Has perdido el favor de Marcus
Mía
Antes de ir a la estación de autobuses, cambio de dirección. Quiero ver a mi familia por última vez. Se que es arriesgado y que podrían pillarme, pero mi padre ha sido mi única familia junto con mi hermano desde que mi madre murió.
Tal vez lo que quiero es comprobar si está arrepentido de la decisión que tomó, o puede que solo lo corrobore y me sirva para desaparecer para siempre.
Tardo unas pocas horas en llegar. Intento ocultarme caminando por pequeñas calles para evitar las cámaras de seguridad de los bancos o de algunas tiendas. No se hasta donde llega el poder de mi padre y Marcus, pero voy a tener todo el cuidado que pueda.
Cuando comienza a anochecer llego a la urbanización donde me he criado. Me he escondido entre los arbustos mirando fijamente la entrada de mi casa, Grande y señorial. Siento los tentáculos de las tristeza aprentándome el corazón. Era tan ignorante...
Mi hermano sale por la puerta principal.
Está más delgado, tiene ojeras bajo sus ojos y no hay ni pizca del amor con el que siempre me miraba. Tiene el ceño fruncido.
Sin darme cuenta he salido de mi escondite para verlo mejor. Solo soy consciente de mi error cuando clava sus ojos en mi. Se para en seco donde está, se recompone y camina decidido hasta mi.
Conforme se acerca le regalo una pequeña sonrisa. Es mi hermano y tenía muchas ganas de verle, pero cuando sus hombres me rodean siento que él no siente hacia mi lo mismo que yo. He vuelto a ser la ingenua Mía a la que todo el mundo engaña.
Su mirada fría no se ha relajado absolutamente nada, aunque apenas nos separa un metro.
- Pensaba que habías muerto - Suelta con asco - Deberías haber seguido así.
No se cuanto dolor puede soportar un corazón, pero con cada palabra me siento más traicionada y dolida.
- Paul, te he echado de menos - Me sincero.
Suelta una pequeña y macabra risa que me pone los pelos de puntas. A mi nadie me ha echado de menos, solo quieren seguir su venganza a toda cosas. La familia, la sangre, no significa nada para ellos.
- Mía, no comprendes la gravedad de lo que has hecho - Uno de sus hombres me agarra del brazo - Vamos, padre querrá verte.
Tira de mi brazo para que camine hacia lo que siempre ha sido mi hogar, pero ahora lo veo como mi condena, el lugar al que vas a morir.
Antes de que pueda dar un paso hacia atrás y alejarme de mi hermano y sus matones, Marcus apunta directamente a la cabeza de Paul. Dante se posiciona a mi lado y media docena de hombres más nos rodean.
- Suéltala si no quieres que adorne tu cabeza con una bala - Amenaza.
Pega la pistola a la cabeza de mi hermano. No creo que sea capaz de hacerle daño. ¡Es mi hermano! Pero Marcus no sería tan poderoso si no le temieran... Y eso solo puede significar peligro.
Decido interceder por Paul.
- Marcus, por favor, baja la pistola - Me mira sin comprender.
¿Qué parte no entiende? La parte en la que no quiero que mate a mi hermano? Esto es de locos.
- Cállate, Mia - Gruñe lleno de rabia - Esto ha ocurrido porque eres incapaz de seguir dos putas órdenes. Sin duda he sido demasiado blando contigo.
En lugar de sentir pánico por el tono despectivo de su voz, siento como voy enfadándome cada vez más. La rabia provoca que mis mejillas se tornen rojas. ¿Quién se ha creído que es? ¿Órdenes? ¿Por qué demonios tendría que seguir sus órdenes?
Cuando estoy dispuesta a replicarle, me interrumpe.
- Beni, llévatela.
Unos brazos como grilletes tiran de mi sin darme opción a soltarme. El tal Beni me sube sobre su hombro y camina alejándose de la escena. Docenas de hombres en medio de una lucha de poder con sus pistolas apuntandose a las cabezas.
Quiero pelear y gritar. Quiero discutir sobre mis derechos como mujer adulta y libre que soy, pero no puedo, lo que está ocurriendo me tiene petrificada. ¿En qué momento he terminado en medio de una guerra entre mafias?
Beni, el hombre de confianza de Marcus me lleva de vuelta al dúplex. En lugar de subirnos al ascensor, descendemos por unas escaleras que terminan en una especie de sótano.
Las paredes no tienen pintura, se ve el cemento seco y cada pocos metros hay una puerta metálica. Esto no me lo esperaba. Comienzo a ponerme nerviosa porque sea lo que sea lo que me espera, estoy segura de que no es nada bueno.
- ¿Qué hacemos aquí? - Pregunto - Marcus te ha dicho que me lleves a su casa.
Empiezo a poner un poco de resistencia. Tiro del brazo con la esperanza de poder soltarme y correr escaleras arriba.
El hombre me mira con todo el desprecio del mundo.
- Has perdido su favor, ahora vas a conocer al verdadero Marcus - Sonríe prometiéndome dolor y lágrimas.
Lo empujo con todas mis fuerzas, se tambalea y antes de que caiga al suelo me agarra del lateral de la cabeza y me golpea contra la pared. En medio del aturdimiento ha abierto la puerta más cercana y me arrastra del pie dentro.
Lo veo todo nublado, con una neblina en los bordes que difumina los colores. Parpadeo repeditamente intentando enfocar la vista. Aunque no soy médico, se que tantos golpes en la cabeza en tan poco tiempo no es bueno.
Me coloco a cuatro patas para levantarme despacio. A ver si con un poco de suerte todo deja de dar vueltas a mi alrededor.
Dos manos se cierran sobre mi sudadera. Tira de ella sin contemplación y me la quita. Agarro su mano y se la retuerzo en un ángulo de casi ciento ochenta grados, hasta que escucho el crujido de un dedo roto.
El momento es peligroso, pero no puedo evitar sonreírle. Creía que iba a ser fácil, pues aunque pueda conmigo voy a luchar y a plantarle cara a él, a Marcus, a mi padre y a quien haga falta.
Beni grita rodeando el dedo con la otra mano. Su cara se transforma en furia pura. Grita de rabia a la vez que aprieta los dientes, pequeños hilos de saliva se escapan de entre ellos.
Agarra mi camiseta y la desgarra en dos tirones. Me empuja con mucha violencia, pierdo el equilibrio y caigo al suelo. Me empiezo a preparar para volver a partirle otro dedo si hiciera falta, pero una patada en el estómago corta mi respiración, literalmente me la corta. Me es imposible respirar sin sentir un dolor tremendo.
- ¿¡Ya no sonríes!? - Grita con los ojos rojos y la mirada de loco pintada en su rostro.
Repite la acción y me da dos patadas más. Su pecho sube y baja descontrolado, a diferencia del mio que apena se mueve, tengo que respirar despacio para que mis costillas no duelan.
Se pasa los dedos por el pelo para peinarse y calmarse. Yo ni siquiera lo miro. No quiero más golpes, solo quiero que me deje sola y pensar en una forma de escapar.
Camina hasta la puerta, sin volverse hacia mi, la cierra de un portazo que me sobresalta.
Siento las lágrimas en mis ojos. Luchan por salir y yo aprieto los dientes para que no salgan. No quiero llorar, no por ellos, pero es una batalla perdida. Duele que mi marido, la persona que más amaba me quiera ver así, duele que mi padre quisiera asesinarme y que mi hermano me haya querido entregar después de darse cuenta que estaba viva. Estoy rodeada de monstruos.
Me arrastro hasta mi sudadera, antes de ponérmela termino de romper mi camiseta y la dejo a un lado. Después me tumbo en el frío suelo y dejo que las lágrimas salgan.