Capítulo 1 Jade.
Jade Renger se despertó gracias a los constantes y fuertes golpes de la puerta de su cuarto, como cada día, sabía muy bien quién era.
— ¡Si no te levantas en este minuto no me culpes por lo que sucederá! — Magnolia grito a todo pulmón del otro lado.
Esta joven de 21 años se preguntaba muy a menudo si ella era hija realmente de aquella mujer, ya que parecía más una madrastra malvada que cualquier otra cosa, aun así, Jade nunca le decía nada, la respetaba y la quería, por lo menos su padre le había enseñado a no tener maldad en su corazón, mucho menos a guardar resentimiento.
Como cada día se preparó para ir a su trabajo, una cafetería que quedaba cerca de casa y gracias a lo que allí le pagaban, más lo que su padre le daba, al fin podría ir a la universidad, se sentía cada día más cerca de aquel sueño.
Cepillo una vez más su cabello rubio, mientras mordía su labio, trataba de ver la belleza que según su padre Isaías, poseía, pero no la encontraba, era rubia, como muchas jóvenes, tez blanca, como miles de mujeres, sus labios los sentía demasiado anchos, carnosos y hermosos decía su padre, pero para ella eran el objeto de burla de su mejor amigo y amor platónico Javier, solo bastaba con que pensara el nombre del joven, para caer en una espiral de sueños sin fin, donde cada realidad alterna la llevaba a los fuertes brazos de su amigo, quien era su vecino y con el que había crecido.
— Buenos días. — dijo canturriando como era su costumbre y su padre le dedico una enorme sonrisa blanca, Jade se preguntaba que quizás si hubiera sido hermosa, si hubiera nacido más parecida a su padre, quien era moreno, de pestañas abundantes, cejas marcadas y unos hermosos ojos grises, mientras los de ella eran verde… verde Jade.
— ¿Cómo amaneció la mujer más hermosa de la tierra? — dijo Isaías viendo el rostro de su hija.
— Bien, siempre que tú me esperes para darme un beso, será maravilloso mi despertar. — respondió dándole un beso en la mejilla a su padre y saliendo de la casa.
Hacía mucho tiempo que no desperdiciaba su tiempo en desayunar en aquel lugar, hacía unos meses que los celos de su madre la sacaban de sus casillas, aun se preguntaba qué tan retorcida tenía su mente aquella mujer que decía ser su progenitora, como cada vez que podía o veía un acto de cariño de padre e hija, ella se encargaba de arruinarlo.
— ¿En qué piensas, cenicienta con trompa? — la voz de Javier a su lado la trajo de nuevo a la realidad.
— En nada importante ricitos de oro. — le siguió el juego al muchacho que tenía su misma edad.
Javier era el sueño de muchas chicas, brazos fuertes, ojos claros que cambiaban según la luz del lugar, su cabello rizado que siempre llevaba desordenado le daba un aire de rebeldía, para Jade era único a sus ojos.
— Necesito que me dejes un espacio libre en tu ocupada agenda, pasare por ti al horario de salida.
— Claro.
Fue todo lo que pudo responder, era tonto sentir nervios, pero así era, ella lo conocía de toda la vida, y sin embargo solo bastaba aquellas palabras para alborotarla de sobre manera, fue así como las horas de trabajo se le hicieron eternas, hasta que al fin salió.
Se sintió un poco desilusionada cuando salió de su trabajo de medio tiempo y no lo vio, pero aun así lo esperaría, siempre, el tiempo que hiciera necesario.
Una persona disfrazada de oso panda toco su hombro, como acto reflejo Jade se dio vuelta y le sonrió, y el desconocido sin decir nada le regalo una caja de chocolates y unos hermosos globos rosados, con duda y sobre todo curiosidad, la joven los recibió, mientras el oso panda, que parecía ser mudo, le hacía señas para que abriera la caja de bombones, siguiendo las indicaciones Jade abrió la caja, para descubrir que cada bombón tenía una letra, formando la frese, ¿Quieres ser mi novia?, aun un poco aturdida levanto su rostro y la luz de una cámara la segó por un momento.
— ¿Papá? — dijo al no comprender que hacía Isaías allí, mientras su padre reía y el oso se despojaba de su cabeza.
— Sorpresa mi bella cenicienta y… ¿qué me dices? — Jade estaba muda, su corazón golpeaba contra su pecho, ¿acaso aún estaba soñando? Se preguntó.
— No es un sueño hija. — su padre la conocía, cada gesto, cada silencio, este hombre sabia a la perfección lo que su niña pensaba, su única hija y por la que daría la vida.
— Javier… esto. — Jade leía una y otra vez los chocolates, mientras su mente buscaba que fecha era, no quería caer en algún truco de día de inocentes.
— Jade… me estas asustando y la gente nos está mirando… dime que no me equivoque y que me quieres, como yo te quiero a ti. — la realidad la golpeo de lleno, Javier lo sabía, él sabía que ella lo quería.
— Si, si quiero ser tu novia. — respondió al fin al ver los ojos cubierto de miedo de su amigo, su amor, aquel que en ese momento dejaría de ser platónico y se convertiría en realidad.
Al momento que Javier la abrazo y beso, provocando que todo su ser se estremeciera, una luz anunciaba que estaban siendo fotografiados.
—Papá. — se quejó avergonzada la joven.
— Nada y no me puedes privar de esto, llevo el registro de toda las cosas importantes que mi niña ha hecho.
Así era Isaías, tenía cientos de álbumes de fotos de su niña, Jade naciendo, Jade abriendo sus ojos, Jade durmiendo, caminando, su primer diente, su primer golpe, su primer baño, su primer sonrisa, Isaías Renger era el mejor padre del mundo y eso a Magnolia la enloquecía.
— Tan ridículos como siempre, por lo menos ahora tendrás quien te consienta y dejaras a mi esposo tranquilo. — Jade miraba a su supuesta madre de pie en las escaleras, su padre le había terminado de contar como había organizado todo con Javier para sorprender a su pequeña, pero lo único que brillaba en los ojos verdes de Magnolia era odio y celos, hacia ella, su hija.
— ¿En verdad soy tu hija? — pregunto al tiempo que sus ojos se enrojecían, odiaba llorar por el desprecio de su madre, pero no lo podía evitar.
— Para mí desgracia. — respondió con fastidio la mujer.
Jade no lo soporto y subió las escaleras, directo a su habitación, mientras sus padres comenzaban a discutir, ella conocía muy bien lo que se dirían, Magnolia insinuaría que Isaías la veía con otros ojos y no como los de un padre, cosa que provocaba asco en Jade, que ella pudiera insinuar eso, e Isaías la acusaría de ser la peor de las madres, algo que era cierto al cien por ciento.
Tirada en la cama de su habitación, cubriendo su rostro con la almohada mientras las lágrimas caían, se propuso hacer lo que mejor sabía hacer, quitar todos los recuerdos amargos de aquel día y dejar solo lo bueno, lo importante, solo así su mundo era color de rosas.
Javier estaba calentando los restos de comida del día anterior, a lo largo de los últimos tres años había gastado todo el dinero que sus padres le habían dejado del seguro de vida, estaba sentado en el sofá de la sala, se preguntaba si su vida hubiera sido diferente si sus progenitores no hubieran muerto en ese accidente aéreo, seguro que no tendría que preocuparse por el dinero si ese fuera el caso, para su suerte, su mejor amiga y eterna enamorada, siempre lo ayudaba, pero ahora Jade estaba a punto de partir a la universidad y lo más probable seria que se olvidara de él.
— ¿Quién lavara mi ropa si ella se marcha? ¿Quién cocinara para mí si Jade se enamora de otro?
Eran las preguntas que golpeaban la mente del joven, entonces una idea llego a él, Javier sabía que su amiga estaba enamorada de él, y como no saberlo, si Jade era un libro abierto, sin embargo, siempre mantuvo su distancia, no quería perder lo único bueno que tenía en su vida, pero ahora la perdería, o dentro de unos meses, cuando ella partiera a la universidad.
— Es demasiado buena para un inútil como yo.
Se dijo una vez más, mientras caminaba a la cocina a dejar su plato, observo por la ventana y allí estaba ella, soñando despierta como cada noche, viendo el cielo nocturno por la ventana de su cuarto, era bonita, hermosa para ser precisos, y tenía esa alegría propia de ella, siempre sonreía, siempre viendo el lado positivo de todo.
—Jade.
Dijo el joven perdiéndose en su belleza una vez más, fue allí donde decidió dar el siguiente paso, él la quería, la conocía, pero sobre todo la necesitaba, no podía permitir que ella lo dejara solo, ya suficiente soledad tenía en su vida.
— Señor Isaías, quisiera hablar un momento con usted. — dijo saliendo al tiempo que su vecino sacaba la basura.
— Por supuesto, dime Javier, ¿Qué necesitas? — este hombre había sido un gran apoyo para el joven rubio, a pesar de que sus padres no se llevaban con los Renger, ya que Magnolia era una mujer insoportable, tanto padre como hija siempre lo apreciaron y cuando quedo solo, lo cuidaron.
— Yo... a mi… vera... — no sabía cómo decir aquello, estaba nervioso, había tenido novias, claro que sí, pero sabía que con Jade seria todo distinto, no sería algo de una noche, sería para siempre o Isaías lo mataría.
— Tranquilo niño, respira, recuerda lo que les he enseñado a Jade y a ti, el no a tu pregunta ya lo tienes, si ya te has preparado para lo peor, solo deja salir todo y espera, quizás tendrás un sí a tu favor.
Él debía reconocer que Jade tenía un buen padre, alguien que te llevaba a ser valiente, a levantarte sin importar los golpes de la vida, no podía evitar sentir un poco de envidia por la rubia de ojos verdes y grandes pechos.
— Quiero salir con Jade. — dijo de forma rápida, casi tropezando con sus propias palabras.
— Me parece perfecto, ¿irán al parque de diversiones? Sabes que ella es como una niña en el cuerpo de una adulta. — respondió mientras mostraba su destacable sonrisa blanca en el rostro moreno.
— No, no me refiero a salir a pasear… quiero que sea mi novia. — se atrevió a decir, sabía que quien quisiera llegar a la joven, primero debía pasar por la aprobación de su padre.
— Ya era hora hijo, llegue a pensar que la dejarías ir sin un compromiso que la haga regresar. — respondió el mayor dándole una palmada en el hombro.
— ¿Está de acuerdo entonces? — respondió de forma efusiva, sin poder creer su suerte.
— Todo lo que le cause felicidad a mi niña, solo te pido que confíes en ella, déjala ir a la universidad, no te interpongas entre sus sueños, después de todo, regresara cada fin de semana.
— Puede contar con ello.
— Bien, ahora cuéntame ¿cómo se lo pedirás? debo registrar eso. — dijo con entusiasmo Isaías.
Javier podría dormir tranquilo, él conocía muy bien a Jade, la joven nunca tuvo novio, siempre estuvo al pendiente de él, ahora que al fin serian novios, sabía muy bien que no lo engañaría y que ella volvería cada fin de semana, para cuando finalizaran sus estudios se casarían y por fin dejaría de estar solo, pero, sobre todo, no tendría que preocuparse por el dinero, el mundo de Javier prometía ser color de rosas en un futuro cercano.