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Capítulo 5

-Chicos, es Navidad, debemos darnos esperanza, no amenazas de muerte-, dice Sam, aliviando, aunque sea por unos momentos, la tensión.

Pero, ¿qué me está pasando? ¿Por qué casi siento que incluso la mejor parte de mí lo ha hecho con ellos desde que Aaron y Justin se fueron?

-Tiene razón, no somos los malos-, dice papá.

-Habla por ti mismo-, le digo mientras me pongo de pie, cansado de tener que mantener siempre la fachada del buen ser sobrenatural que ni siquiera tocaría una mosca.

No lo soy y creo que nunca lo haré.

Sarah vuelve a la cocina con los ojos que parecen perdidos en el vacío, mientras sostiene una hoja de afeitar en sus manos.

Debe haberlo sacado del cajón del baño, rebuscando entre mis cosas.

-Sarah, ¿qué te pasa?- Aiden pregunta poniéndose de pie.

Ella no dice nada, solo nos mira sin mostrar ninguna emoción.

Sam me mira confundido y yo le correspondo de la misma manera.

Sarah se acerca a nosotros levantando la navaja hacia arriba.

-Baja esa cosa, ¿qué estás haciendo?- Pregunto, alejándome.

Papá se inquieta y se pone de pie de un salto cuando se da cuenta del estado terriblemente confuso de Sarah.

-Tengo que tomar su alma- dice la chica que ahora parece estar poseída; su voz es mecánica.

-¿Su alma? ¿De qué estás hablando?- pregunta Aiden molesto por la mirada en blanco en el rostro de Sarah.

Ella se acerca a él peligrosamente y no pierde, ni por un segundo, ese aura oscura que la persigue desde que salió del baño.

-Tengo que tomar tu alma-, repite, una vez se le aparece a Aiden y le corta el brazo.

-¡Mierda!- jura de dolor.

—¡Sarah, detente!

Me escabullo entre ellos y la detengo antes de que pueda lastimarlo de nuevo.

-Tengo que tomar su alma-.

Sarah grita como una loca y sus ojos se vuelven blancos mientras mueve vigorosamente la hoja de un lado a otro.

-¡Zoe, haz algo!- dice mi padre asustado, permaneciendo al lado de Sam tanto como sea posible.

Sarah está a punto de atacar a Aiden de nuevo y, sin saber qué más hacer para detenerla, le doy una palmada en la mejilla.

Ella grita.

-¡Ah, me lastimaste!- declara mientras sus ojos vuelven lentamente a la normalidad.

-¡Tenía que hacerlo, ibas a matar a Aiden!- Respondo escuchando la respiración acelerada del chico detrás de mí.

-¿Cosa?-

Mira a su alrededor desconcertada, luego nota la hoja de afeitar en sus manos y se pone pálida.

Lo deja caer al suelo mirando a Aiden que está temblando de terror.

-¿Fui yo quien te lastimó?- él pide.

-Sí. ¿Estás loco? ¿Todo esto porque no quiero estar contigo? Pensé que estaba mejorando- espeta desesperadamente.

-Pero no quería, ni siquiera recuerdo haber vuelto aquí- responde Sarah asustada.

Dirijo mi mirada a Sam, quien inmediatamente entiende lo que está pensando.

Algo está pasando de nuevo y, esta vez, no tiene nada que ver con el lado oscuro de Justin.

Cuando era pequeño, recuerdo que mi madre me despertaba la mañana de Navidad con unas galletas y leche fresca; dijo que si no se había comido a Papá Noel, entonces tendríamos que cuidarlo y que no tenía idea de lo que se estaba perdiendo.

Nunca creí en la existencia de un hombre con una barriga redonda y gorda que vestía un mono rojo y llevaba regalos a todas las casas, y nunca entendí por qué debería haber premiado solo a los niños buenos; Creí que si era malo, quería que alguien me demostrara que, a pesar de todo, todavía había amor y compasión en el mundo, en lugar de recibir un estúpido trozo de carbón.

Ahora que lo pienso, mientras la luz de la mañana acaricia mi rostro y espero que Sam también se despierte, me doy cuenta de que tenía razón y que, de ahora en adelante, no tendré más que carbón en mi vida.

-Por favor, dime que aún no es de mañana-, se queja Sam, agarrando su almohada con fuerza.

La miro, a pesar de que mis ojos se abren con dificultad.

-Aparentemente sí-, me quejo.

-Ah, no soporto la mañana de Navidad, me trae demasiados recuerdos-.

-¿A quién le dices?-

Suspiro, evitando volver a pensar en mi madre y en todos los momentos pasados con ella.

La única que me atormenta ahora es la ligada a nuestra muerte, a cómo me arrastró con ella hacia el vórtice maligno que hoy me pertenece.

-Oye, no pongas esa cara, te ves más hermosa cuando sonríes- dice Sam mirándome con más atención.

Una mueca aparece en mi rostro.

-Entiendo, se necesita algo para animarte, y creo que tengo la solución- continúa sonriendo.

-¿De qué estás hablando?- —pregunto mientras corre a hurgar en su bolso.

Me incorporo, intrigada por sus movimientos.

-Toma, te lo quería dar anoche pero pasó algo raro y...-

No termina de explicar y toma su lugar en la cama, cruzando las piernas frente a mí, mientras me muestra una plata. caja.

-No, no me digas que me diste un regalo-, le digo sorprendida.

-Bueno, hemos sido amigos por un tiempo y pensé que te gustaría, especialmente después de lo que pasó con Justin-, responde ella.

-Sam, no tenías que hacerlo, no tuve tiempo de comprarte nada y, por lo general, la familia no está acostumbrada a darse regalos desde que mamá murió-, le digo, conteniendo mi tristeza y fingiendo Estate calmado.

No lo soy, pero en un día tan bonito como este, no voy a ceder ante la nostalgia que se ha apoderado de mí.

-No importa, no quiero nada a cambio, siempre y cuando lo abras-

Me entrega la caja y la tomo vacilante.

Sam mantiene su mirada en mí mientras intento abrir el regalo; sus miradas entusiastas me hacen sentir asombrado.

No estoy acostumbrado a ciertos gestos de un amigo y, si tengo que ser honesto, ni siquiera estoy acostumbrado a tener uno.

Lo abro lentamente, luego miro adentro ignorando la sonrisa astuta en los labios de Sam.

-¿Estás bromeando no?- Pregunto mientras saco de la caja un brazalete negro con grabados, que forman mi nombre.

Es el mismo que tienen Justin y Aaron, el que simboliza su amistad.

-Traté de reproducirlo lo mejor que pude usando un hechizo de la tía Claire-, dice Sam; su excitación pronto dio paso a la vergüenza.

Miro más de cerca el brazalete y noto como mis ojos se están poniendo brillantes. Contengo las lágrimas y, mientras las retengo, miro a Sam.

-¿No entiendo porque?- Pregunto vacilante.

-Es Navidad, quería traerte un regalo y...- la interrumpo.

-No, ¿por qué el brazalete? ¿Por qué exactamente el mismo que el de Aaron y Justin?-

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