Capítulo 3
Quiero marcar a esa recepcionista.
Me acerco a ella
- ¿nos vamos? - le pregunto de manera hechizante, ella levanta la vista y se sonroja
- seguro-.
Como me imaginaba, siempre todo disponible.
Punto de vista de Grace
Ya llegué.
No esperaba que Nueva York fuera aún más hermosa que en las fotos, cuando era niña me imaginaba viviendo aquí.
Me voy a mi apartamento que está situado en la ciudad y está muy cerca del estudio donde mañana tengo que afrontar la entrevista.
Estoy emocionado pero a la vez ansioso, mi vida depende de esta entrevista y si no pudiera entrar a esta oficina me desmoralizaría mucho.
No quiero entrar en el negocio familiar.
No quiero que la gente piense que todo lo que tengo es gracias a mis padres y no a mi compromiso.
Y aunque no me importan las opiniones de los demás, me enoja que la gente te juzgue según de dónde vienes y quiénes son tus padres.
Admiro la vista desde mi apartamento, es magnífica.
Podrás contemplar, desde un gran ventanal, los rascacielos que pueblan Nueva York. El cielo hoy está despejado, me da una serenidad que antes no tenía y como si ya me sintiera como en casa.
Todavía tengo que desempacar mis maletas, pero no me importa porque quiero quedarme aquí y disfrutar de la vista que me ofrece esta hermosa ciudad por un tiempo más.
Pedí que una señora hiciera las tareas del hogar al menos una vez por semana para mantener la casa siempre ordenada. Traje conmigo a la persona de confianza que lleva años limpiando mi casa y confío en ella ciegamente.
Ya casi es hora de cenar, decido salir a recorrer la ciudad y conocer mejor la zona donde vivo desde hace unas horas.
Bajo al atrio del edificio y salgo de la estructura, el aire del verano ya parece haberse ido, sopla una brisa que sin embargo no me molesta en absoluto.
Después de unos pasos me dirijo a un bar que parece estar bastante lleno. La gente aquí parece culta y de gran cerebro, sólo espero que no me arruinen la velada.
Me dirijo a la barra y pido un martini.
El barman me entrega el cóctel que acabo de pedir y le doy las gracias.
Después de unos minutos escucho que la puerta se abre y el aire fresco me golpea haciéndome estremecer, creo que un hombre de la edad apoya sus poderosos brazos en la barra del bar y ordena con autoridad un cóctel.
Me concentro en su figura. Comparado con los demás aquí, él no viste traje y corbata, sino todo lo contrario.
Está vestido enteramente de negro y lleva una camisa de manga corta de la que emergen sus brazos cubiertos de tinta. Miro su rostro, tiene rasgos muy duros, y noto una flor particular en su cuello, que es de color rojo en comparación con los brazos.
Sé que me está mirando cuando miro sus cristalinos ojos verdes.
- ¿Puedo traerte una servilleta?- me pregunta irónicamente.
Pongo los ojos en blanco al cielo y me alejo.
No quiero hablar con un chico que aparentemente sólo piensa en sí mismo.
Nada más salir del bar siento una presencia detrás de mí, un perfume muy fuerte, me doy la vuelta y me encuentro con ese ser narcisista frente a mí.
- ¿Qué buscas? - digo decidida, con la intención de irme a casa
- sabes que vi que estabas babeando y pensé que necesitabas un balde en lugar de una servilleta para recoger tu babero- dice con esa sonrisa en el rostro.
Suspiro porque no quiero hablar con un ser así y camino a casa.
Punto de vista de Grace
He llegado.
No esperaba que Nueva York fuera aún más hermosa que en las fotos, cuando era niña me imaginaba viviendo aquí.
Me voy a mi apartamento que está situado en la ciudad y está muy cerca del estudio donde mañana tengo que afrontar la entrevista.
Estoy emocionado pero al mismo tiempo ansioso, mi vida depende de esta entrevista y si no pudiera entrar a esta oficina me desmoralizaría mucho.
No quiero entrar en el negocio familiar.
No quiero que la gente piense que todo lo que tengo es gracias a mis padres y no a mi compromiso.
Y aunque no me importan las opiniones de los demás, me enoja que la gente te juzgue según de dónde vienes y quiénes son tus padres.
Admiro la vista desde mi apartamento, es magnífica.
Podrás contemplar, desde un gran ventanal, los rascacielos que pueblan Nueva York. El cielo hoy está despejado, me da una serenidad que antes no tenía y como si ya me sintiera como en casa.
Todavía tengo que desempacar mis maletas, pero no me importa porque quiero quedarme aquí y disfrutar de la vista que me ofrece esta hermosa ciudad por un tiempo más.
Pedí que una señora hiciera las tareas del hogar al menos una vez por semana para mantener la casa siempre ordenada. Traje conmigo a la persona de confianza que lleva años limpiando mi casa y confío en ella ciegamente.
Ya casi es hora de cenar, decido salir a recorrer la ciudad y conocer mejor la zona donde vivo desde hace unas horas.
Bajo al atrio del edificio y salgo de la estructura, el aire del verano ya parece haberse ido, sopla una brisa que sin embargo no me molesta en absoluto.
Después de unos pasos me dirijo a un bar que parece estar bastante lleno. La gente aquí parece culta y de gran cerebro, sólo espero que no me arruinen la velada.
Me dirijo a la barra y pido un martini.
El barman me entrega el cóctel que acabo de pedir y le doy las gracias.
Después de unos minutos escucho que la puerta se abre y el aire fresco me golpea haciéndome estremecer, creo que un hombre de la edad apoya sus poderosos brazos en la barra del bar y ordena con autoridad un cóctel.
Me concentro en su figura. Comparado con los demás aquí, él no viste traje y corbata, sino todo lo contrario.
Está vestido enteramente de negro y lleva una camisa de manga corta de la que emergen sus brazos cubiertos de tinta. Miro su rostro, tiene rasgos muy duros, y noto una flor particular en su cuello, que es de color rojo en comparación con los brazos.
Sé que me está mirando cuando miro sus cristalinos ojos verdes.
- ¿Te traigo una servilleta?- me pregunta irónicamente
Pongo los ojos en blanco hacia el cielo y me alejo.
No quiero hablar con un chico que aparentemente sólo piensa en sí mismo.
Nada más salir del bar siento una presencia detrás de mí, un perfume muy fuerte, me doy la vuelta y me encuentro con ese ser narcisista frente a mí.
- ¿Qué buscas? - digo decidida, con la intención de volver a casa.
- sabes que vi que estabas babeando y pensé que necesitabas un balde en lugar de una servilleta para recoger tu babero- dice con esa sonrisa en su rostro.
Suspiro porque no quiero hablar con un ser así y camino a casa.
Punto de vista de Grace
Me despierto con su despertador diciendo que son: por la mañana.
Hoy es el gran día.
Tengo que ir a la entrevista esta mañana a las: en punto.
Tengo que intentar no llegar tarde, como siempre. No tengo que olvidar nada al azar, lo cual me resulta bastante imposible.
Es :.
Releí el currículum que mi mamá me ayudó a preparar ya que ella tiene más experiencia que yo y asegurarse de que no se me haya olvidado nada antes de salir de casa para dirigirme a la tan esperada reunión con el jefe.
Antes de ir a la entrevista me informé.
He tratado de averiguar lo más posible sobre lo que me espera si alguna vez logro trabajar en esa imponente estructura.
Descubrí que el jefe es muy estricto con sus colaboradores, al fin y al cabo es su deber. Es muy estricto con las reglas, no quiere que nadie desobedezca la orden que le han dado, eso es lo que hago yo o cuando algo no me conviene.
Así que tengo que mantener la calma para afrontar la entrevista y tal vez intentar callarme antes de decir o hacer algo arriesgado. Tengo que intentar no fijarme en sus modales sino en lo que ella me dice para que me contraten.
Siempre me he prometido ser yo mismo, nunca tendré que hacer algo que no quiero o que no me gusta, así que si algo no me conviene intentaré decirlo con educación y tranquilamente.
Es :
Se acerca el momento tan esperado, poco a poco me voy acercando a la estructura que me hace temer tanto como coraje.
Entro al pasillo. Para darme la bienvenida hay una chica que creo que es un poco mayor que yo.
"Por favor, ¿eres Grace Anderson?", dice. Me mira de arriba abajo como si quisiera juzgarme, ya no me agrada. Decidí usar una falda ajustada que llega justo debajo de la rodilla con una abertura en la espalda, una camisa negra sencilla, mi chaqueta motera de cuero y mi Chanel negro. Decidí usar un par de zapatos de tacón lacados en negro, que me dan confianza y adelgazan mi tobillo.
-si, exactamente soy yo-digo cortésmente, si empiezo con mal pie realmente estamos fuera del camino.
- Está bien, toma asiento. Los dejaremos entrar en cuanto el señor Jonas nos haga un gesto con la cabeza- me dice sin dejar de mirar un poco la bolsa y luego a mis ojos.