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Capitulo 5 Baile 2

Estaba desnuda. Aunque hermosa. Pero desnuda.

Ximena le había pedido un trago y la había obligado a tomar, para que se relajara. Pero estaba tensa como una cuerda de un violín recién afinado.

La joven mujer la tomó del hombro.

— Va a estar todo bien...— dijo intentando consolarla.

— Está bien, suficiente — dijo Marcus entrando.

Ella se paró y enderezó los hombros. Él la observó de arriba a abajo.

— Estás perfecta — le dijo y parecía un poco asombrado.

— Solo terminemos de una vez por todas con esto — demandó ella.

Marcus inclinó la cabeza y la guió mientras la escoltaba hacia uno de los cubículos privados.

Por dentro ella quería morirse.

Finalmente llegaron y él la dejó allí.

El hombre rubio la estaba esperando sentado con los brazos abiertos, muy relajado. Él se levantó y acercó. Tocó uno de sus rizos marcados con suavidad.

Miró sus pechos redondos perfectos. Eran del tamaño adecuado, su pequeño culo también, se giró alrededor de ella para mirarla completa y su garganta se secó mientras su pene se paraba.

— Ya me tienes aquí, ¿feliz? — dijo ella con sarcasmo.

— Oh no...no todavía...— dijo él y ella se estremeció —. Ven — dijo y tomó la pequeña mano. Se sentó en el pequeño sillón y ella quedó parada —. Baila para mi ahora...

Ella no sabía realmente que hacer, solo improvisó. Alguna vez vió a alguna que otra de las chicas hacerlo.

Le dió la espalda y comenzó a mover su culo cuando sintió las manos del hombre en su cintura.

Él acercó el trasero pequeño a su entrepierna y la frotó contra su dureza.

— Así me encanta — murmuró él en su oído.

Pasó una de sus manos por delante y bajó por su vientre hasta encontrar sus bragas, metió sus dedos bajo ella.

— Qué..¿Qué haces? — preguntó ella con la respiración entrecortada.

— Mmm — respondió él mientras frotaba su clitoris y metía un dedo en su agujero —. Que lindo, es pequeño como toda tú...— susurró él y comenzó a masturbarla mientras se frotaba en su culo.

El hombre, la estaba tocando y su cuerpo se estaba estremeciendo.

Ella quería alejarse pero no podía ni quería.

— Estás mojada...hermosa...

Él aumentó el ritmo del movimiento de penetración de su dedo y sintió sus temblores cuando llegó al clímax.

Él quitó su mano, la llevó a su cintura y siguió refregandose contra la redondez de su trasero hasta venirse en seco, con un estertor.

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