Capitulo 4
Sin podérselo creer David abandonó el juzgado esa mañana en compañía de Ester. Salieron del juzgado y fueron directamente a la mansión de David, en su mente solo se imaginaba poder tomar un largo baño, comer todo lo rico que existiera, dormir en su gigantesca cama y saciar la sed de su cuerpo, solo eso pensaba, su cabeza era un torbellino de ideas confusas, y como no, fueron muy largos los días que estuvo en ese lugar, siendo tratado como un mafioso pobre, sin comida buena, sin mujeres y sin privilegios.
—¿Estás feliz? —preguntó Ester, al verlo mirar por la ventana del auto con una sonrisa.
—Mucho, siete meses sin ver todo esto, sin escuchar tanto ruido, se siente bien y todo gracias a ti y mi sacrificio. —Hablo burlón.
—Ja, ja, ja, relájate, solo tendrás unos días de libertad y trabajo legal. —Sentenció Ester.
—Eres cruel, salgo en libertad por ser un hombre legal y ahora me quieres meter en eso. —Le dijo David, justo llegando a su hogar, bajó del auto donde fue recibido por alguien, para nada agradable.
—Amor, sabía que saldrías, no sabes lo mal que la pasé. —La voz de la "Novia" de David, se escuchó, Ester levantó una ceja, sí que no tenía vergüenza esa mujer.
—¿Qué haces aquí, María? —Reclamo David—, ¿acaso no tenía vergüenza?
—Cariño, creo que esta es tu única oportunidad de saciar tu abstinencia. —Sugirió Ester hablándole en el oído, sacó unos preservativos de su maletín y se los dio.
—Vengo por la mañana, cuídate. —Ester besó su mejilla y salió.
David no le prestó atención a María, subió a su habitación, se dio un relajante baño de casi una hora, bajo y comió todo lo que le provocaba, solo cosas ligeras o podría terminar en un hospital, al subir nuevamente, ahí seguía María, David la escaneo y se acercó a ella para susurrarle algo al oído que puso a temblar a la chica.
—Espero no te quejes, por qué seré un demonio sin escrúpulos. —Sentenció David, Dando inicio a darle la vuelta y empezar a quitar su ropa, sus manos hicieron el trabajo que pudo haber hecho su boca, pero no le daría ese privilegio, ya no lo merecía, su engaño y traición, sólo merecían eso, tomarla para saciar esas ganas de liberarse por varias veces, hasta quedar sin deseos de más o ella no le daba eso que él quería.
Sin una prenda en su cuerpo, se levantó, acercándose a su caja fuerte, donde estaba todo su dinero y un arma, tomó dos pacas y se la tiró a María.
—Vete ya, y no vuelvas a buscarme, o mi esposa te sacará los ojos. —Amenazó David.
—¿Tu esposa? Pero yo soy tu novia, desde cuando tienes esposa, si estabas en la cárcel. —Cuestionó indignada.
—No me vengas con estupideces, sé bien que eres amante de mi "Amigo". —Hizo una seña de comillas con sus dedos.
—Ya vete, no te quiero ver más, no busques que mi esposa te mate. —Le advirtió David muy serio, María se vistió, soltando palabras de insultos muy feas, que a David no le hacían nada.
La noche fue la mejor para David, había dormido más de 10 horas, estaba relajado y con mucha energía para trabajar, por lo que a la mañana siguiente estaba totalmente decidido a ver cómo estaban sus negocios.
Al pasar por cada pasillo, era recibido por sus empleados que estaban felices.
Ester ya lo esperaba en su oficina, de la cual había sacado a la fuerza a su amigo.
Unos segundos y entró David, se quedó con la mano en la manilla de la puerta, escaneo a la mujer frente a él, con las piernas cruzadas, se apreciaba ver ese muslo tan tonificado, Ester sonrió y se levantó, dando una vuelta para que David la viera mejor.
—Sí, soy muy narcisista, me gusta llamar la atención, ver en los demás, como gritan con su mirada que soy bella. —Habló Ester sacando una sonrisa en David, cerró la puerta y la saludo con un beso en la mejilla, un gesto que no fue coqueto, y morboso, solo de amabilidad.
—Eso me intimida, hace que me vea como un cachorro, como un siervo siendo atacado. —Se quejó David con drama.
—Solo bromeé, sé bien que tú no eres ese tipo de hombre morboso, aunque sí te gusta apreciar la bella figura de una mujer. —Afirmó Ester, haciendo sonreír a David.
—Gracias, ya me estoy acostumbrando a tus halagos. —Se sinceró él.
—Que bien, ahora dejando a un lado los halagos, puedes llamar a tu nueva asistente, ella te dará un breve resumen de todo lo sucedido y lo recuperado. —David puso una expresión de confusión.
—Cambie de personal, Tu amigo hizo de las suyas, pero logré quitarle bastante. —Habló con orgullo—. Nos vemos luego, cariño. —Le lanzó un beso al aire y salió dejando a David negando con su cabeza.
David revisó todo junto a su nueva asistente y vaya que si le quería robar su patrimonio, pasó el día entero poniéndose al día, saltándose el almuerzo.
Mientras que en la mansión, Ester preparaba su nueva habitación y los papeles de su matrimonio con David Caruso, esa mujer, cada vez más, llenaba de sorpresas a ese caballero.
Aunque le prometió una semana, eso no significaba que no estaría cerca de él, viendo cada detalle para su plan.
David llegaba sumamente agotado, con su maletín en mano y la otra en su corbata, tratando de aflojar un poco el nudo, adelantando el trabajo, su sorpresa fue grande o aunque no tanto, de ella se podía esperar cualquier cosa.
—Llegas muy cansado, ve, toma un baño y te espero aquí. —Le dijo Ester en tono comprensivo.
—Claro, ya regreso. —respondió él, dirigiéndose a la habitación para darse un merecido baño y salir a comer junto a su compañera.
Ester tomaba una copa de vino y David se estaba terminando de poner su suéter, Ester sintió su presencia y se dio la vuelta, lo escaneo en segundos y sonrió.
—¿Cenamos? —David sonrió y le hizo una seña con sus manos de que siguiera ella primero; le ayudó con la silla y tomó asiento él.
—Veo que te tomas muy en serio tus planes. —Le dijo David, antes de meter un bocado a su boca, Ester terminó de tragar lo que tenía en su boca y sonrió.
—Sí, puede ser que te hostigue hasta obtener lo que quiero, la paciencia y la espera, no es lo mío. —Aseguró ella.
—Bien, te entiendo, pero hay algo que quiero saber —replicó él.
—Pregunta, veré si puedo responder. —Declaró ella.
—¿Me contarás cómo llegaste a mí? —preguntó curioso.
—Mataron a mis padres y a mi novio. —Decidió hablar después de un par de minutos en silencio.
—Lo siento mucho. —Habló David muy sincero.
—¿Sabes quién es Junior Leal? —preguntó Ester.
—Claro, el abogado que nunca respondió a mi petición, era el único que podía ayudarme y no le dio la gana. —Respondió David en tono rencoroso.
—Está muerto. —Soltó Éster, viéndolo a los ojos con la mirada llena de molestia.
—¿¡Que!? —Susurró David muy sorprendido.
Estar metido en ese lugar no le permitió ver las noticias y saber la muerte de ese prestigioso abogado.