Capítulo 5 Descubierta
Afortunadamente para Maya, el teléfono de Marcus sonó en ese momento, tenía visitas inesperadas en el corporativo y debía acudir de inmediato.
—Lo siento, Maya, continuaremos con esto después, me esperan en el corporativo, regresemos.
—Claro, no te preocupes.
Marcus pagó enseguida, después se dirigieron de prisa hacia el corporativo, mientras Maya trataba de igualar su paso, pensaba que quién sea que hubiera llegado, debía de ser muy importante.
Entraron en la oficina, dentro, esperando a Marcus, estaban dos mujeres, la mayor, era de baja estatura y robusta, con una mirada penetrante que transmitía una mezcla de rencor y necesidad. La más joven, pálida y demacrada, sus ojos suplicantes contrastaban con la firmeza de la otra.
—¡Querido! —exclamó la mujer mayor con efusividad. —He intentado por meses comunicarme contigo, ¡nos has abandonado en Francia sin dinero! —Su voz resonaba en la oficina, cargada de reproche.
Marcus las miró con una mezcla de sorpresa y fastidio —Hola, querida tía, prima. Me alegra verlas, pero creo que olvidan que les he adelantado su mensualidad por nueve meses. No puedo depositarles hasta después de siete.
La joven se aferró al brazo de Marcus con súplica en sus ojos —¡No puedes hacernos esto, primo! ¿Qué será de nosotras sin dinero? —su voz era un hilo de voz, temblorosa y desesperada.
—Querida prima, ese no es mi problema. He mantenido su estilo de vida durante años, ahora es tiempo de que busquen una solución, tal vez lo consigan trabajando —lo dijo mientras se sentaba frente a su escritorio, la voz de Marcus era fría como el hielo.
—¡Trabajar! ¿Nosotras? ¡Jamás! —exclamó la mujer mayor con un tono furioso. Somos personas de alta clase, no simples asalariadas —sus ojos brillaban con rencor mientras clavaba su mirada en Maya.
—¿Y esta mujer quién es? —preguntó la mujer más joven, con arrogancia —hasta donde sé, tu prometida es Jeanne.
—No te interesa quién sea ella, ni tampoco si Jeanne es o no mi prometida —Marcus se levantó de su asiento, su paciencia se había agotado —y como ya les he dejado las cosas claras, hagan el favor de retirarse. Tengo trabajo que hacer y no puedo hacerlo con ustedes aquí.
Las dos mujeres se miraron, la ira y la frustración se reflejaban en sus rostros. Sin embargo, no podían discutir con Marcus, dependían por completo de él económicamente.
Se marcharon de la oficina con la cabeza en alto, pero con la humillación quemándoles por dentro. ¿Qué harían ahora? ¿Cómo mantendrían su costoso estilo de vida?
Marcus las vio partir con una mezcla de desprecio y resignación, sabía que esta era la decisión correcta, pero también sabía que traería consecuencias.
Maya aún permanecía junto a la puerta, al salir, la mujer más joven fingió chocar con ella, golpeándola fuertemente con su brazo.
—¡Arista! —Gritó furioso Marcus, la mujer se apresuró hacia el elevador para alcanzar a su madre.
—Uh, eso ha dolido —se quejó Maya.
—Lo siento, no creí que mi prima hiciera algo semejante, una disculpa que te he presentado, pero no lo creí relevante, solo deseaba que se marcharán lo más pronto posible.
La escritora analizó las cosas con detenimiento, él no había mencionado a esas mujeres, al ser parte de su familia tenían que ser incluidas en el libro.
—Creo que al ser parte de tu familia tendré que incluirlas en la historia de tu vida.
—No son importantes, debes de olvidar que existen —respondió de manera tajante.
—Sí tu lo dices —contestó Maya, tuvo la impresión de que si investigaba a esa mujeres, lograría averiguar algo que al menos le provocará un fuerte dolor de cabeza a ese hombre.
Marcus volvió a concentrarse en su trabajo, durante horas no apartó la vista del ordenador, era como si estuviera hipnotizado.
El agudo timbre del teléfono de Maya rasgó el silencio de la oficina. Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer el número: la clínica donde su madre se encontraba recluida.
Con voz temblorosa, Maya respondió la llamada. Las palabras de su madre, llenas de reproches y amenazas, resonaron en sus oídos.
—¿Cómo puedes ser tan cruel? —La voz de su madre era un vendaval de emociones: ira, dolor, desesperación —Ven a sacarme de aquí en este preciso instante, o me colgaré de los barrotes de la ventana.
Maya se quedó en silencio, aprisionada por la impotencia. La imagen de su madre, frágil y vulnerable, la atormentaba. Sin embargo, no podía ceder a su chantaje.
—Lo siento, no puedo hacerlo —dijo con voz firme, luchando contra las lágrimas —no vuelvas a llamar, estoy en el trabajo.
Un golpe seco resonó en el auricular. Las últimas palabras de su madre, un torrente de insultos y maldiciones, se ahogaron en el silencio.
Maya colgó el teléfono, sintiendo un nudo en la garganta. La mirada de Marcus, llena de preocupación, la encontró.
—Lo siento, no es nada importante —mintió, intentando ocultar su turbación.
Las horas de la tarde se deslizaron entre papeles y documentos. Maya fingía concentración, pero su mente vagaba por los pasillos de la clínica, imaginando a su madre en su habitación, consumida por la rabia y la soledad.
Al finalizar la jornada laboral, salieron del corporativo, un chofer esperaba por ellos, con educación Marcus abrió la puerta de la camioneta para que ella subiera, después subió a su lado.
Durante el trayecto a la villa, Maya tenía la sensación de que la cercanía de Marcus la envolvía en una ola de calor. Su aroma masculino la embriagaba, y el roce accidental de sus manos le provocó un escalofrío.
Un pensamiento intruso cruzó por su mente, ¿Había sentido su madre lo mismo años atrás? La culpa y la incertidumbre la atormentaron en silencio.
La ronca voz de Marcus interrumpió sus pensamientos —Me gustaría saber un poco más de ti, Maya, siento una imperiosa necesidad por saber sobre tu vida.
Ese hombre debía de estar chalado, ¿Era tonto o se hacia? —Lo siento, creo que no hay nada interesante en mi vida, me he dedicado a estudiar y a adelantar materias, así es que pude terminar mis estudios mucho antes y conservar la beca.
—Así que has estudiado becada, me parece muy interesante, has salido adelante con esfuerzo y eso da el doble de valor a tu trabajo.
Ella sonrió débilmente antes de voltear hacia la ventana, deseaba escapar de esos intensos ojos que irradiaban tanto calor que parecía que en cualquier momento saldría de ellos fuego.
El trayecto hasta la villa se le hizo eterno, aunque no lo veía, estaba segura de que Marcus tenía aún puestos sus ojos sobre ella, ¿Qué es lo que pretendía ese hombre con todo aquello? Deseaba salir corriendo.
En cuanto la camioneta aparcó frente a la entrada de la villa, Marcus bajó para después extender su mano hacia ella, por educación Maya correspondió al gesto, no le gustaba que la tocara, el contacto con su piel parecía generar impulsos eléctricos.
—Te espero en una hora en la terraza, espero puedas acompañarme durante la cena.
—Ahí estaré, solo necesito descansar por un momento.
Maya apuró el paso hacia su habitación, cuando estaba a punto de subir las escaleras, vio pasar al asistente de Marcus, parecía llevaba prisa.
Sintió curiosidad por saber qué ocurría, así que oculta entre las sombras regresó hasta donde Marcus estaba, se detuvo detrás de una columna, desde ahí podría escuchar perfectamente lo que sucedía.
—Tenemos un problema, nuestro socio mayoritario se encuentra molesto, cuando aceptó firmar con la empresa, le prometiste ayudar a investigar el paradero de la persona que está buscando, y no lo has cumplido.
—Solo nos ha dado el nombre de la mujer, no hay más que una leve descripción, sin fotografía, es un hombre muy poderoso, él con todo su poder y dinero no ha logrado encontrarla, pretende que nosotros lo hagamos en un tiempo tan corto.
—Lo verás el próximo fin de semana, nos ha invitado al evento que se llevará a cabo para celebrar el aniversario de su compañía, sabes que no podemos faltar.
—Ahí estaremos, no podemos arriesgarnos a que retire la inversión que ha hecho, es una gran cantidad de dinero.
—Sí él retirara su inversión, la empresa estaría en serios aprietos, casi todo tu dinero lo tienes invertido, no tendrías para salir rápido del apuro, por cierto, ¿Cómo te va con la escritora? —preguntó el asistente, mientras una sonrisa maliciosa aparecía en sus labios.
—Prefiero no hablar de ella, solo te diré que espero que todo salga como lo tengo previsto.
—Es en serio cuando te digo que me gusta, amigo, es una completa belleza, de pies a cabeza.
—Te prohibo que intentes acercarte a ella —Marcus alzó demasiado la voz cuando lo dijo, Maya no entendió porque le molestaba lo que decía su amigo, tal vez no la consideraba digna.
Maya escuchaba todo lo que decían, así que era muy importante la inversión de ese hombre, tenía que investigar quién era.
Se escabulló hasta su habitación cuidando de no ser vista, necesitaba saber quién era ese inversionista que era tan importante para Marcus.
Se disculpó más tarde por no poder acompañarlo durante la cena, no podía sacar las palabras de su madre de su mente, eso le generó un terrible dolor de cabeza.
Marcus deseaba que lo acompañara a la fiesta de su socio, pensaba pedírselo durante la cena, tendría que esperar al día siguiente para ver si aceptaba.
Terminaba de cenar cuando su asistente volvió a acercarse, su rostro delataba que estaba nervioso, Marcus se le quedó mirando.
—¿Qué sucede? —preguntó con mal genio mientras sostenía una copa de vino.
—Sé que me has dicho que no me acerque a la escritora, pero yo he creído que no es en serio, así que, ¿Habría algún problema si le pidó sea mi acompañante en la cena de tu socio?
Marcus no podía creer lo necio y tonto que podía ser su asistente, le había dejado en claro las cosas referente a Maya, y al parecer se lo había tomado a broma.
—Hablaba en serio respecto a ella, además pienso invitarla, sí acepta será mi acompañante.
El chico suspiró resignado, sin decir palabra metió sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón, después se dio la vuelta para retirarse.
Marcus se sentía molesto, la noche era calurosa, así que decidió nadar en la piscina, era tarde, estaba seguro de que nadie lo vería.
Se quitó la ropa quedando tan solo en ropa interior, el ajustado y corto boxer no dejaba mucho a la imaginación, se lanzó al agua para refrescarse.
El contacto con el agua fría pareció devolverle la vida, odiaba el calor como a nada, sentirse sudoroso lo irritaba.
Maya escuchó el sonido del salpicar del agua, discretamente se acercó a la ventana, se paró en una esquina y corrió un poco la cortina.
Desde donde estaba la piscina podía verse perfectamente, enseguida reconoció a Marcus dentro del agua, el hombre nadó por un rato, después se acercó a la orilla para salir.
A Maya casi le da algo al verlo emerger casi desnudo, el boxer era en color blanco, la delgada tela permitía observar bien la silueta de lo que había debajo de ella.
Recorrió aquellos músculos con la mirada, ¿Cuantas horas pasaría ese hombre en el gimnasio? Tenían que ser demasiadas para tener esos músculos tan firmes y bien formados.
Se le figuró una estatua griega, de esas que lucen perfectas, Maya se quedó sin aliento por un momento, quería resistir a la tentación y darse la vuelta, pero en ese momento, sus ojos parecían mandar sobre su cerebro.
Su vista subió hasta sus abdominales, “tremendos paquetes”, pensó, sin darse cuenta mordió su labio inferior sensualmente.
En ese momento, como si sintiera la vista de la chica sobre él, Marcus alzó la mirada, fijándola sobre la ventana.
Maya se lanzó a un lado, afortunadamente la mullida alfombra amortiguó el golpe, pues cayó cuan larga era, cubrió su boca con la mano, ¿Marcus la había visto espiando? Moriría de vergüenza si así fuera, no sabría cómo comportarse frente a él de ahora en adelante.