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El amargor de la decepción

Sus manos recorrieron su cuerpo con ternura y un poco de timidez, por lo que ella sentía que el corazón le saldría del pecho en cualquier momento. Los recuerdos de su primera vez con él la invadieron de repente, la misma sensación de timidez y temor recorrían su piel, puesto que tenían mucho tiempo sin acción. El beso se hizo más intenso y las caricias menos tímidas y más atrevidas. El momento era chispeante y delicioso. De repente se oyeron sonidos en la puerta.

—¡Mami, ábreme! Tengo miedo —era su pequeña niña, siempre que veía una película de terror tenía pesadillas. Álex saltó de la cama y abrió la puerta, entonces cargó a la pequeña con delicadeza.

—¿Otra vez viendo películas de terror? Kathy no entiende que eres muy pequeña para ese tipo de películas —refunfuñó por la irresponsabilidad de la niñera. La niña se acurrucó en medio de ellos, impidiendo una noche de pasión que hacía mucho tiempo no tenían.

...

Ella no podía dejar de pensar en aquella noche. Sentada frente a su computador debía estar editando imágenes, pero en realidad estaba inmersa en sus pensamientos. De repente, alguien se le acercó. Era un joven colega, muy atractivo, por cierto, que no la dejaba de molestar. Ella no sabía si mirarlo como un hermano fastidioso o como un hombre que buscaba cualquier excusa para acercarse.

—Tu trabajo se ve muy interesante —él comentó con sarcasmo.

—Ah... ¡Dios! ¡¿Qué estoy haciendo?! —ella reaccionó a su desastre, mientras el reía a carcajadas—. Oye, tú, ¿qué es lo que quieres? —reclamó molesta.

—¡Vaya que estás distraída! Oye, tengo hambre. Hoy estoy generoso... hasta podría invitarte a comer —ofreció alzando sus cejas

—No, gracias —respondió tajante.

—¿Qué? ¿Así nada más? Mi generosidad es algo de aprovechar —insistió.

—No quiero comer contigo. Además, no tengo apetito. Voy a terminar temprano para llegar a casa antes.

—Uff... ¡Cómo quieras! Después no digas que soy mezquino. Te invité y no quisiste.

Anny hizo una mueca de “a mí qué me importa” y su compañero se marchó sin añadir nada más.

Ella miró el reloj y respiró profundo. Decidió no ir a almorzar y adelantar el trabajo, pues quería salir antes y llegar temprano para preparar una cena especial y terminar lo que antes habían empezado, fue así como terminó más temprano su trabajo.

Fue al supermercado a buscar los ingredientes para aquella cena especial y llamó a su madre para dejar a la pequeña allá. Regresó a la casa, preparó la cena, decoró la mesa que estaba en la cocina y puso dos copas con un vino que había comprado sobre esta. Se apresuró a bañarse, se peinó el cabello y maquilló. Se puso un vestidito corto y sensual, de un rojo intenso y tela de seda que a él le encantaba; culminó su vestuario con una bata tipo kimono que le hacía juego. Puso música ambiente y prendió velas aromáticas, apagó las luces de toda la casa, pues quería sorprenderlo. El plan era llevarlo a la cocina con los ojos vendados.

Una hora más tarde la puerta se abrió. Ella saltó de la mesa con la venda en la mano, se apresuró a la sala, pero retrocedió antes de ser vista, dado que él no estaba solo. Se escondió detrás de una columna que conectaba la sala con la cocina para observar el panorama, al parecer él había llevado dos compañeros del trabajo a casa. Álex les ofreció de beber y caminó hacía la cocina. Ella corrió y se escondió abajo de la mesa que había preparado. Ya era muy tarde para evitar que él notara la sorpresa, pero estaba tan avergonzada que no quería que la viera a ella. Solo que no se percató de que sus pies sobresalían. Él se sorprendió al ver aquella mesa, se quedó un rato parado y quieto mirándola, luego se percató de sus pies. Se acercó. Ella creía que no sería vista, sin embargo, él levantó el mantel un poco, y sus miradas se encontraron. Anny casi grita del susto. Él le hizo seña de silencio poniendo sus dedos sobre los labios y le extendió la mano para ayudarle a salir. Se quedó mirándola por unos segundos, se veía radiante y sexy. Realmente se conmovió. No solo era la cena o el vestuario, sino también, la forma traviesa y extraña de ella comportarse. ¿Por qué esconderse debajo de la mesa? Él rio. Ella bajó el rostro llena de humillación.

—¿De qué te ríes? Me haces sentir más ridícula y tonta —él acarició su cabeza como si fuera una niña.

—Deja de hacer cosas raras y ve a vestirte. Tenemos visita.

...

«¡Cosas raras! ¿Qué no me esforcé mucho para sorprenderte? Llamas al romanticismo cosas raras», ella reclamaba en sus pensamientos mientras se cambiaba de ropa. Se dirigió a la sala molesta y tratando de disimular su decepción. La cena que sería para ellos dos, ahora se la estaban comiendo esos extraños. Por lo menos elogiaron su arduo trabajo. Ellos pasaron toda la noche hablando de negocios y ya sus ojos se estaban rindiendo. Él la miró, luego se acercó y le susurró:

—Si tienes sueño puedes irte a dormir. Esta visita se ha extendido más de lo que esperaba —su expresión fue de decepcionado, pero ella no le prestó atención, ya que creía que él lo había hecho a propósito.

—Está bien —Anny se despidió de la visita y se fue a dormir. Estaba tan enojada. Es como si el universo conspirara en su contra. ¿Será que por más que ella trate, ellos no volverán a ser como antes?

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