Capítulo 4: La Maldición Desencadenada
Elena y Lucian apenas habían tenido tiempo de procesar los eventos recientes cuando el cielo, despejado y sereno bajo la luz de la luna, comenzó a oscurecerse. Nubes negras se arremolinaron sobre el claro, y un viento gélido atravesó el bosque, haciendo que las hojas susurraran ominosamente. En cuestión de minutos, la primera gota de lluvia cayó al suelo, seguida por un torrente que empapó rápidamente todo a su alrededor.
—Está lloviendo —dijo Elena, mirando al cielo con asombro—. No recuerdo la última vez que vi llover así.
Lucian frunció el ceño, su expresión llena de preocupación—. Esto no es una simple lluvia, Elena. Algo ha sido desencadenado.
Elena lo miró, perpleja—. ¿Qué quieres decir?
—Hace más de cien años que no llueve en este bosque —respondió Lucian, su voz tensa—. Es una señal. Una maldición ha sido liberada.
La lluvia se intensificó, convirtiéndose en una tormenta furiosa. Los truenos retumbaban y los relámpagos iluminaban el cielo, revelando figuras sombrías entre los árboles. Lucian tomó la mano de Elena y la llevó rápidamente a un refugio improvisado bajo un grupo de árboles grandes que proporcionaban algo de protección contra el aguacero.
—Debemos salir de aquí —dijo Lucian—. Esto es solo el comienzo.
—¿Qué maldición? —preguntó Elena, su voz apenas audible sobre el rugido de la tormenta.
Lucian la miró con seriedad—. Hace mucho tiempo, este bosque fue el hogar de muchos seres mitológicos, incluidos los hombres lobo y otras criaturas. Hubo una gran batalla, y para evitar más derramamiento de sangre, los antiguos sellaron el poder de las criaturas más oscuras. Esa lluvia significa que el sello ha sido roto.
Elena sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, no solo por el frío de la lluvia, sino por el miedo a lo desconocido.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó, sintiendo la urgencia de la situación.
Lucian la miró con determinación—. Debemos encontrar el origen de esta maldición y detenerlo antes de que sea demasiado tarde. Y debemos hacerlo juntos.
Mientras la tormenta rugía a su alrededor, Lucian y Elena se prepararon para enfrentar una nueva amenaza. Sabían que el camino sería peligroso, pero también sabían que la luna y su destino compartido les habían dado una oportunidad única para proteger no solo a ellos mismos, sino también al bosque y a todos los que dependían de su equilibrio.
La lluvia no cesaba, y con cada gota que caía, el bosque parecía despertar a algo antiguo y poderoso. Lucian sabía que debía contactar a Eldric, el anciano de la manada, para buscar su consejo y guía. Juntos, con la sabiduría de Eldric y la determinación de Elena, podrían tener una oportunidad de enfrentar la maldición que se avecinaba.
—Debemos regresar a la manada —dijo Lucian, tomando la mano de Elena con firmeza—. Eldric sabrá qué hacer.
Elena asintió, confiando en Lucian más que nunca. Con la tormenta rugiendo a su alrededor, los dos se adentraron más en el bosque, cada paso llevado con la esperanza de desentrañar los misterios y enfrentar la maldición que ahora pendía sobre ellos.
En el campamento de la manada, la lluvia caía sin cesar, empapando todo a su alrededor. Los lobos se habían reunido en el claro central, sus miradas llenas de temor y confusión. Nunca antes habían visto llover en sus vidas, y la repentina tormenta parecía anunciar un presagio oscuro.
Eldric, el anciano sabio de la manada, permanecía sereno en medio del caos. Su experiencia y sabiduría le decían que esto no era una simple coincidencia. La presencia de Elena y su conexión con Lucian eran señales de que algo grande y posiblemente peligroso estaba a punto de suceder.
—Manténganse tranquilos —dijo Eldric, su voz calmada pero firme resonando por encima del rugido de la tormenta—. Esta lluvia es una señal, y debemos prepararnos para lo que viene.
Los betas de la manada, liderados por Garret, trabajaban incansablemente para mantener el orden y proteger a los miembros más jóvenes y vulnerables. Garret, aunque todavía receloso de la decisión de Lucian de proteger a una humana, sabía que en tiempos de crisis, la unidad de la manada era crucial.
—Asegúrense de que todos estén bajo refugio —ordenó Garret a los otros betas—. Necesitamos mantener a todos seguros hasta que Lucian regrese.
Eldric se acercó a Garret, colocando una mano tranquilizadora en su hombro—. Confía en Lucian. La luna lo ha guiado hasta aquí por una razón. Él sabrá qué hacer.
Garret asintió, aunque la preocupación aún nublaba su mirada. Sabía que Eldric tenía razón, pero la incertidumbre sobre lo que estaba por venir lo mantenía en vilo. Justo cuando terminaban de organizar a la manada, un aullido familiar resonó a través del bosque.
—¡Lucian! —exclamó Garret, mirando hacia el sendero.
Lucian emergió de entre los árboles, empapado pero con una expresión decidida. A su lado, Elena se veía agotada pero igualmente determinada. La manada los miró con una mezcla de alivio y curiosidad.
—Eldric, Garret —dijo Lucian al acercarse—. Algo ha sido desencadenado en el bosque. Esta lluvia es una señal de que una antigua maldición ha sido liberada.
Eldric asintió solemnemente—. Lo sospechaba. Debemos actuar rápidamente antes de que el mal se propague. Pero primero, cuéntanos qué ocurrió.
Lucian explicó brevemente su encuentro con Marcus y la lucha que había tenido lugar. También describió la transformación de la tormenta y la urgencia con la que habían sentido el llamado de la luna.
—Necesitamos encontrar el origen de esta maldición —dijo Lucian—. Eldric, tus conocimientos sobre las antiguas leyendas y maldiciones del bosque son vitales. ¿Sabes dónde debemos buscar?
Eldric meditó por un momento, su mirada perdida en el horizonte.
—Hace muchos años, los antiguos sellaron el poder de las criaturas más oscuras en una cueva al norte del bosque. Si la maldición ha sido liberada, es probable que ese sello haya sido roto. Debemos ir allí y averiguar cómo restaurarlo.
Garret se acercó, su expresión resuelta—. Iremos contigo, Lucian. No enfrentarás esto solo.
Lucian asintió agradecido—. Gracias, Garret. Pero Elena también debe venir. Ella es parte de esto ahora.
Eldric levantó una mano para silenciar cualquier objeción—. La luna ha guiado a Elena hasta aquí por una razón. Debemos confiar en su papel en este desafío.
La manada comenzó a prepararse para el viaje al norte, conscientes de los peligros que podrían enfrentar. Mientras la lluvia seguía cayendo, Lucian, Elena y un grupo selecto de lobos se dirigieron hacia la cueva al norte del bosque, con la esperanza de encontrar una manera de detener la maldición y restaurar la paz en el bosque de Vailia.
El camino sería arduo y lleno de incertidumbre, pero la determinación en los corazones de Lucian y Elena era inquebrantable. Juntos, se adentraron en la oscuridad, listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les pusiera delante.