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Capítulo 2

Al escuchar esa voz varonil levanto rápidamente la mirada de la caja y me encuentro con un hombre rubio y alto, muy alto, sus ojos son verdes y me doy cuenta de que tiene una ceja enarcada; una lenta y sexy sonrisa se forma en su boca; ladeo la cabeza ¿cuál fue su pregunta?, ni siquiera lo recuerdo; pero al parecer él se da cuenta porque se muerde el labio y me repite:

—Te decía que si necesitas ayuda con eso, preciosa —Señala la caja detrás de mí y caigo en cuenta.

—Ammm ¿sí? —Carraspeo. —Bueno, emm… en realidad, sí; ¿vives en este edificio? —Su sonrisa se ensancha aún más.

—De hecho, no sólo vivo en este edificio, soy tu vecino; sólo que nunca nos habíamos visto de frente, yo te he visto a ti, pero creo que tú no me has visto a mí —Siento que mi rostro se calienta, él al ver mi sonrojo me guiña un ojo y me sonríe tiernamente, Dios es un hombre muy lindo. —Bien y… ¿te ayudo o puedes con la caja tu solita? —Lo miro nuevamente y luego a la caja, entonces me ordeno a mí misma hablar para no quedar como idiota.

—Mmm sí, por favor y si no es molestia.

—Claro que no es molestia, con gusto te ayudo. —Pasa por mi lado e inmediatamente miro al suelo y mis mejillas se encienden nuevamente, toma la caja como si no pesara nada y se encamina hacia el ascensor, rápidamente le doy las gracias a Thomas y sigo a mí recién descubierto vecino sexy.

Oprimo el botón para pedir el ascensor; luego cuando entramos oprimo el número cinco y las puertas se cierran frente a nosotros; miro a mi vecino y noto que me mira y sonríe, el lado de la comisura izquierda de su labio se eleva más que el otro y tiene un brillo extraño en la mirada, como si fuese feliz por estar ayudándome pero a pesar de eso logro notar un rayo de tristeza en su mirada; lo cual me intriga. El timbre del ascensor me hace mirar nuevamente al frente y salgo apresuradamente, puedo sentir que él me sigue; llegamos a mi departamento, abro la puerta y me hago a un lado para que pase, en cuanto los dos entramos cierro la puerta.

—Guau, veo que tienes una decoración muy… singular —Me dice cuando ve el laberinto de muebles que hay en mi sala, me sonrojo nuevamente y tartamudeo al contestarle.

—Bu...bueno en realidad he movido lo que más he podido —La sonrisa desaparece de su rostro en cuanto termino mi frase en un murmullo y totalmente serio me dice: —¿No tienes a nadie que te ayude con eso?, una cosita tan jodidamente linda y pequeña como tú no debería mover cosas pesadas —Mira nuevamente alrededor y me quedo sin palabras cuando se quita la chaqueta que tenía puesta y la deja encima de uno de los muebles. —Bueno no te dejaré así sabiendo que puedo ayudarte, dime dónde pongo los muebles y te ayudaré con esto.

Ni siquiera me muevo, creo que estoy en shock, no sé qué decir, nunca nadie me había ofrecido ayuda tan amablemente; cuando salgo del shock caigo en cuenta de que ni siquiera sé su nombre, por lo que sacudo la cabeza para deshacerme de los pensamientos que me invaden e intento hablar lo más segura que puedo.

—Bueno para empezar podrías decirme tu nombre —Le extiendo la mano y él la mira con una sonrisa. —Me llamo Sophie —Él estrecha mi mano y noto nuevamente ese brillo medio triste en su mirada.

—Soy Miguel —Me quedo perdida en esa mirada hipnotizante, pero a la vez nostálgica que me da con sus ojos verdes, suelto su mano y me alejo unos pasos de él, carraspeo e intentando alejarme más de él me acerco a un gran mueble que hay en medio de la sala.

—Podríamos empezar por este, es uno de los más pesados y sola no lo puedo mover —Él se acerca a la otra punta del mueble y mirándome con una sonrisa dice: —Bueno entonces manos a la obra, guíame, preciosa Sophie.

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Tres horas después Miguel me ha ayudado a acomodar todos los muebles y a desempacar las cajas que aún estaban esparcidas por todo el departamento, en este tiempo me he enterado de muchas cosas sobre él, como por ejemplo que está estudiando veterinaria, que vive en el edificio hace un año más o menos y que viene de un pequeño pueblo del cual no recuerdo el nombre; supongo que de ahí su deseo de ayudarme y ser amable conmigo. Además, también me confesó que le recuerdo mucho a su hermana menor, la cual falleció hace un año y medio; pues perdió la batalla contra el cáncer, eso me puso bastante triste, pero él se encargó de dejarme claro que lo aceptó en su momento con resignación y fuerza; pues entendió que ella ya estaba muy mal y que era lo mejor. No pude evitar tomar su mano cuando vi que se le aguaron los ojos al contarme cuantas cosas intentaron para conseguirle más tiempo en este mundo; ahora entiendo su mirada triste y la sobreprotección que vi en su rostro cuando le dije que intenté mover los muebles sola; sin embargo, al final él disipó el ambiente triste con un comentario gracioso que me hizo olvidar el mal rato. Es gracioso, mucho, diría yo, me ha hecho reír demasiado contándome anécdotas de su niñez que vivió con su hermana o con algún primo y me es imposible no pensar en que de seguro fue todo un diablillo cuando era pequeño.

Para cuando terminamos de contarnos cosas de nuestras vidas y de conocernos, me doy cuenta de que ya es de noche así que lo invito a cenar para agradecerle toda la ayuda que me brindó, él insiste en ayudarme y mientras estamos en la cocina me doy cuenta de que he encontrado un buen amigo en mi sexy vecino y que al parecer él me ha tomado bajo su brazo como un papá oso, pues me lo dejó muy claro al manifestarme que siempre le avisara cuando tuviera un problema o quisiera hablar, Mentiría si digo que eso no me alegra pues me siento cómoda con él y eso es muy raro en mí, teniendo en cuenta que siempre intento huir de la interacción con los hombres; cuando terminamos de comer hablamos otro poco y luego se marcha, pues debe levantarse temprano para sus clases, se despide dejando un pequeño beso en mi frente y recordándome que ahora cuento con él en mi vida.

Con una enorme sonrisa me voy al baño a lavarme la cara y los dientes, después paso por mi armario a dejar ropa lista para mañana, me pongo un camisón grande para dormir y me voy a la cama dejando programada la alarma para el día siguiente.

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Me remuevo inquieta cuando siento que algo cae en mi abdomen, al llevarme los dedos hasta allí para descubrir qué fue detecto un olor que impregna la habitación, ¿chocolate?, ¿por qué demonios hay chocolate en mi cuerpo? Siento que alguien lo esparce por todo mi abdomen hasta llegar a mis pechos, todo está oscuro, sólo puedo sentir cómo unos dedos recorren el valle entre mis pechos y luego bajan hasta mi vientre, me remuevo otra vez y siento que vuelven a subir; pero esta vez llegan hasta mi cuello y después siento como esos dedos recorren mi labio inferior e inmediatamente saco mi lengua para intentar saborear el chocolate en ellos. Sabe delicioso, me deleito lamiéndolos hasta que ya no siento más sabor de chocolate en ellos; los dedos vuelven a bajar hasta mi pecho y se arrastran por todo mi abdomen para volver a subir a mi boca, saboreo de nuevo todo lo que puedo mientras siento que toman la mano con la que me toqué para saber que había en mi abdomen hace unos momentos, siento que lamen mis dedos y los succionan, son muchas sensaciones y todas llegan hasta mi sexo haciéndolo palpitar; hago lo mismo que me están haciendo con los dedos que tengo en mi boca y se me escapan pequeños gemidos, hasta que siento que sueltan mi mano y retiran los dedos de mi boca.

Lanzo un quejido de protesta hasta que siento una respiración agitada cerca de mi cuello causándome escalofríos, me dan pequeños besos y luego bajan por el valle de mis pechos lamiendo el chocolate de estos, asegurándose de limpiarlos por completo; lanzo un gemido cuando siento que muerden mi pezón derecho y tiran de él, mi espalda se arquea mientras intento acercarme más a esa boca que me tortura tan deliciosamente, sueltan mi pezón con un sonoro “pop” y se desplazan al lado contrario para realizar el mismo proceso. Aferro mis manos al cabello de la persona que me condena con esta tortura que está enloqueciéndome y que por último remata el delicioso proceso soplando por unos instantes encima de mi pezón, entonces se me escapa un sonoro grito de placer que resuena por toda la habitación.

La tortura continua mientras lamen todo el chocolate que habían esparcido antes en mi cuerpo, brinco cuando muerden el área de mis costillas y siento que acarician mis muslos lentamente de arriba abajo, esa boca sigue bajando hasta que llega a mi vientre y se separa nuevamente de mí, por lo que tengo que soltar su cabello a regañadientes; después de unos segundos algo empapa mi sexo y sé de antemano que es más chocolate… ¡Dios, qué bien se siente!, por unos segundos no sucede nada y la tranquilidad de la habitación solo es interrumpida por mi respiración errática y mis pequeños jadeos. Me desespero un poco, ¿ya?, ¿no piensa hacer nada más? Estoy por formular mis preguntas en voz alta, pero obtengo mi respuesta cuando repentinamente se lanzan contra mi sexo a devorarlo vorazmente y mis jadeos se convierten en gritos cuando succionan con fuerza mi clítoris, saboreando la mezcla de todo el chocolate con el que me han rociado minutos antes y los fluidos que se escapan descontroladamente de mi sexo. Todo es demasiado intenso, pero me quedo sin respiración cuando siento que muerden mi clítoris y juegan con él entre sus dientes; creo que voy a morir, siento que mi corazón se detendrá en cualquier instante, pero pasa algo totalmente distinto…

Escucho el sonido del despertador, el cual me arranca cruel y despiadadamente de mi sueño y hago lo primero que mi estado adormilado y dolorido me permite, agarro el malnacido despertador y lo lanzo a la otra punta de la habitación con un quejido lastimero; luego vuelvo a recostarme en la cama con mi camisón en el ombligo, llena de sudor y totalmente dolorida con ganas de mi liberación, no puede ser que esto me pase de nuevo. Oficialmente odio los despertadores, pero odio más el hecho de que el chocolate ya no será lo mismo que antes para mí.

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