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Prólogo

Esteban Bellancinni, se encontraba sentado en su mullida silla, con un vaso en su mano que contenía un poco de whisky, y en medio, dos trozos de hielo derritiéndose. Hasta él llegaban los desgarradores gritos del hombre que estaba siendo torturado muy cerca, a escasos kilómetros de él, esos gritos hubiesen erizado la piel de cualquiera, pero no la de él, aquello era una deliciosa música a sus oídos.

Esteban Bellancinni, jefe del clan Bellancinni, perteneciente a la hermosa Italia. Había heredado el mando, de manos de su padre cuando fue asesinado, su familia llevaba en la mafia muchos años, tantos que no sabía con exactitud cuántos antecesores Bellancinni, le habían precedido.

El hombre gritó de manera espantosa, pero él solo sonrió y volvió a tomar de su trago, mientras cerraba los ojos para incrementar su deleite.

—Señor, el hombre súplica piedad— dijo uno de los hombres interrumpiéndolo.

—¿Qué le ha hecho pensar que el diablo es piadoso?— sonrió con malicia— ese pobre imbécil lleva un año en mi organización, y aún así, no me conoce ni un poco. Yo no tengo piedad, no me interesa tenerla, solo me importa una cosa y eso, es mi dinero, y por culpa de él, perdí mucho.

—Lo sé, señor, pero. . . el hombre está pidiendo verle, creo que se desmayará de dolor en cualquier momento, la verdad no es que me importe si lo hace, de hecho, no es que usted de la órden y acabamos con él.

—Quiero que sufra un poco más— el hombre gritó de nuevo— Bien, resultó bastante cobarde— se levantó de la silla, colocó el vaso en la elegante mesa que estaba al lado, luego se colocó en posición vertical, muy recto, ajustando su impoluta chaqueta de aquel traje blanco— veamos que quiere ese pobre infeliz.

Caminó, siguiendo a dos de sus hombres, abandonó aquella iluminada habitación para llegar al pequeño espacio donde estaba el hombre.

—¡Diablo, no lo hagas, no me mates!— suplicó el hombre nada más verle, mantuvo sus ojos fijos en el; su rostro muy inflamado, tan inflamado que solo podía abrir un ojo, y se veía bastante mal, atado de pies y manos a la silla, pudo apreciar que a sus dedos de la mano, le faltaban algunas uñas, estaba sin camisa, con heridas abiertas que no paraba de sangrar, con el agua destilando desde su oscuro cabello, los signos de la tortura eran evidente.

—Una silla— dijo y de inmediato uno de los hombres le acercó una silla para que pudiese sentarte, procuró guardar las distancias, no quería que su traje fuese salpicado de sangre.

—Ten piedad, fui un hombre fiel por un año— le dijo—¡No me mates, no me mates!

—¿Dónde está mi dinero?— le preguntó en tono muy sereno, mientras se fijaba en el malogrado rostro del hombre.

—No lo tengo, lo juro, no lo tengo diablo. Justo el día que iba con la entrega me robaron, mi socio desapareció con el dinero y la mercancía, te lo juro— sollozó el hombre.

—Qué mal ojo tienes para asociarte— le dijo con una sonrisa— hace cinco días se venció tu segundo plazo. ¿Esperas que te dé más tiempo?— frunció el ceño.

—Solo una semana más, diablo, te juro que conseguiré el dinero.

—Dime algo, Ángel. . .— sonrió— ¿estás intentando jugar conmigo? ¿No te enseñaron a qué no debes hacer tratos con el lado oscuro? fuiste tú el que vino a mí— le recordó— diciendo que podrían ser un buen integrante, asegurando que tu familia moría de hambre, fui piadoso aquella vez, te di una oportunidad de la que no todos disfrutan.

—Es la primera vez que te fallo— suplicó— No volverá a suceder, solo. . . solo necesito algo de tiempo, no me mates diablo, no mates.

—Si, fuiste un buen hombre por un largo año, y por eso te dí un segundo plazo, pero ya ves, no supiste agradecerlo— negó, hizo una seña al hombre, quién se acercó y descargó una ráfaga de golpes en el abdomen del ya herido hombre— Bien— dijo y el hombre se detuvo.

—¡Oh, por favor!— gimió escupiendo mucha sangre—Solo serán un par de días.

—Quiero mi dinero ahora— dijo frío— si no puedes pagarme en este instante, eres hombre muerto.

—Tengo familia— dijo llorando— una mujer y una hija que me esperan, soy todo lo que tienen.

—Lo que me hace recordar, que podría traerlas a ambas, asesinarlas frente a ti y luego despacharte de este mundo— el hombre abrió los ojos sintiendo verdadero terror de que su familia sufriera las consecuencias.

—No,no,no,no por favor, ellas no tienen nada que ver, mi mujer no sabe a lo que me dedico.

—Sería una manera muy interesante de enterarse, a pesar de que me has fallado, he sido bueno, estoy saldando mi deuda sólo contigo, pudo ser mucho peor.

—Mi hija solo tiene cuatro años, ten piedad— suplicó.

—¿Le pides piedad al diablo? ¿A un hombre sin sentimientos? ¿ un hombre que no tiene corazón?— sonrió— soy incapaz de sentir piedad. . . no sé que es eso— a una seña del hombre, un balde de agua fue arrojado contra él, sabía lo que seguía, la electricidad recorrió su cuerpo, tensando sus músculos, un minuto después fue liberado.

Ángel, lloró amargamente, no lo perdonaría, nada podría salvarlo de su inminente final, su vida acabaría aquel día.

—Por favor, por favor. . .— El diablo se puso de pie y sacudió su traje, girando sobre sus talones para salir del lugar.

—Ya saben lo que tienen que hacer— y caminó hasta la salida, escuchando los gritos desgarradores del hombre, gritos de dolor y sufrimiento que una vez más, eran música para sus macabros oídos.

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