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4

LUTO

A la mañana siguiente me desperté sintiendo un dolor en mi nuca, había dormido mal. La noche la había pasado un poco mejor, aunque al principio me costó conciliar el sueño por estar pensando en Marck. Hoy llegaría a la universidad y vería la falta que haría. Salí de la cama medio adormilada y me dirigí a la ducha. Cuando me quité la ropa y dejé que el agua me quitara el sueño me sentí observada; fue una sensación nueva y completamente extraña.

Me duché por unos minutos para después salir. Envolví la toalla en mi cuerpo y busqué algo de ropa. Camisa mangas largas en negra y unos vaqueros negros. La ciudad de Portland estaba de luto. Me puse mis zapatos y peiné mi cabello. Las clases empezarían en media hora. Tomé mi bolso, mi celular y salí de mi habitación.

Cuando bajé las escaleras no escuché nada ni a nadie, lo que me hizo entender de que mi madre se había ido a trabajar. Me dirigí a la cocina, buscando algo para comer. Había una nota pegada en la nevera. La tomé y la leí:

Nick,

Tuve que salir muy temprano al trabajo, no me dio tiempo de hacer el desayuno. Por favor haz algo tú y no te vayas sin comer.

Te quiere,

Mamá.

Suspiré profundo y dejé la nota en el mismo lugar. Abrí la nevera, saqué algo de jugo y lo vertí en un vaso. Sería lo único que tomaría. Quizás en la Universidad De Portland coma algo. Igual mucha hambre no tenía. Mi celular sonó, pero era un número desconocido. Me debatí en si contestar o no, no solía contestar número desconocidos. Me provocaba ansiedad no ver ningún nombre allí.

Pero al final contesté:

—¿Hola?

Silencio.

Fruncí el ceño sin entender.

—¿Hola? —repetí. Del otro lado de la línea se escucharon suspiros, como si alguien estuviera cansado. De igual forma me dio cierto temor.

—¿Quién es? —insistí. Si era una broma...

La respiración agitada se intensificó, era corta y parecía que había fallas en la línea.

—¿Por qué no molestas a otra persona? —espeté un poco enojada, para después cortar. Odiaba que empezara con sus bromas por teléfono. Me terminé el jugo, dejé el vaso en la mesa y busqué la salida. Afuera hacía un poco de frío, al menos había traído suéter. En la carretera habían ciertos coches pasando, algunos chicos en bicicletas, otros en moto. La mayoría eran estudiantes de Universidad de Portland.

Me preguntaba cómo sería este primer día sin Marck.

Mientras caminaba me sentí extraña, sentí la presencia de alguien más detrás de mí, así que me detuve un poco y me giré. No había nadie. Tragué grueso y reanudé mi camino. Desde el día que había aparecido en esa alcantarilla sucia y raspada me sentía extraña. En primer lugar no tenía idea del por qué estaba sucia, como si tal estuviera huyendo de alguien.

Minutos después llegué a la universidad, me sorprendí al notar que algunos pasillos estaban vacíos. Quizás la mayoría no vendría a clases. Mi teléfono celular volvió a sonar. Lo saqué de mi bolso y me fijé en el remitente:

Lorenna.

Respiré aliviada porque ya no era ese número desconocido.

Le contesté:

—Lorenna.

—¿Ya estás en la universidad? —me pregunta.

—Estoy llegando, ¿tú? —acomodé el bolso en mi hombro y reanudé el paso un poco más lento.

—Me quedé dormida, recién me bañé. ¿Cómo está el ambiente por allá?

—Casi no hay nadie.

—Me imaginé. Creo que el director dará un discurso en el la cafetería por la muerte de Marck. Prepárate porque la profesora de psicología empezará con su discurso también. Ya sabes, sobre el suicidio. —me dice. Me tensé un poco y me quedé quieta.

Tendría que ir a la cafetería.

—Gracias por decirme.

—¿Nick?

—¿Sí?

—Me avisas por favor si llegó Jimena.

Jimena. No me acordaba de ella. Ahora que recuerdo ni siquiera la vi en el funeral.

—¿Dónde está? En el funeral no la vi.

La escuché suspirar.

—Lo sé, quizás no fue porque se le complicó. Ella ha estado un poco indispuesta estos días.

Dudé un poco.

—Está bien. Hablamos cuando vengas.

—Claro. Te veré después.

Colgué.

Me quedé un momento pensativa en el mismo lugar. A lo lejos pude notar un altar, habían velas, fotos, carteles, pósters. Todos de Marck. Le habían hecho un altar para que lo recordemos y escribamos nuestros pensamientos. A paso lento me acerqué a ese altar. Cuando llegué miré muchas fotos de él. Me puse de cuclillas, tomé una foto de y la miré:

Marck tenía su cabello entre amarillo y negro, no se distinguía cuál de los dos colores era el natural. Y es que toda su vida había sido así. Marck estaba lleno de vida, a él le gustaba irse de fiestas y estar con varias chicas ¿por que querría terminar con esa diversión? ¿Por qué no nos dimos cuenta de algún indicio de suicidio? ¿Su familia si quiera lo habrá notado? Las respuestas del por qué de quitarse la vida solo podían estar en la nota que él dejó.

Marck no me parecía un chico cobarde. Marck no me parecía que era del tipo de personas que escribían en papel. Reí para mis adentros al recordar que no escribía en papel sino que solo en su celular. A pesar de no hablarle, crecimos juntos en esta ciudad; fuimos juntos al Kínder y cursamos juntos la escuela y preparatoria aquí en Portland.

—Nick.

Salí de mis pensamientos al momento en que escuché mi nombre en un susurro casi detrás de mí. Sentí un aire en mi cuello, sentí un cosquilleo también. Pero en el momento en que sentí el peso de una mano en mi hombro me levanté rápidamente y me giré.

Para mi sorpresa no había nadie. Estaba completamente sola en este pasillo. Mi corazón latió más a prisa y el miedo se apoderó de mí. No es normal esto. Dejé la foto de Marck en el mismo lugar y me dirigí hacia la cafetería. Al doblar en un pasillo mi cuerpo chocó con otro.

—Lo siento —me disculpé, alzando la vista—Jimena.

Jimena usaba lentes de sol negros, un vestido negro y zapatos de tacón. Su pelo estaba amarrado en una cola alta.

—Nick —me abraza, fue un abrazo rápido— Me dirigía a la cafetería. ¿Vas también?

—Sí.

Me toma de la mano y hace que caminemos juntas.

—¿Dónde... estabas? No te vi en el funeral. —me atreví a decirle.

—Mi madre estuvo un poco enferma ayer, no asistí porque me quedé a cuidarla.

—¿Ella está bien?

—Lo está —carraspea.

—Entiendo.

Jimena solía ser las más alegre del grupo, ella siempre estaba sonriendo e ideando planes para pasarla bien. Pero esta Jimena que está aquí conmigo no es la misma de hace unos días. Ella se ve cansada, se ve algo demacrada e incluso más delgada.

—Jimena, ¿estás bien? Si necesitas algo puedes contármelo. Somos amigas desde el kínder. —le dije.

Silencio. Parecía que pensaba.

—Estoy bien. Es solo que la muerte de Marck fue un golpe duro.

Fruncí el ceño, creí que Marck le caía mal. Siempre nos decía que era presumido y un mujeriego de lo peor. Aunque yo siempre pensaba que en el fondo estaba enamorada de él y solo sentía resentimiento hacia él. Pero yo no sé qué siente Jimena así que descarté esa idea.

Al llegar a la cafetería, notamos que estaba repleta de estudiantes. Al frente estaba el director, la mayoría de profesores y, como me había dicho Lorenna, la psicóloga estaba hablando. Jimena y yo nos quedamos de último.

—Cualquier cosa que sientan, cualquier problema —decía la psicóloga— pueden hablarlo conmigo o con cualquier docente. Estamos aquí para ayudarlos. Recuerden que el suicidio no es la mejor manera para quitar el sufrimiento. Todos podemos mejorar.

A la distancia estaba esa chica llamada Gema, usaba lentes y frenos. Ella siempre estaba sola, como marginada. Noté que se limpió una lagrima solitaria en su mejilla. La chica sintió mi mirada así que me vio. Puse mis labios en una sola línea formando una media sonrisa. Gema sonrío y después apartó la vista.

—Hasta cuando pasa algo como esto es donde empiezan a preocuparse por nuestros problemas —me dice Jimena a lo bajo.

Pero no dije nada, quizás tenía razón. O quizás no. En mi mente recordé el incidente que había tenido antes de encontrarme con Jimena. Inconscientemente me toqué el hombro y lo sentí frío. Sentí de nuevo ese cosquilleo en la nuca, me volvía loca. Sentía que yo me estaba volviendo loca.

—¿Por qué lo hizo? —escuché que preguntó un alumno a la psicóloga. Todos nos quedamos atentos ante su respuesta.

—No sabemos con certeza el por qué lo haya hecho. A pesar de que veíamos a Marck demasiado alegre y animado, puede que en el fondo no la haya estado pasando tan bien.

—Esa no es una respuesta coherente —le dice el mismo chico.

—Los únicos que saben lo que pasó es su familia. No tengo nada más para decir. Todos volvamos a clases por favor.

La reunión había terminado y todos se empezaban a desplazar hacia la salida. Cuando miré a Gema ésta ya no estaba. Es rápida.

—Jimena, ¿vamos a clases? —ella y yo estudiábamos juntas.

—Adelántate, le preguntaré algo a Travis —me dice. A lo lejos noté a Travis con dos chicos más.

—Está bien —asentí.

Me giré y salí de la cafetería. Al salir, Gema caminaba a paso rápido directo hacia la salida. Me pareció un poco extraño porque sus actitudes eran algo que nunca había notado en ella. Sin embargo, no le puse mente y me dirigí al salón de clases con el miedo presente en mi cuerpo por haber presenciado algo escalofriante.

Ésta vez no pasé por el pasillo en donde estaba el altar de Marck sino por el otro.

¿A qué le tienes miedo?, me pregunté a mi misma.

Mientras más me lo preguntaba menos respuestas tenía.

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