Capítulo 4
Punto de vista de Martín
Suspiro al llegar por fin a la universidad en la que trabajaré durante un año.
Suspiro al llegar por fin a la universidad en la que voy a trabajar durante un año. Nunca antes había sido profesor. Si lo hubiera sido, no tendría una casa tan grande. Trabajaba con mi hermano menor en su empresa. Quería vivir en Estados Unidos un par de años antes de volver. Como tengo un título en esta área de trabajo, decidí convertirme en profesor de ciencias.
Salgo del coche una vez que encuentro un lugar para estacionarme. Entro en la escuela y me reciben personas que me adoran. Todos mis compañeros de trabajo me conocen como un rico hombre de negocios de Inglaterra. Sin embargo, no quiero que los estudiantes se enteren. Acordaron mantener la boca cerrada.
En cuanto encuentro el aula en la que se supone que debo trabajar, todos se quedan en silencio. Es una reacción natural cuando un grupo de gente ruidosa ve entrar a su profesor. Me arreglo la corbata. «Buenos días, clase, soy el profesor Corvalán, vuestro profesor de Ciencias», digo mientras saco la hoja de asistencia.
«Ahora, por favor, digan "presente" cuando diga su nombre». «¿Abigail Dur?», pregunto. «Presente, señor».
Sigo con los siguientes diez nombres de la lista. Entonces, uno me llama la atención. «¿Valeria Webber?», digo. Me recuerda a la mujer con la que me acosté anoche. Estoy deseando volver a hacerlo.
«Aquí, señor», dice una voz familiar con tono tembloroso. Lo sé. He oído esa voz gemir mi nombre un millón de veces. Levanto la vista para buscarla. Ella me mira con expresión de pánico. Tardo un segundo en recuperar la compostura. ¡Es una de mis alumnas! ¡Joder! Aclaro la garganta. «Victoria Mendoza», digo.
Para cuando llego al apellido, empiezo a enseñar todo lo que he preparado para hoy.
Al final de la clase, todos se van.
