*Capítulo 3*
Isabella caminaba bajo el ardiente sol del desierto, estaba un poco frustrada, su vuelo se había retrasado, había sido sumamente difícil conseguir llegar hasta dónde se encontraba, ni siquiera había podido llegar al funeral de Maiklhe Mubarack; el antiguo jeque, lo cual le enfadaba en gran manera ya que tenía planes de fotos sobre aquel sepelio, es que su frustración era tanta al saber que no había llegado para fotografiar a Zabdiel Alim Mubarack Maramara haciendo sus votos sagrados y aceptando su responsabilidades como nuevo Jeque, tal como lo exigía las costumbres del pueblo de Norusakistan.
Su viaje comenzaba siendo un completo desastre, desde el primer momento en que piso el país, muchas personas comenzaron a asegurarle que todo era un error, que debería tomar un vuelo de regreso a su propio país y olvidarse de sus deseos de estar en Norusakistan, pero no, era demasiado testaruda como para dejarse intimidar por comentarios absurdos. Haría que su viaje fuese éxitoso y productivo, lo lograría aún en contra del amplio desierto.
El calor era agobiante, tenía que caminar cubriéndose los ojos para evitar la arena dentro de ellos, el suelo estaba sumamente caliente, la arena de Norusakistan no estaba perdonando que fuese una extraña sobre aquel suelo.
Su equipo de fotografía, algo de ropa y unos bocadillos no perecederos estaban en la amplía mochila que cargaba, pesaba pero no le importaba, estaba acostumbrada a cargar con equipos más fuertes.
-Debo conseguir donde refugiarme, o el sol acabará deshidratándome por completo- se dijo pero al horizonte no se veía otra cosa que desierto y más desierto. La cara le ardía y a pesar del improvisado turbante que se había colocado, sentía como la piel de la cara estada insolada, seguramente estaría roja como una langosta cocida, pero eso no la detendría, era un mujer que había fotografiado las escenas más atroces, así como había viajado a los lugares más inhóspitos del mundo, un montón de arena y el calor del oriente no eran obstáculos para ella. Por supuesto que no lo eran, Isabella Stone era más fuerte que eso.
A lo lejos divisó una gran cobra del desierto, se arrastraba sigilosamente, al parecer, al igual que ella buscaba refugio, sus hermosos colores dorados y negro eran una alerta a cualquiera que la mirara, se acercó con sigilo apuntando con la lente de su cámara fotográfica, enfocó sus hermosos colores y el rastro que dejaba sobre la arena y activó una secuencia de clics que le proporcionó unas magníficas fotos.
Sonrió con satisfacción.
De pronto divisó a lo lejos que se acercaba a ella un caballo, sobre su montura un jinete orgulloso, que no logró ver con claridad hasta que lo tuvo muy cerca. Se detuvo casi frente a ella, la recorrió con una mirada curiosa y a la vez insolente, observando esos mechones de cabellos que escapaban de su escondite.
-Mira nada más lo que me prosperó Alá- una cínica sonrisa de superioridad cruzó su rostro, aquello no le gustó a Isabella, quién decidió no responder a la indolencia, estaba en un país gobernado por hombre, hecho para hombres. Debía andar con mucho cuidado.
-Buenas tardes, caballero- respondió ella obviando su comentario.
-Sí que son buenas. ¿Está usted sola señorita?
-Si- respondió encogiéndose de hombros, entendiendo a lo que se refería. Muchas personas en el Aeropuerto y en la ciudad le aseguraron que sería una completa tontería andar por allí completamente sola.
-El desierto no es buen lugar para una mujer- se contuvo para no responder abruptamente al comentario machista de aquel hombre. ¿Es que no se había enterado que las mujeres ya tenían derecho al voto?
-Cualquier lugar es bueno para mí- respondió altiva, estirando orgullosamente su estatura.
-¿Cuál dijo que era su nombre?- frunció levemente el ceño.
-No lo dije, señor- se encogió de hombros.
-Ya veo- sonrió- tiene usted mucho carácter.
-Efectivamente- sabía que sus respuestas eran parcas, pero no quería entablar conversación con aquel orgulloso hombre que la miraba como si ella fuese insignificante.
-No es una característica de una mujer, al menos no aquí en Norusakistan.
-Lo tendré en cuenta, señor.
-Esquizbel Mubarack - le sonrió- ese es mi nombre- Ella frunció el ceño y empequeñeció los ojos. Su apellido indicaba que pertenecía a la familia Real, sonrió al descubrir la identidad del hombre.
-Es el primo del nuevo Jeque.
-Desafortunadamente, mi apreciada dama- sonrió de medio lado.
-¿Desafortunadamente?- indagó curiosa.
-Así es. . . no es agradable tener a un rufián por primo, y menos por Soberano.
-No son palabras para describir a su Gobernante- Le dijo frunciendo el ceño nuevamente- según las leyes de Norusakistanas, podría ser tratado usted como un traidor.
-Conoce mucho de nosotros, señorita.
-Así es- ambos desviaron la vista al mismo tiempo, un nuevo jinete se aproximaba. Un hombre increíblemente guapo, alto, sexy y con unos profundos ojos grises.