Capítulo 4 “De Compras.”
(Melody Jhons)
A la mañana siguiente, estaba muy nerviosa, por lo que me levantó muy temprano, me dio un baño y me arregló muy bien, pues no sabía a donde me iba a llevar el Señor Maxwell.
Decido ponerme un vestido azul marino, sencillo pero elegante y no llevaba más joyería que un pequeño relicario de oro, en donde guardaba una foto de mis padres y mis hermanos, que llevaba puesto; lo había salvado de la requisa de mi madrastra porque lo llevaba puesto y estaba oculto bajo el cuello de mi blusa, y el anillo que me diera mi madre, el cual llevo en el dedo índice de la mano izquierda.
(Richard Maxwell)
Cuando llego a la casa, me doy cuenta de que el lugar, si bien es humilde, está muy limpio, y la casera es algo estricta ya que no me dejo pasar más allá de la sala, pero me anuncio, avisando a Melody de que la estoy esperando abajo.
No dejo de pensar en Melody, pues desde que la viera en el vestíbulo del edificio, no había podido sacarla de mi cabeza, que me ha hecho esta mujer, eso fue lo que me impulso a averiguar donde trabajaba, pues bien podría haber estado de visita en el edificio y que sorpresa me lleve al darme cuenta de que era una más de mis empleadas, al encontrar su expediente entre los que me trajo la encargada de personal. Había encargado la búsqueda sin muchas esperanzas, pero resulto que dieron fruto.
Pero aun no comprendo que fue lo que impulso mi curiosidad por ella, que fue lo que me impulso a pedirle que se casara conmigo, pues ella tiene toda la razón al decir que soy muy capaz de quitarme de encima a todas las mujeres ambiciosas que me buscan por mi fortuna y no por mí, y en cuanto a Edward, tenía razón al decir que podría contratar a una nana que lo cuidara y lo atendiera.
Estoy esperándola en la pequeña sala de la pensión en donde vive, y cuando la veo entrar me doy cuenta de que sigue viéndose muy tímida, pero eso no disminuye su belleza, en realidad, Melody es muy hermosa, y el vestido de seda que lleva puesto, a pesar de no ser entallado, se le pega al cuerpo, mostrando su magnífica figura y una sensualidad natural, de la que ella, al parecer no es consiente. Salgo de mi ensimismamiento y rompo el contacto de nuestras miradas diciendo.
-Bueno, vámonos, pues tenemos muchas cosas que hacer ahora.- y sin más, la tomo del brazo y la guío a la limusina que nos está esperando.
-A dónde vamos?- la escucho preguntar con una vocecita dulce y suave, demostrando su timidez
-Confía en mi.- le pedí, minutos después llegamos a una boutique muy exclusiva en la calle Bond, la más famosa de Londres y aunque confiaba en su buen gusto, preferí ser yo quien escogiera el nuevo guardarropa de mi futura esposa; escogí una gran cantidad de ropa y accesorios para toda ocasión, también escogí un vestido de noche, al principio Melody puso muchas objeciones al ver la gran cantidad de ropa, sombreros, bolsos, estolas, guantes, zapatos y más que estaba pidiendo para ella, por lo que le dije.
-Tranquila, como mí esposa, se espera que vistas muy bien en cualquier ocasión.- le sonrió al ver como ella una vez más tiene sus mejillas ruborizadas por la vergüenza.
Melody no puso más objeciones por lo que seguí pidiendo más cosas para ella, y no le quedó más remedio que probarse la ropa que yo escogía.
Una vez terminadas las compras de su nuevo vestuario, nos dirigimos a comprar su anillo de compromiso a una de las mejores y más exclusivas joyerías de Londres.
Me sorprendió ver que Melody escogió un anillo muy sencillo y pequeño, por lo que me negué a que tuviera ese anillo, pues no va con mi nombre y prestigio. Por lo que escojo algo mejor
-Mira, me gusta más este.- le digo y tomando un enorme solitario, se lo pongo; el diamante era grande, pero muy bello y de buen corte, y hacia juego con las argollas de matrimonio. Ella no dice nada solo me mira con sorpresa, y ve el anillo como si fuera algo extraño
-Nos casaremos el próximo sábado y nos iremos a París de luna de miel, pero ten en cuenta esto, pienso cumplir el contrato, siempre y cuando tú me respetes, está claro?- le digo muy serio una vez que salimos de la joyería; no sé que fue lo que me molesto, no sé si fue el hecho de que ella casi rechazara el anillo que quería darle por nuestro compromiso, viéndolo casi con terror, o si fue el hecho de que los pocos hombres presentes en la joyería no dejaran de verla, devorándola y desnudándola con la mirada.
-Sí, Señor Maxwell.- me respondió ella con su dulce y suave voz, casi en un susurro, no sé si es por miedo o por su clara timidez
-llámame Rick, voy a ser tu marido.- le digo serio, pero ella ya no me responde