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Ajuste

1

Que desagradable me resultaba levantarme temprano.

Era algo que nunca iba a apreciar, estaba segura.

Madrugar... No era para mí.

Un día cualquiera, en una mañana normal, lo conocí a él.

El hombre de mi vida, ese que me ofreció, o todo o nada.

Estudiando estaba, administración de empresas, cuando me asignaron como trabajo para mi tesis buscar un empresario triunfador, alguien que hubiese obtenido un gran resultado de su propio esfuerzo, no alguien heredero de otro, para el trabajo final. Debía exponer sus logros en mi tesis, para eso debía trabajar con el un tiempo.

Por suerte el hombre había aceptado, aún no lo conocía pero supongo que sería una gran persona, cuando había accedido a dejarme trabajar con él. Su secretaria lo había organizado todo.

Cinco meses y trece horas semanales, era el tiempo que habían dispuesto para mí, en aquella empresa. Ese tiempo lo pasaría con él, descubriendo su dinámica de trabajo así como, informándome de sus anteriores logros.

Así fue como me puse a disposición del empresario más joven y exitoso que había en mi ciudad, un italiano que había llegado a tenerlo todo, desde la nada.

O al menos eso era lo que se decía.

Me levanté con el sueño amenazando con torturarme en mi primer día de investigación para mi tesis de grado.

Era una chica simple, creía yo; pero con clase. Me gustaba sentirme elegante para cualquier ocasión. Así me habían educado.

Un vestido clásico con un cinturón fino y unos elegantes tacones, conformaron mi atuendo, además de un escueto maquillaje y un simple arreglo del cabello.

— Buenos días mi niña — me saludó mi padre cuando baje a desayunar, dejando un beso en mi mejilla.

— Buenos días papi, ¿Y mamá?— pregunté sentandome a su lado.

— Se fue temprano cariño, tenía las pruebas de algunos vestidos hoy — me respondió antes de volver a navegar por las páginas de su periódico, mientras se tomaba su preciada tasa de café.

— ¿Me llevas tú a la empresa Santuarius? — le pregunté a mi padre. No me gustaba mucho manejar, y mi padre acostumbraba a llevarme a la mayoría de los sitios.

— No puedo mi niña, salgo de viaje, te lo dije ayer. Vuelvo en tres días, toma tu auto y conduce con cuidado.— me besó la frente y salió hacia el coche con su periódico dejándome con Lucy, la asistenta.

— Aquí tiene señorita Melody— me entregó Lucy mi desayuno.

Suspirando, ante la pereza de tener que conducir yo misma, veo a mi padre subirse a su coche a través de los cristales del comedor y comencé a desayunar.

Teníamos una casa hermosa, no éramos millonarios pero vivíamos muy bien.

Mi padre tenía una pequeña empresa, productora de piezas de autos y mi madre, era diseñadora de moda.

Casi toda la casa tenía unos ventanales enormes de cristales que daban una fabulosa vista a los jardines.

Cuando desayuno, salgo a por mi coche, con mi bolso y las preguntas que tenía para el señor Santorini.

Acaricio la cabeza de mi Golden dorado, y mientras esquivo las lamidas de su lengua, me subo a mi auto, dejando mi hermoso perro dentro de la propiedad.

Cuando llegué a dicha empresa, recibí mi identificación de pasante, me subí al elevador que me llevaría al piso del joven magnate.

Me sentía algo nerviosa, pero sería cuestión de acostumbrarme a este nuevo trabajo. Iría solo cuatro horas los lunes miércoles y viernes y el sábado solo una hora.

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