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Capítulo cuatro
El corazón se me quiere salir del pecho.
No grites, no lo hagas, yo no soy real, soy producto de tu imaginación.]
—¿Cómo es que yo puedo crear una silueta de un hombre sin rostro?
Dímelo a mí que siempre me pregunto por qué jamás me has puesto cara.]
—Aún así, si no fueras real no podrías haberme tapado la boca, ¿cómo es que yo no grité?
Tú misma te quedaste callada cuando te traté de poner mis manos en tu boquita, y si quieres trata de tocarme, verás que soy un espíritu producto de tu imaginación.
Se coloca en frente mío y extiende sus brazos de par en par.
Trata de tocarme y vas a ver que no puedes.]
¿Será?
Doy un paso hacia adelante y alzo mi brazo, con cuidado lo extiendo y cuando creí tocar su pecho mi mano traspasa su cuerpo.
Vez, ¡te lo dije!]
—¿Eso cómo es posible? —trago grueso y entro a mi cuarto, espero su respuesta y solo el silencio abrumador llena mis oídos —Ahora no hablas, verdad—volteo y ya no está, desapareció.
Camino hacia la cama y me asiento.
¡Qué día tan loco!
Lo mejor será dormir.
Acomodo mi almohada y saco las sábanas para arroparme, cierro mis ojos y me dejo llevar por la suavidad de la cama hasta quedarme completamente dormida.
Escucho los gritos de mi madre desde abajo en la cocina, junto mis cejas y me acomodo mejor en la cama, tiro mi mano a un lado y toco un brazo grande y duro, abro los ojos abruptamente y un espléndido olor a lilas y manzanilla inunda mis fosas nasales.
—Irina, mija, ya levántate que se te hará tarde —mi madre entra a mi cuarto y se detiene cuando me ve despierta —parece que el cambio de horario te favoreció —sonríe y desaparece otra vez.
Bajo las escaleras luego de realizar mi aseo personal y llego a la cocina donde mi madre le sirve una taza de té a mi padre quien lee el periódico animado.
—Hola familia —me asiento en la mesa y tomo mi delicioso jugo de naranja.
Amo ese jugo.
—Irina Warren, señorita bájese de la mesa ahora mismo —mi papá baja el periódico y me observa con una ceja alzada.
Alzo mis manos y bajo a la silla —Vale y, ¿Qué hora es? —mi madre coloca una bolsa al frente mío y mi mochila.
Me señala la puerta—No hace falta ni preguntar porque el autobús estará aquí en tres... Dos... Uno... —el transporte escolar pasa de largo y miro a mi madre quien no se mueve en su sitio.
Agarro el cartucho y mi bolsa tan rápido como puedo, abro la puerta para salir corriendo y me detengo al ver a un hombre de más de dos metros al frente mío.
—Buenos días señorita Irina Warren, estoy esperando para llevarla a su instituto, mi nombre es Alonso Salazar y soy su chofer.
¿Chofer?
—¿Chofer?
—¿Chofer? Creo que se ha equivocado de casa—mi padre me coloca detrás de él y mira hacia arriba.
—Sí, chofer. ¿Usted es el señor Ernesto Warren no es así? La compañía ofrece un trasporte exclusivo para su familia sin tener que pagar o que se le descuente de su salario, ahora—se hace a un lado el tal señor Alonso—la señorita Warren llegará tarde al instituto si no salimos en este preciso instante —mi padre duda por un segundo, pero finalmente baja su brazo y me indica con la cabeza.
—Ve —doy un beso en su mejilla y salgo de la casa con sus miradas recorriendo cada paso que doy hasta una enorme camioneta negra.
Es una prado.]
Y aquí vamos otra vez con la voz en la cabeza.
Me voy a suicidar.
Si te suicidas yo muero, así que no lo hagas porque de una forma u otra antes de que lo hagas yo te rescataré y aparte de eso te daré unas buenas nalgadas por portarte mal.
Pero que...]
Sacudo mi cabeza y entro a la camioneta, el señor Alonso cierra la puerta y observo con lujos y detalles cada espacio del auto.
—Señorita, abróchese el cinturón—hago caso y abro la bolsa para ver que mi madre me tiro de desayuno.
Y ahí están, las torrejas de maíz.
Alzo la mirada para corroborar que Alonso siga en lo suyo antes de darle un mordisco a mi torrejita. La saco cuidadosamente y vuelvo a mirarlo, su rostro está concentrado en la carretera y eso es más que suficiente para mí.
Vuelvo a la torreja y antes de pegar el mordisco de mi vida escucho su voz —Buen provecho, señorita— a mi cara sube una calor inmensa y bajo mi torreja.
No me critiquen. No me gusta que me vean comiendo.
Desvío mi rostro y asiento —gracias — empiezo a comer y cuando doy el último bocado a nuestro lado se instala un auto lujoso super hermoso, es negro total y su diseño es sumamente refinado.
Ojalá algún día pueda montarme a uno de esos carros tan bonitos.
Créeme cielo, que te llevaré a pasear en uno de estos.]
Junto mis cejas, esa extraña voz otra vez.
—¡Dios! Por qué solo no puedo dejar de escuchar esa maldita voz —digo en voz alta y agarro mi cabello en frustración.
—¿Señorita le pasa algo? —abro mis ojos. Olvide completamente a Alonso.
—No, para nada —suelto mi cabello y doy una gran sonrisa llena de nervios.
—Ya hemos llegado, le recomiendo que camine rápido, porque sus clases no demoran en comenzar—observo fuera del auto, estamos en la entrada del instituto con todos los ojos puestos en la camioneta.
Fuera la idea de pasar desapercibida, carajo.
Acomodo mi falda más larga que la del día de ayer y arreglo mi chaqueta en la parte de arriba para tapar mi camisilla antes de bajar—Gracias por traerme—Alonso asiente y abro la puerta con mis manos temblorosas.
La brisa fresca del exterior pega en mi cara y cierro la puerta, acomodo mi mochila en mi espalda y subo las escalerillas con la mirada en el suelo.
Mis ojos van a mis costados donde la gente me observa como si fuera un bicho raro, trago grueso y voy directo a mi casillero.
—¡Hey Irina! —volteo para ver a Omar corriendo hacia mí—espérame, soy tu familia —ruedo los ojos y mi mirada va a su ojo hinchado.
Esperen.
Omar Gettiov.
Mi casillero.
El instituto.
Y como si de un juego se tratase a mi mente llegan cientos de imágenes, una detrás de otra: mi llegada, Omar, mi casillero, las clases, el receso y por último la clase de educación física en donde corrí como loca y luego me caí de espaldas en el baño.
Sonrío. Con que eso fue lo que pasó.
»—¿Y ahora qué te pasa? —Omar truena sus dedos al frente de mis ojos y tomo su brazo.
—Ya recordé todo. No me acordaba de nada de ayer y ahora es que lo recuerdo todo —lo suelto y llego a mi casillero.
—Espera, ¿y según tú cómo olvidaste todo? —abro mi casillero.
—Me caí en las duchas —rasco mi cabeza nerviosa y es cuando todo se vuelve un punto focal.
Ojos azules aparece por la entrada junto con un chico alto de cabello castaño claro, sus aires de grandezas opacan al resto de personas que se ven como unas jodidas bolitas pegadas a los casilleros.
Si ellos parecen bolitas, ¿entonces tú que eres? Sabes, me encanta que seas de ese tamaño.]
Su mirada se encuentra con la mía y aparto mi rostro de su visión —Aún te sigue mirando —Omar susurra y le doy un codazo antes de tratar de desaparecer.
Busco a mis costados la manera más factible de huir, ya que de seguro solo viene a molestarme por ser la nueva.
Mi vista va el pasillo con menos estudiantes y salgo corriendo o más bien tropezando y cayendo al suelo de nalgas, ya que alguien se interpuso entre mi huida y el corredor.
—¡Auch! —oh no, una voz chillona —fíjate por donde tratas de caminar—sin mirarla recojo mis cosas y me levanto con dificultad.
Omar llega a mi lado y me estabiliza —Vámonos—toma mi mano y me jala.
Alzo la vista y volteo a ver como la misma chica que ayer estaba con ojos azules se levanta del suelo mientras él solo mira nuestra dirección.
Esa mirada literalmente ya me dice que estoy muerta.
No la toques, ¿quieres el otro ojo morado?]
No, Alpha.-
Suéltala.]
Y como por arte de magia Omar suelta mi mano, —Irina, vamos te dejaré en tu clase—voltea y sonríe, junto mis cejas.
¿Pero que mierda?
—¿Por qué soltaste mi mano? —interrogo y él traga grueso.
—No es por nada, sabes, ya tengo que entrar a clases, te veo luego —camina adentrándose en los pasillos y desaparece de mi vista.
Tiro mi bolsa a un lado y saco mi horario todo arrugado, mis ojos van a la primera casilla del martes y caen en español con la profesora Eraida Escobar. Tiro de mi mochila hacia atrás y alzo mi cabeza para corroborar que voy en el camino correcto, doblo el horario y camino por los largos pasillos con la bulla de los adolecentes de fondo.
Niego internamente, ¿Cómo es posible que la campana este a punto de sonar y ellos hablen tan tranquilamente?
Giro al final del pasillo y ahí esta el letrero en grande que marca la clase de español, apresuro el paso cuando veo a la profesora venir hablando con la profesora de filosofía directo al salón.
Entro lo más rápido que puedo y me asiento en una silla al fondo —Buenos días queridos estudiantes. El día de hoy tenemos un ejercicio sorpresa con la colaboración de su profesora de filosofía—¿ejercicio sorpresa? abro mis ojos tanto como puedo.
Ella ni siquiera nos ha dado un tema en específico, solo repaso y la profesora Delfina se la paso el día de ayer dándome un enorme sermón por mi falda y camisa.
—Ustedes no se deben quejar de nada, ya están lo suficientemente grandes como para responder unas simple preguntas de español con su nivel de complejidad dos y una lógica baja. Son estudiantes de media, ¡compórtense como tal! —la profesora Delfina habla con un tono de voz alto y fuerte.
La profesora de español entrega la hoja fila por fila, me apresuro a sacar mis cosas y espero la prueba, finalmente me da la mía y solo observo una sola cosa.
Escriba una oración que tenga un solo verbo. Utilice las siguientes palabras: Escuela, tractor, cama, tablero y computadora.
Esto es fácil, no tiene ni un mínimo de complejidad.
Lleno los campos de la hoja y leo las indicaciones cuidadosamente.
—Les quedan tres minutos—tomo el bolígrafo y escribo en la línea inferior a las palabras.
La profesora Eraida Escobar dibujó en el tablero una escuela, un tractor, una cama y una computadora.
Lo reviso nuevamente y volteo la página —SE ACABÓ EL TIEMPO. Pasen las hojas de atrás hacia adelante —doy la mía y aplasto mis labios—se pueden retirar —guardo las cosas y saco mi horario para revisar la segunda casilla del día.
Artes.
Guardo el horario y recojo mi bolsa del suelo para colgármela a un lado de mi hombro, alzo la vista y me encuentro solo con dos pares de ojos observándome.
Paso por su lado y antes de llegar a la puerta escucho sus susurros —Sí, ella será nuestra luna.
¿Luna?
Nota de autora: este símbolo - es para representar la voz de Omar en la cabeza