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5

Había pasado una semana y no había nuevas señales de ataque, aun así, los nervios de Jules se negaban a ceder. Y la presencia del gigantesco macho, que llenaba toda la sala con su sola presencia no ayudaba. No podía negar que sentía una atracción avasalladora desde el día en que lo conoció, el guardaespaldas lucía bien en todas las medidas, de pies a cabeza, con un cabello largo y rubio oscuro que caía por su espalda como una cascada en hermosas ondas, sus ojos claros que ya lo había cazado mirándola varias veces, su rostro atractivo al punto de dolor. Su labios gruesos y cejas tupidas que daban equilibrio a su expresión, y por no decir de su cuerpo proporcionado, pero era más que eso. Algo muy profundo, más primitivo dentro de él llamaba por el otro hombre, aceleraba sus latidos cuando su figura estaba cerca, haciendo que cada parte de su cuerpo se sintiera viva y aunque intentaba ocultarlo, cada día era más consiente de ese sentimiento.

Había notado que últimamente mantenía cierta distancia de él. Sin embargo, lo había pillado mirándolo como si fuera la persona más sexy del mundo, eso elevaba el ego de cualquiera, incluso el suyo.

Esa mañana se encontraba solo en su apartamento que por primera vez en años le pareció enorme. Se había acostumbrado a la constante presencia de Darren por toda la casa, después de los días que había pasado junto a él con la justificación de protegerlo, ahora había un vacío en su pecho. Se golpeó molesto sus sienes. No era como que se hubiera enamorado de él ni nada. Ni él mismo se comprendía. Pero sabía que no podía pasar de algo más que una atracción y menos con los sucesos recientes.

Se despertaba tantas veces en la noche que había doblado la dosis de píldoras para dormir que tenía escondidas en lo último de la gaveta de ropa interior. Desde que Darren se había enterado de su pequeño problema de insomnio y su medicación, se había inclinado por darle cosas más naturales como té o infusiones de alguna planta amarga que su amigo le había sugerido, pero eso apenas si funcionaba, y él necesitaba algo más concreto y práctico.

Suspiró tomando un sorbo de café y miró la pantalla de su teléfono. Apenas eran las 10 de la mañana. Maldijo internamente. Era su día libre y no tenía idea de en qué emplear su tiempo. Tenía todo el trabajo al día, no podía salir a menos que Darren estuviera a un metro de él. La programación televisiva retransmitía las mismas series que había visto en las largas noches de vela, y viajar por internet no le llamaba la atención. Desde el primer incidente de ataque había cerrado todas las redes sociales.

–Demonios, necesito hacer algo –gritó en dirección al techo.

Miró alrededor en busca de algo que le llamara la atención para hacer. Ni siquiera estaba desorganizada la casa. No tenía un ama de llave, pero le pagaba a una persona que venía tres veces por semana y se encargaba de tenerle el apartamento listo y limpio. Ni siquiera de eso tenía que preocuparse. Más tarde tal vez se pondría a cocinar, era la única labor doméstica que se permitía él mismo, y le encantaba.

Cerró sus ojos y la imagen de su guardaespaldas volvió de nuevo a su cabeza. Los abrió de golpe y se enderezo. Desde aquella noche, él se había quedado en la otra habitación, velando por su seguridad. Los primeros días le costó trabajo acostumbrarse, llevaba mucho tiempo viviendo solo y lo otro es, que lo hacía sentir prácticamente desnudo bajo su mirada, no importaba lo que se pusiera, por lo que optó por la ropa más recatada que tuvo. Al final de la semana volvió a su ropa casual de siempre, un short corto y un pullover holgado que le llegaba a la altura del ombligo. Nunca olvidaría la expresión de él al verlo la primera vez así. Juraba que había visto sus ojos cambiar de color.

El timbre de su teléfono interrumpió sus pensamientos.

–¿Qué sucede Allen? –dejó la taza de café sobre la mesa y se recostó cómodamente en el sofá.

–Buenos días Director, estoy aquí abajo, en el garaje del edificio, le traje algunas cosas, cree que pueda enviar ayuda para llevárselas –Jules dudo un momento.

–No recuerdo tener nada pendiente que tuvieras que traerme.

–Fueron unos paquetes que llegaron hoy a la empresa y el mensajero dejó dicho que había que entregarlos con urgencia, y no tuve más remedios que traérselos –explicó el secretario.

Jules suspiró, ni siquiera en su día de descanso podía tener 5 minutos para él.

–Espera un momento, ya bajo, Darren no está aquí –mencionó resignado.

Colgó y guardó el celular en el bolsillo trasero del short. Bajó las escaleras hasta el garaje en la planta baja. El lugar era amplio y estaba iluminado por los grandes cristales de las paredes que daban al exterior. Había un sin números de autos, incluyendo los dos de él, un Ferrari y una camioneta del año, que los estacionaba en un área reservada al final.

–Allen –llamó a su empleado cuando no vio a nadie. Un sentimiento incómodo lo invadió.

Al no recibir respuesta después de un segundo llamado y no ver ningún coche fuera de las filas comenzó a retroceder nervioso, sus instintos le advertían que volviera a su apartamento. No debía haber salido, incluso si fuera por su secretario. No podía creer que le hubiera tendido una trampa.

Un disparo a su espalda rompió el silencio. Un grito agudo salió de su garganta y corrió detrás de uno de los autos protegiéndose. Otro disparo rozó cerca de su cabeza al impactar contra la cubierta del auto. Jules se cubrió la cabeza temblando. Alguien lo quería muerto ahí y ahora. Sintió unos pasos en la lejanía y su adrenalina se disparó. El asesino venía por él.

Dejándose llevar por la poca cordura que el miedo le permitía utilizar, avanzó agachada revisando por los retrovisores de los autos buscando a su atacante, pero otro disparo cruzó cerca de su oreja derecha quemando la piel. Jules retuvo un grito y se tiró al suelo.

 Podía sentir su rostro húmedo entre el sudor y las lágrimas, pero si se detenía en ese momento su vida terminaría. ¿Dónde demonios estaba Darren?  Era un buen momento para que estuviera ahí. Maldito el momento en que recibió una llamada de no sabía qué superior y había tenido que dejarla solo. También él tenía parte de la culpa por haber salido cuando el guardaespaldas le repitió al menos 5 veces que se quedara dentro del apartamento. Ahora estaba ahí, con un tipo detrás de su pellejo y que no vacilaría en dañarlo.

Se arrastró debajo de un coche y se quedó allí un minuto buscando al menos los pies del asesino. Necesitaba saber su ubicación para tener idea de a dónde ir. Los latidos de su corazón golpeaban en sus oídos y sus manos temblaban dolorosamente.

Tomó el teléfono en su bolsillo, agradeciendo haberlo llevado consigo y marcó el número de Darren con dificultad. Estaba en parte molesto con él, pero era la única persona que podía ayudarlo en ese momento.

Sintió el timbre del otro lado. Y rezaba esperando que contestara

–Meyer, ¿qué sucede?  –había urgencia en la voz.

–El asesino está detrás de mí –le interrumpió atropellando las palabras debido al temblor incontrolable que lo recorría y los sollozos atrapados en su garganta– Sácame de aquí.

–¿Dónde estás? –el miedo teñía el sonido de las palabras. Jules sintió el ruido del auto a lo lejos, oírlo en camino de dio esperanza.

–En el garaje, debajo de un auto –tragó sonoramente– Tiene un arma, está disparando, no sé cuánto le tomara encontrarme.

–Solo espera unos minutos estoy llegando, no te muevas de ahí a menos que sea necesario –Jules sintió la agonía en la voz de él.

Un disparo sonó cerca de ella y soltó el teléfono cortándose la llamada en el proceso. Jules se tensó. Darren le había dicho que se mantuviera en el lugar, pero el agresor ya sabía su ubicación, y estaba cerca. Se arrastró hacia el otro auto y se incorporó mirando agitadamente hacia los lados buscando una salida. Los pasos estaban cada vez más cerca, lo sentía, aunque no pudiera verlos.

Un rayo de esperanza le llegó cuando vio a su derecha a unos metros una puerta que daba a una de la salida de emergencia. Sabía que si se quedaba allí las posibilidades de sobrevivir serían nulas y cada célula de su cuerpo indicaba que corriera hacia allí. Otro disparo rompió el parabrisas del auto que se encontraba a su lado activando la alarma. El sonido fue tan fuerte que su mente se nubló y la mandó en dirección a la salida como un cervatillo aterrorizado.

Casi. Solo faltaron cinco metros cuando un dolor profundo atravesó su tórax y lo llevó al suelo cayendo duramente. Su aliento se contuvo cuando el líquido caliente inundó su espalda y su pecho. Había sido alcanzado por una bala.

Intentó moverse, mas su cuerpo se negó tras una ola de dolor que le nubló la vista y disminuyó todos sus sentidos. Moriría allí, lo sabía y no le gustaba ni un pelo.

Lo último que recordó, fueron unos brazos levantándolo del frío suelo, antes de perderse en la oscuridad.

 

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