8.Quédate
La fiesta comenzó tan sólo la familia comenzó a entrar por la puerta. Diego definitivamente es el hombre más confiado y sociable que conozco, ya que sin que yo lo presentara, él se acercó a cada uno de mis tíos y primos a saludar y empezar una conversación. Mientras lo observo no puedo dejar de pensar en las mil preguntas que me harán sobre él cuando se vaya y todos los pretextos que tendré que inventar sin embargo, debo admitir que verlo así es todo un agasajo y no sólo por la manera que viene vestido, si no por lo encantador que es, y por esa sonrisa, ¡ay esa sonrisa!, que no tiene idea lo mucho que extrañaré.
Mientras estoy sentada en una de las silla admirando como él platica con mi madre y lo mucho que le agrada siento como alguien se sienta a mi lado interrumpiendo mi paz.
― ¿Ya te lo comiste? ― escucho la voz de mi tía María Luisa mientras se acomoda.
― ¡Tía! ― Exclamo en un susurro ― ¿Qué preguntas son esas?― Cuestiono.
― Vamos Valle, los dos se comen con los ojos. Si ya lo hacen ¡vaya! Por fin te consigues a alguien que puedes disfrutar― Comenta.
― Sólo es un amigo, tía, no hay más.― Trato de explicar.
― Amigo o novio no le hace, te estás divirtiendo y eso es lo importante. Ahora dime ¿lo hace mejor que el antropólogo? Porque yo dudo que el otro lo haya hecho bien.― Averigua.
Cuando me dice eso comienzo a reírme, mí tía no sólo es mucho más alivianada que mi madre si no que ama que le cuente los detalles. ― Eso no te lo diré ― contesto tranquila.
― Entonces eso es un sí... ahora bien, ¿qué tan dotado está?― Inquiere y por dentro me hace reir que quiera saber todos estos detalles.
― ¡Tía!―
― ¡Ay! Por el amor de Dios, Valle, soy madre de tres niños, he visto de todo, ya nada me espanta.― Explica.
Yo me rió no sé si por la repuesta o por la pena que me dan estas pláticas con ella, sin embargo, le agradezco la mayoría de mis conocimientos acerca de relaciones y sexo ― ¿Entonces? ― insiste.
― Es evidente ¿no? ― susurro ― ¿qué no ves el pantalón? ― y me sonrojo.
― ¡Ay Valle! como siempre tan callada y reservada. Haz de ser una pilla en otros lados.
Me levanto de la silla ya que necesito estar un momento a solas ― Me retiro, esta plática ha escalado muy rápido.― Me excuso nerviosa.
― ¡Qué aburrida! ― me grita mi tía mientras camino hacia la cocina.
―¡Hey Valle! ― grita mi hermano Valente mientras empieza una canción de cumbia ― ¡Bailemos!―
Cuando volteo la mayoría ya se está poniendo de pie para bailar y yo trato de negarme. Diego voltea de inmediato esperando mi respuesta.
― Vamos, demuéstrale al Sebastian Rulli que no eres así de aburrida ― me dice entre dientes.
Valente me toma la mano y camina conmigo a la pista ― Ándale, lúcete, el argentino me cae bien ― y empezamos a movernos al ritmo de la música y me doy cuenta que no he olvidado absolutamente nada.
Diego se acerca a mi madre mientras sigue viendo como mi hermano y yo bailamos ― ¿Dónde aprendió a bailar tan bien?― escucho que Diego le pregunta.
― Su cuñada tiene una academia de baile en San Diego. Cuando se casó con mi hijo no sabía cocinar, así que ella le enseñó a bailar y Valle le enseñó a cocinar. Esa chica está llena de sorpresas "mijo", no es porque sea mi hija ¿eh? Además después de todo lo qué pasó se merece ser feliz.― Le cuenta.
― ¿De lo qué pasó?― pregunta él interesado.
― Mejor pregúntale tú, creo que ella es la más apropiada para decírtelo. ― Le responde mi madre.
Me acercó a Diego demasiado feliz por toda la adrenalina ― ¿Bailas? ― le digo mientras le tomo de la mano. Él sonríe y sin poner pretexto alguno me sigue a la pista bailando junto conmigo y envolviéndonos ambos en un mar de risas que hicieron que mis nervios se fueran.
Así continuó el resto de la fiesta, entre comida en exceso, canción y bebida hasta que por fin llegó la hora de regresar y terminar con este fin de semana tan raro pero fantástico que no sé cómo lo superaré. Eran la 1 de la mañana cuando Diego y yo salimos de ahí de regreso hacia San Diego, yo voy manejando tranquila mientras él viene atento al camino. El argentino ha sido todo un éxito en la fiesta de mi abuela, comió de todo sin poner pretexto, bebió un poco más de la cuenta y platicó no sólo con mi madre si no con algunos tíos que admito yo ni siquiera hablo tanto con ellos.
Voy seria y concentrada fijándome en el camino pero de pronto una sonrisa se me escapa de los labios, él me observa detenidamente, esta vez las cervezas que llevo en el cuerpo me permiten no ponerme nerviosa.
―¿Qué pasa? ― le comento mientras lo veo de reojo.
― ¿Por qué no bailaste así en Ibiza?―
― Si lo hice, pero creo que tu interés no era sacarme a bailar ¿o sí?, tú tampoco lo haces mal ¿eh? Ya es algo que le puedes comentar en tus anécdotas de viaje, bailaste cumbia y salsa en una fiesta casera en Tijuana ― me río.
― ¿Cuántos años tenías cuando le enseñaste a cocinar a tu cuñada? ― pregunta de inmediato.
― Te lo contó mi madre ¿cierto? ― suspiro ― Tenía 15 años, mientras estuve con ella aprendí a bailar cumbia, salsa, bachata y hasta un poco de reggaeton, todo gratis y de buena calidad.
― ¿Así de mala era cocinando eh? ― dice en tono de broma, haciéndome reír levemente.
― Así es, pésima, pero creo que ya mejoró bastante, al menos Alberto no se ha quejado, eso es algo muy común de los hombres, se quejan de la comida de su esposa con la madre y luego las esposas salen regañadas. En mi familia es algo así, la mayoría sabe cocinar y bien, por eso la prisa de Brisa por aprender a cocinar, ya que el dicho para escoger una buena esposa, según mi madre, es “si se le pega el arroz, que vaya con Dios”.
― ¿Y para elegir un buen esposo? ― me pregunta coqueto
― No lo sé, creo que sigue por averiguarse ―Respondo con astucia.
Llego al hotel donde se hospeda Diego y me paro justo en la puerta. Él me mira con detenimiento, parece ser que esta es la despedida.
― Aquí estás, sano y salvo ― comento para romper el ambiente tenso.
― ¿Subis? ― me susurra .
Sonrío pero no contesto nada, no quiero volver a caer en esa trampas tan sensuales que tiene.
― No sólo quiero estar con vos de la manera que pensas, pero me gustaría saber más de vos, conocerte. Ya te lo dije antes, no va a pasar nada que vos no quieras que pase―
― Diego ― digo tímida.
― Vamos, subi conmigo ― y me besa tiernamente. Otra vez mi corazón late a mil por hora y siento que quiere salir de mi pecho.
― Ok, sólo estaciono el auto y subo y será por unos minutos, no más, no menos―hablo firme.
― Habitación 803 ― dice y se baja del auto sin decir más.
Estaciono el auto nerviosa y siento que el efecto de la cerveza se ha quitado por completo. Me siento como una adolescente a punto de tener su primera cita. Mientras voy en el ascensor me voy arreglando un poco y por primera vez en todo el tiempo que he estado con Diego, suelto mi cabello para que caiga sobre mis hombros. Acomodo mi vestido y me echo un poco de perfume.
Llegó delante de su cuarto y toco la puerta. Él abre de inmediato y lo primero que veo es el balcón con vista a la ciudad. La habitación se encuentra a media luz dejando que resalten las luces de afuera iluminándolo todo.
― Tú sí que sabes escoger habitaciones. Siempre tienes la mejor vista.
― Soy fan de las vistas hermosas ― y me toma la mano ― Vení, vamos al balcón. Nos sentamos ambos en las sillas qué hay afuera sobre el balcón y él acerca la suya a la mía. ― Hoy me la pase increíble― y me mira a los ojos directamente ― Ya entiendo porque no querías presentarme a tu familia.
― ¿Por qué?― pregunto curiosa.
― Porque te aman demasiado, y no quieren verte sufrir de nuevo.―
Suspiro. Sé a lo que va y este momento es demasiado increíble como para arruinarlo desde el principio― pues tú les agradaste mucho, no sé como les explicaré que posiblemente no te volverán a ver. A mi madre le romperás el corazón y lástima que no conociste a mi padre, le hubieras caído bien.
― Sí, tal vez le hubiera preguntado porqué le puso a su hija así.― Comenta.
― Eso te lo puedo explicar yo. Me puso Valle porque fui la primera mujer en ambas familias y fue como una bendición ya que ellos son muy creyentes de la Virgen del Valle . Los hermanos de mi padre sólo tienen hombres y la hermana de mi mamá también, así que cuando nací fui Valle en honor a ese milagro y bueno eso me hace única.
― Sí que sos única ― y me besa lentamente alterando todo lo que llevo dentro. Mis manos acarician su nuca lentamente y siento como su piel se eriza ― Me encanta como besas ― me dice en un momento que toma aire ― nunca había probado labios tan sensuales como los tuyos.―
«Creo que estoy empezando a perder la cabeza» pienso mientras me sigo dejando llevar por la situación ― Diego ― digo entre suspiros y me alejo de él para no generar más tensión― es mejor que me vaya, de verdad todo estuvo genial hoy y no quisiera que se arruinara de algún otra forma― le comento.
Me pongo de pie y él me toma del brazo y me dice en un murmuro ―Quédate, una noche más, sólo quédate― me dice en un ruego mientras me ve con esos ojos brillantes que me hacen dudar― una noche más Valle, te lo pido… tan sólo quédate conmigo.