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—¿Como que no estoy en la lista?
—No lo sé, debió de haber una confusión —el rector revisa cada papel qué hay en su escritorio tratando de encontrar mi nombre. Pero no está. —¿Está usted segura de que se matriculó?
—Por supuesto que sí —me dejo caer en la silla. Genial, esto me pasa por venir a esta tonta universidad.
La puerta se abre.
—Señor director, la chica... —lee un papel—... Liliana Benoist está en la lista de personas inscritas en la universidad, pero no para las residencias. Y todas están completas.
Cierro los ojos por un segundo. Es increíble que tenga que estas pasando esta vergüenza.
—Lamento el inconveniente, señorita Benoist pero al parecer se nos ha pasado inscribirla en la lista de las residencias. Esto ha sido nuestra culpa.
—Desde luego que si, ¿que se supone que haga? ¿Que pague un hotel? —bramé. Estaba demasiado cansada de viajar casi toda la noche en coche para poder estar aquí desde temprano como para que me salgan con estas.
Noté por la ventana que pasaba Jennifer Rain, una de mis peores enemigas, y su grupo de amigas. Ellas le miraron, cuchichearon entre sí y se fueron riendo.
No me sorprendería que me desgracia de hoy haya sido solo culpa suya. Más que el hombre que tengo frente a mi, y director de esta prestigiosa universidad, es su padre.
—Por supuesto que no, vamos a hacer lo posible para que usted esté en una residencia.
—Como le dije, señor director, todas están completas. No creo que las chicas quieran cambiar. A menos que quieran compartir baño, que duerma en el sofá o ese tipo de cosas.
Sería el colmo.
—Al parecer las casas de las mujeres están llenas —se queda pensativa el director—, ¿qué hay en la de los varones?
¿Que?
—Señor, no creo que sea conveniente que...
—Solo responde, Anita —le dice con cierto tono cansino.
—Sí, señor —acepta esta, leyendo más papeles— en las residencias de los varones hay... una a la que le hace falta un integrante. Es el que llamó hace unas semanas que ya no podría asistir a esta universidad. Y como la residencia es la más grande, es la única que tiene seis habitaciones.
No. Puede. Ser.
Vivir con varones no creo que sea tan malo, es decir, tendré mi propia habitación. Tendré "amigos" por así decirlo. Creo que sería mejor que convivir con chicas descerebradas y quisquillosas.
—¿Que dices, Lili? Es la única opción.
Respiré profundo.
Vine aquí a estudiar, no a pedir gustos.
—Claro, por mí esta bien.
—Entonces está hecho. Te quedas en la residencia GoodBoys, anótalo, Anita.
—Señor, ¿está seguro de que ellos querrán...?
—Claro que si, aquí el director soy yo —el rector se pone de pie—, vamos, Lili, te llevaré a tu nueva casa para que conozcas a tus nuevos compañeros.
Me pongo de pie mientras tomo mis dos maletas enormes. El rector sale, seguido de Anita y de último yo. Casi caigo de bruces con estas dos pesadas maletas.
—No se molesten en ayudarme, yo puedo sola. Gracias —murmuré.
Pero no uno ni la otra me hizo caso.
—No está lejos. Lili, dame una, yo te ayudo —me quita una maleta.
Al fin.
Caminamos por los pasillos hasta salir a la calle. Las residencias son bastante grandes, tienen su propio jardín y así. Caminamos, caminamos y caminamos. Hasta que llegamos a una en especial. Creo que es la más grande.
—¿Tienes auto? —me pregunta el director.
—No —dejé la maleta en el suelo para descansar un poco.
—Bueno, vas a tener que caminar unos 5 minutos para que llegues a tiempo a tus clases.
—No hay problema.
Seguramente todos van a clases en auto.
Sigo al director en cuanto veo que avanza hacia la entrada. Anita no se le despega en espera de alguna orden. Anita lleva un traje negro, pantalón de vestir y una camisa, como blazer en negro con franjas blancas. Sus tacones son bajos con punta. Nunca me han gustado. Usa lentes y su cabello va suelto. Es liso y bastante largo. Anita es bonita, pero seria.
—Es un milagro que el patio esté limpio —murmura el señor.
—Pero olvida que hoy es viernes —agrega Anita.
—¿Que tiene que sea viernes? —me atreví a preguntar.
Me siento pequeña e indefensa a la par de ellos dos. Son más altos que yo. Parezco indigente con dos maletas, el pelo despeinado, una sudadera azul desteñida, vaqueros negros y unos converse sucios.
Okay, creo que debí hacerle caso a mamá y ponerme ese traje de entrevistas. Al menos me miraría decente.
—Los chicos hacen reuniones por la celebrar el último día de clases, de la semana, claro está. —toca el timbre. —Son buenos chicos, los vas a adorar —añade. Pero nadie abre. Ni si quiera se escucha movimiento adentro—. Ellos están en cuarto y tercero. —vuelve a tocar—, les hace falta poco para graduarse. —ahora golpea la puerta un poco fuerte. — ¡Abran la puerta, bellos durmientes! —toca, toca y toca, hasta que por fin alguien la abre.
—¿Que es ese escándalo? —cuestiona alguien en ropa interior, despeinado y muy soñoliento. Se me inunda la vista en cuanto lo miro. Es que no lo puedo creer.
Es Carlos.
Mi mejor amigo.
—¡Carlos! —exclamo, mientras avanzo y me abalanzo hacia el.
—¿Lili? —suena sorprendido— ¿qué haces aquí? —sin embargo, me abraza.
—No puedo creer que estés aquí —lo miro. Hace mucho que no lo veía, desde que entró a la universidad. Jamás me imaginé que fuera esta.
¡Qué emoción!
—¡Ni yo! Cielos, Lili, estás más grande. —me alborota el pelo más de lo que lo ando.
—¡Oye! —río—, te he hachado mucho de menos.
—Igual yo, minina.
—Un momento, así que ustedes se conocen —dijo el rector.
—Sí, vivimos cerca desde pequeñitos y somos amigos —sonreí.
—Mejores amigos —rectificó él.
Reí.
—Sí, los mejores amigos.
—Bueno, Lili, no vas a estar tan sola. Tienes a Carlos ahora contigo.
—¿Como? —inquiere Carlos.
—Hazte a un lado, Obste, necesitamos hablar.
El director y Anita entran a la casa, Carlos y yo los seguimos. La casa está limpia, es amplia, huele bien y es bonita. Esta bien. Las escaleras para el segundo piso están casi pegadas a la entrada.
—Necesito hacerles un anuncio, pero para eso necesito a los demás aquí y ahora, Obste.
—Eso estará un poco difícil —Carlos hace una mueca.
—Solo ve a despertarlos —se sienta. Al parecer el director tiene bastantes confianza con estos chicos.
—Lili, hay algo que tienes que... —empezó a decirme Carlos.
—Obste.
—Está bien, voy.
Subió las escaleras y se perdió en el segundo piso.
—Bueno, es una casa acogedora, ¿no crees?
Anita estaba en su tablet.
—Sí, es bonita —asentí, poniendo los labios en una sola línea.
—El patio trasero es grande, hay una piscina, creo que estos chicos están más que bien aquí.
¿Una piscina? Joder, que genial. Con este calorcito que tengo no me caería nada mal un chapuzón.
—Siempre es lo mismo —el director se masajea la sien. Luego se escucha alboroto en el piso de arriba. Vives. Cosas cayéndose. No sé.
—Son las diez de la mañana, señor, los chicos dorados se levantan a las 2 o 3 de la tarde. Más que hoy no tuvieron clases.
¿Los chicos dorados? ¿Qué clase de ridiculez es esa? Carlos me va a tener que explicar qué cosas pasan aquí. Me giro para ver algunos cuadros qué hay de pinturas. Humm, son bonitos. Las paredes están pintadas color hueso. Hay un espejo enorme pegado en la pared.
Si, estoy hecha un desastre. Yo no tengo la culpa de que el coche de mamá se haya atascado en barro y lo hayamos tenido que empujar.
Si, cosas que pasan en la vida de Lili Benoist.
Eso no fue nada, luego, un camión pasó y nos salpicó toda de lodo. Aún siento en mi cabello. Por eso les digo que no me caería mal un chapuzón.
Escucho pasos en las escaleras. Supongo que son los chicos.
—¿Cual es la emergencia como para que nos despiertes a estas horas, Richard? —pregunta una voz. Una voz que no me parece familiar.
—Les tengo un anuncio que hacer.
—¿Quien es tu amiga? —dice otra voz. El corazón casi se me sale del pecho al confundirla con la de alguien más.
—Lili, puedes voltear.
Cierro los ojos y rezo para que no sea quien creo que es. Abro los ojos y volteo lentamente. Me quedo de piedra mientras observo a los cinco chicos que tengo frente a mi. Es decir, casi babeo más bien. Todos están en ropa interior, despeinados y tan sexys ¡concéntrate, Lili! Ese no es el punto. El punto aquí es que los conozco. Bueno, no. Bueno, si.
—¿Lili? —inquieren dos chicos al unísono.
Trágame tierra y escúpeme en Australia.
Arturo y Kory.
Arturo: ex novio tóxico al cual odio con todas mis fuerzas.
Kory: con quien empecé a salir el verano pasado, con quien ayer incluso nos vimos, con quien iba a empezar a tener algo.
¡Mierda!
Pero mi vista cae en alguien más.
P-pablo.
¡Pablo! ¡Por Dios no sé si reír o llorar! Pablo, señores, es mi crush. Mi maldito crush desde hace unos años. No puedo creer. Okay, creo que me voy a desmayar. Si, eso haré. Me desmayaré justo ahora porque esto debe de ser un sueño raro y feo. Cuando despierte estaré en mi habitación.
Tomo unas dos almohadas del sofá, las coloco en el piso y me caigo desmayada.
Más patética no pude ser.