Capítulo 1 Desaparición y renuncia (I)
Ubicación: Base militar desconocida.
Fecha: 12 de Noviembre de 1988
Hora: 8:00 am
El general Corvin se introduce en el Jeep blindado que lo llevara hasta el laboratorio secreto que se encuentra en las montañas. Por fin podrá hacerse con esos niños. Esos experimentos significan la culminación y el éxito de su plan. El soldado que se encuentra a su lado lo observa un momento y suspira.
— ¿Señor está seguro que hará esto? — el general sonríe con arrogancia y asiente.
Este soldado es el único al tanto de sus verdaderas intenciones, aunque hay otros implicados es el único que tiene conociendo absoluto de lo que hará, simple y llanamente porque confía en él, pondría su vida en sus manos, a fin de cuentas es su propio hijo y uno de los mejores soldados que conoce.
— Si muchacho y pronto seremos los amos y señores del mundo — responde con regocijo, el soldado asiente y suspira un poco inseguro.
Algo no le gusta en el plan de su padre, tiene un mal presentimiento desde hace un tiempo y por más que ha intentado persuadir a su general, ha sido imposible, la última vez que intento hacerle saber sus preocupaciones discutió con él y el castigo que le impuso por desobedecerlo fue tan duro y severo como si se lo estuviera impartiendo a un soldado raso y no a un teniente y su propio hijo.
El camino hasta la base y laboratorio como siempre es tranquilo, es lugar está demasiado retirado de la civilización y el pueblo más cercano es tan pequeño y poco poblado que es casi un juego de niños hacer toda esta operación con tranquilidad. Mover a los experimentos se ha convertido en la principal preocupación del general Corvin.
Una vez llegan al laboratorio, el convoy se organiza de forma que los niños puedan subirse sin ningún inconveniente a los camiones y ser transportados con discreción. Pero algo llama su atención en cuanto apaga el motor, los soldados que están a cargo de la vigilancia del lugar se mueven de un lado al otro corriendo y gritando cosas. Su ceño se frunce y su cuerpo se tensa cuando su general respira profundo a su lado.
— ¿Ahora qué coño estará pasando? — pregunta malhumorado el hombre descendiendo del jeep.
El teniente lo imita y lo sigue de cerca, en cuanto el teniente a cargo de la base los ve echa a correr hacia ellos, se detiene frente a ellos, parándose firme y haciendo el debido saludo militar.
— Señor buenos días — lo saluda, el general lo ignora por completo mirando a su alrededor.
Para esta hora los niños deberían estar formados en el patio listos para ser cargados y transportados y el patio está completamente desierto.
— ¿y mis experimentos? — pregunta el general fijando sus ojos en el teniente.
Este se tensa y desvía sus ojos con nerviosismos al suelo y luego vuelve a fijarlos en los ojos iracundos de su general.
— No están señor — murmura el teniente.
De inmediato el cuerpo del general se tensa considerablemente, sus manos se cierran en puño y su expresión pasa a ser una máscara de ira y salvajismo.
— ¿QUÉ? — grita enfurecido haciendo que el teniente se sobresalte
— Los experimentos desaparecieron señor — repite con voz dudosa.
— ¿CÓMO DEMONIOS DESAPARECEN 150 CRIOS DE UNA PUTA BASE MILITAR CUSTODIADA POR LO QUE SE SUPONE SON LOS MEJORES SOLDADOS DE ESTE JODIDO PAÍS? — grita haciendo que el temor en el rostro del teniente se haga mayo.
El general saca su arma y le quita el seguro poniéndola en la frente del teniente, de inmediato su hijo reaccionar.
— Señor…
— CALLA CORVIN — le grita sin apartar los ojos del teniente que ha comenzado a sudar — ¿DÓNDE MIERDA ESTAN MIS EXPERIMENTOS? — el soldado no responde por lo que el general acciona el arma.
El cuerpo del teniente cae al suelo dejando un enorme charco de sangre en el suelo, el teniente Corvin a su lado observa completamente anonadado lo que ha hecho el general, este ni siquiera mira el cadáver del joven cuando pasa sobre él, camina hacia el lugar donde solían quedarse los niños y efectivamente el lugar esta completamente vacío, el general maldice por lo bajo y echa andar hacia el laboratorio, donde algunos soldados más están de pie haciendo guardia.
En cuanto estos los ven acercarse se ponen firmes y hacen el saludo correspondiente.
— ¿Quién está a cargo? — ladra el general llevándose por el medio a uno de los soldados
— El teniente Williams señor — responde con cierto nerviosismo uno de los soldados
— Pues el ya no lo está — escupe poniéndose de pie frente al soldado que le ha respondido — ¿Dónde coño están mis experimentos? — pregunta una vez más haciendo que el chico se tense sobremanera.
— No lo sabemos señor — el general Corvin cierra sus ojos y respira profundo
— ¿Dónde está el equipo y el Dr. Stevens? — pregunta mirando al laboratorio.
Abre la puerta y entra con paso decidido dentro el laboratorio luce tranquilo, algunos soldados se paran firmes en cuanto notan la presencia del general, uno de ellos se adelanta y lo saluda
— Señor
— Habla — le espeta el general mientras continua su camino hacia la sala de juntas.
— El teniente Williams nos ordenó recluir a todos los científicos en esta área, pero no logramos dar con el Dr. y Dra. Stevens — en cuanto esos nombres son mencionados el general se detiene y se gira sobre sí mismo para mirar al chico que camina a su espalda junto al teniente Corvin.
— ¿Qué estás diciendo? — dice entre dientes el general
— Fuimos a buscarlos a su casa pero no están, tampoco están sus cosas y el niño tampoco está — explica, la expresión de ira en el general no solo es intimidante es aterradora.
— Búsquenlos — ordena mientras ingresa a la sala de juntas donde un grupo de científicos caminan de un lado al otro.
Todos al notar al general en la puerta se tensan, un chico palidece en la mesa y todos lo observan con severidad, es el que luce más nervioso de todos.
— ¿Dónde están mis experimentos? — repite la pregunta que está atormentándolo desde que llego
— estaban allí hasta anoche — responde uno de los científicos de la izquierda.
Un hombre joven de unos treinta y tantos, el general se gira para enfrentarlo y camina hasta el, lo ve de arriba abajo despectivamente.
— No me digas — suelta con altanería y en tono burlón — no me interesa donde estaban anoche, ¡QUIERO SABER DONDE MIERDA ESTAN AHORA! — vuelve a gritar haciendo que la tensión sea aún mayor en la estancia.
— No lo sabemos, creímos que ya se los habían llevado — responde con nerviosismo el científico llevando una de sus manos a su frente donde una capa de sudor la cubre.
— Bien… — responde el general con una calma que le avisa al teniente Corvin que las cosas se pondrán feas si ninguno comienza hablar poco.
El general Corvin es conocido por su poca paciencia y su brutalidad de acción, no es un tipo amable y suele ser bastante cruel con sus enemigos, es despiadado y frio.
— Tu — dice apuntando con el arma a otro de los científicos, este eleva sus manos al aire y se pone pálido — ¿te dijeron algo la Dra. o el Dr. Stevens estos días?
— ¿Qué tienen que ver ellos en todo esto? — pregunta el mismo científico que ha estado respondiendo por todos
— ¿Qué, que tienen que ver? Son los putos líderes del proyecto, tienen todo que ver Y RESULTA QUE DESAPARECIERON EL MISMO DIA QUE MIS EXPERIMENTOS LO HICIERON — grita de nuevo, haciendo que los ojos del científico se abran como platos y se fijen en el chico que está sentado en la mesa.
De inmediato el general lo nota y camina hasta el, corre una silla y se deja caer a su lado, coloca el arma sobre la mesa y lo ve con curiosidad.
— ¿Sabes dónde están? — pregunta intentando sonar amable
— No señor — responde con nerviosismo el chico
— Mitch — le advierte el mismo científico que hablo antes
— No sé nada señor — el general suspira y niega con la cabeza
— No luces como si no supieras nada, luces como alguien que se muere por escupir lo que sabe — el general se inclina al frente y entrelaza sus dedos apoyando las manos y los antebrazos sobre la mesa, junto al arma — te daré otra oportunidad muchacho — una sonrisa macabra se dibuja en sus labios — si no quieres hablar por la buenas puedo hacerte hablar por las malas y créeme no querrás que lleguemos a eso — el chico palidece aún más pero niega con la cabeza.
— Bien, si así son las cosas — suspira con resignación el general poniéndose nuevamente en pie — Corvin — llama al teniente que no necesita que le digan nada más para entender lo que desea su padre.
Se encamina hacia el chico y lo toma del antebrazo ayudándolo a ponerse en pie, cuando el chico lo hace, el teniente con un rápido movimiento estrella su torso y su cabeza contra la mesa, haciendo que el chico suelte un gemido de dolor.
— No soy un hombre paciente — escupe el general acercándose al rostro del científico — quiero respuestas — toma el arma y apunta al primer científico que hablo en la sala, este se tensa y sus ojos se abren como platos — ¿Dónde está el Dr. y la Dra. Stevens? — pregunta una vez más, el chico no responde, permanece en silencio, haciendo que el general afiance su agarre en el arma.