Capítulo 8 Puedo salvarlo
En el vestíbulo sólo quedaba Deanna.
Se quedó allí de pie, insegura de si marcharse o quedarse.
Deanna reconoció de un vistazo al hombre de las gafas de montura dorada, uno de los pasajeros del coche con el que chocó ayer.
En cuanto al otro hombre de temperamento noble, debía de estar dentro de la habitación, ya que el olor a sangre flotaba en el ambiente.
Ese hombre era obviamente una gran figura, no alguien con quien ella pudiera meterse. Debería marcharse. Sin embargo, como doctora, no podía dejar solo a aquel hombre que se encontraba en una situación que ponía en peligro su vida.
Justo cuando dudaba si entrar o no, la exclamación de Xavier llegó desde el interior: "Sr. Mercer...".
Deanna olvidó inmediatamente su vacilación y entró en la sala.
Al entrar, sintió un fuerte olor a medicinas tradicionales.
Un hombre de rasgos delicados yacía en una limpia cama de hospital, con los ojos cerrados, el rostro pálido, inconsciente, con un enrojecimiento anormal en las mejillas.
De un vistazo pudo darse cuenta de que tenía fiebre, y debía de ser alta desde hacía bastante tiempo.
Xavier y Ava, a su lado, estaban frenéticos, corriendo de un lado a otro.
Lance había pasado la noche desde que llegó anoche, durmiendo en la farmacia.
Había estado bien hasta que Xavier fue a buscarlo hacía un momento y descubrió que algo iba mal: no podía despertarlo, su respiración era débil y su frente ardía de calor.
Presa del pánico, Xavier se apresuró a salir en busca del viejo Hughes.
Ava, que presenciaba esta situación por primera vez, intentó mantener la calma, reprimiendo el pánico, y dijo en voz baja: "Xavier, el viejo Hughes no está aquí ahora. El estado del señor Mercer es urgente. ¿Lo llevamos primero al hospital?".
"Es la única opción por ahora".
Xavier no se atrevió a demorarse y sacó su teléfono para ponerse en contacto con el hospital.
Sin embargo, cuando estaba a punto de marcar, vio por el rabillo del ojo una figura vestida de rojo que se acercaba a la cama y tendía la mano hacia el señor Mercer.
Los ojos de Xavier se agudizaron al instante, dio un paso adelante con cautela, agarró la muñeca de la persona y le preguntó con severidad: "¿Qué intentas hacer?".
La persona era Deanna.
Deanna no esperaba su reacción, momentáneamente aturdida, pero con calma levantó la mirada hacia Xavier y respondió: "No pretendo hacerle daño, sólo quería ver cómo estaba. Tal vez pueda ayudarlo".
Xavier la recordó entonces del vestíbulo.
Le soltó la mano, la miró con recelo y preguntó: "¿Quién es usted? No recuerdo haberte visto antes".
"I..."
Deanna no supo qué responder por un momento.
Al ver su vacilación, Xavier se volvió más suspicaz, escrutándola de arriba abajo.
Al cabo de un rato, sintió inexplicablemente que aquella mujer le resultaba algo familiar.
Un destello de perspicacia le asaltó, recordando el accidente de ayer, y de pronto cayó en la cuenta: "Ahora lo recuerdo, tú eres la que paró ayer en la calle, la conductora que se dio a la fuga, ¿verdad?".
Cogida por sorpresa, Deanna se sintió incómoda y desvió la mirada: "Sí, soy yo".
Xavier la miró con el ceño fruncido: "¿Por qué estás aquí? ¿Sabes medicina? ¿Eres médico nuevo en la farmacia?".
Ava se apresuró a explicarle: "No, Xavier, ella es la señorita Deanna Jones, es una proveedora de hierbas de la farmacia Hughes, una visitante habitual. Conoce al viejo Hughes. No es sospechosa".
Después de la presentación, miró a Deanna y le preguntó con cuidado: "Señorita Jones, cuando dijo que podía salvar al señor Mercer hace un momento, ¿hablaba en serio? ¿Sabe usted de medicina? No recuerdo haberla oído mencionarla antes".