Capítulo 1
Camila
—Papá, creo que necesito un nuevo vestido. No puedo ir al cumpleaños de Clarisa luciendo algo viejo de mi closet, llamaré a mi diseñador para que haga algo para el fin de semana.
—Claro que sí, mi cielo.
Mi padre es un hombre complaciente, desde que soy niña, nunca he escuchado un no como respuesta. Nací en medio de una familia adinerada, mi papi tiene una enorme industria encargada del cultivo de uvas y su proceso para la elaboración de vinos.
—¿Segura que necesitas un vestido nuevo? Tienes muchos en tu closet.
—Si, lo necesito. Es que las modas están algo pasadas, no puedo ir menos que la misma Clarisa; quiero destacarme entre todos. Que todos hablen del bello vestido que usó Camila Edwards.
—Pero cariño.
—Ya mi papi dijo que si, así que llamaré a Leo para que se ponga en marcha. Solo espero no haber aumentado de peso, buscaré una báscula.
No estoy segura en que parte de nuestra casa pueda encontrar una de esas cosas, tal vez del ir con mi entrenador personal.
Busco a alguno de los trabajadores de la casa, tengo pereza de ir con Milton —mi personal trainer.
—Daila, dime donde puedo conseguir una báscula o una cinta métrica.
—Oh, no estoy segura, pero su padre tenía una hace pocos días dentro de su despacho. ¿quiere que vaya a revisar?
—No, está bien, iré yo misma.
De paso le pediré su tarjeta porque la mía ya llegó al límite.
Me doy prisa hasta llegar al despacho de mi papi, iba a tocar la puerta, pero estaba entreabierta. En el momento que quise empujarla, escuché algo que me hizo detener.
—¿Entonces quien sabe?
—Jefe, estamos trabajando en eso, de verdad.
—¡Maldita sea! Esto no me puede estar pasando a mí, es que no tiene sentido, llevamos demasiado tiempo trabajando en las tierras más productivas del país, como que ahora se mueren.
Sus palabras me hacen retroceder, tapé mi boca asombrada e intenté irme para no escuchar más. Quise regresar a mi habitación, pero parece que fui descubierta.
—Cielo, ¿Qué haces aquí?
—Papi.
Me doy la vuelta para mirarlo algo nervioso asomado en el pasillo.
—Acaso, ¿escuchaste algo?
—No, no escuché nada, ¿Qué podría escuchar? solo vengo de… de la biblioteca, quería leer un libro, pero mejor me voy a dormir un rato.
—Bien, mi amor. Si necesitas algo me dices.
—Si, pa.
Mi padre sonreía, pero en sus ojos se notaba la preocupación.
Volví a mi cuarto pensando en que está pasando.
—No creo que sea algo grave, quizás sea alguna de esas cosas que pasan en las empresas. Él es un hombre muy inteligente, no creo que permita que nada malo ocurra.
Seguí con plan de ir al cumple de mi amiga, algo me decía que tendría la mejor noche de toda mi vida. También estará Beto, mi nuevo admirador, ¡Ay! Estoy más emocionada de ir por él que por Clarisa. Es un chico tan lindo, detallista y atento, además es muy popular en todos los clubes a los que vamos.
Le llamo a mi diseñador.
—Leo, necesito tu ayuda con algo para hoy.
—Mi cliente estrella, claro que sí, dime que necesitas.
—Un vestido, uno llamativo y sexy. ¿crees que puedas tenerlo para la noche?
—Por su puesto que sí, ya mismo dejo lo que estoy haciendo y empiezo a trabajar contigo.
—Oh, perfecto, cárgalo a la cuenta de mi papi. Si quieres el te rectifica la transferencia, llámalo.
—Bien, apenas lo tenga te lo envío, solo espero que no hayas aumentado ni un solo gramo.
—No te preocupes, mi nutricionista cuida de mi dieta.
Las personas siempre están a la expectativa de lo que use en algún evento, es que siempre me he destacado, es inevitable. Así fue cuando estuve en la escuela y cuando estuve en la universidad, estudié diseño de moda, por lo que no puedo quedarme atrás.
Mientras llegaba la hora de irme, preparé mi piel con una mascarilla, aprovecho para matar el tiempo porque hay días en los que estoy cansada y no hago muchas actividades. Es que siempre tengo algo que hacer, clases de yoga, gimnasio, voy a natación, a equitación y otras actividades que me hace desgastarme. A mis 26 años, nunca he trabajado, no lo necesito y tampoco mi padre lo permite.
Luego de unas horas de descanso, me dirijo al baño para preparar la bañera con agua de rosas y espuma, tengo que reposar mi piel al tiempo que se impregna ese olor delicioso de las flores.
—Señorita Camila, su vestido ha llegado —dice una de las empleadas afuera del baño.
—Déjalo en mi cama.
—Si, señorita.
Me pongo de pie con cuidado de no resbalar, cada parte de mi cuerpo cuesta una fortuna, además no quiero moretones o aruños para esta noche.
Salgo con mi salida de baño amarrada en mi cintura, sentía que mi piel me agradecía lo que antes hice.
Tengo el tiempo justo para prepararme, pero tengo pereza de maquillarme por lo que creo que llamaré a mi estilista.
—Holi, Lino. ¿Podrías venir ya mismo a mi casa? tengo un evento especial y te necesito.
Le envío un audio que escucha de inmediato, por eso amo ser cliente VIP en todos lados.
Lino no tardó más de quince minutos en llegar a mi casa, tiempo suficiente para medirme el vestido y practicar todas las poses para las fotos que sacaría de esta noche espectacular.
—Aquí estoy, vine más rápido que flash.
—¿Qué tal mi vestido? —pregunto dando vueltas.
—Luces como una diosa, como siempre.
—¿Verdad que sí?
Busco mi bata de ceda para que ninguna mancha arruine mi vestido, hoy todo tiene que ser perfecto e impecable.
Amo que me hagan cosas en el cabello y en el rostro, solo necesito estar todo el tiempo con los ojos cerrados y esperar hasta que ellos hagan la magia.
—Bien, tus rizos están listos, mientras se fijan un poquito más con las pinzas; pasaremos a tu maquillaje.
Confío tanto en Lino que no hace falta que le diga que quiero, me conoce mejor que mi madre y mis gustos los tiene super claros, por eso le mostré mi vestido antes.
—Ahora sí, estás lista.
Abro mis ojos y me observo en el espejo como la mujer más hermosa.
—Simplemente perfecto, ¿ya dije que amo tu trabajo?
—Siempre lo dices, mi querida.
Me pongo de pie y hasta me tomo un par de fotos para ver que tal se ve el maquillaje en cámara.
Tenía algunos tonos verdes por mi vestido verde oliva, el retoque de mis pestañas pelo a pelo me quedaron perfectas y que decir de lo demás, es perfecto.
—Bien, ve con mi papi, el te transfiere el dinero.
—No hay problema.
Lino sale de la habitación.
Acuerdo con mis amigas para saber quienes ya han llegado al lugar, no me gusta ser de las primeras porque lo bueno se hace esperar.
Cuando sé que todas llegaron, incluyendo al hombre quiero sorprender, le pido al conductor que me lleve en el auto más lujoso de mi padre.
Por el camino me tomé algunas selfies, varias para poder escoger entre las mejores. Tardé aproximadamente media hora en llegar porque el club está un poco retirado.
—Señorita Camila, estamos donde me indicó.
Bajo la ventana del auto y desde afuera veo algunas personas, me encanta ser el centro de atracción por lo que es mi momento de ingresar.
Abro la puerta del auto y saco mi tacón de zuela roja, mi pierna larga y bien trabajada con los ejercicios se hace lucir. Camino como en una pasarela sintiendo como voltean a mirarme, lo sé, soy fabulosa.
—Por fin llegas, ¡Wao, te ves increíble! —dice Deicy.
Ella hace parte de mi grupo de amigas, es super linda.
—Ven, por aquí está Clarisa con las demás.
Deicy me lleva de la mano hasta la parte del club donde están el resto de mis amigos.
—Pensé que no vendrías, mira la hora que es.
—Jamás te dejaría mal, mi querida Clari.
Le entrego a mi amiga un obsequio, es un anillo de oro que tiene grabado su nombre.
—Siempre das los mejores obsequios, por cierto, ¿Dónde compraste tu vestido? Es hermoso.
No quiero parecer sobrada, pero estoy mejor vestida que la mayoría.
—Mi diseñador lo hizo exclusivamente para mí.
—Princesa, por fin te veo.
Beto aparece dándome un abrazo, me encanta estar entre sus enormes y fuertes brazos.
—Perdón por llegar tarde, es que mi estilista me retrasó.
—No te preocupes, mi princesa. Valió la pena extrañarte porque te ves hermosa.
Beto me da un beso que me reinicia la vida, creo que me enamoré.
—Gracias.
Fuimos a la barra por un trago, el bartender me sirve un margarita y para Beto un whisky en la roca.
—Sabes, estos días he pensado mucho en ti, tanto que no puedo conciliar el sueño. Me pregunto que me hiciste porque no sales de mi cabeza.
Las palabras de Beto me derriten ante él.
—También siento que me gustas demasiado.
—No creo que lo que sientas sea más fuerte que lo que yo siento por ti.
Siendo el hombre más tierno y caballeroso del mundo, me toma de la mano y deja un beso en ella.
—No sé si esto sea suficiente para una mujer como tú.
—¿A qué te refieres?
—Me refiero a esto.
Beto saca del bolsillo de su pantalón una pequeña caja.
¿Qué? ¿será lo que estoy pensando?
—Lo vi en la joyería de mi padre y de inmediato pensé en ti.
Abre la caja y me encuentro con un brazalete, ¡Dios mío! Creí que me pediría matrimonio.
—¡Oh, es precioso!
Él mismo lo abrocha alrededor de mi muñeca.
—Cada una de esas piedras preciosas, es lo que significas para mí, son cada una de las razones por las cuales quiero que, vaya, no sé cómo decirlo.
—¿Qué?
—¿Quieres ser mi novia?
—Sí, ¡Sí quiero!
La sonrisa de felicidad de Beto me hizo saber que era el hombre con el que algún día desearía casarme, que afortunada soy. Cuanto amo esto, cuanto amo mi vida.