Capítulo 1. Una sorpresa inconveniente.
Angus.
Nada más entrar con mi familia en el lujoso vestíbulo de la mansión Miller, ya se oía el sonido de la música del gran salón de baile del primer piso.
- “Bienvenidos señor y señora Blake. Gavin los acompañara, a la sala principal.”- nos dijo nada más vernos, el famoso y eficiente mayordomo de los Miller, James Conway, es abuelo de Gavin Conway, mi otro mejor amigo.
Hace ocho años, los padres Gavin murieron en un accidente de coche, el padre de Gavin era el único hijo de James Conway, el mayordomo de cincuenta y ocho años de los Miller, así que Gavin vino a vivir a la mansión Miller, convirtiéndose en uno más de la familia, por deseo del bisabuelo Miller, con las misma oportunidades que sus nietos, fue así como nació nuestra amistad, el trio de triunfadores, éramos Roy, Gary y yo, los guaperas, ricos, los mejores estudiantes, y deportistas del Instituto Privado Horacio Mann, por no hablar de éxito que tenemos entre las féminas, lo tenemos todo.
El próximo año Gary ira a la Escuela Juilliard para estudiar interpretación, composición, Roy y yo iremos a estudiar Empresariales y Económicas a la Universidad de Stanford en California. Así que ahora estamos disfrutando del tiempo que estaremos juntos.
- “¿Como va todo? ¿Roy sigue con esa idiotez de querer ir a California para aclimatarse antes de que empecemos la universidad?”- le pregunté Gary, mientras subíamos las escaleras hacía el primer piso, seguidos por mi hermana, y mis padres.
- “Ahora más que nunca, por lo visto Ailan quiere ir a estudiar a Londres diseño y arquitectura, y después de lo que ha pasado esta tarde con Amelia…”- no lo dejé acabar.
- “¿Qué ha pasado con Amelia?”- pregunté alarmado, pero él sólo sonrió, y me dijo poniéndome un brazo sobre mi hombro.
- “Pronto lo sabrás. Será la gran sensación de esta noche.”- dijo el muy idiota de Gary con una sonrisa en la boca.
No pude preguntarle nada más, al llegar al salón, las pesadas e idiotas de las amigas de Penélope, prácticamente nos asaltaron en la misma puerta, Gary estaba encantado, le gustaba ser el centro de atención, pero yo estaba bastante incomodo.
Así que, esquivado a una morena gritona, que prácticamente se iba a abalanzar sobre mí, y tras esquivar también a Penélope, que me miraba haciendo morritos, pensado que así se vería más atractiva, conseguí llegar junto a un apartado, huraño y malhumorado Roy Miller.
- “¿Soy yo?, ¿O es que tengo la impresión equivoca de que tus padres han invitado a todas las estúpidas descerebradas caza maridos que hay en cien kilómetros a la redonda?”- le pregunté nada más verlo.
- “No creo que lo hicieran mis padres, eso sólo puede ser obra de la maldita de Wendy, adora ver como lo pasamos mal esquivando a esas estúpidas cazas herederos, aunque hoy no tenía por qué esforzarse tanto, mucho antes de la fiesta, ya cruzaba un infierno.”- me dijo Roy dando un largo trago a su cerveza, lata que había robado a escondidas de la barra, sólo teníamos dieciocho años, no podíamos beber hasta los veintiunos.
- “Como te coja tu padre bebiendo, sí que vas a saber lo que es un infierno.”- le dije tratando de ocultar la lata de cerveza, para que nadie la viera. - “Bueno ¿y cuál es el problema?, según Gary tu hermana Amelia tiene algo que ver en todo esto.”- le dije extrañado.
Amelia era la niña menos problemática del mundo, desde luego ella no era como Ailan, por no hablar de esa descocada de once años que tengo por hermana, esa niñata me iba a dar más de un dolor de cabeza, cuando creciera.
Una carcajada amarga, salió de los labios de Roy, y mirándome me dijo.
- “¿Tú crees? ¿Por qué no miras a lo alto de la escalera, y luego me dices si tengo problemas o no?”- justo eso hice, y lamenté al segundo, hacer ese gesto.
En lo alto de la escalera, con un vestido blanco y dorado, muy ajustado, que le quedaba por encima de sus rodillas, una vaporosa, y deseable sacerdotisa etérea, baja con paso lento, y hasta ralentizado, las escaleras, sus labios rojos y voluptuosos, destacan en contraste de esos ojos enormes, azules y enigmáticos. Su pelo largo, como cascadas de madreselva, caían enredándose de manera descarada sobre sus hombros desnudos, ese maldito vestido sólo se sujetaba en su escote, por una especie de tiras tentadoras, y en mi opinión demasiado finas, que se enredaban en una especie de camafeo que rodeaba su cuello, era definitivamente pecaminoso.
Me costó unos segundos identificar a esa maldita musa hechicera, con la tranquila y algo machona Amelia, hasta tuve que restregarme los ojos pensando que estaba viendo visiones.
Pero los silbidos de admiración, y los casi jadeos de animales deseosos, de muchos de los malditos salidos, dopados de hormonas, jóvenes, que ahora miraban a la musa descender, junto a algunos cometarios, poco convenientes, que me hicieron hervir la sangre, me convencieron de que no veía visiones.
- “¿Cuántas bocas puedes romper en diez segundos?”- me dijo Roy que también se había percatado de que su vida tranquila y apacible, como hermano mayor, se había acabado, hasta ahora él había pensado que podría estar más liberado, cuando estuviera en California, cuando su dichosa gemela se fuera a Londres, pero esta nueva Amelia le demostró que estaba equivocado.
- “No lo he contado aún, pero si hace falta comienzo a llevar la cuenta ahora”- le dije comenzando a quitarme la chaqueta.
Sólo la intervención, en ese momento, de Gary hizo que esa fiesta no pasara de un lúdico momento de celebración, a la una vertiginosa escena de cine de acción, con violencia gratuita incluida.
- “¡Eh! Tranquilos chicos. ¿Qué tal si Rocky Balboa y Apollo Creek, junto a algunos de estos imberbes babeantes, nos vamos al celador de la piscina, y damos rienda suelta a la diversión alcohólica, eliminado así atención que la nueva Amelia genera en la ecuación? ¿o preferís morir a manos de los adultos varones Miller y Blake, por reventarle el cumpleaños a su adorada niña?”- en ocasiones, contadas con una mano, eso sí, la lógica del idiota de Gary, era aplastante.
Pero claro, tampoco era tanto, ya que esta huida estratégica, sólo provocó que el desastre se pospusiera, sobre todo cuando combinas jóvenes recién salidos de la difícil etapa de la adolescencia, con sobre estimulación de testosterona, y lo riegas con cantidades ingentes de alcohol, por lógica nada bueno puede salir de ahí, más cuando tu maldita bocaza te mete en problemas graves, algo que supe hasta muchos años después, cuando mi vida se volvió un auténtico infierno, por culpa de esa noche.