Capítulo 1
Y se arrodilla ante él, orgullosa y altiva como una reina.
Él apoya las manos en su cabeza, coge su largo pelo entre los dedos, apretándolo con fuerza, y luego la empuja contra su polla, aún lista, aún caliente.
"Siente lo dura que está, déjame disfrutarla ahora con tu lengua, chúpala y tómala toda en tu boca".
Ella empieza a lamer el anillo del glande, brilla rojo y parece palpitar, lo recorre de arriba abajo mojándolo con saliva.
"Te gusta su sabor, ¿verdad?" ella mueve la cabeza asintiendo, sintiendo como su vagina se empapa de nuevo.
El Amo arquea el cuello de placer, esa lengua aterciopelada le produce un placer indescriptible, baja la mano y acaricia la cara de la mujer, suavemente, para hacerle saber que es el momento de pedir más.
"Tómatelo todo en la boca y sé suave".
La guía hacia delante, haciéndole tragar la gran cabeza, y luego empuja con fuerza.
A pesar de ese acto violento, ella resiste sin resistirse, pero se esfuerza por asimilar su anchura y longitud, sin embargo empieza a chuparla deslizando la boca arriba y abajo.
"Eres increíble, así, así...".
Verla así es celestial para él, pero lo es aún más en el instante en que siente que su orgasmo aumenta, ella al sentirlo intenta retirarse pero él la agarra fuertemente de la cabeza para impedírselo.
"¡Trágatelo todo!", le ordena con voz autoritaria.
Ella se pone rígida, su cuerpo tenso y sus ojos cerrados dejan claro al Amo que a la mujer no le gusta, pero él es su amo y ella su esclava, así que sólo tiene que obedecer.
Él se vacía dentro de ella, sin ningún remordimiento, ese orgasmo fue magnífico y devastador, y es justo que disfrute de ese espectáculo hasta el final.
Cuando ella se aparta, él le pasa el pulgar por los labios hinchados, de un rojo ardiente, ¡por el excelente trabajo que han hecho!
"Levántate", ordena, unos segundos y la mujer está de pie frente a él, lista para ser tomada de nuevo.
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"¡Anna! ¡Anna!"
¿Pero qué está pasando? ¿De dónde viene esa voz y por qué irrumpe en un momento tan sublime, tan intenso?
"¡Cristo Anna, lo has vuelto a hacer!"
Sandra le grita como una obsesiva, y entonces se sacude y de repente se da cuenta de que ha vuelto a caer en la trampa, ¡otra vez!
Se da la vuelta nerviosa, con la cara de su compañera a escasos centímetros de la suya.
"¿Qué...?" pero es demasiado tarde, una voz masculina llega a ella de inmediato, es una voz familiar, una voz añorada.
"Señorita Poletti ¿está segura de que sabe dónde está?".
Anna abre mucho los ojos, un escalofrío recorre su espina dorsal provocando un espasmo difícil de ocultar, sin embargo lo consigue pero renuncia a controlar todo lo demás.
"Sí, mi Señor".
Una estruendosa carcajada inunda el aula mientras ella se siente completamente conmocionada por las palabras que acaba de pronunciar.
El hombre, su profesor de literatura, arquea una ceja, parece divertido y responde con la agresividad que le caracteriza.
'Si también fuera tan obediente en sus estudios, seguro que no necesitaría todas esas repeticiones. Sus deberes son horribles y su capacidad de atención me desconcierta, ¿seguro que tiene cerebro para ir a la universidad?".
Anna se sonroja abrumadoramente, le gustaría hablar pero su voz parece aprisionada en un rincón desconocido de su cerebro, así que tantea pero no puede contrarrestar esas denigraciones que la hacen sentir como una don nadie.
"¿Señorita Poletti, me está escuchando?", grita el profesor, golpeando con un puño el escritorio de Cernuschi, que se sobresalta justo a tiempo.
Ella asiente repetidamente, aterrorizada y aún perdida en esa imagen soñada hace un momento, pero sigue sin responder, no puede, está tan bloqueada por él que quiere derretirse y desaparecer en ese mismo instante.
Desde que lo vio, dos meses antes, la ha desarmado tanto que le quita por completo el control, sueña con él por las noches, lo dibuja en un papel, y cuando asiste a sus clases imagina escenas que parecen convertirse en realidad, dejándola consternada.
Mierda, ya le había pasado imaginarse así con él... ¿y ahora cómo salir del aprieto de esa figura sin parecer una tonta niña anormal?
Él está parado frente a ella y la mira con ojos ardientes, por fin le sale la voz.
"Yo... no me encuentro bien profesor, ¿puedo salir por favor?".
Él se rasca la cabeza en señal de rendición y luego responde molesto.
"Ni siquiera puede defenderse, sólo es capaz de huir, ¿es todo lo que puede hacer?".
Ana agacha la cabeza, se levanta de su asiento y pasa junto a él, rozando involuntariamente ese cuerpo que parece emanar testosterona en cada poro de su piel, y toma la dirección decidida a abandonar el aula.
"¡No te he dado permiso! Detente inmediatamente!"
Aquella voz irrumpe de nuevo, parece como si aquella ensoñación se convirtiera en algo tangible, real, y que de alguna manera lo sintiera, porque a ella le parecía que aquella orden provenía de su interior.
Pero no está desnuda delante de él, no está atada con cuerdas de seda, y ni siquiera ha tenido un orgasmo intenso, sólo queda esa orden, pero es suficiente para que se moje sin pudor.