5
Repasaba con mi rotulador negro los dibujos infantiles que había pintado a lo largo del curso sobre mi mesa. No tenía ningún tipo de interés en lo que la señorita Wood pudiera contarnos sobre números o ecuaciones. Nora, a mi lado no paraba de apuntar cosas en su cuaderno, claro que a ella sí le gustaban las matemáticas, yo llevaba años cateándolas y dudaba que aquel año fuera diferente.
—Quieres, aunque sea, disimular que haces algo productivo, tía —para un momento en que la profesora se calló para atender una duda, Nora miró mi mesa vacía —. Joder, ni siquiera has sacado el estuche, vaga de mierda.
—Esta profesora me tiene manía, odio este instituto y más aún esta asignatura.
Realmente lo odiaba, y tenía motivos: 1) el uniforme era feo, horroroso, espantoso y doloroso a la vista; 2) los colores verde y amarillo mostaza eran la combinación más acertada para representar la mierda que era el instituto en sí; 3) el equipo de fútbol era un grupo de musculitos que seguían estudiando por el dinero de sus padres; 4) las normas eran ridículas, no fumar en la institución, esa era una, claro que eso no lo cumplía casi nadie...
Nora masculló algunas palabras tachando con tipex unas cuentas mal hechas, y acabó suspirando y cerrando su cuaderno. Ya había perdido el hilo de los dibujos que seguía sobre la madera verde de mi mesa, ¡ni siquiera el rotulador era mío!
—He quedado a la salida con Trent, le dije que necesitaba unos bikinis para nuestras vacaciones y aceptó sin que le preguntara si me quería acompañar —empezó a guardar sus cosas en su mochila, y yo miré por la ventana de clase hacia el aparcamiento.
Cojonudo, pensé, a coger el autobús lleno de imbéciles.
No solía coger el autobús del instituto, había montado alguna que otra vez y aquello era un caos; Steve y su séquito de idiotas se sentaban al fondo junto a Marie, su novia, y algunas animadoras a las que sus padres les habían quitado el coche. En las filas de delante se sentaban chicos como Anthony, el rarito de clase de educación física que solía esconderse en los recreos para jugar a la Nintendo. Era odioso estar entre un grupo de gilipollas que gritaban y se reían de los demás, y un grupo de frikis que hablaban de futuros negocios o mierdas.
—Bien, quiero reclamar que esta es nuestra última clase antes de que me despida de vosotros —habló la señorita Wood. ¿Sí, ya la última case? —Entraréis a la universidad, y haréis una nueva vida, algunos nos despediréis de vuestros amigos y será hora de decir adiós, pero otros seguiréis juntos por muchos años que pasen, y eso está bien, pero la independencia es algo que todos necesitamos vivir —dejé caer la cabeza contra la ventana, y seguí escuchando la voz rasposa de la señorita Wood de fondo —. Este verano muchos de vosotros tendréis que estudiar a tope, ¡yuuhhu! —gilipollas, pensé; yo no me iba a pasar el verano estudiando con la cabeza metida en los libros, y Nora tampoco —Los exámenes de acceso a la Universidad están cerca, solo en un mes estaréis en alguna de estas clases de nuevo poniendo en riesgo vuestro futuro, debéis esforzaros mucho y perseguir vuestros sueños.
Tommy Parks, un chico guapo del equipo de fútbol, levantó la mano tras acomodarse la chaqueta del equipo.
— ¿Y los que queremos seguir con el fútbol y llevamos beca? Señorita Wood, no creo que nos veamos nunca más, con todo el respeto, espero dejar de verle la cara a los profesores y frikis de este instituto.
¡Zasca! tenía razón. Yo no iba a malgastar mi tiempo en estudiar cuando yo no valía para ello, sí, iba a entrar a la Universidad, pero mis padres pagarían para ello. Si se pensaban que iba a entrar con beca como Samay, lo llevan claro. Solo faltaban cuarenta y dos días para los primeros exámenes, y ni siquiera tenía pensado presentarme. ¿Para qué? La carrera que quería no iba de estudiar.
El sonido de la campana revolucionó todo el instituto, era el último día, y en una semana me iría con Nora a Sicilia tras nuestra graduación. Teníamos todo planeado, y no pensaba cambiarlo por nada.
—Date prisa joder —espetó Nora a una chica en el pasillo —. No, no me mires así, tengo prisa —bramó.
Casi me arrastraba entre las personas, y se lo reclamaría a Trent en cuanto lo viera. Ya llevaban una puta semana hablando, y Nora cada vez pasaba más tiempo con él, cómo si ese chico moreno con pecas la estuviera absorbiendo a su mundo de peligro.
El calor de la calle era asfixiante, y la mochila se me resbalaba por el brazo arañandome con algunos clips que tenía pinchados en las tiras.
— ¡Trent! —gritó, y frenó frente al chico con una sonrisa estúpida en la cara.
Parecía mentira que se hubieran visto hacía dos días en aquel mismo sitio, él había venido a por ella para irse a no sé dónde, y me había encasquetado su mochila y la bronca de sus padres cuando fui a su casa a dejarla.
—Hola, Andra —me saludó Trent —. Deberías mirar más a tu izquierda, rubia, no le gusta que le ignoren.
Giré levemente la cabeza, y vi el fornido cuerpo de Jax Jones apoyado contra un Range Rover negro y brillante. Sus fuertes brazos tatuados se mantenían cruzados sobre su pecho, y miraba algo fijamente en su móvil sin siquiera mirar a su alrededor. Recordaba que me había dicho que tendríamos que hablar, y aunque hiciera ya una semana de aquello, yo quería hablar y seguir descubriendo cosas de él, porque NADA, era lo que había descubierto en una semana. Nadie sabía NADA de él, no algo que me pudiera servir.
—Pensaba que eso de los pijos no era lo tuyo, pero estás aquí y déjame decirte que no parece algo que se vea todos los días.
Subió la mirada, y sin quitar su pose de badboy, me señaló el coche con la cabeza.
—Sube, vamos a hablar —rodeó el coche, rozándome con su brazo, y se subió al lado del piloto.
La curiosidad de picaba, pero no iba a preguntar, él iba a ser el primero en hablar.
- - -
— ¿Ya está? vamos a hablar, has dicho, Jax —le imité —. ¿Vamos a hablar aquí?
Miré a ambos lados, estábamos aparcados en el arcén de Santa Mónica Boulevard, no sé si era porque había pillado de camino a alguna parte o porque sí, porque le daba la gana que estuviéramos allí parados.
—Sí, Andra... —apretó el volante dejando caer la cabeza en el respaldo del asiento —. Deja de jodidamente hacer eso, es molesto. Y que seas tan jodidamente directa te va a traer disgustos.
—Me gusta ser directa, no voy a cambiarlo —suspiré. Había dejado la mochila en los asientos traseros, y con ello mi paquete de tabaco también —. Jax Jones... —me desabroche el cinturón, y me puse de rodillas sobre el asiento estirándome hacia mi mochila —principalmente hablan todos de tí, pero más las chicas, me ha parecido muy curioso ver como alguna que otra novia se enfada con su novio por tu culpa, incluso en esta semana que has estado desaparecido se han inventado nuevos rumores —giré la cabeza hacía él. Entendía que la falda se me hubiera subido, pero era imposible que me viera la ropa interior... creo —.No me mires el culo.
Agarre el asa de mi mochila, y me senté de nuevo colocándola mi regazo.
—Eres lista —dijo. Su pelo algo rizado se movió con el aire caliente.
Quise ignorar el pellizco que aquellas palabras me dieron en el pecho.
—Guau, esta vez no estás borracho para decirme un piropo.
—En la playa tampoco lo estaba —aseguró, y se sacó el cinturón de seguridad.
—Pero la gente te había visto beber, ¿ahora como me callo yo que Jax Jones me ha dicho algo bonito? Tendría que decirles que yo misma te he emborrachado o que te he drogado con algo muy fuerte.
Pocas veces le había visto sonreír, pero estaba guapísimo, como un chico de telenovela oscuro, esa sonrisa le hacía brillar.
—Te lo repito para que te calles, Andra. Eres lista, lo suficiente como para saber cosas de mí que ni yo mismo sé, porque hazme caso, las sabes.
Sonreí con el cigarrillo ya entre mis labios. Si sabía cosas de él, no era por otros rumores o por investigar... bueno, eran por conclusiones mías. He escuchado tanto sobre él que a la mínima cosa buena que dijera la gente, yo ya sacaba la conclusión más enrevesada de porqué Jax Jones no era peligroso. Entre todo lo malo, siempre hay algo bueno que lo contrarresta.
—No sé cosas de tí que tú no sepas, Jax —dejé caer el brazo por fuera de la ventanilla, y solté el humo de mi cigarrillo con lentitud. Nunca sabía cómo iba a reaccionar —. Yo admito cosas que el resto de personas niegan solo por mantener tu figura de chico malo; tú no aceptas nada que no sea el escuchar que eres peligroso, pero deberías aceptar que tienes algo bueno, Jones, ¡deja sacar ese lado bueno un poco! Puede que yo te parezca lista, pero sé que hasta te parezco interesante por la forma que tengo que verte—le miré directamente. Tenía los ojos cerrados, y parecía tranquilo, casi durmiendo, pero con la expresión tensa—. Yo veo en tí todo lo que tu no crees que eres.