Capítulo 2
Duermo plácidamente en mi pequeña cama, calentita. Me he relajado demasiado. Me pregunto a qué hora sonará el reloj despertador. Como siento mi boca seca, abro los ojos y me tomo el vaso de agua que hay en la mesita de noche. Cuando bebo el agua, mis ojos visualizan al reloj... Pantalla oscura. Sin números... OH. ¡Está apagado! ¿Apagado? ¡¿APAGADO?! Se le deben haber acabado las baterías. Busco mi teléfono en mi bolso y lo enciendo: ¡7:47 de la mañana! Se me va a hacer tarde.
¡No, demonios!
Corro hasta mi armario y saco lo primero que veo. Me pongo rápido unos jeans con una blusa blanca con botones al frente y unos converse azul celeste. Me cepillo el cabello y afortunadamente, no está hecho un asco. Me hago una coleta y corro a la cocina. Tomo una manzana para comerla en el camino y otra para el almuerzo en la universidad. Sé que mi estomago si resistirá con eso. Reviso mi bolso. ¡Rayos!, ¡mis llaves!, sé que mi sofá se las ha tragado. Corro hasta el y meto la mano debajo de los cojines, pero no encuentro nada. ¡Nada! Tendré que tomar la llave de emergencias en el marco de la puerta. La tomo y sin esperar un minuto más, salgo corriendo del departamento.
Voy retrasada por quince minutos. El autobús al fin ha llegado a la universidad y para que los nervios me coman al punto de torturarme, no quieren abrirse las puertas. ¡Vamos, tengo prisa! Se abren de golpe y sin pensarlo dos veces, bajo de un salto y corro a las puertas principales de Hunter College. Sólo espero que el señor Scott no haya llegado ya. (Poco probable). Corro por el pasillo hasta la puerta de mi correspondiente salón. Tomo una bocanada de aire y entro.
Por desgracia ahí están todos. El señor Scott con un movimiento de mano, me indica que puedo entrar.
— Lo siento por el retraso—digo agitada y me dirijo a mi asiento.
Bajo la mirada a mis pies, evitando ver las sonrisas bobaliconas de mis compañeros de clase.
—Espere, señorita Reed. Tiene que escoger un afortunado para su tesis—me señala con su mano en el escritorio.
¿Elegir? ¿Esto será al azar? Solo quedan dos papeles. Un escalofrío me tortura en la vertebra.
Regreso al escritorio y miro con atención los dos papeles sencillamente doblados. Los miro ahora con temor. ¿Y si me toca alguien que me diga directo "ERES BASURA"? Me decido y tomo el de la izquierda. El señor Scott con un movimiento de cabeza me indica que lo abra. Con un poco de torpeza desdoblo la hoja hasta que por fin veo lo que dice. Abro los ojos como platos... ¡Empresario! Oh, creo que me voy a desmayar.
— ¿Le tocó empresario, señorita Reed? —me pregunta.
Asiento con la cabeza y trago saliva, nerviosa. Un empresario me va a criticar con mi tesis... Con... Mi tema...
—Bien, le toco ir con el presidente de Evans Construction Enterprise Inc.
Dios, ¿por qué tenían que acabársele las baterías a mi reloj? ¿Mala suerte? No, eso no existe.
— ¿No puedo cambiar el papel? —pregunto con timidez—. No creo que a un empresario le importe mi tesis...
¡Por favor diga que sí!
—No. Ese papel es del señor García y como no ha llegado... Y claro que le va a importar, toda tesis que exista sobre este planeta es interesante, no importa el tema, además, el señor Evans es el padrino que ayudó a que la biblioteca pública de Manhattan tuviera mayor diversidad de libros que nunca. Bueno, aquí están los teléfonos de contacto y si puede hoy mismo, llame a la empresa para pedir la asesoría. Yo sabré yo si los visitaron y cada uno de ellos me dirán que tal sus tesis.
Aprieto los dientes y vuelvo a mi lugar. Miro a Lorraine quien me sonríe alegremente y me levanta el pulgar en señal de "buen trabajo". NO YO POR FAVOR. SERE BASURA ANTE UN EMPRESARIO...
Ya cállate, Reed.
*
—En serio amiga, será fácil—dice Lorraine mientras entramos en mi departamento—. Tu tema es buenísimo, los niños solo se enfocan en los Smartphones y las tablets, es hora de que vuelvan a leer.
—Tengo miedo, nunca he tenido confianza de mí misma porque pienso demasiado, siento que leerá ese resumen patético y repasara la información de mi investigación por pura pena, no es un tema muy interesante para un empresario de... ¿Construcción de edificios? ¡¿Que tiene que ver eso con mi tema?!—espeto, muy nerviosa—. Por culpa de mi maldito despertador ahora pasaré un rato incomodo sintiéndome antiprofesional.
Se sienta en el sofá y cruza los brazos.
— ¿QUÉ HAGOOOO?
—Ir, y enfrentarlo. Leí parte de tu tesis, Eli, es muy buena, además el cómo escribes es impresionante, le agradará. Ya verás.
Voy por un gran vaso de agua y me bebo toda de un solo trago. Ya no voy a poder dormir a partir de este día. ¿Y si no le gusta y le dice al profesor Scott que con esa tesis no puedo graduarme y me quedo un semestre más? LO MATARÍA CON MIS PROPIAS MANOS.
Trataré de dejar todo esto a un lado y concentrarme solo en lo importante de lo que ocurra hoy. Aun así, tengo que ir preparando todo.
—Iré a cambiarme—me voy a mi habitación.
Bueno, trabajar en Starbucks me distraerá un poco. La canción "What the hell", retumba en mi cabeza, como si se burlara de lo loca que ha sido mi "buena suerte".
*
—Gracias Lorraine—me bajo de su beetle—. ¿No quieres venir a tomar un café?
—Quisiera, pero no puedo. Mamá tiene mucho trabajo y tengo que ayudarla. Suerte en tu día, amiga.
Me despido de ella con un movimiento de mano mientras se aleja por la calle.
Entro a Starbucks Broadway, veo que pocas personas han llegado. Paso a registrar mi hora de llegada y tomo rápido mi lugar en la caja registradora. Atiendo a la clientela.
Como traje conmigo la información de contacto que me dio el señor Scott, los reviso para identificar el nombre del afortunado de leer mi tesis. Matthew Evans. ¿Cuántos años tendrá? Puede que tenga más de noventa años... Y SEA UN EXPERTO EN DETECTAR TRABAJOS BASU...
—Elizabeth, las cajas por favor—dice Michael.
—Ya las acomodé—las apunto con mi barbilla.
Aprieta los labios y se retira.
Bueno, ahora que no tengo nada que hacer, llamaré para pedir un pequeño espacio para mostrarle mi trabajo. Me acerco al teléfono público que tenemos en la tienda y marco el número que viene en las hojas de información. Me coloco el teléfono en la oreja y espero. No dejo de mover mi pie.
—Evans Construction Enterprise Inc. ¿En que lo puedo ayudar?
Trago saliva.
—Buenas tardes, eh, llamo para ver si me pueden conceder una cita con el presidente de Evans Construction Enterprise Inc. Con el señor... Matthew Evans. Soy estudiante, mi profesor me envía para mostrar trabajo de mi tesis...
De pronto la señorita ríe entre dientes. ¿Qué? ¿Ahora qué? Claro, se está riendo de mí.
—Lo siento, las únicas citas que puede tener el señor Evans son dentro de seis meses.
¡¿Seis meses?! Esto ha caído bajo...
—Por favor, sé que sonaré algo desesperada, pero es parte de mi calificación final para graduarme de mi carrera, tiene que tener algún día u hora libre. No le robaré mucho de su tiempo, inclusive, creo que solo podría pasar a dejarle una copia de mi tesis...—ruego.
—Lo siento, espere un momento...
Y espero, al parecer está llamando por otra línea. Me muerdo las uñas por la tensión. Entiendo, esto era lo menos que quería que me pasara en mi carrera de literatura. Si no me dan la cita, ¿a quién le mostraría mi tesis? Eso suena a ventaja... A alguien más sencillo.
—Ya regresé—dice amablemente—. Entonces, ¿tiene que presentarle su tesis?
Suspiro.
—Si, necesito una última critica para mi trabajo... Estudio en la universidad Hunter College, el señor William Scott me envió.
Se queda callada por unos momentos.
—Oh, aquí viene el señor Evans.
¡No! ¡No! ¡No! ¿PARA QUEEEEEEEE?
—Quiere hablar con usted... —murmura.
Me muerdo el labio inferior esperando a que hable con él. Apenas me he dado cuenta de que mi mano tiembla moviendo demasiado el teléfono.
—Matthew Evans, ¿qué desea? —dice con voz cálida.
No digas una estupidez, me recuerdo mentalmente.
—Ah, mucho gusto, soy Elizabeth Reed, espero no ser una verdadera molestia, pero quería pedirle una cita para mostrarle mi trabajo final respecto a mi tesis, eh, soy estudiante de literatura—mi voz suena demasiado nerviosa.
—Muy bien señorita Reed, dele todos sus datos a mi secretaria. ¿Qué le parece que la cita sea este viernes por la tarde?
Me quedo con la boca abierta. ¿Si quiere pasar su tarde de viernes leyendo una tesis? ¡Dios, reacciona rápido!
—Está-está. Bien, gracias, señor Evans—balbuceo.
—Bien, nos vemos señorita Reed.
Me quedo sin palabras. Creí que estaba perdida. Bueno, al menos ya conseguí la maldita aprobación del empresario.
— ¿Cómo se llama? —me vuelve a la realidad la secretaria.
—Elizabeth Reed—digo apenas con fuerzas.
—Muy bien, su cita será el viernes a las dos de la tarde. Si va a cancelar la cita, que sean con cuarenta y ocho horas de anticipación, por favor.
No creo poder cancelarla.
—Entendido, gracias.
Y cuelgo. Suspiro y me alegro no haber tenido problemas con eso. Se escuchaba como alguien joven... Pero el teléfono distorsiona un poco la voz de las personas, pienso que debe tener unos cuarenta años. Dejo el teléfono en su lugar y suspiro. Me recargo contra la pared, pensando.
—Elizabeth—me sorprende Michael y creo que está molesto.
—Lo siento, tenía tarea de la universidad—justifico con timidez.
—Ahora entregarás los pedidos en las mesas—me jala levemente por el brazo.
Me molesta un poco que me trate de esa manera. Sacudo el brazo haciendo que me suelte. Me mira irritado.
—Sólo trabaja—me ordena.
2 días trabajando aquí y creo que mi jefe cada vez se vuelve más insoportable.
*
Falta un día para que vaya a la cita con mi tesis bien ordenada, escrita, limpia... Y bien presentable. Como no tengo internet me es imposible que investigue algo sobre él, me habría gustado saber que estudió con exactitud y en que se basó para su tesis. Aparte, mi computadora de escritorio murió hace un mes y no tengo dinero para arreglarla.
Camino dando vueltas por la sala, pensando en más ideas, reflexionando en cómo voy a responder en caso de que me cuestione sobre los libros y niños. Mi subconsciente está dormida sobre el sofá con un libro en el rostro "¿Cómo sonreír todo el tiempo?"
Tranquilízate, respira y mantén tu mente en orden para estar preparada mañana.
Guardo todas mis cosas y me dispongo a ir a la cama.
*
Tarea y más tarea. Tengo que terminar unas redacciones y repasar un último ensayo que tengo que entregar el lunes a primera hora. Lo mejor que me describe en estos momentos: chica desesperada por una pastilla antiestrés.
— ¡Mira, mira! Aquí hay información del intelectual que verá tu investigación. La información de sus ganancias... Habla de los millones que obtiene a la semana, ujum, sí que es ricachón, eh, Eli. Un Ricky Ricón de la gran manzana—dice Lorraine mostrándome el monitor de su laptop.
Alzo una ceja y miro con atención el artículo en Internet. Supongo, en mi acertada inferencia que debe ser un anciano. Qué malo que no hay fotos de él ahí. Los artículos en Internet siempre son malos, como este.
— Lalala... —tararea mientras escribe algo en mi cuadernillo. Alzo la vista hacia ella para asegurarme de su sospechosa actitud, pero al momento deja de escribir—. Tú tranquila, pequeña Reed, eres universitaria, nadie puede juzgarte.
—Excepto un empresario que gana millones en menos de veinticuatro horas.
— ¡No exageres! Ese empresario no gana tanto.
Lorraine no me ayuda en nada. Me siento más fracasada que nunca.
— Escucha, siéntete como una empresaria también, si te cuestiona algo, no respondas de inmediato, date tu tiempo, eres muy inteligente.
Levanto la mano y sonrío cansada. Ríe entre dientes y me regresa mi libreta.
—Bueno, como quieras, no se decepcionará de leer tu trabajo.
Claro, como ella puede defender con garras y dientes su tesis no hay problema, en cambio yo si me llegan a decir "lo siento, me parece muy malo" me quedaré en silencio sufriendo internamente. Le saco la lengua y trato de no mirarla. No me ayuda en nada que trate de ser divertida en estos momentos.
— ¿A qué hora tienes la cita? —pregunta con interés.
—A las dos.
—Suerte para ti—sonríe.
Pongo los ojos en blanco y repaso mi protocolo de tesis.