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Capítulo 5 Iluso.

Los ojos del rubio se empañaron, pero, aun así, salió de la oficina de su padre, comprendiendo lo que sucedería, Neri Neizan podría enfrentar cualquier cosa, menos la pérdida de su esposa, no solo porque el clan así lo demandaba, sino porque su corazón no se lo permitiría, un mundo sin su reina fría no era mundo.

— Mamá. — la llamo mientras corría hacia su madre, quien acababa de caer sobre la nieve solo a unos pasos del pequeño Vladimir. — ¡Mamá! — grito sujetándola entre sus brazos y viendo de reojo como gran parte de sus hombres comenzaban a moverse, tratando de saber que era lo que sucedía.

— Solo le estaba contando de los abuelos a Vladimir… — susurro acariciando el blanquecino rostro de su único hijo. — Creo que seré la primera de sus hijas en acompañarlos. — los ojos de Zafiro se empañaron, la reina fría sabía que el dolor en su pecho era demasiado fuerte y fuera de lo normal, Zafiro Zabet, comprendió que su fin había llegado y solo le quedo dar gracias de haber podido consentir a su nieto.

— No lo harás… — trato de convencerla y convencerse, podría ser que lo apodaran la muerte blanca, pero ahora solo parecía un niño, a punto de perder todo lo que amaba.

— Shhh… Lukyan… cuida a Vladimir y cuando ella regrese, no seas un tonto hijo. — incluso en ese momento, la voz de su madre sonaba más a orden que ha pedido.

— Mi hermosa Zafiro, ni en este momento, pierdes tu belleza. — la voz de Neri sonaba tranquila, aunque solo bastaba con ver sus ojos para saber que la vida se iba con su esposa.

— Mi ruso terco. — respondió mientras Neri la tomaba en brazos, dejando a su hijo apreciar la despedida de dos almas que siempre estarían juntas.

— Te buscare amor mío. — juro el mayor dejando un suave beso sobre los labios aun rosados de la rubia.

— Y yo te estaré esperando. — su juramento fue lo último que salió de ella, y aunque en ese momento ya estaban dentro de su mansión y el médico de la organización hizo todo lo humanamente posible para revivir a la reina frían, Neri Neizan sabía que era el fin, ya lo había visto.

Jamás habían visto las lágrimas del vidente, y jamás lo harían, el lado débil del mafioso solo lo conocía aquella mujer que yacía en la cama, como si solo estuviera durmiendo y no como si un infarto se hubiera llevado su vida.

— No puedes hacerlo papá, no puedes dejarme. — imploro Lukyan, comprendiendo porque su padre le había notificado que su fin estaba cerca. — Cambiaste la ley del clan…

— No lo hice por mí. — lo interrumpió el mayor. — Solo era por ella, cuando conocí a tu madre, fue antes de los 20, supe que la amaba y en ese segundo la vi morir por mi causa, las leyes del clan son claras, si un esposo muere, sin importar quien, el otro lo debe seguir, trate de apartarla de mi lado y eso… solo provocó más dolor, en especial a ella, pero ahora comprendo que lo que vi aquel día, solo fue mi miedo y cobardía, si yo estuviera en el lugar de tu madre, ella no dudaría en acabar con su vida, porque sabría que la estaría esperando en el más allá, ahora... es mi deber ir por ella, no es de buena educación hacer esperar a una dama y menos alguien como tu madre. — lo entendía, él había sido criado bajo las leyes del clan, pero, aun así, estaba perdiendo todo de una sola vez.

— Papá… — queria suplicar, implorar que no lo dejara, pero la mirada decidida del mayor lo silencio.

— Hazle caso a tu madre Lukyan, ya no eres un niño, no seas un toto hijo, ella es alguien especial, alguien que está dispuesta a morir por ti y tú por ella.

Solo cuando su padre se desplomo, fue consiente del charco de sangre que había a su alrededor, Neri Neizan, mejor conocido como el vidente, dejaba este mundo por mano propia, con cortes limpios y preciosos en sus muñecas, dejando a su hijo como cabeza del clan más grande que tenía rusia.

Odiaba recordar aquel día, odiaba el tiempo trascurrido, como cada ser seguía con su vida, mientras él, solo estaba detenido esperando a una mujer que cada día le parecía menos probable que regresara, diez años había cumplido Vladimir, diez años era el límite para Lukyan Neizan.

— ¿A dónde vas? — indago preocupado su primo Alek.

— Voy al club, cuida a Vladimir, no creo que regrese esta noche. — Alek lo comprendió y no dijo nada, incluso él no aguantaría tanto sin estar con una mujer, y claro que no lo hacía, si bien faltaba poco para al fin casarse con Harum Morozova, en esos diez años Alek había tenido muchas compañeras de alcoba, algo que no era el caso de Lukyan, quien le era fiel a un fantasma o al menos eso pensaba Alek.

Odio, una pequeña palabra que abarca muchas cosas, odio era lo que sentía Vladimir por su padre, el pequeño había dejado de hablar a los 5 años, trauma dijo el psicólogo, ya que el niño vio la muerte de sus abuelo de primera mano cómo su padre Lukyan, el niño se mantenía en un silencio casi espeluznante desde entonces, hasta esa noche que vio a su padre salir.

— Llévame con mi padre. — Alek pego un brinco de puro susto.

—Vla…Vladimir, tu…

— Te di una orden. — Alek no dijo más nada y solo se dispuso a obedecer al heredero del clan, sus ojos cargados de odio le dejaron en claro que sabía lo que queria y era mejor obedecerlo.

Dasha no esperaba que nadie fuera por ella al aeropuerto, y efectivamente, su familia no la defraudo, aunque no puedo evitar sorprenderse al ver a Alek Neizan en el estacionamiento, su primer reacción fue detener sus pasos, pero solo le tomo un segundo, retomar la marcha, ese hombre no era suyo, y estaba segura de que nunca lo fue.

— Dasha, ¡Dasha! — se vio obligado a llamarla en más de una ocasión, mientras la pelinegra continuaba su camino y ante la falta de atención de la mujer, Alek corrió tras ella. — Hey te estoy hablando. — recrimino apenas su mano sostuvo el delgado brazo de Dasha.

— Le pediré que no me toque señor Neizan, no quisiera tener problemas con su futura esposa y menos con mi padre. — rebatió con frialdad, mientras se soltaba del ligero agarre.

— No comprendo porque me ves así. — cuestiono cruzando sus anchos brazos sobre el pecho y Dasha tenía ganas de patear su cara.

— ¿En verdad no lo entiendes? Conspiraste con Harum.

— No, Dasha, las cosas no fueron así, solo… ella era muy joven y no sabía la magnitud de la estupidez que hizo contigo… — esa mujer ya no era su problema, se repitió una y mil veces en su mente, él había escogido a Harum, y ahora le tocaba vivir con ello, le guste o no.

— ¿Estupidez?, ahora arruinar la inocencia de alguien es una estupidez. — queria aplaudirse a ella misma por mantener la calma, los consejos de Jade funcionaban, concentrarse solo en su venganza, en lo que había perdido y en como acabar con sus enemigos era mucho mejor que gritar o llorar frente aquel hombre que una vez creyó amar. — Que poco valía para ti. — reconoció sintiendo una pequeña molestia en su pecho, decepción, eso era lo que sentía por Alek ahora. — Que poco le importe a todos. En fin, nos vemos cuñadito. — no dejaría ver cuánto le molestaba su presencia, ella ya no dejaría ver su interior a nadie, mientras que Alek comenzaba a darse cuenta de que esa ya no era la tierna y dulce Dasha que él conoció.

— Di lo que quieras Dasha, pero me debes tu vida. — necesitaba hablar con ella, diez años habían pasado del día que esa joven se marchó sin siquiera decir adiós, algo lógico que ella no quisiera ni verlo, pero no para Alek, le gustaba Harum, lo enloquecía su astucia, pero Dasha, era ese tipo de mujer que cualquier hombre desearía tener esperando en casa por él, para ser honestos, Alek fantaseaba con tener a ambas hermanas. Sin quererlo, Dasha dejo salir una carcajada, tan natural y cargada de odio, que al castaño se le crisparon los vellos.

— ¡Ay Neizan! que las palabras o acciones del señor Morozova no te confundan, si continuo con vida no fue porque tu pidieras piedad por mí, sino porque aun siendo… impura, le soy de utilidad. — sus ojos celestes como el mismo cielo, se tornaron fríos como dos glaséales carentes de vida. — No te equivoques Alek, tu clan pude ser poderoso y despiadado, pero los Morozova… sabemos planificar a largo y corto plazo, tu solo eres una ficha en el tablero de mi padre. — le escupió tales palabras casi con regocijo de solo ver lo aturdido y luego furioso que se veía Alek.

— ¿Qué quieres decir? — sus manos estaban cerradas en puño, esa ya no era la joven sumisa que él conoció, podía ver lo cambiada que estaba, con sus 28 años, la juventud aun adornaba su cuerpo haciéndole lucir más perfecta y esa pequeña muestra de valentía y frialdad, hacia cuestionarse cada vez más al castaño si había escogido a la hermana correcta.

— Pronto lo sabrás, cuando desposes a mi dulce y pura hermana. — la burla en su voz llevo a Alek a cuestionarse si Harum era tan pura como decía ser, algo que solo sabría el día de su boda.

— Déjate de juegos Dasha… — estaba jugando con él, podía intuirlo, solo minutos frente a ella y la pelinegra le hacía dudar hasta de su apellido.

— Yo no juego, nunca lo hice, siempre te fui honesta, no como tú, pero eso ya no importa, y te voy a pedir una vez más que mantengas la distancia… — Huang le había enseñado bien, en la guerra y el amor todo se vale y si bien ahora podía ver el mismo brillo de antaño con el que Alek siempre la vio, lo único que buscaba Dasha era enloquecerlo, hacer caer un imperio, ella sería un caballo de troya, los haría matarse los unos a los otros.

— ¡Solo quiero ayudarte! — grito sin quererlo, pues el llamar la atención no estaba en sus planes, si el señor Sergei se quejaba con Lukyan de su comportamiento, estaría en problemas. — ¿Por qué no lo puedes entender? tu padre solo envió por ti…

— Para casarme. — el pánico en los ojos de Alek le dio el empujón que necesitaba, Huang no se había equivocado, si el ruso no hubiera sentido más que desprecio por ella en aquel entonces, poco le hubiera importado si vivía o moría, pero al pedir piedad en su nombre, solo dejo ver que sentía mucho más que empatía o cariño, aunque no era tan grande como el que sentía por Harum, bien, Dasha encontró la punta del ovillo y ahora jalaría de ella cada vez que pudiera, lo haría arder, como Alek hizo con ella.

— ¿Como lo sabes? — se veía abatido y lo estaba, no podía imaginar que Dasha solo regresara resignada a casarse, si incluso él le había pedido al difunto Neri que intercediera con Sergei y que le pidiera al clan Zhao que cuidara de Dasha, pensaba que con todo lo que el tigre blanco pudiera instruirle, ella sería capaz de escapar del clan Morozova.

— Es para lo que nos crían Alek, para cazar a estúpidos como tú. — debería dejarla ir, se dijo a él mismo, pero si la Dasha obediente le atraía, esta nueva Dasha lo excitaba de sobre manera, queria hacerla obedecer una vez más, queria tenerla a sus pies como antes, con una sola mirada.

— Bien si ese es el caso, ten cuidado, poque tu padre te quiere entregara al Diablo de Italia, y no creo que a él le guste ser tratado como una mera ficha en el tablero de tu padre. — no le estaba mintiendo, el diablo de Italia era el hijo adoptivo de la santa hija de la sombra, llevaba su apodo bien ganado, un diablo que no le temía ni a Dios.

— Que quieres que te diga, si para obtener mi libertad debo bailar con el diablo, que así sea. — sonaba resignada, pero algo en sus ojos no cuadraba con lo que su boca decía.

— Puedes ser libre, yo puedo hablar con tu padre… — quería que lo vea como siempre lo veía, con adoración, como si él fuera su única salvación.

— No es de mi familia de quien me quiero librar, sino de ti. Adiós Alek.

Mientras el castaño sonreía al creer que aún tenía una oportunidad con Dasha, la pelinegra subió al taxi mordiendo su labio, la descubrir que Alek era más idiota de lo que parecía ser.

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