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3. Debes tener más cuidado.

Era Danielle Rossi, pero, aun así, no dejaba de llevar la tierra en la sangre, ni el gusto por los más exquisitos vinos de su familia, en el alma y el corazón, así que para la joven italiana, renunciar a esa copa durante una buena comida, o mientras se relajaba tomando un baño, era algo que no estaba dispuesta a aceptar, y era la única muestra de la verdadera liquidez económica de la que disponía y podía delatarla, porque en los demás gastos era bastante discreta, por suerte, no se rodeaba de gente que supiera identificar el precio de las botellas de vino que adquiría y eso le ayudaba a seguir manteniendo el anonimato. Lejos de casa tenía todo lo que quería, y nadie la observaba o se preocupaba por quién era.

Danielle sonreía cada vez que descubría restos de pintura en su rostro o en sus manos que no había logrado sacar del todo después de su última clase o simplemente haber pintado alguna obra abstracta de pie frente a su caballete, estaba segura de que su madre se escandalizaría por no llevar las manos bien limpias ni estar perfecta como le habían educado para verse siempre, pero esa era parte de su libertad y le encantaba.

Su única preocupación ahora era ser feliz, pintar y hacerse notar lo menos posible, así esos dos que la seguían mantendrían la distancia y su sueño de libertad no sería truncado. Porque a pesar de que había acordado con su padre que no habría guardaespaldas, era algo que Leandro no le permitiría y se hacían notar a medida que avanzaba.

Leandro, cada vez que escapaba de ellos, los cambiaba por unos nuevos, unos que no fuera capaz de identificar, y ella hacía como que no se había percatado de sus presencias hasta que le resultaban demasiado molestos, pero esa tarde solo quería escapar de quienes la vigilaban y ser libre.

Se desvió por un callejón y sonrió al darse cuenta de que los había despistado, extraño, nunca fue tan fácil, normalmente, había tenido que dar muchas más vueltas para conseguir perderlos de vista, pero por si acaso no pensaba arriesgarse y buscaría la forma más efectiva de que no la encontraran.

Y es que hay días en los que una está colmada de suerte y, sin duda, era uno de esos días porque la escalera de incendios de uno de los edificios estaba echada, por lo que no dudó en subir por esta, disfrutaría de su carísima botella de 7000 $ en el tejado de aquel lugar sin que nadie la molestara, con la única compañía de la luna llena que coronaba e iluminaba el cielo de esa noche con su luz plateada.

Se agarró al primer peldaño de la escalera y empezó a subir rápidamente, estaba de suerte, los molestos guardaespaldas parecía que no la seguían, pero no podía parar de subir o podían encontrarla en cualquier momento hasta que no estuviera arriba, no estaría segura de que los había despistado.

Un despiste mientras subía, con el consecuente resbalón se habria convertido en su final, si no la hubiera detenido aquel brazo que le rodeo la cintura y tiro de ella entrándola por la ventana del edificio a una habitación.

— ¿Pero en qué estás pensando? Debes tener más cuidado, ¿Acaso crees que una caída del cuarto piso no es nada?

El corazón de Chiara estaba acelerado por la impresión, tanto que podía sentirlo golpeando su pecho con fuerza, se aferró al cuerpo de quién la acababa de salvar de una muy dura caída y levantó la vista para ver su rostro, todavía jadeante y con los labios entreabiertos, estaba tensa, pero se fue relajando poco a poco sin soltar su agarré.

— Gracias...

Murmuró cerca de la boca de su salvador y solo entonces, cuando se percató de que estaban tan cerca que podía sentir su aliento mezclarse con el de él, es que se apartó delicadamente para girarse y mirar por la ventana.

— Sin duda, no lo habría contado si llego a caerme desde aquí, una pena con solo 19 años, jamás podría haber comprado un buen vino de forma legal en este país.—Explicó en perfecto inglés, pero un marcado acento italiano, se giró más calmada para sacar la botella que a pesar de todo había mantenido a salvo en la bolsa de cartón marrón y se la mostró.— Creo que debo agradecerle que me haya salvado la vida compartiendo mi botín con usted.

Ella era realmente muy interesante, así que no estaba equivocado, la joven era alguien de su círculo social, no solo por su gusto por esa singular bebida, sino por la manera que tenía de moverse y conducirse ante alguien como él. Cualquier persona normal se hubiera deshecho en mil y una excusas, pero ella únicamente parecía aliviada, por qué él estuviera justo en el momento preciso, es más, ni siquiera estaba asustada ante la idea de caer de 4 pisos, aunque no fuera una caída mortal, existía la posibilidad de que pudiera salir gravemente lesionada; sin embargo, su preocupación era por su botín.

— Así que me agradecerás compartiendo de tu botín. Me parece perfecto...

— No es un botín cualquiera, espero que tenga unas buenas copas de...

Iba a seguir hablando, sin embargo, el sonido de la puerta abriéndose del cuarto donde se encontraba, obligó a Enrico a llevar la mano derecha hasta los labios de la joven, empujándola hacia la pared atrás de unas hojas de una de las macetas de helechos que servían como decoración del balcón, haciendo que ella se estremeciera por su cercanía, era un hombre mayor, posiblemente de la edad de su padre, sin embargo, ese simple contacto había vuelto que su corazón se volviera loco de nuevo, justo como minutos atrás.

Sin darse cuenta, él se pegó demasiado al cuerpo de joven, manteniendo la mano en su delicada boca mientras El azul celeste de los ojos de él quedó fijo en el verde claro de ella, podía observar limpieza e inocencia en su mirada, algo que jamás había visto en los ojos de nadie que lo rodeara.

— Enrico...

La voz de Melanie se dejó escuchar por el lugar por unos momentos en los que asomó la mitad de su cuerpo a través de la puerta buscándolo. Ni siquiera tenía la necesidad de esconderse, pero era lo que hacía, porque no quería que nadie interrumpiera el encuentro con aquella joven.

Una vez, la puerta se cerró, sacó la mano, de su boca y, solo así, fue que Enrico se dio cuenta de que prácticamente estaba sobre ella.

— Lo siento...— no sabía cómo explicarse, algo que era imposible de ver en alguien como él tan seguro de sí mismo.

— Está bien, no importa...— ella le dedicó una sonrisa sincera en cuanto se alejó, pensando en quién sería esa mujer y porque le huía, pero por alguna razón a Danielle le gustó que así fuera.

— Mira, sé que sonará raro, pero dado que nada desde nuestro encuentro es normal, porque no me devuelves el favor saliendo de aquí.—Hasta el mismo se sorprendió por las palabras que acaba de decir.

Él, Enrico Dumas proponiendo escapar de la su fiesta de compromiso, sin duda algo estaba realmente mal, pero no se iba a poner a pensar en eso, si volvía dentro lo más seguro es que sufriera un infarto, algo que no estaba dispuesto a sufrir.

— ¿Me ayuda a escapar, señorita?

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