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Ajuste

Una sociedad corrompida por el cruel sistema

"Advertencias este capítulo no es apto para -21 puede contener escenas eróticas, leer bajo su propio riesgo"

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Fue cuando cumplí los 16 que tuve mi primer celo, este se había atrasado demasiado que a diferencia de lo que el mundo mostraba o las novelas adolescentes decían no se parecían en nada. Muchos decían que este atraía a los Alfas alrededor, pero no era real. Solo era un calor fuerte, y las feromonas; un aroma que funcionaba como una especie de vía de comunicación extraña. Ese día no le quite los ojos, al Alfa que siempre tenía un comentario hacia los Omegas. —¿Qué me miras miserable? —Mirandome con una mueca de desprecio, que lo hacían ver sexy antes mis ojos, irresistible, atractivo, él ese entonces tenia 15 años.

—¡Hazme tuyo! —viéndole fijo a sus ojos violáceos, que se mostraban impactados ante mi comentario —¡Claro que no!, ¡no lo haré! —tapando sus piernas que no estaban cubiertas por su short de dormir, su pecho que aún con su remeron podía delinearse una figura esbelta debajo de esta, ni hablar de su bello rostro, al cual podía apreciarse al llevar sus plateados cabellos recogidos junto con su albina piel era fácil detectar la sonrojes de esta.

A pesar de que físicamente se había desarrollado antes que yo, al parecer no estaba maduro de la otras formas ¿o quizas sí?¿o quizas no?, pero me rechazo no solo esa vez muchas.

No era fácil, cada ciertas cantidad de semanas, lo veía divino.—¡Hazme tuyo! —tomándolo por atrás, oliendo su cabello. —Quizás era la ovulación, pero lo veía mas piernon, más pechudo ¡grrrr!. Luego de tanto insistirle, empeze a resignarme a pensar que quizás lo mejor era cumplir la mayoría de edad y buscar afuera una pareja, fue cuando cumpli 17 que entonces el llegó con un regalo, yo estaba en el cuarto de herramientas del orfanato, despejando mi mente —¡Toma miserable! Es para ti —me dio un sobre rojo de regalo de cumpleaños, al abrirlo decía con letra manuscrita "Vale por un regalo, usalo" —¡Voy a usarlo! —Al oír eso, en ese momento levanto su remera mostrando un moño justo en su ombligo

—¿Me vas a regalar tu ombligo?.

—¡No!, Yo soy tu regalo ¡Grrrrrr!. —Lo mire un rato, así que solo fue, y cerré bien el cuarto de herramientas, lo volví a ver, nos vimos un rato.

Y lo hicimos allí, sin medir las consecuencias de nuestros actos, sin pensar que un error, podiamos arruinar nuestro futuro.

Cada vez que nos cruzabamos, íntimabamos, como si no hubiese mañana, aunque el carácter de él no cambiaba, y seguía siendo un maldito, era un bello maldito.

—¡Pronto me iré de aquí, y me encantaría saber ¿Qué somos?!, dime, ¿qué somos?. —Él solo me miro, y se encogió de hombros —¡Nada!, no somos nada. Por mi puedes irte, me da igual, yo al salir de aquí, iré a buscar a mis padres.

Se que ellos me están esperando, ojala te vaya bien, nadie quiere a los Omegas. —Solo me voltee y lo deje solo, él odiaba que lo vieron llorar, así que solo me puso el auriculares mientras podía ver por el reflejo de la estantería metálica como lloraba, porque pronto lo abandonarían otra vez.

Continuaría...

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