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Capítulo 2. “Un huérfano y una propuesta."

(Richard Maxwell)

Al quedarme solo, me pongo a pensar en la hermosa joven que había visto a la entrada del edificio, no podía apartarla de mi mente, la forma tan inocente y a la vez tan sensual en que ella se mordía su labio inferior, con sus pequeños y blancos dientes, además de la sorpresa reflejada en sus bellos ojos azules.

Me tuve que obligar a dejar de pensar en ella, pues el hacerlo, había hecho que mi pulso se acelerara, además de que tenía otros problemas más graves que resolver, por lo que me pregunte.

-Cómo diablos podre cuidar de mi sobrino yo solo?.- decirlo en voz alta no me daba ninguna solución; y tampoco podía dejarlo solo todo el día con Smithy, pues el niño necesitaba otro tipo de cuidados y tampoco podía mandarlo a un internado, pues el niño contaba a penas con seis años de edad, por lo que llegue a la única conclusión.

-tengo que buscar a una mujer que lo cuide.- hable en voz alta nuevamente sin poderlo evitar.

(Melody Jhons)

No sé qué me pasa, no puedo dejar de pensar en el hombre que conocí en el vestíbulo del edificio, yo nunca había conocido a un hombre tan varonil como ese, no podría decir que es un hombre guapo, sin embargo tiene esa aura de virilidad que se hace patente, más con esa ropa de muy buen corte; me recuerda a la ropa que mi padre usaba, me imagino que es cara y de excelente calidad y manufactura. Hecha para un cuerpo atlético; un traje hecho a la medida por él mejor sastre de Londres, según creo recordar.

Me llevo las manos a la cabeza, tratando de despejarme de esos pensamientos, y me encamino rumbo a la pensión en donde vivo.

Al llegar, como es mi costumbre, me fui a mi habitación, para cambiarme de ropa, para después bajar a ayudar la Señora Mary, a mi casera, en la cocina; ayuda que ella me agradece, pues todos los huéspedes llegan a cenar, pues es la única comida que la Señora Mary da a sus huéspedes.

Al contarle todos mis problemas a mi casera, poco a poco, me gane el cariño de la buena mujer, así una vez que cenamos y tras ayudarle a limpiar la cocina, me refugio en mi recamara, no es muy lujosa, pero con la ayuda de unos pocos muebles y una cortinas que la Señora Mary me ayudo a confeccionar, se veía atractiva y de buen gusto, por lo que su tamaño y sencillez no era deprimente.

A la mañana siguiente, me levanto temprano y tras darme un baño y ponerme mi acostumbrado traje sastre, salgo rumbo a mi trabajo, y no dejo de pensar en que tengo que buscar un nuevo trabajo, uno mejor pagado que el que tengo en este momento, pues necesito ganar más, pues se me están acumulando las deudas. Por lo que al ir rumbo a mi trabajo, compro un periódico y me puse a revisarlo, en busca de ese tan ansiado nuevo trabajo que me pueda ayudar a salir de mis problemas.

Tan distraída voy, que choco al abrir la puerta con un hombre que tuvo que sujetarme para que no callera al suelo, al sentir las fuertes manos del hombre en mis brazos, sentí que su contacto me abrazaba la piel, y que se me secaba la garganta, pero al levantar la cabeza y ver las cejas levantadas del hombre que me sostenía, dejo de respirar y sin saber qué hacer, pues jamás, hombre alguno me había hecho sentir de esta forma, la vergüenza acudió a mi rostro ruborizándome y soltándome, corrí sin siquiera darle las gracias y sin disculparme.

Llegue a mi oficina con la cara roja por la vergüenza y con un temblor que me recorría todo el cuerpo, pues aun lo tenía presente el contacto de ese hombre, y aunque cerrara los ojos, si ese hombre me tocara de nuevo, yo sabría reconocerlo; al notar una de mis compañeras mi estado de azoramiento me pregunto

-Que te paso? Venias corriendo como si te persiguiera el diablo.

-Es que pensé que se me hacía tarde.- respondí, con esa respuesta tan vaga y no queriendo dar más señas, me puse a trabajar.

La otra chica que me consideraba, una muchacha dulce e inocente, se retiró intrigada, pues yo nunca daba motivo de especulación en contra de mi conducta, pues soy respetuosa y trato de cumplir con mi trabajo sin falta, además de que trato a todos bien, pues no tengo porque crearme enemistados, por lo que todos los empleados que aquí laboran, me estiman, o al menos eso creo.

En un momento de descanso, abro el periódico y me pongo a leer, buscando el trabajo que tanto necesito y que espero satisfaga todas mis necesidades.

Como el día de hoy se llevó a cabo una junta, a mí me toco realizar la transcripción de la misma, así que esta tarde volví a salir muy tarde, por lo que casi voy corriendo cuando salgo de la oficina, y es cuando una fuerte mano me detiene, sujetándome del antebrazo, asombrada y un poco temerosa, y hasta con un poco de vergüenza levanto los ojos y siento como mi estómago se contrae, y como mi garganta se seca, tanto que parece papel de lija, por lo que no puedo gritar.

El hombre parece comprender lo que pienso, pues se apresura a decir.

-No tengas miedo, solo quiero hablar contigo, tengo que hacerte una proposición.- me dijo el hombre y al hacerlo esbozó una sonrisa, y eso me hizo pensar que al sonreír se veía más joven.

-Qué tipo de proposición quiere hacerme?- le preguntó muy seria, con una mirada de alarma en los ojos.

-Ven conmigo al café de aquí a la vuelta, no podemos hablar aquí en la entrada del edificio.- me dijo él y sin saber porque, lo seguí.

Cuando estábamos sentados y con una taza de café frente a cada uno, él me dijo.

-Soy Richard Maxwell.- abrí mucho los ojos por la sorpresa y preguntó casi sin aliento.

-De Maxwell y compañía?- Él asintió con la cabeza y siguió hablando

-Sé que trabajas para mí, acabo de ver tu expediente, y quiero hacerte una proposición, quiero que lo pienses antes de contestarme.

(Richard Maxwell)

Hoy fue un día largo y tengo muchas cosas en la cabeza, en este edificio solo está mi compañía y mi departamento privado, por lo que si la chica de ayer a la que no puedo sacarme de la cabeza, salía de aquí, quiere decir que trabaja para mí.

Así que queriendo saber más de ella, le ordene a mi secretaria al llegar a mi oficina.

-Samantha comunícame con personal por favor.

-enseguida Señor Maxwell.- me respondió, a los pocos segundos me dice desde la puerta

-La Señora Mortón de personal al teléfono señor Maxwell, línea dos.- tomo el teléfono con la línea que me indico mi secretaria y escucho

-en que puedo servirle señor Maxwell?

-quiero el expediente de una joven empleada, no se su nombre pero se la puedo describir.

-MMM, encontrar a una empleada solo por la descripción puede ser algo tardado señor, pero podemos intentarlo. Cuáles son las señas de la empleada?

-Joven, rubia de ojos azul profundo, delgada de un metro sesenta y cinco o setenta de estatura. No sé, de entre veinte o veinti tantos años.

-Señor Maxwell, esa es una descripción muy genérica, veré los expedientes y le llevare todos los que entren en esa descripción.

-Bien, eso sería bueno, espero que me los tenga hoy mismo.

-si señor Maxwell.- me responde la Señora Morton de Personal, tras lo cual cuelgo la llamada sin dejarla decir nada más.

Poco antes de mediodía llego a mi oficina la Señora Mortón, encargada de personal con no menos de veinte carpetas en los brazos y me dijo.

-Señor Maxwell, he traído los expedientes de todas las empleadas menores de treinta que encajen en la descripción tan genérica que me proporciono.

-Bien déjeme verlos.- le digo y ella poco a poco me los va pasando, yo solo veo las fotografías del expediente, y los descarto uno a uno, hasta que la encuentro. Por lo que le hago una seña y le digo.

-Eso es todo, puede retirarse señora Morton.- le digo entregándole los demás expedientes descartados; la mujer me miro pero no dijo nada.

Ya a solas me puse a leer el expediente y me di cuenta de que ella es una asistente de secretaria, tiene diecinueve años y cuatro meses, tiene trabajando en la empresa desde hace cinco meses, no veo reportes de faltas o retardos al trabajo, ni amonestaciones por lo que sé que ella es cumplida y trabajadora, pero no hay mucha información personal, leo su nombre Melody Jhons, le queda, dulce y sensual, como ella.

Después de leer su expediente y de ver exactamente en donde trabajaba y bajo las ordenes de quien, me paseo por el piso donde ella se encuentra, ella no me ve, pero yo la puedo observar, sé que sale a las seis así que puedo hablar con ella a esa hora.

A las seis salgo de mi oficina, para tratar de interceptarla, pero la veo aun ocupada y recuerdo que el día de hoy tuvieron una junta por lo que supongo que a ella le ha tocado hacer la transcripción de las grabaciones de la junta, me propongo esperarla, pues deseo hablarle.

Cerca de las siete de la tarde, la veo apagar su computadora y tomar su bolso para salir, viene casi corriendo por lo que tengo que detenerla sujetándola del antebrazo, cuando me mira, solo veo temor en sus ojos, y un deseo de gritar pidiendo ayuda, por lo que me apresuro a decir

-No tengas miedo, solo quiero hablar contigo, tengo que hacerte una proposición.- le digo y al hacerlo esbozó una sonrisa. Ella me observa un par de segundos

-Qué tipo de proposición quiere hacerme?- me pregunta muy seria, con una mirada de alarma en sus expresivos ojos.

-Ven conmigo al café de aquí a la vuelta, no podemos hablar aquí en la entrada del edificio.- le digo y veo que ella confía en mi palabra pues me sigue.

Ya en el café, sentados a una mesa, y teniendo frente a nosotros un café, me presento y le digo que se que trabaja para mí.

Veo como ella me escucha, prestando su total atención a mis palabras, lo que me admira y sorprende pues mi experiencia me dice que las mujeres solo escuchan lo que quieren, y lo que no, lo hacen a un lado e interrumpen constantemente cuando no deseaban escuchar algo.

-Mira, tengo un problema y sé que si quieres puedes ayudarme.- le digo, ella siguió callada esperando que terminara de hablar.

-Veras, necesito casarme por dos cosas, una para que ahuyentes a todas las mujeres que me persiguen por el solo hecho de que soy muy rico; y segundo, para que cuides de mi pequeño sobrino, que va a vivir conmigo, si aceptas este matrimonio será solo de nombre, además, quiero que siempre estés lista para viajar conmigo en cualquier momento que lo necesite, si aceptas yo te ofrezco cincuenta mil libras, como compensación, más la ropa que vas a necesitar como mi esposa, además yo arreglare todo en la oficina para que tengas un trabajo al finalizar el contrato, las cincuenta mil libras que te ofrezco son anuales, por el tiempo que estemos casados, tu compensación por el trabajo que realizaras para mi.- continuo diciendo observándola, pues conforme hablaba veía como a Melody se le agrandaban los ojos por el asombro, de tal forma que parecía que se le saldrían de sus orbitas.

Cuando termine mi perorata, me le quedo viendo, pero solo veo esos labios carnosos que eran mordidos en ese momento por unos pequeños dientes blancos; lo que nuevamente hizo que se me acelerara el pulso y que mi sangre corriera más aprisa

-Que me contestas?- le preguntó al ver que ella no decía ni una palabra.

La veo mover la cabeza negando, y como tratando de formar alguna palabra que no alcanza a salir de sus sensuales labios, por lo que le digo

-Por favor piénsalo bien, sé que eres soltera, pero no sé si tienes novio o algún compromiso formal?-

-No, no tengo novio, ni compromiso alguno.- me responde ella, con una vocecita muy tenue, luego continúo diciendo con mucha seriedad.

-Está usted loco? Puede usted conseguir a una institutriz para su sobrino y yo creo que usted es lo suficientemente capaz como para librarse de sus mujeres sin problema alguno, yo no me creo capaz de hacerlo por usted. Por lo que le respondo con el semblante muy serio.

-Cuando una mujer desea casarse con un hombre, no ceja en su empeño a menos que el hombre que persiga sea casado, y en cuento a contratar a una institutriz, mi sobrino acaba de perder a sus padres, y no quiero ponerlo en manos de una persona que no le de cariño y compañía, mira, piénsalo y mañana a esta misma hora te espero aquí, en este mismo lugar.- ella solo asintió antes de levantarse e irse del lugar.

(Melody Jhons)

Escucho atentamente lo que me dice el señor Maxwell. Por lo que el continua hablando explicándome su proposición y el motivo que le lleva a hacerla, y lo hace sin dejar de mirarme, ya conforme lo escuchaba me sorprendía cada vez más abriendo mis ojos por el asombro.

Cuando termino de hablar, se me quedo viendo, pero noto que solo ve mis labios que en estos momentos no puedo dejar de morder por los nervios.

-Que me contestas?- me pregunta al ver que yo no decía ni una palabra.

Yo solo puedo negar con la cabeza, pues por más que quiero de mi boca no logro sacar una sola palabra, por lo que le escucho decir.

-Por favor piénsalo bien, sé que eres soltera, pero no sé si tienes novio o algún compromiso formal?-

-No, no tengo novio, ni compromiso alguno.- logro responder con un tono de voz que apenas yo logro escuchar ya que mi voz fue muy tenue, tengo que pasar saliva antes de poder hablar con algo más de seriedad y en un tono que él pueda escuchar sin problemas.

-Está usted loco? Puede usted conseguir a una institutriz para su sobrino y yo creo que usted es lo suficientemente capaz como para librarse de sus mujeres sin problema alguno, yo no me creo capaz de hacerlo por usted.

Pero el me responde en un tono serio y con un semblante que me dice que esto no es una broma.

-Cuando una mujer desea casarse con un hombre, no ceja en su empeño a menos que el hombre que persiga sea casado, y en cuento a contratar a una institutriz, mi sobrino acaba de perder a sus padre, y no quiero ponerlo en manos de una persona que no le de cariño y compañía, mira, piénsalo y mañana a esta misma hora te espero aquí, en este mismo lugar.- solo puedo asentir antes de levantarme he irme del lugar.

Tenía mucho que pensar, la propuesta de Richard Maxwell me parece absurda, una verdadera locura, más sabía bien que el dinero me ayudaría a cubrir las deudas y los gastos de los chicos, pero casarme sin amor, eso no me parece correcto. No creó poder hacerlo nunca.

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