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Mantén la calma y no mires
por la ventana...
—¿Siempre es así de niebloso? —preguntó Camila, arrugando un poco su cara al no gustarle el nuevo lugar en el que vivirán. Era puro bosque y pura niebla. Las nubes grises cubrían el sol. Y el clima era frío.
Su madre puso los labios en una sola línea y lo único que hizo fue asentir. A pesar que a ella tampoco le gustaba no tenía más opción que aceptar mudarse aquí. Fue transferida a un mejor trabajo y sinceramente era mejor para ellas. O eso creía.
—A mí me gusta. Me parece como esos lugares donde un asesino en serie acosa al pueblo —. Nicole, la hermana de en medio, habló con vos ronca, queriendo meterlas en miedo, pero Camila sólo rodó los ojos y siguió viendo por la ventana.
Bea, la última de las Clear, coloreaba en su cuaderno. Tan solo tenía 3 años y dibujaba muy bien. Cuando sea grande será muy talentosa.
—Quiero que estén tranquilas, esto será algo bueno para nosotras. El cambio lo será —. Murmuró la madre, en realidad ella misma se quería convencer de eso. Desde que su esposo había muerto hace 3 años su vida no era la misma. La de ninguna.
Camila pensaba en que mañana mismo tendría que asistir a una nueva escuela, tendría que presentarse y soportar las miradas extrañas de los demás. Sinceramente no quería mudarse. Y su mal humor a causa de eso era muy evidente.
—Lo sé, má, todo estará bien. Tú tranquila. —Nicole, a pesar de no ser la mayor, a veces era muy madura para su edad. 13 años.
Habían manejado casi todo el día. Estaban entrando al pueblo, las casas eran grandes y blancas, una que otras color madera, siempre había bosque atrás de ellas. No hacía viento, pero sí frío. Pasaron por la enorme preparatoria, era de dos pisos. Habían chicos afuera, muchos.
—¿No es linda? —les preguntó la madre.
—Es hermosa. —elogió Nicole, al mismo tiempo en que a Camila se le escapaba un es horrorosa.
—Camila... —sentenció la madre.
Ella la ignoró y encendió su teléfono celular para revisar Instagram.
—Madre, ¿a dónde vamos?
Camila levantó la vista al escuchar la pregunta de su hermana, iban por un camino lejos del pueblo, hacia el bosque.
—¿Les dije que la casa está situada en el bosque? No tan lejos de aquí. —respondió ella.
Camila frunció el ceño, no podía creer que vivirían en una choza en medio del bosque. Ya estaba anocheciendo y la niebla en el bosque le daba un aspecto aterrador.
—Debes de estar bromeando, —reprochó Camila.
—Mira el lado bueno, Cami, al menos tendremos paz. —intervino Nicole. Camila no respondió, solo se dedicó a ver por la ventana. Minutos después la madre estacionó el auto frente a una casa de dos pisos, paredes blancas con dos pilares enormes en la entrada.
—Es hermosa, —exclamó la madre saliendo del coche, cerrando la puerta en el proceso. Nicole también salió, dejando a Camila y a Bea, quién se había quedado dormida, dentro.
Camila pensó en que la casa no estaba nada mal, pero sin embargo estar en el bosque, oscuro y misterioso, no le daba ninguna gracia, al contrario, la llenaba de miedo y ni siquiera sabía porqué. Camila se caracterizaba por ser una chica valiente.
La madre sacó las maletas de la cajuela, le dio las suyas a Nicole y las dos empezaron a caminar a la entrada. Camila no tenía intenciones de salir, no quería hacerlo, pero tenía qué. Abrió su puerta, se puso en el hombro la mochila que traía, y salió.
—¡Camila, trae a Bea! —le gritó su madre desde la entrada. Camila a regañadientes se giró a su hermanita menor. Pudo notar que la madre y la hermana ya se habían introducido a la casa. Se arrodilló, sintiendo un aire frío y siniestro en ese momento, desabrochó el cinturón a Bea y la cargó. La pequeña se removió pero no se despertó. Antes de girarse pudo escuchar que algo caía al piso del auto. Observó que era su libro, ese que venía leyendo al salir de su ciudad.
Detrás de ella se pudo notar cómo las hojas, movidas por el viento, se aproximaban a ella. Camila empezó a sentir frío, estiró la mano para alcanzar su libro, sintiendo un hormigueo en su cuello, la piel se le erizó sin saber porqué, estiró más su mano hasta que pudo alcanzar el libro. Rápidamente se giró con el corazón latiéndome a mil por hora. Pudo respirar tranquila al no ver a nadie, recorrió su mirada por el bosque, mirándolo oscuro y tenebroso. Cerró la puerta del coche, caminó a paso rápido a la entrada de la casa, abrió la puerta y cerró estando dentro.
Pudo respirar tranquila.
—¿Madre? —inquirió empezando a subir las escaleras al segundo piso.
—¡Estamos aquí!
Siguió el sonido de sus voces, entonces las dos chicas aparecieron por el pasillo platicando animadamente.
—¡Camila, mi habitación es increíble! —se acercó Nicole.
—Súper. —respondió ella sin ánimos.
La madre le dio una mirada de advertencia, mientras quitaba a Bea de sus brazos y la cargaba.
—Iré a acostar a Bea, descansen y mañana podemos poner todo en orden.
Camila empezó a caminar hacia el final del pasillo, pero se detuvo.
—¿Cual es la mía? —le preguntó a Nicole.
Ésta sonrió.
—Es la que tiene "prohibido pasar" en la puerta. —respondió dirigiéndose a su habitación.
Camila la pudo notar en seguida, caminó hacia ella y, al estar dentro, cerró la puerta. Solo quería descansar.
***
Las 2:30 de la madrugada daban en el reloj de mesa que se encontraba en la habitación de Camila, las luces de toda la casa estaban apagadas, incluso la de la entrada. Ella estaba dormida, con la respiración pausada y tranquila. Las cortinas de la ventana que daba al bosque y en donde se filtraba la luz de la luna, se empezaron a mover a causa de un viento frío que empezó a aparecer. Afuera, en el oscuro bosque, una figura alta y delgada observaba su habitación. Habían nuevas víctimas, o eso es lo que ese monstruo pensaba. Sus manos parecidos a tentáculos se movían a causa del viento.
Camila inconscientemente se despertó de golpe, como si algo la estuviera observando, su respiración era agitada y empezaba a sentir un pequeño temblor en el cuerpo. Tenía un mal presentimiento, empezó a sentir miedo sin ninguna razón. Incluso su frente empezó a sudar. Observó la ventana, medió abierta y frunció el ceño. Estaba segura de que la había dejado cerrada. Entonces se puso de pie, avanzó sigilosamente a ella y la cerró, pero no se movió, su vista quedó en el bosque, en ese oscuro bosque. No le pasó desapercibido la sensación de que alguien la observaba. Allí. Entre los árboles. No le gustó para nada esa sensación. Intentó deshacerse del miedo, sacudiendo la cabeza; acomodó demasiado bien las cortinas para no mirar más el bosque, para luego volver a meterse en la cama. Ya quería que fuera de día. De alguna manera, no se sentía a salvo en la noche.
***
Camila y Nicole se encontraban desayunando en la enorme cocina, las paredes eran de color madera, la madre se encontraba sentada frente a ellas dándolo de comer a Bea, quien miraba la ventana con una sonrisa en su cara. Nicole estaba con su teléfono celular, riendo de alguna cosa que le hayan dicho. Camila estaba ida, ni siquiera había probado la comida, la idea de estar en un colegio nuevo con otras personas le rondaba en la cabeza. Además, lo ocurrido anoche también no la dejaba tranquila.
—¿No vas a comer? —le inquirió la madre—. No quiero que te me desmayes en la escuela.
Camila parpadeó y la miró.
—Hoy no amanecí con mucha hambre. —respondió, tomando un sorbo del jugo.
Su vestimenta se basaba en unos vaqueros azulones, unos zapatos de gimnasio en color negros y una chaqueta negra que le llegaba un poco abajo de sus glúteos. Los botones de la chaqueta estaban casi en su cuello. Su cabello negro y liso estaba suelto, era corto, por lo que le llegaba un poco más abajo de los hombros.
Nicole, por lo contrario eligió un pantalón negro y una camisa blanca, junto con unas botas de lana en blancas. Su chaqueta la llevaría en la mano.
—Solo dejo esto en el fregadero y nos podemos ir —anunció la madre poniéndose de pie con los platos en mano.
Camila dio un último sorbo a su jugo y se puso de pie, cogio su plato y lo dejó en el fregadero. Nicole hizo lo mismo.
—Estoy tan emocionada de conocer mi aula, a como es esa preparatoria por dentro —sonrió Nicole.
Camila rodó los ojos mientras la madre sonreía. En la mesa, la pequeña Bea rió a carcajadas mirando la ventana, que daba al bosque. Camila la miró con el ceño fruncido, ¿qué le pasaba?, pensó. Se acercó a ella, mirando en la dirección en la que miraba. Pero solo habían árboles, nada más. La dejó en solo suyo, caminó hacia el sofá en donde estaba su bolso de cuero, no era mochila ni nada, era un bolso cruzado color café. Se lo puso, cayendo en la parte trasera.
En eso el timbre sonó. Estando ella cerca abrió rápidamente. Afuera se encontraba una chica rubia, sonriendo.
—Hola, soy Jesse, la niñera. —se presentó la chica.
—Pasa, —respondió Camila.
La madre, con Bea en brazos, y Nicole siguiéndole el paso aparecieron en su campo de visión.
—Hola, ¿eres la niñera cierto? Ella es Bea. —le dijo— y ellas son mis hijas Nicole y Camila.
Camila le medio sonrió.
—Ven te pondré al tanto de todo. —le dijo la madre, llevándosela hacia la cocina.
Nicole y Camila salieron en busca del auto.
—Sonará extraño pero en la madrugada me pareció ver algo en mi ventana —comentó Nicole.
Camila la miró, ella sabía muy bien de lo que hablaba porque también había sentido algo parecido. No había visto algo pero sí se sintió observada.
—¿Ah si? —se hizo la que no sabía.
Se detuvieron cerca del auto a esperar a su mamá.
Nicole la miró.
—Sí, quizás no me creas y pienses que te quiero meter en miedo y esas cosas pero no es así —murmuró—. Te juro que me pareció ver una sombra mirándome. No sé si haya sido mi imaginación.
Camila pensó que no era su imaginación, quiso pensar también que no era nada más que los reflejos de la noche y eso. La madre apareció junto a ellas.
—¿Listas? —les preguntó mientras abría la puerta del asiento principal y se montaba—. Espero que Bea se acostumbre a ella.
Camila se sentó en el asiento co-pilotó y Nicole en los asientos de atrás. La madre arrancó, la preparatoria no estaba muy lejos.
—Mamá, ¿crees que existen los fantasmas? —le preguntó Nicole.
La madre rió.
—No lo sé, pero nunca he visto uno así que yo no creo —respondió.
Nicole se quedó pensativa.
Camila estaba ida.
El resto del camino fue silencioso, el coche se estacionó frente al enorme edificio, las chicas salieron, se desprendieron de su mamá y caminaron a la entrada. Habían muchos coches de lujo, habían varios chicos y chicas afuera vestidos con ropa gris y enchaquetados. Las miraban con curiosidad. Camila supuso que así miraban a los nuevos. Nicole iba con su teléfono celular, y por no poner atención en su camino chicó con otra chica.
—Los siento tanto —dijo la pequeña Nicole.
La chica le restó importancia.
—No importa, está bien —sonrió y las miró—. Supongo que ustedes son nuevas ya que jamás las había visto por aquí.
Camila asintió.
—Así es.
—Yo soy Carmen. Estoy en décimo A —le estrechó la mano a Camila. Ella la tomó—. ¿Y tú eres...?
—Camila Clear... Y creo que también estoy en décimo A.
Ella recordó su horario y confirmó que decía que estaría en el grupo A de décimo, dado que habían dos grupos.
—Y yo soy su hermanita menor Nicole, y estoy en primer año.
—Excelente, parecen buenas chicas.
Camila elevó las cejas, pero su mirada cayó en dos coches negros, vidrios oscuros que venían llegando. Todas las miradas se posaron en ellos.
—Y ahí vienen ellos —elogió Carmen.
Camila observó al primer chico que se bajó del coche bajo, era moreno y venía con una chica. Luego el otro chico que venía en el otro auto le llamó más la atención. Su entrada fue como en cámara lenta, ese chico era alto, cabello negro despeinado y sus aires eran despreocupados. Vestía vaqueros negros y una chaqueta negra. Los dos chicos se reunieron con el. Y, cómo sintiendo la mirada de Camila, sus ojos se encontraron con ella. Eran oscuros, misteriosos, le llamó mucho la atención. Pero no quería tender nada que ver con él. Así que, tomando por sorpresa a los demás, cogió a su hermana de la mano y la arrastró a la entrada de la preparatoria.
El chico achicó los ojos y sintió curiosidad por esa nueva chica a quien nunca había visto. Su indiferencia le llamó la atención, ya que ninguna chica antes lo había hecho. Y eso lo desconcertó.