Capítulo 1
¡Venga ya! ¿Es que mi madre no puede pasar el aspirador a una hora un poco más decente?
Es Domingo y tengo una resaca del quince, lo que menos me apetece ahora mismo es oír el maldito ruido que hace ese trasto, me va a explotar la cabeza.
— ¡Mama! — Le grito desde la cama — ¿Quieres parar ya ese estúpido cacharro?
Para mi sorpresa, todo se queda en silencio, haciendo que mi cuerpo se relaje y quiera volver a dormir. Pero entonces escucho el desagradable sonido de sus tacones contra el suelo de madera acercándose hasta mí.
— ¿No crees que ya es hora de levantarse? Son las dos del mediodía.
— Como si son las ocho, mamá. Cierra la puerta y déjame dormir. — Gruño bajo la sábana.
— ¿Ayer saliste de fiesta? — Nada, que no se va a callar. Me rindo e incorporándome en la cama, le pongo los ojos en blanco, resignada.
— No mamá, claro que no salí. — Le contesto irónica — Me quedé durmiendo temprano, por eso tengo esta resaca y este dolor de cabeza.
— Tú misma — Chasquea la lengua, mirándome de arriba a abajo. — Solo quería decirte que voy a salir con tu tía de compras.
— Ya, con la tía — Paso por su lado, dirigiéndome a la nevera a coger una botella de agua y saciar mi sed — Me da igual que vayas con alguno de tus novios, ya estoy acostumbrada.
No soy así de cruel porque quiera, pero perdimos a papá hace ya ocho largos años, mamá estuvo de luto, por así decirlo, durante los tres siguientes.
Más tarde todo cambió y cuando cumplí los doce años, vi pasar un hombre tras otro por los brazos de mi madre, hasta la actualidad, que ya tengo diecisiete.
— Ya te he dicho que no salgo con nadie, tan solo son amigos — Responde.
— ¡Qué novedad! — Finjo sorprenderme — Pues sí que tienes grandes amigos últimamente, ¿no? ¿Este último va a durarte más de dos meses?
— Eres una egoísta, tengo derecho a rehacer mi vida como quiera y con quien desee — Ni siquiera está mirándome.
Respiro hondo antes de contestar. No quiero una nueva discusión con mamá, no en las condiciones que ahora mismo me encuentro. Por lo que me tiro en el sofá y enciendo la televisión.
— ¿No te ibas? — Le pregunto, mirando por encima de mi hombro, ahora está parada en la cocina con los brazos en jarras, supongo que esperando algo.
— Si, será lo mejor. — Resopla, guardando algunas cosas en su bolso.
Miro el televisor pero no presto atención a lo que están poniendo, oigo los pasos de mi madre de un lado a otro mientras termina de arreglarse y el olor de su pesada colonia se mete en mi nariz.
¿A quién quiere engañar? Se irá con su nuevo amigo, un tal Hugo que he escuchado en las conversaciones que tiene con mi tía, aunque no sé a quién pretende engañar nombrándolo así.
Lleva meses hablándome acerca de él, de que es muy simpático y me caería bien si le diera una oportunidad. Hasta que le gustaría presentarnos algún día. Si es un simple amigo, ¿por qué se toma tantas molestias?
Yo lo tengo claro, no quiero que ningún hombre que no sea papá se meta en mi casa, no mientras yo viva aquí. No me da la gana que duerma en su cama, ni coma en su cocina, no soy capaz de tolerar algo como eso.
Desde el salón, donde sigo tumbada, escucho la melodía predeterminada que indica que alguien me llama.
Soy tan perezosa, que ni siquiera me he puesto alguna canción. Total, pocas personas me llaman al cabo del día.
— ¡Ey! ¿Qué pasa contigo? — La voz de Sara, mi mejor amiga, me retumba en el tímpano. Es su manera de saludar.
— ¡Eh! — Contesto, retirándome el teléfono — ¿Y si no gritas por una vez en tu vida?
Oigo su risa por el auricular, ella es así, se ríe con todo, hasta de una mosca que pasa por delante de ella.
— ¿Bebiste mucho ayer? — Pregunta de una vez.
— Lo suficiente para no saber ni dónde estaba mi casa. — Respondo, recordando algún que otro momento de la noche anterior — ¿Y tú? Apenas te vi por allí, desapareciste enseguida con Javi.
— Si bueno, me dijo que estaríamos solos en su casa y si me apetecía ver una peli, así que nos fuimos — Contesta con un hilo de voz.
— Oh, claro… ya me conozco las películas que veis Javi y tú, ¿me haces un resumen? — Pregunto, haciendo que vuelva a reír.
Sara y Javi llevan juntos desde el último trimestre. Se notaba que ambos se gustaba desde el principio del curso anterior y el por fin dio el paso de invitarla a salir, desde entonces mi amiga parece más feliz si cabe, Javi parece buen chico y mientras mi amiga esté bien, yo no tengo ningún impedimento. Solo le he avisado un par de veces lo que le pasará si mi amiga sufre.
— Peor bueno, cambiemos el tema — Resopla, hablando rápidamente — ¿Tú qué tal con Rober? Iba diciendo que iba a conseguirte esa misma noche, dime que no lo consiguió.
— Que va, ¿me lo estás preguntando en serio? — Al pensar en él no puedo evitar sentir asco — Rober es un completo baboso, ¿puedes creer que intentó meterme la lengua? Y cuando iba borracha, creo que no puede ser más penoso.
— Eso tienes que contármelo en persona. — Parece sorprenderse, y no la culpo, en cuanto al tema del mundo chicos, conozco bastante poco — ¿Estás sola, no?
Sara es mi mejor amiga desde que éramos muy pequeñas y sabe la situación que hay en casa, que mamá y yo pasamos más tiempo discutiendo que juntas y que cada vez estamos más distanciadas. Sí, me paso la mayor parte del día sola en casa y ella por ahí, con mi tía… claro. Nótese la ironía.
— Claro. — Contesto al fin.
— Voy para allá — Y cuelga.
Genial, y a mí que me apetecía estar todo el día tirada. Aunque si se trata de Sara no me importa demasiado.
Miro mi reloj, con lo lenta que es mi amiga, seguramente tarde más de media hora en venir, por lo que voy a darme una ducha.
Me relajo con los chorros calientes cayendo sobre mí y me lo tomo con calma, ya que no tengo prisa.
Cuando salgo, unos quince o veinte minutos después, me pongo unos pantalones cortos y una camiseta ancha para recibir a mi amiga.
— Hola querida amiga — Pasa como una locomotora y se sienta en el sofá — ¿Y bien? — Pregunta al entrar con una sonrisa en la cara. Pocas veces puede verse a Sara disgustada, somos como el blanco y el negro, totalmente diferentes.
A veces, envidio verla siempre tan feliz, aunque claro, es una envidia completamente sana, ya que, aunque nunca se lo diga, la quiero muchísimo.
— ¿Y bien, qué, Sara? — La acompaño, sentándome a su lado.
— Vamos Mel, cuéntame todo lo de Rober. — Pone los ojos en blanco, como si fuera obvio.
— Ya te lo he dicho, intentó darme un beso, es un asqueroso — Pongo expresión de asco y en la cara de Sara veo que está reprimiendo la risa. — ¿De qué te ríes?
— Eso no importa — Sacude la cabeza — ¿Y tú qué hiciste?
— ¿Qué iba a hacer? — Me encojo de hombros — Pegarle.
Y estalla en una carcajada sin poder evitarlo, Sí, no exageraba cuando hablaba acerca de su facilidad para reír. Se revuelca por el sofá, roja como un tomate debido a la risa, al final acaba contagiándome.
— En fin, que sigues sin dar tu ansiado primer beso — Se quita algunas lágrimas, intentando tranquilizarse — Tú prefieres liarte a puñetazos.
— ¿Por qué voy a enrollarme con cualquiera? — Abro mucho los ojos — ¡Y menos con Rober! ¿Estamos locos o qué? Ni borracha, ni fumada haría algo así.
— Lo que te pasa a ti, es que vas de dura, pero tienes un corazoncito — Pone el dedo índice sobre mi pecho — que te dice que esperes a tu gran príncipe azul, al chico indicado.
— Sí, claro, Sara. En tus sueños. — Nunca lo voy a admitir delante de nadie, pero estos temas me resultan incómodos — ¿Quieres algo? Voy a por una Coca Cola.
No he comido, pero ahora mismo no puedo meterme nada sólido por la boca. Todavía siento nauseas del alcohol, la noche de ayer dio para mucho, fue demasiado hasta para mí.
— Vale, gracias.
Pasamos el resto de la tarde juntas, ponemos un canal con una película que ya está empezada, pero como no pretendemos verla, la dejamos para tener algún sonido de fondo mientras charlamos de todo lo que planeamos hacer ahora que han empezado las ansiadas vacaciones de verano.
A eso de las siete de la tarde, acompaño a Sara a la puerta, ha quedado con Javi.
Cuando estamos despidiéndonos reconozco el coche de mamá aparcando, ¿tan pronto llega? Normalmente la oigo entrar a casa cuando estoy en la cama.
Miro por encima del hombro de Sara, que al verme tan atenta también se gira.
— ¿Quién es ese que va con tu madre? — Pregunta, entornando los ojos.
— No tengo ni idea — Tengo el corazón en la garganta — Solo espero que no sea quien creo que es.