Adinerado engreído.
Narrador.
Alfonso no sabía cómo reaccionar, sin pegarle por esa propuesta indebida o si darle una trompada por aclararle lo que ya sabía, y aunque desde que lo vio supo que había sido el causante de su ruina, escucharlo de su boca lo llenaba más de furia.
—¿Tanta falta te hace una hembra en tu cama que necesitas a la mía?— espetó Alfonso con irritación.
Fernando se echó reír chistoso, provocando qué Alfonso sintiera aún más molestia.
—Nunca me ha hecho falta tener alguien que caliente mi cama y no le cuento cómo porque terminará enamorado de mí— se relamió el labio inferior pausadamente y Alfonso lo miraba buscando algo interesante que haya causado que Loreley dejará repentinamente de amarlo para encapricharse con Fernando.
—No parece — respondió Alfonso sin detenerse de mirarlo fijamente.
Fernando alzó una ceja cuando vio el escrutinio de Alfonso en él y le causó gracia adivinar lo que estaba pensando — ¿no vio a Itziar?, ella estaría dispuesta no solo a calentarla, sino a morir sobre ella, pero quiero follarme a Loreley. Me causa más morbo saber que mientras me clavo en ella tú te arrastrara como perro con piquiña en pleno asfalto—Alfonso quiso darle un golpe a la mesa con los puños o mejor en la cara de Fernando para tumbarle todos los dientes, ya que no dejaba de reírse y eso lo hacía rabiar.
—Usted lo que me tiene es envidia, a pesar de ese numerito, y de estar podrido en billete igual, no deja de querer lo que yo poseo—, Alfonso buscaba herir el orgullo de Fernando con sus palabras, pero, en cambio, lo único que volvió a recibir de parte de su enemigo fue unos chasquidos de lengua demasiado burlones.
—¿Envidia? ¿Yo envidiarte a ti?, no me haga reír— manifestó sarcástico y luego levantó la mano en la que tenía el vaso con whisky y alzó su dedo pulgar de esa misma mano —. Mejor dicho, no me hagas llorar por qué escuchar algo tan asqueroso como envidiar a un saco de mierda, da ganas de vomitar, eres un jodido pobre diablo patético que huele a estiércol de animales —. Fernando levantó su otra mano y abrió los dedos— a ver si sabe cuántos dedos tengo en esta mano analfabeto—. Alfonso agarró el candelabro que había en la mesa con ganas de pegarle en la cabeza a Fernando y este volvió a chasquear la lengua mientras con su dedo índice y con las cejas señalaba hacia la entrada para que vea toda la seguridad que tiene.
—Si se atreve a poner un dedo sobre mí saldrá de aquí, pero solo por los noticieros— le sentenció en medio de carcajadas.
— Te demandaré porque eso que has hecho se llama dañar propiedad ajena, no eres más que un sucio cuatrero vestido con traje costoso. Si tu padre supiera lo vil que eres sentiría vergüenza de ti, — manifestó Alfonso enfadado, queriendo hacer sentir mal a Fernando con sus palabras. Pero no lo lograba, ya que Fernando no dejaba de asentir y reía como poseso mientras movía el líquido que tenía en el vaso, y por último para agregar la fresa al pastel le guiñó un ojo con descaro.
— No tienes pruebas para comprobar nada, ¡pobre idiota!, fue fácil joderte, tus mismos perros se encargaron del trabajo sucio, y da pena que lo único que tuve que invertir fue unos cuantos dólares—. Alfonso arrugó el entrecejo sin entender de qué hablaba, entonces Fernando comprendió su expresión, y se soltó a reír siendo sus carcajadas un poco más sonoras, que para los demás pareciera como si esos dos amigos estuvieran en una charla muy divertida, en cambio, son dos enemigos con ganas de matarse por una mujer que los quiere lejos a ambos—. Típico de esos delincuentes, cuando encuentran, quien pague mejor a ese le hacen el trabajito, te mintieron, fue tan fácil como quitarle un dulce a un niño—, Alfonso siseaba entre dientes que mataría a todos esos bandidos que trabajan con él.
« ¿Por qué no lo pensé antes?»
— Qué pena que únicamente tengas delincuentes que trabajan para ti, más que gente humilde, son sicarios que se esconden en tus tierras, disfrazados de peones, que por una orden de sus patrones asesinan a cualquier persona y si no comprendes mis palabras, ve y pregúntale a la cualquiera que tienes por esposa.
—No vas a lograr que desconfíe de mi esposa, sé que ella no ha tenido nada que ver con tus payasadas— respondió Alfonso queriendo sonar firme, pero su voz salió débil. Y Fernando volvió a notar esa flojera, por lo que nuevamente empezó a reír.
—¿Eres impotente Alfonso? — Alfonso no dejaba de mirar hacia el baño sintiendo una necesidad inmensa porque Loreley apareciera para que se marcharan de allí.
—Quieres comprobarlo, te podría hacer el favor— le respondió de igual modo con fin de causar lo mismo que siente él.
—Aparte de impotente volteado, — Fernando dejó ver los dientes y alzó las cejas antes de reír.
—No me van los hombres, más bien piense en la propuesta que le acabo de hacer, ponga un número, y ya sabe lo que pido, y también sabe que le espera si se niega, le daré unos minutos para que lo piense, incluso dialogue con su esposa, sé que ella estará encantada— le aconsejó con sentido doble en su última sugerencia.
Sin dejar que Alfonso dijera algo, Fernando se apartó yendo a la mesa donde estaba su familia y amigo, que había llegado de resolver unos inconvenientes con la velada y se detuvo a esperarlo para no interrumpir su diálogo con Alfonso.
— Amigo, dime que no te traes nada con ese hombre, recuerdo que vi una fotografía de él en tu escritorio y sé que ha sido quien te lastimó, ¿por qué no se lo entregas a la policía?— le dictaminó Joaquín.
—Joaquín, ese hombre es mañoso y no tengo nada que lo pueda condenar a demás, no fue él quién me lastimó, sino la arpía de Loreley—, aunque no quería inconsciente, saboreaba cada letra de su nombre— esa mujer es una diabla. Tiene demasiados trucos y siento que ese hombre es su títere, aunque igual no dejaré de fastidiarlo, hasta verlo tirarse una soga al cuello.
—Esa gente es peligrosa y parecen estar dispuesta a matar, ya te dieron por muerto.
— Calma viejo, ese perro no muerde, le he quitado los colmillos— bromeó Fernando tratando de tranquilizar a Joaquín, pero su comentario en vez de calmarlo solo lo dejaba más intrigado porque se nota que su amigo se trae algo más con los Morales, ya que vio cómo lo miraba y sonreía.
— ¿No me dirás que te trae con él?—, Fernando negó mientras reía y no dejaba de mirar hacia el baño, apenas había empezado con los Morales, tenía preparadas más sorpresas y eso lo hacía disfrutar su venganza.
Volvió a Mirar a Alfonso, quien al igual que él no dejaba de observar el camino que da al baño y él levantó la copa y le hizo una señal mientras pensaba «ya veré cuando no tengas un solo centavo si esa mujer de la que presume te querrá a su lado». Para él, ella no es más que una superficial que no ama más que el dinero y el confort, por esa razón fue que hizo su movimiento, aunque no esperó que Alfonso fuera tan bajo que hizo a Domingo venderlo todo para salvarse él. Luego reflexionó que era mejor así porque dejando a los padres de Loreley sin nada, ya que con otro movimiento quedaran por completo arruinados.
Por otro lado, en cuanto Loreley entró al baño con Itziar, quiso decirle de muy mala gana que no tenía que abogar por ella, pero no le apeteció mostrar que los celos la estaban volviendo loca.
—Veo que conoces muy bien a Fer— empezó Itziar queriendo saber más.
—Si y muy bien— Loreley que se miraba en el espejo y limpió la comisura de los labios, gesto que Itziar entendió a la perfección.
—Pero…, usted tiene un esposo— Itziar estaba desconcertada justo como Loreley quería verla.
—¿Y? — inquirió Loreley tocando sus redondos y firmes pechos que se notan brotados con el exagerado escote— no fue con la boca de mi esposo que me comí a Fer— imitó la manera en la que Itziar le nombra cariñosamente.
—Usted no es una mujer decente como la que Fer necesita— aseguro Itziar mirando a Loreley a través del espejo, ya que Loreley no se volteaba.
—Y quien es decente, ¿usted? — Loreley se echó a reír, aunque quemándose de rabia igual no iba a mostrar su dolor— aprovechará que se parece a mí, qué triste, le falta mucho; mamita, para llegarle a esta potra—. Loreley se apretó los pechos mientras se mordía el labio inferior, no era tan descarada, pero los celos la estaban arrastrando a ser más que eso.
—No se necesita de dos pelotas llena de siliconas para hacer que un hombre gima— Itziar no estaba dispuesta a quedarse callada y menos asqueroseada.
—Quieres verlas— Loreley tomó el tiro de su vestido con intención de bajarlo, pero sin alejar su mirada del espejo— tócalas para que sepas si son o no siliconas— agregó y cuando el tiro iba a la mitad lo subió de golpe— que le cuente Fer como no solo gimió, sino que gritaba mi nombre cada vez que las chupaba, mordía y lamia— con eso último Loreley dejó a una Itziar sudando frío.
—Esa mujer es una diabla—. Murmuró tragando saliva por las últimas cosas que le hizo sentir en un segundo, la manera audaz de Loreley, — con razón Fer la mira como si el fuego ardiera en él, esa mujer es picante tanto que hace a cualquiera dudar de su sexualidad.
Itziar hablaba sola y se puso justo en el lugar que estaba, Loreley y miró sus pequeños pechos y trago grueso.
—¿No son siliconas?, a Fer le gustan las pechugonas, que podría hacer para ponerlas grandes si no es con siliconas.
—¡En qué demonio estoy pensando, concéntrate Itziar, usted tiene lo suyo mamita y esa pelona es quien se parece a usted, no usted a ella! — grito y sintió vergüenza cuando una mujer salió de los cubículos.
—¿Usted escuchó todo?— le preguntó abriendo sus grandes ojos.
—Sí y también lo he visto todo, me encanto, esa discusión parecía de telenovela.