo posible por venir, aunque es un tanto difícil para ella, con todo lo que hace. —Digo mientras salgo junto a la señora Blanch del ascensor.

— Oh, pobrecita. —Apenas le escucho decir pues el roce de la mano de Thomas en la parte baja de mi espalda me toma por sorpresa— Espero y sí pueda venir.

Pongo los ojos en blanco y lo miro, pero este solo ladea una sonrisa burlona y aleja su mano de mí cuando su abuela se vuelve para mirarme de frente.

— Muchas gracias, yo también espero eso. —Le sonrío— Si usted gusta ir, está invitada. Me encantaría verla junto al señor Blanch, se también cuánto a ustedes les encanta el arte.

— ¡Oh, mi niña! Muchísimas gracias, claro que sí. Sería todo un placer.

— Perfecto, entonces en la tardecita cuando nada más termine mis reuniones, paso por su casa para dejarle la invitación.

— ¿Y tendrás tiempo para una tacita de té? Estaba justo por invitarte.

— Me encantaría. —Le sonrío.

— Bueno, ya debo irme. Pero te estaré esperando... Cuídate mucho y feliz día.

— Igualmente señora Blanch, que tenga buen día. —Me despido de ella y sonríe en respuesta.

— ¡Vamos, cariño! —Se refiere a Thomas en eso último y se gira para caminar hacia la salida.

— ¡Lindo collar! —Thomas susurra cuando su abuela se aleja y literal podría matarlo con la mirada si pudiera.

Su comentario está fuera de lugar y lo hizo con toda la intención de hacerme sentir incómoda.

¡Olvidé quitarmelo, CARAY!

Suelto un sonoro suspiro y alzando la mirada musito:

— Sí, gracias. Es un regalo, salí tan de prisa que olvidé quitarmelo —Trago saliva ante lo que diré a continuación—. No combina con el vestido y aparte, no me gustó.

Thomas pone los ojos en blanco tras mi comentario y luego se aclara la garganta evidenciando ante mí su sorpresa.

Ladeo una sonrisa cuando dejo de verlo a los ojos y puedo sentir como mi alter ego arma una fiesta en mi cabecita.

El sonido de una bocina me alerta y mirando hacia la puerta de salida, me percato de que mi cita a llegado a mi rescate.

— ¡Que tengas bonito día! —Me despido de Thomas elevando mi mano y este se queda perplejo en medio del pasillo mientras me ve partir.

Al salir del edificio, corro hacia el auto y de este sale Frank para abrirme la puerta del asiento de copiloto.

— ¡Gracias! —Susurro y ladeo la mirada hacia la entrada de mi edificio y de allí veo salir a Thomas, quien no aparta su mirada de mí.

Este frunce los labios y asiente con la cabeza, como analizando de manera subjetiva. Segundos después deja de mirarme y cuando Frank pisa el acelerador, alcanzo a ver antes de perderlo de vista por completo, que Thomas sube a una camioneta negra de último modelo junto a su abuela. La señora Blanch.

04:00 PM

Mi amigo Frank, antes de lo ocurrido con las notas de Thomas, me había invitado a almorzar. Pero al contarle que no podía debido a una reunión de trabajo por la exposición de mañana, se ofreció a llevarme por lo cual acepte.

No tengo auto, bueno... Sí tengo, pero no manejo desde que se venció mi licencia de conducir hace tres meses y por la cual, casi me salen canas porque a sido todo un problema sacar una nueva.

Así que este ofrecimiento no lo podía dejar pasar.

Por suerte, todo en la reunión salió perfecto, los dueños de la galería dentro del museo todoaceptado mis últimas peticiones para mí exposición y de igual manera, el organizador del evento.

No puedo estar más que feliz de que por fin concretado todo, así haya sido casi a último minuto.

Como no pudimos almorzar, acepte la invitación de Frank para merendar junto a su familia. Lo cual fue muy conveniente para mí, ya que así aproveché para saber del paradero de mi mejor amigo, Sebastián.

Quien sigue abatido junto al papá de Frank y Jessy.

— ¿Cuántas botellas se tomaron? —Le pregunto a los hermanos y mi amiga es la primera en responder.

— Casi la mitad de la caja.

— ¡No inventes! —Gimo horrorizada, pero se me pasa rápidamente al enterarme que no es la primera vez que les sucede— ¿Y cuántas botellas trae la caja? No estuve cuando Sebas la compró.

— Trae doce. Pero no creo que haya sido el vino, posiblemente fue el ron.

— ¿Ron? —Espeto, ahora sí estoy preocupada, Sebastián no toma Ron— ¿Debería preocuparme?

Jessy ríe.

— ¡Claro que no! Tú mejor que nadie debería saber cómo es Sebastián cuando se pasa de tragos.

— Y porque lo sé, es que me preocupa, nunca lo había visto en ese estado.

— Ya está mejor. —Le escucho susurrar apenada y ante eso prefiero omitir el comentario sobre el Ron.

Jessy me lleva con ella a la que parece su habitación y en medio de esta, se encuentra mi amigo echado en la cama con los brazos y piernas extendidos. Tipo rana platanera.

— Me quedaré a su lado un minuto si no es mucha molestia. —Digo mientras me encamino hacia la cama, para sentarme a la orilla de esta y acariciar la cabellera de mi mejor amigo.

— Está bien, no hay problema. Te veo en la sala.

— Gracias. —Giro la cabeza para mirar hacia su dirección y ladear una sonrisa.

Cuando Jessy por fin cierra la puerta, me hago espacio en la cama y me acuesto boca arriba, mirando hacia el techo, pienso en lo que me espera al llegar a casa.

La Sra Blanch.

Tengo una cita pendiente con ella, nuestra taza de té y la invitación hacia mi exposición de arte.

— Oh Dios... No quiero hacerlo, no estoy lista para verlo de nuevo.

Suspiro y ladeo la cabeza para ver el cuerpo inherte de mi mejor amigo. Su respiración es pesada y eso alivia un poco mi preocupación, está durmiendo plácidamente como todo un bebé.

Me pregunto qué le habrá pasado como para que llegase al límite de tomar Ron otra vez.

Sebastián alguna vez me contó que casi sufre una intoxicación con esa bebida por beberla en exceso y que desde entonces, no la ingirió más. Fue un susto tremendo, pues paró en el hospital.

Al parecer había estado bebiendo alguna imitación barata y mi amigo no se fijó.

¿Por qué recaer?

¿Será que recordar su pasado con aquella chica lo llevó al límite?

No me sorprendería si así fuera.

Esto de enamorarse de lo prohibido siempre trae sus consecuencias. Y se nota a kilómetros que mi querido Sebastián, aún muere de amor por esa chica.

Oh mi Lord, como me encantaría saber su nombre y conocer a la chica que tiene a mi casanova locamente enamorado.

Es una ídola.

Ella logró, lo que nuestra amiga Jessy tanto añora.

Aunque pensándolo bien, verlo así ahora me está haciendo sentir culpable, él me estuvo consolando para que no me sintiera mal y mucho menos una pervertida por toda mi situación con Thomas. Fue para hacerme sentir mejor, que él revivió su pasado y me habló de ese mal de amores que lo atormenta tanto.

No debí comentarle nada, mucho menos mostrarme tan débil cuando siempre he sido tan fuerte.

Pero supongo que no se puede ser fuerte siempre.

Me despido de mi amigo dándole un beso en la frente y antes de salir de la habitación lo escucho gruñir:

— Pasta con salsa, por favor...

Suelto una risotada cuando lo escucho decir tal cosa y siguiendo el juego, aunque sé que está soñando, musito:

— ¡Sí, señor!

Cierro la puerta al salir de la habitación y me encamino a la sala donde me espera Frank junto a su madre y hermana, mi amiga Jessy.

Dos hora después...

Frank estaciona su auto frente a la entrada de mi hermoso edificio y quitándome el cinturón, ladeo una sonrisa hacia él.

— Gracias por la merienda y la plática, estuvo de maravilla todo. ¡Y tu madre es increíble!

— Gracias a ti por venir. Y sí, lo es... Añadiendo que, le caes muy bien.

— Oh Dios... Ella a mi también me cae super bien. Jamás pensé que le gustase tanto el arte contemporáneo.

— Ah, y lo que le faltó por contarte y mostrar.

Sonrío y ambos bajamos del auto, y mientras Frank me acompaña hasta las puertas de mi edificio, le escucho decir:

— ¿Tienes planeado algo para esta noche, o la exposición de mañana te mantendrá ocupada?

— Sí. Estaré ocupada hablando con los organizadores. Ya sabes, debo estar pendiente de ciertas cosas.

— Por supuesto, lo imaginé. —El suspira— ¿Entonces, te veo mañana?

— Claro que sí, te estaré esperando. Será un placer tenerlos a todos en un día tan especial.

— Gracias. Que tengas bonita noche...

Un beso suyo en mi mejilla me hace sonreír y al darle un abrazo, la imágen de un Thomas observandome, viene a mi mente.

Sus notitas...

Suelto un respingo ante ese pensamiento y Frank en ese preciso momento se aleja para mirarme una última vez antes de finalmente irse.

Suspiro al ingresar al ascensor y con mi mano acobijo mi pecho un tanto acelerado. Los pensamientos no paran de abrumarme, el recuerdo de las notas me persigue, ahora más que nunca a sabiendas de que iré a su casa como solía hacerlo antes.

Cuando las puertas del ascensor se abren de par en par, salgo a toda prisa y casi tropiezo gracias a los nervios que abunden todo mi ser, y los cuales se intensifican cuando al mirar hacia la puerta de mi casa... Una figura masculina me espera.

Mientras miro sigilosamente, noto que por su vestimenta tal figura masculina se me hace familiar.

— ¿Thomas? —Susurro con cautela al acercarme.

Pero me sorprendo al ver que no es el, sino un vecino del sexto piso.

— Hola... —Balbucea— Llevo rato tratando de abrir la puerta pero... —Se ríe— Mi llave no coincide.

— No coincide porque te has confundido de apartamento. Estás en mi puerta.

Al hombre se le escapa un eructo y se sonroja de inmediato mientras se cubre los labios, aunque al mismo tiempo busca sonreír.

— Sí... Haz de tener razón. Pero mi puerta es idéntica a est...

— ¿Lucey, todo bien?

La voz de Thomas provenir tras de mí me hace aspirar con fuerza, mis ojos se abren ampliamente quizás por la sorpresa y sin darme cuenta, me giro rápidamente hacía él.

¡Por fin alguien que conozco cerca!

— Thomas... —Trago con fuerza y mi mano izquierda se aferra al collar, específicamente al corazón de Cristal.

Lo veo venir hacia mí con cuatela, seguro dudoso por pensar que ese hombre me acompaña, pero le hago saber que no es el caso cuando está a solo unos centímetros de distancia y, suspirando me abalanzo hacia él.

Mis manos rodean su pecho, las suyas rodean la parte baja de mi espalda y, un suspiro nos abandona a los dos al mismo tiempo mientras nos abrazamos con suma intensidad.

— ¿Estás bien? —Pregunta en un hilo de voz.

— Sí, estoy bien. Pero creo que él está borracho. —Logro susurrarle al oído a lo que Thomas asiente, aún ocultando su rostro en mi cuello.

— Ve a la casa, me haré cargo de la situación.

Asiento y cuando dejo de abrazarlo, cuando sus manos abandonan mi piel, un vacío profundo me invade por completo. Y ante tal sentimiento, las ganas de abrazarlo de nuevo me consumen, pero me resisto y procedo a obedecer a su petición.

— Vamos amigo, te acompaño a tu piso. Te has equivocado. —Escucho a Thomas hablar con el hombre y segundos después, los veo entrar en el ascensor.

¡Que susto! Dios mío.

Cuando Thomas regresa, unos diez minutos después... Me encuentro en la puerta de su casa, no sé porque aún no toqué el timbre pero supongo que a de ser por el momento vivido. Ver a un extraño en la puerta de mi casa e intentado ingresar, no es para nada agradable, añadiendo su estado de ebriedad. No importa que haya sido un vecino. No lo conozco, apenas y lo he visto en recepción o en el ascensor.

No cambia el sentimiento.

— ¿Estás bien, porque no entraste a la casa?

— Aproveche de ir a mi casa para buscar las invitaciones. Luego volví aquí y no sé... Yo solo...

— Tranquila, todo está bien. Nada pasó. —El se aproxima para darme un abrazo y cuando sus manos rodean mi espalda, por alguna extraña razón suspiro y me siento completa— El chico tomo hasta más no poder, está pasándola mal. Te manda a decir que lo disculpes.

— Entiendo... ¿Mal de amores, supongo?

— Supones bien, Lucey.

Sí, en efecto, nada me falta teniéndolo tan cerca.

Ay, Dios mío... Líbrame de este sentimiento repentino.

Su olor y su carlocito me están consumiendo de a poco y presiento que me llevarán al infierno. Y me temo que de allí no podré salir ni siquiera queriendo.

Porque ese efecto que él tiene en mí cuando dice mi nombre...

Un casto beso de su parte deja huella en mi cuello y un suspiro me abandona, sacándome de mis turbios pensamientos.

Sino me hunde él, lo haré sola con todas mis torturas.

— Ven, entremos a la casa.

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