CAPÍTULO 2
Diane tembló, sus ojos se llenaron de lágrimas, mientras Dominick se apartaba, el hombre se dirigió hasta el interior de la Oficina, Diane no recordaba de cómo se respira, pero solamente había una razón por la que ella estaba allí y era su madre, pensar en Alejandra Cantú la obligan a seguir los pasos del hombre.
30 minutos después el certificado de matrimonio brillaba en la mano de ambos, Diane había realizado el intento de alejarse, pero las manos de Dominick lo impidieron.
— ¿A dónde crees que vas a irte? - Su voz era escalofriante.
— Al funeral de mi hermana, el matrimonio fue llevado a cabo, después de todo es lo mismo que mi hermana iba a hacer.
— De hecho si, porque ella seguía mis órdenes, pero tú eres muy altanera, entonces el contrato cambia - Dominick había sonreído - Conmigo no podrás lidiar tan fácilmente Diane Cantú, el contrato que firmaste estipula que yo defino el tiempo que va a durar, tienes prohibido acercarte a tu exprometido, y vas a estar conmigo el mayor tiempo posible, tú llegas a desobedecer una de esas cláusulas, tu madre se muere.
Diane se había quedado pálida, sus piernas temblaban, esto no estaba en sus planes.
— Deberíamos de irnos al Funeral juntos, estamos legalmente casados - El hombre habló con burla, mientras que Diane sentía que el aire no llegaba a los pulmones por las palabras expresadas por Dominick.
Antes de que Diane pudiera dar una respuesta, su teléfono sonó - Pequeña mía, ¿en dónde estás? - Franco Rizzi estaba al otro lado de la Línea, mientras que Diane se mantuvo en silencio, pero Dominick fue más rápido tomando el teléfono y apagarlo.
— Nada de Rizzi, vámonos - Sentencia Dominick.
— Basta ¿Qué demonios quieres? Eres un maldito infeliz que está acostumbrado a lograr todo sobrepasando a todos, no te importa el sufrimiento de los demás, no sabes cuánto te desprecio, cuánto lamento que solamente tú conozcas la maldita droga que le da vida a mi madre - Diane estaba al borde de las lágrimas.
— Si, solamente yo la conozco, soy quien la prepara personalmente, y no me importa el sufrimiento ni los sentimientos de los demás, lo que quiera lo tomo como a mí se me dé la regalada gana, que tú me desprecies, no me importa, eres una entre tantos que le reza a cualquier Santo para que yo toque suelo.
Diane retrocedió un paso, por supuesto que sabe a quién estaba desafiando, sabe que estar vinculada al hombre era estar vinculada a la Mafia, a la muerte.
— Por favor, no vayas allí - Diane agachó la cabeza, las lágrimas ya no pudieron ser contenidas.
— 2 horas, en 2 horas te quiero en la Mansión Mascherano, si no estás allí, el amor de tu vida va a enterarse de la peor manera que casarse contigo es un sueño - Dominick se alejó de Diane, la mujer se secó las lágrimas no importa que tan fuerte fuera ella, oponente para Dominick Mascherano aún no ha nacido.
Cuando volvió a la Casa de sus padres se encontró con que ya era hora de ir al cementerio.
— ¿Dónde estabas Diane? - Franco la encaró.
— Estaba haciendo lo correcto.
— ¿Sabes si tu cuñado Vendrá a despedirse de su novia? - Franco le acarició el brazo.
— No vendrá - Diane tenía la voz temblorosa.
— ¿Por qué apagaste tu teléfono? —El hombre estaba muy preocupado por ella.
— No hagas preguntas— Diane se apartó de él, pero lo hizo llorando desconsoladamente, Roberto era el único que sabía aquello que estaba ocurriendo con su hija, así que la abrazo fuertemente.
— Perdóname hija - Susurró Roberto, que sentía que su corazón no podría soportar todo lo que se vendrá, había perdido a una hija, la otra fue condenada a casarse con un hombre malvado, su esposa dependía del medicamento que provee solamente una persona en todo el mundo, sus vidas fueron cortadas con una daga y la herida era demasiado dolorosa.
— Papá, va a odiarme, lo voy a perder; sin embargo, nada vale más que la vida de mi madre, nada - Diane se acercó hasta el Féretro de su hermana, incluso con el rostro pálido aún era hermosa, con su padre siguiéndola de cerca.
Unos minutos Diane se encontraba sentada en el columpio de su patio, mirando en la nada cuando sintió que alguien le tocó, el hombre conoce aquellas manos, conoce su manera de acariciarla.
— ¿Qué está ocurriendo? - Franco se había colocado en cuclillas por delante de Diane, porque siento que estás más destrozada de lo que yo me hubiera esperado - Diane solamente agachó la cabeza, ¿cómo podría explicarle al hombre que ama que estaba casada con el que era prometido de su hermana muerta?
— Perdóname Franco - Diane no podría soportar más por mucho tiempo, sabe que lo va a lastimar, sabe que se van a lastimar.
— ¿Por qué la mujer que amo me está pidiendo perdón? - Franco la tomó de la mano y depositó un beso en el dorso de la mano de ella.
Antes de que Diane pudiera contestar se había escuchado algunos murmullos en la Sala del Velatorio, la pareja que se encontraba afuera habían dirigido su mirada hasta el lugar de donde provenía mucho ruido, el rostro de Diane se había vuelto pálido cuando se percató de la intensa mirada oscura de Dominick puesta fijamente en ella.
— Vamos, tu cuñado ha llegado - Franco la había levantado, sus manos estaban entrelazadas, y Diane no quería que él la suelte, no obstante con la Presencia de Dominick todo cambiaba, Diane no quería enfurecer al hombre en lo absoluto.
— Señor Mascherano - Saludo Franco con total respeto - Lamentó su perdida.
— Esto no es una pérdida para mí, el día que mi esposa muera podría aceptar una condolencia - Claramente las palabras de Dominick tenía un significado que para Franco Rizzi era desconocido, mientras entrelaza sus manos con Diane, cuya mano estaba fría no sabe como su ahora marido podría ver aquello después de sus palabras de hace rato, por supuesto Franco se había percatado de la frialdad que emana el cuerpo de su prometida que él no sabe que se ha convertido en esposa del hombre que tenía por delante de él.