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Un deseo inesperado

—¿Tú? —preguntó ella, con asombro. El hombre un tanto nervioso, retiró las manos del cuerpo de la chica que por segunda vez, sentía cerca del suyo.

—No fue mi intención, disculpe —dijo, frotando las manos sudadas de su pantalón. Tomó las cosas que Marla dejó caer al piso al echarse para atrás evitando ser arrollada y las colocó de regreso dentro de la bolsa.— Con, con permiso. —respondió torpemente y se alejó de ella.

Marla aún estaba perturbada, no podía creer que se hubiera encontrado con aquel extraño nuevamente y que un simple roce de sus manos provocara dentro de ella un vendaval de emociones y fluidos.

—Hey! —gritó en voz alta, no había tenido tiempo de reaccionar, ni agradecerle. Pero el hombre no volteó, continuó andando sin detenerse.

¿Quién era ese hombre? ¿Por qué la hacía estremecer de aquel modo? Se pregunta a sí misma.

Se acercó a la camioneta, que con gran astucia su nonno había puesto a funcionar nuevamente. La pelirrubia abrió la puerta, colocó sobre el asiento las bolsas, y luego se dispuso a subir al auto. Justo cuando estaba por cerrar la puerta, el hombre del coche que por poco la arrolló, se estacionó al lado de la antigua camioneta.

—Mio caro Elio, che è la bella ragazza che ti accompagna. (Mi querido Elio, ¿quién es la hermosa chica que te acompaña?) —dijo, mientras miraba a Marla.

—Ciao Jerónimo, lei è mia nipote appena arrivata dalla Spagna e fa l’avvocato (hola Jerónimo, es mi nieta que acaba de llegar de España y es abogada). —respondió el anciano, intentando ponerle límites al comentario del CEO.

—Bienvenida, hermosa dama—dijo en perfecto español, Marla le lanzó una mirada fulminante. Despreciaba el tono seductor, y a la vez arrogante de aquel hombre; no sólo quería robar a sus abuelos, sino que por unos centímetros más, se la lleva por el medio con su lujoso Mercedes-Benz C200, color negro. —Tienes carácter fuerte, como tu nonna. —dijo, refiriéndose a Carmina.

—Es usted un patán —respondió con visible enojo. El hombre dejó escapar una carcajada y echó a andar su auto dejando una estela de polvareda de tierra a su paso.

—Mia ragazza, tranquilla.

—Nonno, non sopporto quello stronzo. (No soporto a ese cretino)

Marla realmente estaba enojada, su repulsión por el comportamiento de aquel hombre la motiva a querer tomar venganza y acabar con el arrogante CEO. Durante el regreso a la hacienda, le pidió a su abuelo que le explicara con absoluto lujo de detalles lo que habían acordado con Jerónimo Caligari. Ella se ocuparía en hacer lo que fuese necesario para recuperar las tierras de su familia.

Al llegar a la humilde casa, Marla fue hasta la habitación que perteneció a su madre años atrás, se desvistió para ducharse y al pasar su mano por su cuerpo, instantáneamente recordó la tibieza de las manos del hombre del avión. Había olvidado aquel instante, tras enojarse por la situación de sus abuelos con el prestigioso CEO.

Exhaló un suspiro. No imagino que volvería a verlo. Aquello parecía un complot del destino. Ver en un mismo día, a la misma persona, estar en la misma ciudad, era algo muy extraño para ella. Entró a la ducha, reguló la temperatura, sintió como el agua se deslizaba sobre su piel y comenzó a relajarse. Dejó que sus manos recorrieran su cuerpo con delicadeza, mientras repasaba mentalmente la imagen y el rostro del apuesto hombre del avión.

Sintió entonces, inmensas ganas de tocarse, dejó que sus dedos hurgaran entre sus pétalos suaves y acarició el pistilo rosado que pronto se endureció y le permitió sentir la miel de sus fluidos brotando como cascada. Su respiración estaba acelerada y los músculos de sus glúteos y piernas permanecían contraidos, Marla jadeó de placer logrando saciar momentáneamente su deseo.

Minutos después, salió envuelta en la toalla, se secó el cabello con la toalla de manos y se sentó en la cama. Vio el retrato sobre la mesa de noche. Lo tomó entre sus manos y detalló el parecido de su madre y su abuela Carmina, eran realmente idénticas. Tenían rasgos muy similares, la forma ovalada del rostro, los ojos gatunos, el cabello ondulado y castaño claro, además de sus labios gruesos. Sonrió con ternura y sostuvo el retrato entre sus manos, pegándolo a su pecho. Se recostó, quedándose dormida muy pronto, además de no haber descansado desde que llegó a Tropea, el orgasmo que tuvo la relajó aún más.

No supo cuanto tiempo estuvo dormida, despertó al escuchar el ruido de voces en la sala de la pequeña casa de madera que apenas contaba con cuatro espacios (sala-comedor, dos habitaciones y el baño). Se incorporó cuidadosamente para no dejar caer el retrato que reposaba aún sobre su pecho, lo dejó sobre la mesa de madera, se puso de pie, frotó sus ojos, y se estiró lo más que pudo. Vió la hora, ya había atardecido.

Se vistió para salir y ver de quien se trataba. Al abrir la puerta, su mirada se encontró nuevamente frente a la sonrisa cínica de Jerónimo Caligari. Marla lo miró con enojo y fue hasta donde estaba su abuela preparando la cena. Entre murmuraciones le hizo saber su descontento ante la presencia de aquel hombre quien no apartaba la vista de la silueta de la pelirrubia.

El mismo Elio, notó el interés de Jerónimo por su nieta, por lo que con una excusa terminó pidiéndole que se marchara. Viendo la actitud repulsiva y distante de Marla, Jerónimo se puso de pie y se despidió de Elio con un fuerte apretón de mano, luego se dirigió a la hermosa chica.

—Hasta luego, Marla —dijo en un tono sarcástico. Ella volteó a mirarlo y sonrió brevemente sin mostrar sus dientes. Jerónimo salió de la casa, subió a su lujoso auto y se marchó.

Marla se encontraba en medio de dos extrañas emociones que ella misma no comprendía; una, era el rechazo que sentía ante la presencia de Jerónimo, el cual le parecía detestable; y la otra, era de una inexplicable atracción por el hombre del avión, quien lograba perturbarla a tal punto que ella misma no podía controlar sus propios instintos.

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