5. ¡No toleraré que me ignores!
«¿Quién es ella? ¿Y qué diablos hacía subiendo una escalera de servicios?»
— ¿Enrico? — la voz de Melanie lo sacó de sus divagaciones sobre la identidad y procedencia de la extraña, pero bella joven de la azotea, a la cual curiosamente se atrevió a nombrar "mariposa azul".
— ¿Sí, qué pasa?
— ¿Me preguntas eso a mí? ¿Qué es lo que te pasa a ti?
— ¿A mí? No me pasa nada.
— ¿Qué no te pasa nada? Dime, ¿Es normal para ti dejar…? — la mujer se aclaró la garganta antes de proseguir — ¿Dejarme a mí, tu prometida, tirada con todos esos invitados?
Pese a que la complejidad de alguno de sus negocios amenazaba con robarle la paz a menudo, Enrico se consideraba un hombre paciente; sin embargo, Melanie, la futura señora Dumas, estaba logrando alterarlo.
Tal vez, por su naturaleza pacifista, es que odiaba alterarse y mostrar esa parte de su personalidad con personas cercanas a él. Sobre todo si esa persona era su futura esposa, sin embargo, Melanie, no se lo ponía fácil con sus incesantes reclamos sobre la estúpida fiesta aburrida de la cual había escapado el día anterior.
En su afán por tranquilizarse llevó su mano diestra hasta el lugar donde uno de los criados había dejado el periódico de esa mañana abriéndolo en la sección de economía.
— Esto tiene que cambiar. ¡No toleraré que me ignores! — gritó de pronto ella, arrebatándole el periódico de las manos.
Melanie Salvatore jamás creyó que alguien pudiera intimidarla con solo una mirada, obligándola a callar y a querer salir corriendo de la habitación donde se encontraba, nadie jamás la había hecho sentir insignificante como en ese momento lo hacía Enrico, quien se había levantado de golpe tras ella expresar su desacuerdo por su forma de actuar, haciéndola sentar de golpe aferrándose con fuerza al apoyabrazos de hierro forjado de su silla.
— ¡Que sea la primera y última vez que me haces este tipo de escenas!
Pese a sentir que el aire le faltaba y que un sudor frío empezaba a recorrerle el cuerpo, ella se negaba a ceder.
— ¿Si no, me golpearas? — se atrevió a preguntar con un tono bajo, pero que al mismo tiempo trataba de sonar desafiante.
— No, Melanie. No tengo por qué hacerlo, simplemente te mandaré de regreso con tu padre, no me importa si sus influencias harán que mis negocios sean más rentables, tu padre necesita más de mí y de mi dinero, que yo de ustedes.
Ni siquiera esperaba que él actuará de ese modo, nadie se había atrevido a llevarle la contraria, ni su padre lo había hecho, estaba acostumbrada a que se hiciera lo que ella deseaba, a qué todos corrieran a cumplir sus caprichos. Los hombres por lo regular lo hacían, ya fuera por su padre y sus beneficios o querer solo halagarle y que les hiciera caso, pero él, Enrico no era como ellos, ella lo sabía desde el momento que se había esforzado en llamar su atención seis meses atrás, y pedirle a su padre ayuda para lo que nunca pensó pedirle, que moviera sus influencias y la ayudará a atraerlo, cosa que pareció funcionar, ya que ella pronto se convertiría en la señora Dumas, la forma respetuosa con la que él la trataba la llevó a pensar que ese hombre ya estaba comiendo de la palma de su mano, pero no era así. Enrico le demostró que ella no tenía ese poder sobre él, saber eso solamente hizo que Melanie Salvatore se encapriche más con ese hombre.
Enrico se calmó y volvió a su semblante sereno, sin prestarle más atención a su prometida, fingiendo concentrarse en el mismo periódico que momentos antes le había sido quitado de sus manos, pero no, él no estaba entretenido con las acciones de la bolsa de ese día, simplemente no podía concentrarse en nada que no fuera recordar el incidente del día anterior en el hotel, sobre todo tenía mucha curiosidad sobre la identidad de esa joven, además necesitaba alejarse de su futura esposa antes de cumplir su amenaza y mandarla con su padre. La mujer era desesperante, aunque necesaria para expandir sus negocios, al menos los dos primeros años de matrimonio, después de eso lo que hiciera Melanie no era de su incumbencia, aunque claro, si se casaba y él quedaba viudo, él no tendría que tolerar esos dos años.
Melanie debió de advertir que no era conveniente seguir molestando al hombre sentado frente a ella, en su lugar se dedicó a fingir ver en sus redes sociales, minutos después Enrico se levantó de la mesa para marcharse solo para detenerse al quedar a un lado de ella e informarle que no le esperara para almorzar.
— No me esperes para almorzar, utiliza la tarde para que visites los centros comerciales y encuentres un buen regalo para tu padre, no querrás no estar preparada para su cumpleaños. Te avisaré si estaré disponible para la cena. — Melanie no era estúpida, sabía qué decir algo o negarse a los planes hechos por Enrico tras la pelea podría significar que ir a la fiesta de su padre sería regresar a la casa de su padre soltera, y ella no estaba dispuesta a sufrir tal humillación ante la sociedad, frente a sus amistades por lo que simplemente sería paciente.
Enrico se decepcionó un poco cuando ella no dijo nada y aceptó todo en silencio sin darle la oportunidad de cumplir sus amenazas. La mañana se le fue demasiado rápido, llena de compromisos y juntas interminables de trabajo, sin embargo, nada parecía evitar que sus pensamientos regresaran una y otra vez al incidente del día anterior, sobre todo, al deseo de descubrir quién era la joven.
— Bobby, por favor, déjame por aquí — la petición de su jefe le pareció rara al chofer, sin embargo, no dudo en dejarlo en una de las zonas comerciales más grandes de la ciudad. Camino sin rumbo entre los escaparates de las grandes tiendas, ni siquiera sabía que lo había llevado a querer deambular por ellas, estaba por llamar a su chofer cuando llego a una pequeña joyería, era sencilla en relación con las otras que ya había dejado atrás. Pero esta tenía algo en especial y que llamó su atención por completo.
Lo primero que lo recibió tras abrir la puerta de la joyería, fue el sonido de una campanilla de cristal al moverse, era un sonido puro y relajante que lo hizo sonreír levemente deteniéndose al ver un sinfín de campanillas de viento con formas de mariposas de diferentes colores, de entre ellas una joven de unos 27 años de ascendencia oriental salió a recibirlo. La mujer parecía entre curiosa y alegre por ver a alguien más tentado y embelesado con el movimiento de las campanillas de cristal.
— ¿Puedo ayudarle?
Enrico no sabía que responder en primera, ni siquiera sabía por qué se encontraba precisamente ahí o por qué había entrado. La dependienta pareció darse cuenta de su dilema, por lo que le indico que lo siguiera a la tras tienda.
— ¿Le gustan las mariposas? — le pregunto al llegar a una especie de mariposario.
— Supongo que sí, que sí me gustan — fue su respuesta entrando con la joven al mariposario.
— Entonces ha llegado al lugar indicado, aunque claro, me refiero que encontrará un sinfín de artesanía relacionada con ellas, Ahora dígame ¿qué tipo de mariposa le gusta?
Enrico no dudo en responder la pregunta de la dependienta.
— Las mariposas azules — fue decir eso y que a su mente llegará la imagen de la joven que había conocido en la azotea y la que él, curiosamente, le había llamado mariposa azul. Enrico no era de las personas que creyeran en el destino, mucho menos a su edad y todo lo que ha vivido a lo largo de su vida, pero encontrarse con esa joven no había sido solo una casualidad, estaba seguro de que ese encuentro era por algo; sin embargo, no sabía el motivo, por lo que encontrar esa tienda tampoco era algo fortuito.
Después de preguntar la dependienta lo dejó a solas, tras un buen rato él salió del mariposario, está ya lo esperaba en el área del mostrador sirviendo una taza de té para dárselo junto a un plato lleno de galletas de jengibre.
— ¿Está listo para elegir su regalo?
—¿Regalo? — pregunto tomando la taza de té ofrecida.
— Si, el regalo. — Volvió a decir la joven tras el mostrador tomando de su propia taza de té.
Enrico no hizo otra cosa que reír porque era cierto, fue por ese motivo que le había pedido a Bobby parar justo en el distrito comercial.
— ¿Quiere que le muestre algo en especial o dejará que sea su instinto lo que le indique lo que debe de regalar?
Ya no le respondió a la joven, tomó su taza de té y caminó por el pequeño local observando las diferentes repisas, tenía razón, la dependienta, el regalo perfecto, pareció llamarlo tras dos horas de búsqueda. Un fino pasador antiguo con un par de mariposas azules fue lo que terminó comprando.
— No tenga miedo de entregar el regalo, así como llegó a sus manos, las mariposas en el pasador encontrarán la manera de llegar a su destino, solo es cuestión de que le dé un destino y no hay nada mejor para iniciar su viaje que ir al lugar donde inició el cambio.
Enrico iba a decirle algo; sin embargo, justo en ese momento entraron un par más de clientes, al final se fue sin decir nada de la tienda. Media hora más tarde llegó Billy después de que le llamara para que le recogiera.
— ¿Le pasó algo bueno en su pequeña excursión? — se atrevió a preguntarle su chofer al ver su buen humor.
— Algo así, ¿dime Bobby, sabes la leyenda de la mariposa azul?
— No, no la sé jefe, ¿por qué?
Enrico ya no dijo nada, desde ese momento sonrió toda la tarde, hasta el momento justo en el que Gregory, su hijo, llegó.