Capítulo 5
Nat dudó muchas veces en entrar. Detestaba tener esta zozobra cada vez que venía a esta casa, porque a pesar de saber qué podía encontrar detrás de esa puerta, nunca estaba preparada para lo inesperado que pudiera suceder.
Ya había tomado sus decisiones. Apresuradas, erróneas y llena de más problemas, pero era el polo donde menos le causaría dolor. O al menos es lo que creía ahora.
El pago de su universidad en su totalidad, era lo necesario como para caminar en esa decisión firme, además de que también tenía la posibilidad de rentar una habitación cerca del recinto y tener al menos algo de paz en su vida.
Por supuesto que no había recibido la suma desorbitante que Jarol le había ofrecido, por ahora solo necesitaba cubrir sus necesidades básicas, eso sin descuidar a su madre, a pesar de que ella hiciera lo contrario con ella.
Abrió la puerta. Era la hora del medio día y posiblemente su hermana, ni padre estuvieran en casa, era el momento perfecto para tomar parte de sus cosas e irse a donde Lana, mientras le daban el contrato de la habitación que pensaba rentar. El lugar era muy normal, lleno de estudiantes que vivían solos, y además le quedaba súper cerca de muchos sitios a los que ella recurriría normalmente.
En cuanto abrió la puerta de su casa, vio a su madre sentada en el sofá, que inmediatamente giró el rostro hacia ella.
—Nat… —Grace se levantó, Natali iba a pasar derecho a su cuarto cuando evidenció su labio roto, y la mejilla morada.
En varios pasos llegó hasta ella tocando su barbilla para comprobar que sí, había visto bien.
—Tu padre ha bebido mucho. Estaba enojado porque escapaste —explicó la mujer.
—Por supuesto, es mi culpa que me haya robado el dinero y que incluso te golpeara.
—No he dicho eso.
Natali se despegó resoplando.
—¿Hasta cuando vas a soportar esto? —el silencio procedió después de su pregunta, y ella sabía que su madre no diría nada sobre el asunto—. Mamá, vengo a recoger mis cosas, voy a vivir en una pieza…
Los ojos de la mujer se abrieron considerablemente.
—¿Con qué dinero lo harás?
—Encontré un buen trabajo. No te preocupes, te daré dinero para que se lo des a papá y él se lo gaste en licor. Y no puede faltarme en que te golpeara también porque simplemente le da la gana.
Grace se adelantó unos pasos.
—¿Y qué quieres que haga?, no tengo otra opción. ¡Por ustedes he soportado esto!, ¿querías que murieran de hambre?, ¿Qué estuviésemos en la calle?
Nat resopló.
—Hay mujeres que les ha tocado peor, y aun así, no soportan esto, salen allá afuera, donde está el mundo real, trabajan…
Grace se giró sobre sus talones.
—No entiendes nada. Solo piensas en ti.
—¿Qué? —la chica se sintió ofendida—. ¡Ven conmigo entonces!, puedo buscar algo más grande, puedes vivir conmigo.
—¿Cómo dejaría a tu padre aquí?, quien haría la comida, ¿Y Evelyn?, no solo tengo una hija, también tengo un esposo…
Una risa burlesca salió de la boca de Nat sin poder creerlo.
—Ya lo había escuchado Grace, es imposible ayudar a alguien que no quiere ser rescatado. Te gusta esta vida, te acostumbraste a los golpes, a los maltratos. Y por supuesto, estás cómoda aquí esperando que traigan el dinero, así recibas humillaciones cada segundo.
La mujer hizo un gesto de amargura, y como pudo se repuso para lanzar un espada en contra de su propia hija.
—Por lo menos no sueño con estupideces. Tu padre tiene razón, nunca serás un médico, ¡pon los pies sobre la tierra de una buena vez!
Nat no quería. Luchó por no hacerlo, pero las lágrimas simplemente se le salieron de los ojos sin control. Trató de pasar el nudo que le causaron las palabras de su propia madre y en dos pasos hacia atrás, asintió y se fue a su cuarto a buscar las pocas cosas que se llevaría.
Tenía una maleta debajo de la cama donde colocó su ropa más nueva, y algunos pares de zapatos. Libros, libretas, cosas escolares, y cuando tuvo todo lo necesario, la cerró sin dejar de llorar por otro rato más.
Cuando salió a la sala nuevamente, vio como su madre tenía la cabeza entre sus manos, sentada y mirando a un punto fijo.
—Si necesitas algo, solo debes llamarme.
—¿En qué lugar estarás? —Grace se levantó para preguntar y recibió una sonrisa de su hija.
—No soy tan tonta como para decírtelo, Grace. Estoy segura de que tendría a Charles tumbando mi puerta, haciendo un escándalo y pidiéndome dinero que él piensa que debo darle. Ya no seré una carga aquí, y él y Evelyn tendrán que resolver solos sus caprichos. En cuanto a ti, sabes que siempre te apoyaré.
Sin ninguna culpa, Grace asintió como si no le diese mucha importancia a lo que estaba sucediendo, y en unos minutos más, Natali iba en un taxi directo a la casa de Lana.
Tenía un poco de vergüenza con ella, pero no pasaría un día más, antes de que solucionara lo de su habitación; el señor White le había prometido que la llamaría el domingo para que se mudara, como también le aseguró por su propia petición que sería algo simple, y no muy costoso.
*
—Realmente me parece fabuloso que vivas sola, y, ¿Qué es esa tontería de que estás avergonzada por quedarte aquí hasta el domingo?, no seas boba.
Nat bajó la cabeza mientras Lana colocaba otro rulo en su cabeza. Parecía que se estaba esforzando mucho por verse bonita para esta noche.
—No sé cómo agradecerte, pero puedo hacer varias tareas por ti.
Lana se carcajeó y roció un poco de Laca para sostener su rulo.
—Eso es llamativo… pero no te cobraré por quedarte en mi casa, te lo he dicho muchas veces, puedes contar conmigo.
—Gracias…
—¿Qué te pondrás esta noche?
Nat giró hacia su maleta y pensó en un conjunto de pantalón y blusa que era más o menos lo más decente que tenía. De todas formas, era una fiesta universitaria y la ropa sería lo de menos.
—¿Qué usarás tú? —usó una pregunta como respuesta para salir de la encerrona.
—Un vestido rojo que compré ayer —en el momento en que pronunció “vestido” sus ojos se abrieron con incógnita.
—Un… ¿Vestido?, pero… —Nat estaba terriblemente confundida—. Es una fiesta universitaria. ¿La casa es muy lujosa?
Lana se giró con el ceño fruncido.
—¿Cuál casa?, ¿De qué hablas?, se trata de Alexey Myers, uno de los chicos más ricos de la ciudad… jamás haría una fiesta en su casa, Nat.
Un hueco se hizo en su pecho sintiéndose una hormiga ahora.
—Pensé… pensé que sería una fiesta universitaria.
—Pues… —Lana se sentó en el borde de la cama colocándose un gorro para amarrar sus rulos—. Asistirán muchos universitarios, pero es un club enorme, y habrá otras personas que no tienen nada que ver con nosotros. El chico celebrará su cumpleaños, así que… puedes imaginarte todo lo que darán, será inolvidable.
Natali sonrió de pura cortesía. Pero no podía ir, era imposible. No iría.
—Ammm, Lana… creo que no debería ir, no estaré cómoda en ese lugar y, además —ella se frenó cuando su amiga se enfurruñó—. No podría… no tengo qué ponerme, me sentiré muy mal en medio de toda esa gente… yo…
—¿Dónde está la Nat que conozco?, no te agachas con nada, además, no hay nada que pagar, ni gastar, estarás con Peter y conmigo, también estarán los demás compañeros con los que te llevas genial. Y en cuanto al vestuario —la chica sonrió—. Déjamelo a mí…
*
Andrew tecleó varias veces en su computador y completó un informe que debía enviar al hospital antes de tomar su día libre. Ser asociado era una mierda para su tiempo, porque además de no dejar de respirar a nadie, parecía que él debía solucionar todos los problemas que se le ocurrían a los delegados.
Cerró su laptop y la puso a un lado del gran sofá de su sala de estar, tenía una sudadera liviana y una camisa negra, porque había llegado de trotar una hora, hasta que recordó el bendito informe en el que había trabajado toda la semana.
Necesitaba buscar unos nuevos proveedores que no se creyeran los ultimo en innovación, le hartaba la gente que pensaba que era indispensable, y odiaba también el hecho de que lo consideraran un idiota.
Recostó su cabeza en el cojín pensando que ya tenía unos cuatro días sin llamar a Ana, y no pudo evitar ampliar una sonrisa cuando recordó que ella le había contado, que recetó morfina en vez de amoxicilina a un paciente con infección respiratoria.
La situación había sido un chiste para ellos cuando Ana estuvo leyendo las indicaciones a su paciente en emergencia, y cuando se dio cuenta del error de palabra en el récipe, solo había entrado en un cubículo para remediar la situación rápidamente.
No pudo evitar alcanzar el teléfono celular y marcar a su número, posiblemente a esta hora estuviese saliendo del hospital, y posiblemente estaría sola.
El hecho de que siempre le oía decir que entre Cox y ella nunca se hablaba de un matrimonio, hacía que ridículamente se sintiera esperanzado. Odiaba sentirse así, y se odiaba a sí mismo por estar aquí… todavía.
—¡Andrew! —escuchó en la otra parte de la línea y sus ojos se cerraron de golpe.
No la había superado, no la superaba, y estaba seguro de que jamás lo haría.
—Ana…
—Estoy saliendo del hospital, ¿Cómo vas? —sonrió de pura satisfacción al escucharla tan fresca.
—Estoy libre ahora, acabo de enviar un informe de mierda que me mantuvo ocupado una semana entera.
Escuchó una risa. «¿Desde cuándo se había vuelto tan espontánea?»
—Sé lo que es eso, Xavier se la pasa maldiciendo por el hecho de hacer informes —su sonrisa se borró, por supuesto ante la mención.
—¿Qué harás hoy? —preguntó Andrew cambiando la conversación.
—Sabes que somos unas ranas frías, nos quedaremos en casa viendo películas…
—Señor White —Elsa, la mujer que lo ayudaba en todo y cocinaba como los ángeles, lo interrumpió—. Su hermano ha llegado…
Y luego de la información, escuchó como Adam entró haciendo todo el escándalo como solía hacerlo en todas partes.
—¡Llegó Adam!, se acabó tu paz. Te envío un abrazo. Nos hablamos luego —escuchó como Ana se despidió y todo su cuerpo sufrió molestia.
—De acuerdo, cuídate…
La llamada finalizó, pero ni siquiera se molestó en levantarse para recibir al invitado.
—Gracias, Elsa —se dirigió a la mujer quien asintió dando una sonrisa para retirarse—. ¡Qué sorpresa…! —expuso Andrew tirando el teléfono hacia el mueble y observando a su hermano que tenía una sonrisa de oreja a oreja.
—Si el rey no va a la casa, sus lacayos deben buscarlo —Andrew torció los ojos.
—Soy médico, mi tiempo es recortado.
—Aja… —respondió Adam y se sentó a una distancia de él subiendo los pies en el mueble. Cosa que Andrew detestaba. Le gustaba el orden y las cosas limpias. Y Odiaba los gritos y la gente que era exagerada.
«¿Desde cuándo?», no sabía. Había muchas cosas que cambiaron en él, y cada día se sumaba una a la que podía odiar.
—¿Qué pasó con la chica con la que te vi hace unos días? —Adam preguntó con una sonrisa mientras Andrew arrugó el ceño.
—No sé de quién hablas… pero eres el menos indicado para hablarme de estabilidad.
Adam alzó sus manos con una carcajada.
—Tranquilo. No te enojes de nuevo, perderás años con toda esa mierda de cara que pones.
—Pues la verdad, quería dormir, y descansar…
—Sí, lo puedes hacer, me iré en un instante. Solo venía para decirte que Alexey está dando una fiesta esta noche por su cumpleaños…
—¿Otra vez?, ¿Cuántas veces celebrará su cumpleaños?
Adam sonrió, pero su sonrisa se desvaneció enseguida.
—¿Recuerdas la última vez que dejaste que te celebraran un cumpleaños?
«Por supuesto que lo recordaba», pensó Andrew, fue su cumpleaños número 24, en donde Ana ya no estuvo.
—¿Dónde será el cumpleaños? —preguntó para cambiar el tema de nuevo.
—Wild Belle… ¿Irás?
—Tal vez llegue allá… —respondió Andrew mirando la hora de su reloj, y viendo como Adam se ponía de pie.
—¡Na…!, mejor vengo por ti… no quiero llegar solo, además, la pasarás bien, te presentaré algunas amigas…
Andrew sonrió asintiendo a la vez que su hermano se despidió como un ademán, y le daba una palmada a Elsa en los hombros mientras ella le ofreció una sonrisa.
«¡Y bien!», pensó Andrew, iría a darse un largo baño y luego dormiría mucho si quería ir a esa fiesta, y si quería tener los cinco sentidos alertas…