Capítulo 3
— Angela , ¿por qué llevas gafas de sol? No puedes ver bien con ellas cuando trabajas—, le dije mientras me disponía a quitártelas. Ella se estremeció.
—Lo siento señor pero puedo ver perfectamente con ellos puestos así que si me disculpa tengo trabajo que hacer—, dijo girándose para cerrar la puerta pero mi pie le impidió cerrar la puerta.
— Angela, lo que te digo es que te quites las gafas de sol, eso no es necesario para trabajar—, le dije dándole una mirada que no quería ponerme a prueba mientras ella resoplaba y se quitaba las gafas mirando hacia abajo.
—¿Qué te dije sobre no mirarme a la cara?—, le dije mientras me acercaba. —Lo siento, señor, pero ¿puedo volver al trabajo?—, dijo ella, sin dejar de mirar al suelo.
—¿Qué te dije sobre que me puedes llamar Grayson?— dije impacientándome.
—Mírame, no me gusta repetirme—, dije mientras levantaba la cabeza lentamente. Cuando su rostro finalmente estuvo a la altura del mío, vi un moretón bajo su ojo y la marca de una bofetada en su mejilla.
Cuando vi su rostro me enojé instantáneamente mientras la empujaba contra la pared suavemente y la agarraba por la cintura.
—¿Quién carajo te hizo eso, Angela ?— dije mientras apretaba y aflojaba la mandíbula.
—Umm n—nadie, me caí en la ducha—, dijo tragando saliva, lo cual sabía que era una maldita mentira.
—No me mientas, princesa, ¿quién te hizo daño?—, dije bajando la voz para no asustarla. Antes de que pudiera responder, le pregunté: —¿Fue ese hombre del bar de anoche quien te hizo daño?—.
—S—sí, era Jack—, dijo llorando. —Shh, shh, no llores—, dije mientras sostenía su cuerpo en mis brazos. Ese cabrón va a morir, y quiero decir, morir.
El punto de vista de
Angela . Mientras Grayson me sostenía, me preguntaba por qué, porque ningún hombre me había sostenido como él lo hizo y eso me hizo sentir algo muy profundo.
Cuando me tranquilicé, Grayson se fue a atender unos asuntos. Fui a mi oficina a terminar mi trabajo. Al terminar, me eché una pequeña siesta, pero terminó enseguida cuando oí el portazo, así que salí corriendo a ver qué pasaba.
Salí de la oficina y vi que Grayson sangraba por los nudillos. —¡Dios mío! ¿Estás bien?—, exclamé mientras se daba la vuelta con alivio en la mirada.
—Sí, estoy bien, Angela, deberías irte a casa—, dijo sentado en su escritorio como si sus nudillos no sangraran.
—No, necesitas que te traten—, dije, siendo la testaruda que soy. — Angela , vete a casa, ¿vale?—, me gritó.
—No, no lo haré. No me iré hasta que estés bien—, dije mientras comencé a tratar sus nudillos.
Mientras lo trataba, sentí que me levantaba la barbilla y antes de darme cuenta, sus labios estaban sobre los míos y tengo que decir que no sabía que mi primer día sería así.
El punto de vista de
Angela *Resumen*
Cuando sus labios se encontraron con los míos, no sabía que mi primer día sería así .
Cuando los labios de Grayson dejaron los míos, estaba en un estado de shock completo, no sabía qué hacer, era como si estuviera feliz y enojada al mismo tiempo porque no sé si esto es real o solo me está usando para abusar de mí.
Entonces hice lo único que sabía hacer siempre: le di una bofetada en la cara.
—En primer lugar, señor, eso fue muy poco profesional y, en segundo lugar, usted es mi jefe, nada más. En tercer lugar, estoy cansado de que mis hombres utilicen y abusen de mí—, dije mientras salía corriendo del edificio hacia mi auto y hacia un bar.
Al llegar a la barra, estaba demasiado bajo. Me dirigí a la pista de baile para relajarme. Sentí unos brazos que me rodeaban la cintura con suavidad y me besaban el cuello.
—Mmm, eso se siente bien—, gimo mientras presiono mi trasero contra su polla.
—Woah nena, estás borracha—, dijo el hombre mientras me levantaba y me llevaba a algún lugar.
Mientras entraba y salía sentí la brisa fría del aire y me colocaron en un auto pero sé que no era el mío porque mis asientos son de cuero.
—¿Dónde estoy?—, dije arrastrando las palabras. —Calla, nena, te voy a cuidar—, oí decir al hombre mientras deslizaba sus manos bajo mi vestido.
—No me quites las manos de encima—, dije volviendo en mí cuando el chico cerró la puerta del auto para evitar que gritara pidiendo ayuda.
—¿Qué tal si te callas y te relajas?— dijo el hombre chocándome.
—¡Argh! ¡Ayúdenme a ayudar!—, grité llorando.
