Capítulo 4
Narra Liam.
El día de la fiesta de cumpleaños del señor Fredison había llegado. En el momento que entre a la mansión la atención de la gente se centró en mí. Busqué al alcalde y lo felicité por su cumpleaños, no era necesario entregarle un regalo, ya le había dando un donativo personal por el mismo. Luego me acerque a mí amigo, me dio una sonrisa de ánimo.
—No sé si me están mirando a mí o a ti—comentó Dylan.
—Sabes que es a mí. Están viendo al novio abandonado —respondí con una voz forzada y en broma.
En ese momento los ojos de Dylan se dirigieron hacía al lado derecho, por inercia voltee a ver lo que observaba. El señor Wood junto a una chica muy hermosa de cabello castaño claro y ojos color ámbar se acercaban a nosotros. Me quedé impacto por la belleza de la chica, me imaginé que se trataba de Katherine, mí prometida. Nunca creí que fuera tan hermosa.
—Brown, ella es mí hija Katherine—me la presentó su padre.
—Es un placer conocerte—le dije amablemente.
—El placer es mío—respondió ella con una sonrisa brillante. Sus mejillas se pusieron rojas cuando le devolví la sonrisa.
Pero en ese momento escuché susurros de las persona, pensé que era por mí de nuevo, pero no lo era precisamente, se debía por alguien quien recién hacía hecho su apareció en la mansión. Me quedé helado al ver de quién se trataba: Jessica, había llegado del brazo de Stefano Williams.
Fruncí el ceño, preguntándome qué demonios hacían aquí. Entonces mis ojos se posaron en ella, llevaba puesto un vestido elegante y holgado, algo que usualmente no usaba. Mi mirada se detuvo en su estómago, buscando el bulto que su elección de ropa logró ocultar. Pronto, eso sería imposible, y todos sabrían que estaba embarazada, sería otra humillación para mí. Las miradas de todos se desplazaron hacía mí, sentía un odio inmenso, no pude evitar apretar los puños. Jessica, miró hacía mi dirección y nuestras miradas se encontraron. Ella sonrió cortésmente, luego miró hacia otro lado. La ira se estaba apoderando más de mí, luego sentí una mano en mí hombro, Dylan con una mirada me dijo que me calmará. Después me di cuenta de que Katherine me estaba mirando. Le di otra rápida sonrisa y luego me despedí de ella y de su padre, me daban ganas de dar el anuncio de nuestro compromiso en ese instante, solo para que Jessica viera que podría ser feliz sin ella, pero no lo podía hacer así nada más, estaba contra mis propias reglas, ya le había prometido al señor Wood que el anuncio sería en cuatro meses. Dylan me acompañó a la mesa de bebidas poco después.
—Debes fingir control—me dijo seriamente.
En nuestro mundo fingir era parte de nuestra mayor cualidad. Tomé un par de tragos mientras veía como Jessica y su acompañante hablaban con el alcalde Fredison, seguramente él lo había invitado. Lo maldecí en ese momento, todavía no estaba listo para verla, no después de lo que pasó. Decidí irme del lugar un poco después, subí al auto y después de unos minutos me detuve en el estacionamiento de un bar a las afuera de la ciudad, apagué el motor y salí de mi auto. Dentro del bar lúgubre con poca luz, bebí un trago tras otro. El cantinero no hizo ninguna pregunta ni trató de hacerme hablar de mis penas. Por el rabillo del ojo, vi a una mujer pelirroja. Mi corazón dio un vuelco; por un momento, pensé que era Jessica, quería golpearme a mí mismo por mi propia idiotez. Bebí el resto de mi bebida y golpeé el vaso contra la encimera. El cantinero volvió a llenar mi vaso sin hacer ningún comentario. Tras una inspección más cercana, la mujer que estaba en el mostrador no tenía ningún parecido con mi ex prometida, excepto por el color de cabello similar. Cada centímetro del rostro de esta mujer hablaba de una vida llena de dificultades y frustraciones. La amargura envenenó mis entrañas. Estaba atrapado en una espiral autodestructiva, pero no podía librarme de ella.
La mujer notó mi atención y sonrió. Ella no era mi tipo. Demasiado antinatural, pero ella era exactamente lo que necesitaba. Me levanté, me acerqué a ella, de cerca, apenas se parecía a Jessica, pero no me importaba. Después de una breve charla y unas copas más, entramos torpemente al baño. La follé con fuerza contra el cubículo del baño, su frente pegada a la pared, de espaldas a mí. Me concentré en su cabello pelirrojo y dejé escapar mi frustración y enojo. Williams me había arrebatado a Jessica, me había robado su corazón. Podía imaginar su sentimiento de absoluto triunfo cada vez que la follaba, sabiendo que me la había quitado. Me corrí con un estremecimiento violento y me desenredé de la mujer frente a mí. No estaba seguro si ella se corrió, pero no me importaba. Pero no parecía infeliz cuando se inclinó hacia mí y me susurró algo en la oreja que no entendí, luego salió del cubículo, me sujeté con un brazo y me deshice del condón. Durante mucho tiempo, me quedé mirando la pared llena de grafiti sintiéndome mal del estómago y sin estar seguro de si era el resultado de demasiado alcohol o del baño sucio en que estaba. Acomodé mi ropa y salí del baño. Después de dejar el dinero en el mostrador, me tambaleé hasta mi auto. Una vez detrás del volante, miré al frente, tratando de evitar que mi visión fallará. Cuando llegue a mí casa me tire sobre la cama, cerré los ojos y me quedé dormido.
***
Las semanas siguientes me sentía fatal, la gente ya sabía del embarazo de Jessica. Odiaba estar en la boca de todos de está manera tan humillante. Apreté mis manos en puños en mis bolsillos, el único signo externo de la ardiente mezcla de emociones ardiendo dentro de mí. La tristeza y la furia se habían mezclado con las emociones oscuras que se habían acumulado durante estás semanas, y ahora se unían a emociones más nuevas y más oscuras, creando una mezcla potente que amenazaba con desenredarme. Salí de mí casa, no sin antes despedirme de mí hermana quien ya vivía conmigo. Necesitaba una salida, un respiro de todo, me desplace hasta uno de los clubes que administraba el primo de Dylan. Era el mejor lugar de la ciudad si querías pasar un buen rato y tenías los fondos necesarios. La lista de invitados era exclusiva y solo podías pasar por la puerta si tu nombre estaba en la lista. Los gorilas me dejaron pasar sin decir una palabra. Antes de que pudiera sentarme en la barra, Marco el Primo de Dylan apareció a mi lado.
—Escuché lo que te paso—me dijo él, mientras le pedía un trago al cantinero—.Necesitas dejar de pensar en las cosas y divertirte un poco—mencionó en un tono que me indicaba que debía estar con mujeres de una sola noche. No solía ser cliente de su establecimiento. El sexo por dinero nunca me había atraído. Pero yo estaba vacío por dentro, demasiado vacío para poner cualquier esfuerzo en una posible distracción—.Tengo a alguien en mente para ti. Ve a la Suite Tres, la enviaré de inmediato—me informó.
Me levanté sin pedir más detalles y subí a las habitaciones privadas. La suite que había elegido Marco tenía un tema romano con una cama redonda rodeada de columnas falsas. No me importaba el entorno. Joder, no me importaba nada en este momento. La puerta se abrió y una mujer alta con cabello largo y pelirrojo entró. Estaba vestida con un vestido blanco cruzado que combinaba con el tema de la habitación. En mi estado exhausto y medio borracho, parecía una mala réplica de Jessica. Marco, era un bastardo, podía leerme como un libro abierto. Solo su sonrisa seductora y sus movimientos sexy delataban su verdadera identidad. Aceptarla era admitir debilidad; enviarla de vuelta enviaría el mismo mensaje. De cualquier manera, era un puto desastre.
—¿Qué quieres?—dijo ella con una voz llamativa.
—No hables—gruñí, empujándola contra mí—.Ahora chúpame la polla—le ordené.
Ella cayó de rodillas y yo incliné la cabeza hacia atrás, mirando hacia el techo adornado con mosaicos romanos antiguos. No la miré mientras me la chupaba, no la miré mientras la follaba. Imágenes de otra mujer pelirroja entraron en mi mente, y mis embestidas se volvieron casi viciosas cuando la prostituta se arrodilló ante mí, pero las imágenes estaban distorsionadas, nubladas por la amargura y una nauseabunda necesidad de venganza. La satisfacción no se instaló en mí ni siquiera cuando llegué. Todo lo que me llenó fue una sensación de derrota, estaba destruido por dentro y no sabía si podía volver armar de nuevo los pedazos de mí corazón.