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—¡Dime, por favor, que conseguiste la información de ese hombre!
Mientras avanzo a toda velocidad por los pasillos del hospital, casi puedo jurar que le estoy gruñendo al tío del otro lado de mi teléfono móvil. El mismo que se hace llamar: .
Tengo que entrar en cirugía. La más importante que haré en mi vida probablemente y no consigo que me den noticias del hombre con el que legalmente me acabo de casar y al que ni siquiera conozco. ¡Joder!, es que no sé ni cómo se llama.
—Doctora LaBeouf le necesitan con urgencia, por favor entre a desinfección.
La enfermera que me va quitando y poniendo ropa por los pasillos a medida que caminamos prácticamente corriendo, me riñe para que cuelgue el teléfono mientras el otro inepto me dice al otro lado de la línea, que aún no hay datos fiables.
¿Y cuándo los habrá?
¡Maldita sea!
—¡Encuéntralo! —Exijo y cuelgo.
En un necesario acto le paso el aparato a ella mientras entramos al salón de lavado y por el cristal que tengo delante de las pilas de agua, mientras me enjabono hasta los codos y me doy cepillo en la piel, me percato del equipo que tengo esperándome en quirófano y de quién es la persona que yace sin conocimiento sobre la mesa de operaciones.
¡Hostia puta!¡Es Emer, el dueño del hospital!
—¿Cómo voy a operar a Emer, George? —pregunto mientras me amarran la bata a mis espaldas —. Es un aneurisma y es el jefe. No puedes hacerme esto.
—Voy a estar a tu lado, muñeca —le siento el aliento etílico y ruedo los ojos —. Te supervisaré pero necesito que me ayudes.
—Los demás podrían hablar...si algo va mal.
—Kaia, he elegido el equipo precisamente para garantizar que lo que pase aquí, aquí se quede.
—Yo te mato...
Somos muy amigos y alguna vez nos hemos acostado pero es mi maestro, mi jefe y sobre todo mi amigo...tengo que ayudarlo y conozco a la mujer de Emer, no puedo dejar que muera si puedo hacer algo para salvarlo.
Unas horas después ya le he operado, lo llevamos a terapia intensiva para que se recupere y me dispongo a acompañar a George a comunicarle a la familia la situación.
—Lo has hecho muy bien —me facilita y me arranco el gorro de la cabeza mientras camino a su lado, cansada y en pijama quirúrgico todavía —. Gracias, Kaia. Muchas gracias.
—Por lo menos todo salió bien, no te preocupes.
Llegamos al salón de espera y la familia es comunicada por ambos de la situación de Emer Marzzolli. Su mujer se abraza a su madre y todos lloran asustados.
Entre ellos, de repente unos conocidos ojos me atraviesan...¿Esto es coincidencia y absurdos?
George me toma de la cintura para irnos y dejarles intimidad y de repente le tengo encima, me agarra de la muñeca y sorprendentemente ordena...
—¡Ella viene conmigo!
—¿Usted quien es? —mi amigo se pone nervioso y luce molesto al preguntar.
—Soy su...
—Vete, George —interrumpo al moreno de ojos asombrosos antes de que cuente todo a mi compañero —. Yo me quedaré con él y ahora subo.
—¿Estás segura? ¿Le conoces? —mientras mi amigo sigue inquieto mi marido le mira altanero y hace presión en mi muñeca.
—Luego te explico. Me quedo con él, no te preocupes.
Con cierta resistencia finalmente George se va y el extraño con el que estoy casada me lleva a rastras casi, por un pasillo sin transitar y me pega a una pared para abalanzarse sobre mí y rabioso preguntar...
—¿Sabías quién era? ¿Por eso te casaste conmigo? Estabas ahí oyendo todo y decidiste actuar.
—No entiendo de qué rayos hablas —soy honesta —. De todos modos quedamos en firmar esa separación de bienes y en un mes estarás lejos de mi vida. Me pagas y todos contentos.
—El tipo que operaste es mi hermano. Si algo le sucede yo seré el dueño de todo el sistema de salud a nivel global que tiene mi familia... no puedo creer que todo sea coincidencia —me acusa.
—No sé qué tiene que ver eso conmigo..
—Sí, lo sabes...eres una trepadora que —le suelto una bofetada y nos quedamos mirándonos con odio los dos.
Me toma de la cintura, alza mi cuerpo contra el suyo y me mete en una habitación vacía, no sé cómo puede hacer todo como si conociera cada paso que da y me empuja contra una pared, me sube las manos y pega nuesttos cuerpos mientras me revuelvo contra él.
—¡Suéltame, maldito! —mascullo y está muy cerca de mi.
—Procura que no le pase nada o no podrás imaginar lo que será de tí —amenaza y su aliento mentolado me marea. Está demasiado cerca, demasiado enfadado, y demasiado guapo —. ¿Te acuestas con ese tipo?
—Y, ¿a tí que te importa?
—Soy tu marido y mi esposa no puede estar con nadie que no sea yo.
—Pero...tú estás fatal de la cabeza. Yo no soy nada tuyo. Es un acuerdo...
—Un acuerdo que cambiará si a mi hermano le pasa algo...no tienes ni idea de lo que acabamos de hacer.
Me quedo callada mirando su boca roja. Como se muerde sus labios y me mira descaradamente por todo el cuerpo que está pegado al suyo.
Este hombre tiene algo que me asusta y me gusta a la vez j su forma de mirarme me preocupa casi tanto como aquello que dice.
—Suéltame. Vamos a hablar como personas civilizadas —propongo agitada. Siento mi cuerpo reaccionando al suyo.
¿Qué demonios me pasa?
—No sé si hablar sea lo que quiero ahora mismo —ni si quiera sabe mi nombre —. Lo siento pero no puedo evitar hacerlo.
Ni siquiera puedo preguntar a qué se refiere cuando ya ha tomado mi boca. Sus labios suaves intentan dominar los míos y trato de resistirme a la invasión de este extraño con el que estoy casado pero algo entre los dos me lo impide.
Finalmente gemimos a la par cuando me relajo y su lengua entra en mi boca. Me arprieta contra la pared con su enorme cuerpo y tengo la sensación de estar activando una cosa muy peligrosa entre los dos.
—No puedo parar...¿Quién eres y por qué sabes así?
Suelta mis manos y las hundo en su pelo. Hace mucho no me besaban de esta forma y todo lo demás desaparece cuando las suyas bajan por mi silueta, entran en mi pijama y me acarician la espalda y luego tocan mis pechos metiéndose debajo del sujetador. No sé lo que estamos haciendo pero no parece que podamos parar.
—¡Oh, joder! —maldice pasando los pulgares por mis pezones duros y le muerdo los labios llena de un placer que hace mucho nadie me da y que no esperaba de un desconocido con el que acabo de casarme.
Cuando su miembro duro se roza con mi entrepierna, siento el busca sonar y con esfuerzo y jadeando le miro por encima de semejante macho posesivo y dominante.
—¡Hostias...tengo que irme!
El aviso de paro cardíaco es lo que me hace salirme de la locura que estaba cometiendo y le dejo jadeando contra la pared mientras como puedo me acomodo la ropa saliendo en estampida a intentar salvarle la vida a su hermano que está muriendo mientras yo retozo con él...esto se va a complicar.