Una cita a ciegas
Chelsea bajo del taxi, se dispuso a entrar al lujoso bar. No podía negar que estaba algo nerviosa, era su primera cita con Fred, el chico que conoció en una de las app más recientes. A diferencia del resto de las aplicaciones para citas de parejas, el perfil del usuario es incógnito, por lo que ella se encuentra literalmente en una cita a ciegas.
Se acerca a la barra, pide un gintoni, es su bebida preferida, eso sin mencionar que le permite salir un poco de su timidez. Mira su reloj un par de veces.
—¿Será que le escribo? —murmura en voz baja. Abre su bolsa para extraer el móvil, y como suele suceder no logra encontrarlo— Por mil demonios, ¿Dónde habré dejado mi celular? —se lleva el dedo a la frente dando ligeros golpes mientras repite— Piensa Chel, piensa. —repentinamente recuerda que debió dejarlo sobre el mesón de mármol de la cocina— Tuvo que ser allí. Todo por salir apurada para llegar puntualmente y él no llega. No me queda otra que esperar por él. ¿Pero cómo podré saber que es él? Nunca me dijo como vendría vestido, claro yo tampoco lo hice.
Piensa en que esperará sólo veinte minutos, si en ese período no ha llegado se irá. Mientras se mantiene en su soliloquio, decide ir al tocador y retocar su maquillaje, quiere verse perfecta, quiere deslumbrar a su galán. Lleva más de un año que tuvo su última conquista, y quiere parecer tan normal como el resto de sus amigas.
—Disculpa, el baño de damas —pregunta al bartender y este señala el pasillo. Ella se levanta, hace un gesto con su mano de que pronto regresará.
Mientras se retoca, ve que ya han pasado un par de minutos, regresa a la barra, se sienta, no deja de mover su pierna de forma impaciente, entre las pocas luces que alumbran el local, distingue la silueta de un hombre.
—¿Será él? —lo observa sacar su móvil y llamar un par de veces. Asume que sí, que debe ser él que está intentando llamarla. Se sienta, pide otra bebida, y lo mira— Cinco minutos y me acerco. Solo eso.
En tanto, el hombre también percibe la insistencia con el que la chica de la barra lo mira.
—Linda nena. —murmura. Si en cinco minutos no apareces por esa puerta Larissa Hamilton, te vas a arrepentir porque no pienso quedaré esta noche sin pasarla rico.
Repentinamente ve a la hermosa chica aproximarse a la mesa. Ella lo mira como esperando que él reaccione de la misma manera que ella, mostrando interés.
—¿Fred? —pregunta con cierta duda. Si aquel era su cita a ciegas, la había pegado esta vez, aquel hombre era perfecto.
—¡Sí! Sí, siéntate —se levanta, toma la silla y ella se sienta.
Mientras ella intenta calmar su nerviosismo, él humedece sus labios y piensa en devorar aquel caramelito con papelito y todo.
—Vi que estuviste llamándome. Disculpa dejé mi móvil olvidado en el mesón de la casa.
—Sí, ya estaba por irme —discretamente saca su móvil y lo apaga mientras piensa “sorry querida, llegó tu suplente”
—Bueno, cuéntame ¿Cómo has estado? Anoche no pude conectarme para chatear porque estuve algo ocupada haciendo unos currículos para buscar empleo.
—Extrañé no verte en las redes —agrega él con extrema picardía. Logra ver que ella se sonroja.— ¿Qué deseas tomar? —pregunta él.
—No sé, yo ya llevo un par de gintonic —él eleva ambas cejas sorprendido por su respuesta.
—Me llevas ventaja, pero que tal si brindamos con Champagne, es una ocasión única ¿No te parece?
—Claro, no hay problema.
Él llama al mesonero, quien al verlo lo saluda con confianza, justo cuando va a llamarlo por su nombre le hace un gesto.
—Bienvenido sea usted y su acompañante esta noche.
—Champagne para brindar con mi querida… —hace una pausa y ella se adelanta a responder:
—Chelsea. ¿Olvidaste mi nombre? —pregunta un poco desconcertada.
—No en lo absoluto. Es que estoy un poco desenfocado, ya sabes el trabajo.
—¿Me dijiste que eras diseñador gráfico ¿No?
—Sí, exactamente. Aunque no lo creas requiere de mucha creatividad, por eso suelo buscar en todo lo que veo, una idea, un insight para desarrollarlo luego —le da un guiño, Chelsea se sonroja, nunca imaginó que Fred fuese tan desinhibido y sexy.— ¿y tú me dijiste que…?
—Recién me gradué como Técnico en Administración de empresas.
—¿Por qué no dejamos nuestros chat para luego? Me gustaría conocer un poco más de esta Chelsea. —Ella asiente.
—Sí, por supuesto.
El mesonero se acerca descorcha la botella, ella se sorprende al ver aquello. Nunca antes pensó que sería protagonista VIP de una escena tan famosa de las películas románticas que suele ver en su apartamento. El asombro en su rostro, no pasa desapercibido por Steve.
—Por esta noche que comienza en la mejor compañía. —nuevamente Cheisea se sonroja.— ¡A tu salud! —ella levanta su copa y brindan, ella bebe de un solo sorbo la espumosa bebida.
Nuevamente sorprende al experto en seducir mujeres Steve Bullock, el prestigioso CEO de las empresas Bullock&company propiedad de su padre Hugh Bullock el magnate del Traden Coin. Para un hombre como Steve es increíble ver a una chica asombrarse con cosas que para él son simples y muy comunes. Está acostumbrado a salir con mujeres de mundo, desinhibidas como su actual pareja Larissa Hamilton, la bloguera del momento.
—¿Deseas comer algo?
—No, no es necesario. Ya cené.
—Entonces otro brindis, sirve la segunda copa de champagne para ella, quien por segunda vez, la toma de un solo trago.
La conversación se vuelve amena y divertida sobre todo para Chelsea que no para de reír por todo. Pronto llega la medianoche y Steve recuerda que debe llegar temprano para la reunión de socios.
—¡Creo que debemos irnos?
—Claro —concuerda ella, quien también tiene una entrevista a primera hora en lo que puede ser su nuevo empleo como asistente de una prestigiosa empresa local.
Mientras él se levanta para saludar al gerente del bar, Chelsea intenta ponerse de pie, pero está muy mareada. Trata de disimular cuando ve al apuesto hombre ir hasta donde está ella. Él le ofrece su brazo y ella se enlaza a él como si no quisiera soltarse jamás.
Steve se percata de lo que está sucediendo con aquella chica, está ebria, supuso que eso ocurriría cuando la vio beber de un solo sorbo las cuatro copas de Champagne que bebió. Aunque aquello es un punto a su favor para un playboy como él, por una extraña razón no siente ternura hacia ella.
Suben al lujoso auto, ella recuerda una de las conversaciones calientes que tuvo con Fred, se ríe con picardía.
—¿Pasa algo?
—No, nada. —responde ella. Steve la mira y sonríe, pero sin él esperarlo, ella se inclina hacia él, lo sujeta del cuello y lo besa apasionadamente.
En tanto sus labios se unen en un beso, él piensa en lo ardiente que es aquella chica, ya la ternura hacia ella desaparece en cuestiones de milisegundos y ahora solo desea poseerla.
—Vamos a otro lugar —propone él, pero en la mente de ella solo pedalea la conversación entre ella y Fred de lo divertido que sería hacerlo en un auto a la luz de la luna.
—Déjate llevar —bisbisea ella.
—¿Quieres hacerlo aquí? —pregunta él, hurgando entre sus piernas. Ella enarca su espalda y se estremece al contacto de sus dedos fálicos.— Mejor vamos a otro lado. Pueden detenernos. Y créeme lo que menos deseo es dormir en una celda.
Chelsea reacciona en aquel instante. ¿Estaba yendo muy rápido? Siente un tanto de vergüenza, se gira hacia su asiento y arregla su vestido. Trata de respirar, mientras Steve achica sus ojos para verla sin entender lo que está pensando.
—Disculpa, creo que me excedí. Debió ser el champagne.
—No te preocupes, si algo me fascina es el ímpetu como te manehas. —enciende el auto— Vamos a un lugar más íntimo. —Sonríe.
Aunque Chelsea quisiera desistir, su cuerpo arde, arde de placer y de ganas, su vagina es una horno a 250° C, mucho más cuando por el rabito del ojo ve a Steve frotar su índice y pulgar con el líquido viscoso de sus fluidos vaginales para luego olfatearlo como lobo en celo.